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La Niñera Rebelde del MILLONARIO

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Blurb

Durante meses, a cada entrevista de trabajo que asistía, era rechazada por su imagen, ¿qué tienen de malo los tatuajes? Sus piercing no le hacían daño a nadie, y su apariencia no interfería en su cerebro, pero aun así era rechazada.

Cansada de recibir negativas en las empresas que aplicaba, decidió apostar por el empleo menos pensado. Todo con tal de no vivir del dinero de su padre.

Un anuncio llamó su atención, uno que parecía bastante serio y exigente para una tarea tan simple; ser la niñera de un niño millonario, ¿qué tan difícil podría resultar?

Todo parecía fácil, hasta que él apreció.

El padre de ese niño; un hombre apuesto, alto y con hermosos ojos. Pero lo que tenía en belleza y sensualidad, también lo tenía de perfeccionista, controlador, y exagerando, con una lista de exigencias bastante peculiares.

Y ella con tal de ganarse el puesto, las cumpliría al pie de la letra.

Con la esperanza no cometer un error en el camino.

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Día de Brujas
POV Zoe Lennox 31 de octubre Día de brujas Mi fiesta favorita del año ha llegado. Todo un año esperándola para poder disfrazarme como me gusta sin que me tachen de rara, satánica o loca. Soy la menor tres hijos. Tengo dos hermanos mayores, los cuales me tratan como una quinceañera a pesar de que tengo ya veintiséis años. Mi familia es un poco extraña para todos, solo por tener verdaderos gustos en cuanto a la música, y gustarnos lo atípico de esta generación. Todos amamos el rock metal, rock pesado, punk rock, hard rock, y hasta el rock alternativo. Y no es que nos creamos especiales por esto, para nada. Es solo que somos la familia "rarita" del vecindario, solo por vestir de n***o, solo por tener piercing y muchos, pero muchos tatuajes en nuestro cuerpo. Excepto mi madre, ella sí es la “normal” de esta casa. No comprendo aún como es que ella terminó enamorada de mi padre, si ambos son totalmente diferentes el uno del otro. Mi madre, la cálida Cristina Lennox, una hermosa rubia con ojos azules, proveniente de una familia bautista, la cual asiste a la iglesia cada domingo para agradecerle a Dios. No es que estoy en contra, ni mucho menos soy atea o algo así, es solo que mi madre no tiene ningún tatuaje en su hermosa piel blanca. Su cabello es tan hermoso; rubio, sedoso y brillante. No tiene piercing, ni mucho menos oye nuestro mismo género de música. Ella es una mujer dulce, calmada, paciente y bastante entregada a mi padre, Saint Lennox. Un hombre bastante alto, cabellera negra, ojos grises, piel totalmente tintada por cada tatuaje que se ha hecho, buen cuerpo y una personalidad bastante “cool” como dice mi mamá. Ambos están juntos desde la preparatoria, y a pesar de que tienen un matrimonio consolidado, los dos pasaron por muchísimas cosas debido a la “rebeldía” de mi padre en su juventud. Yo me parezco totalmente a él. Mi largo cabello es n***o. Mis ojos son grises como los suyos, y hasta mi carácter es una mierda, como el de él. Lo único que heredé de mi madre, es lo blanco de mi piel. Del resto, soy una copia femenina de Saint. Mis hermanos mayores; Joe y Kevin, nacieron con la belleza angelical de mi madre. Incluso, sus rasgos físicos son tan finos como los de ella. Cabellos rubios, narices respingadas, ojos azules intensos, labios finos, y piel súper blanca. Pero eso sí, todos llenos de tatuajes y piercing, vestidos de negros como yo y mi padre. En pocas palabras, nuestra madre es la única normal de esta familia. Sigo mirándome en el espejo con mi disfraz puesto. Este año decidí usar un uniforme de Howard bastante sexy. Parezco una puta, pero no me importa. «¡Me urge desestresarme!» He tenido un año de mierda. Desde que me gradué de ingeniera en telecomunicaciones, son cientos los currículos que he enviado a empresas pequeñas, para poder trabajar en lo que me apasiona y así ganar experiencia para luego irme a las grandes ligas. Pero en cada puta jodida entrevista a la que he asistido, al mirarme, y hacer el gesto de cara que hacen, ya sé que seré descartada totalmente para el puesto, por mucho de que haya sido la mejor de mi clase. Estoy casada. Deseo trabajar y no depender del dinero de mi progenitor, que si bien no es que me lo esté sacando, o me esté corriendo de la casa, yo deseo ya ser independiente como mis hermanos. Ellos ya tienen cada uno su departamento, sus esposas. Mi hermano mayor, Joe, ya hasta tiene un hermoso bebé de un año. «Claro, Dios me libre de ser esposa y madre» Yo deseo trabajar, tener mi vida, mi espacio y no tener que esperar que mi padre deposite dinero a mi tarjeta para irme de compras. Yo tengo un empleo, uno de medio tiempo. Aprendí a tatuar a mis quince años, y desde ahí he mejorado bastante. Tengo una silla en el estudio de tatuajes de mi padre, que por cierto es uno de los mejores de la ciudad. Pero solo es por medio tiempo porque, primero, no quiero hacerlo durante toda mi vida. Segundo, para algo estudié y lo que me apasiona no es necesariamente pasar todo el día pintándole la piel a desconocidos, pese a que yo amo pintar la mía. Por ese motivo, he estado tan insistente de trabajar, porque también todos me tratan como una niña, y no lo soy. «Ni siquiera soy virgen» Voy a fiestas, tengo sexo casual con quien se me antoje, fumo hierba cuando estoy estresada, y amo tener sexo. «Bueno, eso ya lo aclaré» —¡Zoe! —el grito de mi madre me saca de mis pensamientos—. ¡El almuerzo está listo, ratona! «Maldición» Bufo frente al espejo al oír el apelativo que mi madre, y todos usan conmigo. Cuando nací, mi piel era tan blanca, que hasta mis pequeños bellos corporales lo parecían, pero en realidad, eran rubios. Todos creyeron que sería la viva imagen de mi mamá, incluso, tengo un lunar de cabello, el cual es un mechón totalmente blanco en mi flequillo. Uno que oculto con mucho tinte. Por ese motivo me dicen “ratona” porque, según ellos, parecía el aborto de un ratón al nacer. —¡Bajo en seguida! —grito en respuesta. Rápidamente, me desvisto y tiro el disfraz en mi cama, me coloco mi camiseta negra y mis pantuflas rosas. «Sí, mi madre me las regaló» Bajo a toda prisa por las escaleras soltando mi cabello en el proceso. Llego a la cocina y sonrió al ver a mi padre en la mesa. Corro a él y me le lanzo en sus brazos llenándolo de muchos besos. —Ya veo que, si te hice falta, ratona —comenta, abrazándome entre risas—. ¿O acaso quieres algo? —¡Padre! Claro que no. Ambos nos miramos por varios segundos, pero no puedo evitar sentirme pequeña ante su mirada inquisitiva. —¿Me prestas tu auto esta noche? —le pregunto sentada en sus piernas, haciendo un puchero con mis labios. Por supuesto que amo a mi padre, y lo extrañé muchísimo los tres días que no estuvo en casa. Tuvo que viajar a Nueva York para una convención de tatuadores, donde también quedó de primer lugar en una competencia. Todos estamos orgullosos de él, pero hay prioridades, y yo, como no tengo auto propio, debo de acudir a estos chantajes afectuosos para que él, me preste el suyo. —Tienes tu moto, ¿para qué quieres el auto? Ruedo mis ojos y me levanto de sus piernas. Tomo asiento frente a él, y me debato si debo de responder a esta pregunta absurda, cuando él mismo sabe muy bien la respuesta. —Es noche de Halloween, cariño. Saldrá con sus amigos, es peligroso que tres chicas, y un chico, suban a una moto para ir de fiesta. —¡Gracias! —levanto mis manos exasperada. «Mi madre sí sabe» En cada fiesta siempre me hace la misma pregunta, solo por odiosidad. Cuando cumplí mis dieciséis, pedí como loca de que me regalaran una motocicleta en vez de un auto, porque era lo que me gustaba en ese entonces. Aunque la amo, y siguen gustándome, soy consciente de que para salidas como estas, es mucho mejor un auto, el cual mi padre está feliz de comprarme, pero yo no. Estoy renuente a eso, porque quiero ser ya lo que me lo compre con mi propio dinero. —Debes de ir al estudio, recuerda que tienes un cliente que programó cita contigo, desde hace un mes para hoy. —Se oye como si yo fuese una prostituta, papá —me burlo. —¡Zoe! —mi madre me reprende colocando el plato en la mesa—. ¿Qué clase de vocabulario es ese? Las señoritas no hablan de esa forma. —Lo siento —me disculpo de inmediato. Mi madre podrá parecer un ángel, pero cuando está molesta, hasta el diablo huye—, ¿habrá alguna posibilidad de cancelar? Fijo mis ojos en mi padre, con la esperanza de que diga que sí, solo por ser el dueño del estudio y yo su hija linda. —No. Moverás tu trasero al estudio, harás el tatuaje al cliente, y luego te podrás regresar con el auto para alistarte para tu noche de fiesta, ¿entendido? —Sí… entendido, su majestad —le sonrío sin ganas, y él me guiña el ojo. Mi padre me cuida como si yo fuese de cristal, pero nada más en ocasiones deja ver esa faceta de él. Del resto, me trata tan áspero como lo hace con mis hermanos mayores. Mi hermano Joe tiene treinta y cinco años, Kevin tiene treinta y dos, y yo tengo apenas veintiséis. Hay once años de diferencia entre Kevin y yo, así que a mi padre le costó un poco adaptarse a mi presencia femenina y tratarme con suma delicadeza. Aunque no me quejo, porque mi personalidad no es nada delicada y mucho menos tengo una personalidad de color de rosa. Que me siga tratando como lo hace con mis hermanos no me hace sentir tan diferente a ellos. —Mejor almorcemos en paz, hice una deliciosa lasaña. Ya luego, podrán hablar de todo el trabajo que quieran… y tú, Zoe —fija sus ojos azules en mí—, procura colocarte un pantalón debajo de esa camiseta antes de salir de aquí. Asiento en silencio. Cuando la reina de la casa manda es mejor acatar. Aunque no dijo el largo del pantalón.

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