Me coloco mis medias de franjas naranjas y negras llevándolas hasta mis rodillas. Tomo mis tacones de plataforma punta cerrada, y me los pongo frente al espejo sujetando la pequeña correa en mis tobillos. Me incorporo con una sonrisa ladina al ver lo sexy que me veo. La minifalda me queda espectacular, y mis pechos se ven apretados en el corsé que uso debajo de la camisa blanca. Se asoman debido a la abertura de esta, cayendo en medio de ellos la corbata negra que compré para completar el disfraz. Las gafas de lectura falsa que elegí me dan un aire de la estudiante más puta de Hogwarts.
Tomo la gran túnica y me la coloco, para luego peinar mis ondas con mis dedos.
—¿Crees que deba amarrar mi camisa arriba de mi ombligo?
Fijo mi vista en ella, y la analizo a detalle.
—Somos estudiantes, Vanessa, no prostitutas —respondo con una sonrisa.
Vanessa estalla en carcajadas tomándome por los hombros y llevándome frente al espejo.
—Mírate, luces como la prostituta mayor de la escuela, Zoe.
Besa mi mejilla y procede a sujetar su camisa por encima del ombligo. Rocío perfume nuevamente, y tomo mi bandolera roja carmesí colocándomela por encima de toda mi ropa. Ambas salimos de mi habitación bajando las escaleras dispuestas a tener una excelente noche. Mañana debo de presentarme a una entrevista de trabajo en una de las empresas más grandes de la ciudad, y juro que si no entro en esta, simplemente tiraré la toalla y buscaré otras opciones.
Mis padres están sentados en el sofá del living, muy acurrucados entre ellos mirando una película. Al notar nuestra presencia, ambos fijan sus ojos en ambas.
—Ya nada me sorprende —mi madre es la primera en hablar.
—¿Cómo nos vemos? —les doy una vuelta modelando mi disfraz, oyendo la risa burlona de Vanessa.
—Si el profesor Snape las ve así, tendrá un ataque cardiaco —responde mi padre
—Cien puntos menos para Gryffindor —añade la señora Lennox.
—Yo diría que mil… —remata Saint con una gran sonrisa.
—Prometo regresar antes del amanecer —les lanzo un beso a cada uno.
Ambas salimos de la casa oyendo el grito de mi padre pidiendo que seamos responsables y usemos protección, amenazando de que si algo nos ocurre, matará a Lyon.
Entramos al auto, y lo primero que hago es marcar el número de Min, la tercera del cuarteto, y la más responsable de los cuatro. Creo que se debe al hecho de ser coreana y haber crecido en una familia bastante estricta. Cuando se mudó a este lado del mundo, y llegó a la universidad, de inmediato hizo amistad con nosotros tres, y desde ese entonces se convirtió en parte de la comunidad.
A diferencia de nosotros, Min es la más portada del grupo. No fuma, no bebe. Pero eso no la hace menos divertida, al contrario, es quien siempre nos saca una sonrisa en momentos de desgracias. Lo único que hemos logrado influenciar en ella, es en los tatuajes. Se ha dejado hacer varios por mí, en lugares específicos difíciles de ver por sus padres, aunque igual se los oculta con pintura corporal.
Pobre de ella cuando viaja a Corea en fechas especiales. Debe de ser todo lo que no es.
—Voy por ti, pequeña Min.
—Jiog-e joj —me envía al carajo con su perfecto coreano, y cuelga la llamada.
Niego riéndome, a sabiendas de que odia que le digamos “pequeña Min” como le suele decir su estricto padre.
—Un día de estos, Min te dará tu merecido. Recuerda que sabe artes marciales…
—Min me ama —le digo—. Incluso, me ama más a mí, que a ustedes —acelero oyendo los insultos de Vanessa.
Min vive en pleno centro de la ciudad de Boston, así que el camino a su casa es un poco largo ya que yo vivo en los urbanismos que quedan fuera de ella. Son como unos treinta minutos de carretera, pero no me quejo, apenas la noche comienza. Subo el volumen de la música, haciendo que retumbe Weird Tales de Funeral Rites dentro del auto.
—¡Dile a Lyon que esté listo! —le hablo fuerte a Vane, y esta asiente.
Media hora después, llegamos a las afueras del costoso departamento que se gasta mi bella coreana. De los cuatro, a ella es a quien le va mejor con respecto al dinero. Es súper independiente, vive a miles de kilómetros de sus padres, tiene un excelente empleo por ser ingeniera en sistemas y con un doctorado en tecnología. Sin duda, es la más astuta e inteligente de los cuatro.
¿Pero a qué costo? A pesar de vivir muy lejos, basta con que su padre demande y ella obedezca sin rechistar, le agrade o no.
—¡Pequeña Min! —grito bajando el vidrio del auto.
La vemos caminar con elegancia, sensualidad y una gran sonrisa hacia nosotras. Hasta caminar se le da mejor que las dos. Espalda recta, mentón en alto, aires de superioridad –aunque es la chica más humilde que conozco–, luciendo un disfraz de zombi, pero uno bastante sexy y hasta de clase alta. Abre la puerta de atrás, y con la misma elegancia que usa al caminar, entra.
—Min, ¿cuándo me darás el sí? —pregunta Vanessa volteándose a verla.
—Si tuvieras un pene, tal vez.
Las tres nos reímos y seguimos nuestra marcha hacia el departamento de Lyon.
Obviamente, Vanessa no es homosexual, es solo que le gusta jugar con Min. Y es que la coreana de verdad que llama la atención. Hasta yo misma dudo de mi sexualidad en cuanto la miro. Se parece bastante a la cantante del grupo coreano que suele oír.
Llegamos más rápido al departamento de Lyon, porque queda a unas cuantas cuadras. Él es el segundo mejor pagado de los cuatro. Siendo diseñador de interiores, y con tatuajes hasta en las bolas, tiene un estilo bastante sofisticado a la hora de decorar una casa, y vestir. Es el mayor del cuarteto, con tan solo 27 años, y a pesar de que no usa tanto n***o en sus prendas, no desentona para nada con nosotras. Es bastante amargado, pero nos soporta y nos cuida. Eso basta para las tres. Y de últimas en la lista de los mejores pagados, quedamos Vanessa y yo, ganando en partes iguales en el estudio de mi padre.
Acelero el auto nada más por diversión. Me quito el cinturón, abro la puerta y salgo colocándome de pie justo en la puerta trasera. Lo veo salir vestido como el capitán Jack Sparrow, uno bastante sexy y provocativo.
—¿Puedo desenvainar su espada, señor capitán? —me acerco detallándolo con osadía.
—No jodas, Zoe —besa mi cabeza y rodea el auto para él conducir.
Suelto grandes carcajadas y entro sentándome al lado de Min. Siempre que salimos los cuatro, es Lyon quien conduce. Primero, por ser el único hombre del cuarteto, y segundo: me gusta salir con sensualidad de los autos. Puede gustarme el rock, pero también me gusta ser una perra sexy.
—¿A dónde vamos, señoritas? —pregunta ajustando la marcha.
No pasa desapercibida para mí, la mirada que le da a mi pequeña Min.
Ambos se cargan una atracción s****l desde que tengo uso de razón. Pero los dos son tan testarudos en dar ese paso, que se escudan detrás de la idea de que son mejores amigos. No digo que no lo seamos, pero ¡Carajo! Que cojan y ya. Luego si ocurre algo más, que sigan. Nada pierden con intentarlo. Desde la universidad están en eso, y ruego al universo que el bendito día donde se den con todo, llegue.
—Vamos al club nuevo. Ese donde puedes coger sin que te tilden de puta —responde Vanessa.
—No voy a ir a un club a llevarlas a coger. Me rehúso.
«¡Claro! Le da algo si nuestra pequeña Min es cortejada esta noche»
—Vamos a Machine —respondo yo desde atrás.
El dueño de uno de los mejores clubs exclusivos de la ciudad es mi amigo. Bueno, en realidad es amigo de mi padre. Un día vino al estudio a tatuarse con él, pero mi padre no estaba disponible en ese entonces, así que fui yo la que terminó atendiéndolo. Desde entonces, cada que quiere hacerse un tatuaje, me busca. Aunque mi sexto sentido me dice más bien, de que quiere tener sexo conmigo. Yo no me negaría, ya que el hombre está como quiere, pero sería muy extraño e incómodo por ser amigo de mi papá. Entonces, mejor no.
El caso es que en su club habrá una fiesta de Halloween. Y por lo que estuve leyendo en redes, será una de las mejores, Contará con la participación de uno de los mejores DJ de la ciudad, al igual que la presencia de varios artistas, y personas de dinero y renombre.
—Sugar de Zoe ¡Allá vamos! —eclama Min entre risas.
—¡No es mi sugar! Ni siquiera tiene cuarenta, pequeña Min. Tiene 35 y ese número está bien para mí.
—Vaya… no sé qué me aterra más. Que consideres tener sexo con el amigo de tu padre, o que lo hayas investigado.
Le saco la lengua a mi amigo.
«No lo investigué, está en Google su información. Una que llegó a mí por mera casualidad»
[…]
Al fin llegamos al club. Afuera se puede notar el personal de seguridad checando la lista de invitados. Lyon estaciona el auto a un lado en la calle, y los cuatro no bajamos con bastante elegancia y sensualidad acercándonos al alto hombre vestido de traje. Parece un m*****o de la mafia. Pero uno bastante sexy.
—Buenas noches. Zoe Lennox y compañía —es lo único que digo.
Muerdo mi labio inferior al notar lo ancho de sus brazos. El hombre busca mi nombre en la lista, y al asegurarse de que estoy en ella junto con los chicos, nos cede el paso. Le guiño el ojo y avanzo al interior del club, girando mi rostro para darme cuenta de que me sigue mirando.
«Si no encuentro a alguien ahí dentro, volveré por él»
Al entrar, se puede sentir ya la adrenalina. Todos los invitados están disfrazados, así que si hay algún artista famoso aquí, o alguien importante, es difícil de saberlo. Una chica se nos acerca, y pregunta por mí. Se presenta como mesera, y nos guía hacia el apartado que el dueño exigió para mí. Caminamos en medio de las personas, muchas de ellas ya bailando, disfrutando del ambiente. Otras simplemente tomando un trago, sacando fotos, y hasta consumiendo. Puedo hasta notar que una pareja se está manoseando más de lo normal en una esquina oscura. Subimos las escaleras al área exclusiva, y quien nos recibe de brazos abiertos es el mismísimo dueño del lugar.
—Bienvenida —toma mi mano y la besa—. Me alegra que hayas venido.
—Muchas gracias por la invitación, señor Slider.
—Zoe, pequeña. Aunque me hace sentir algo especial que me digas “señor” sabes que puedes llamarme por mi nombre.
La mirada que me da, causa algo de calor en todo mi cuerpo.
—Lo sé, pero me gusta hacerte sentir especial —le guiño el ojo y recibo con una sonrisa bastante pícara la copa que me ofrece.
Le presento a Min y a Lyon, ya que a Vanessa la conoce del estudio. Dejo que nos muestre nuestro apartado, e incluso me permito coquetear solo por diversión un poco con él.
—¿Cómo está tu padre? —pregunta cerca de mi oído, debido al alto volumen de la música.
—Se quedó en casa con mamá. Ya sabes… el señor Saint está algo viejo para estas cosas —respondo divertida.
—No lo subestimes. Querer quedarse en casa con la mujer que ama, no lo hace viejo. Cuando tenga su edad, me gustaría poder quedarme en casa a solas con mi mujer también… estoy seguro de que muchas cosas pasarían.
«Madre mía»
La sensualidad de su voz me eriza la piel. Tanto así, que ignoro por completo su comentario y me enfoco en la pista de baile. Es que si no fuese amigo de mi padre, no dudaría ni por un segundo en besarlo.
—Iré a bailar —me levanto del asiento, dejando la bebida en la mesa—. ¿Vienes?
«Que diga que no, que diga que no»
Se levanta y ajusta su traje. A diferencia de todos, él luce un impecable traje gris de tres piezas haciéndolo lucir bastante sexy. Nada más lleva puesto un antifaz como “disfraz”. Supongo que, de alguna forma, quiere demostrar el poderío que se carga encima.
—Hoy no, pequeña. Tengo asuntos que atender.
Se acerca a mí, y me deja un beso bastante cerca de mis labios, haciendo que mi corazón y otra parte de mi cuerpo palpite con alevosía. Lo veo marcharse hacia una puerta que hasta ahora me doy cuenta de que está ahí, dejándome bastante excitada y con ganas.
—Si Saint te llega a ver, te hará picadillo, Zoe —me dice Vanessa tomando mi brazo e impulsándome a la pista de baile.
Dejamos a Lyon y a Min solos en el apartado, para ver si de alguna manera se enciende el fuego en ambos.
Con una electrónica de fondo, ambas comenzamos a bailar. Siempre es así hasta que algún hombre pida nuestra mano. Cosa que pasa a los minutos. Un rubio vampiro es quien pide bailar con mi amiga, dejándome a mí sola pero no disgustada. Me gusta bailar sola, así que dejándome llevar por el ritmo electrizante, comienzo a mover mi cadera, mis manos, y mi cabello en espera de alguna noble víctima que desee una noche casual. De no encontrarla, optaré por el guardia de seguridad, y en últimas instancias, por “mi sugar” no sugar.
«Bingo»
Sonrío con malicia al sentir una mano en mi cintura. No me volteo, sigo bailando, pegándome más y más al cuerpo de este hombre que ha decidido bailar conmigo.
Siento como restriega su paquete con una lentitud que me hace agua la boca, así que me giro para ver quién es el ganador de la noche en comerse la fruta prohibida de Zoe.
«Bueno, no tan prohibida, pero sí selectiva»
El hombre usa un antifaz, así que me resulta imposible verle bien el rostro debido a la oscuridad del lugar, y que las luces también me estorban la vista. Llevo mis manos a su cuello, y sigo moviendo mi cuerpo pegándome más a él. Baila bastante bien, demasiado diría yo. La manera en que toca mi cuerpo me enciende. Pega su frente a la mía, sintiendo yo el calor de su aliento mentolado. Su perfume me embriaga, el toque de sus manos y el movimiento de su cadera pegada a mí me enloquece. Le estoy sintiendo el paquete y la boca se me hace agua. Este baile subió de nivel, y yo no perderé la oportunidad.
—¿Quieres tener sexo? —pregunto sin más.
El hombre me mira atentamente por unos segundos, pero su mirada para mí es indiferente. Si bien no quiere, pues simplemente busco a otro y listo. Por segundos me pregunto si ya estoy borracha, o esta sensación que siento se debe al hecho de estar bastante excitada. Apenas me he tomado una copa.
—Sígueme —ordena tomando mi nano y yo sonrió complacida.
«¡Al fin tendré sexo!»
Ha sido una semana bastante estresante para mí, y ahora toda esa frustración la descargaré de la mejor manera que suelo hacerlo; sexo desenfrenado con un total desconocido. Mañana tengo una entrevista de trabajo, y esto sin duda será de gran ayuda.