—¡Min! —grito al ver a mi coreana favorita abrirme la puerta.
Me lanzo en sus brazos y comienzo a llenarla de muchos besos. Estalla en carcajadas, pero al mismo tiempo trata de zafarse de mis brazos entre empujones y pellizcos.
—¡Estás drogada! —me empuja haciéndome caer al sofá de su sala—. Dime para que me has hecho venir corriendo a mi departamento… estaba trabajando en algo importante, Zoe.
—Yo soy más importante.
—Tú no pagas mis cuentas —me mira con desdén.
—Pero aquí estás —me encojo de hombros y me siento cómoda mirando la hora en su fino reloj de pared.
El departamento de mi pequeña Min es tan elegante, costoso, y sofisticado, que a veces pienso que su padre es un mafioso de Corea, o ella una hacker del gobierno.
—Habla ya —demanda.
—Necesito que me maquilles con tu aerógrafo ahora mismo.
Frunce su rostro mirándome confundida.
—¿Me estás diciendo que quieres cubrirte tus tatuajes? —asiento con obviedad—. ¿Qué locura piensas hacer, Zoe?
Estallo en carcajadas y me levanto del sofá. Comienzo a desvestirme frente a ella, quedando únicamente con mi lencería puesta. Cada prenda se la he tirado en la cara, y ella una que otra ha esquivado o volviéndomela a tirar de regreso.
—Tienes tres horas para maquillar mi cuerpo y tapar los tatuajes de mis brazos, mis pernas, mi pecho, cuello y espalda.
—No sé qué locura harás, Zoe. Pero te apoyo —se levanta de un respingo del sofá.
Me quedo de pie en ropa interior, en esperas a que mi amiga busque el aerógrafo y su maquillaje para cubrir mis hermosos tatuajes.
Cuando nuestra pequeña Min descubrió esta “tecnología”, fue que decidió tatuarse su piel. Las veces que viaja a corea se la lleva con ella, y antes de salir de su habitación se maquilla cada tatuaje que tiene para no ser descubierta por su padre. La admiro, tiene mucha paciencia. Yo hubiera llegado modelando, enseñando con orgullo mi piel pintada. Aunque aquí me los estoy cubriendo.
«¡Cinco mil dólares, son cinco mil dólares!»
Decido hacer una videollamada grupal, y es Lyon el primero en conectarse y responder.
—No me interesa tener sexo telefónico contigo, Zoe —responde con fastidio.
Noto que está en su oficina, y lo veo recostarse de su silla para hablar.
—Mira quién está conmigo… —muevo mi móvil y le muestro a su amor imposible preparar la máquina—. Una vez más, demostrará lo estafadora que puede llegar a ser.
Me burlo entre risas, oyendo como Min me envía al carajo en coreano. El rostro se le ilumina de inmediato a nuestro amigo al verla, sonríe como todo un don juan, y hasta se incorpora con elegancia. Ambos se saludan con una gran sonrisa y se burlan de la locura que ellos saben qué haré.
—¡Llegó la zorra que faltaba! —grito, al ver a Vanessa unirse a la llamada.
—Reunión de chicas, yo me largo —espeta.
Lyon se despide y cuelga desconectándose. Él muy poco interactúa en nuestras llamadas, ya que siempre se nos olvida que está presente y comenzamos a hablar temas de chicas. Él nos dice que mucho tiene con estar con las tres todos los días en carne y hueso, que también tener que lidiar por llamadas así con tres solteronas eróticas.
—No sé qué locuras harás, Zoe… pero en cuanto la hagas, me cuentas. Estoy ocupada —muestras que comenzará a hacer un tatuaje—. Nos vemos más tardes, zorras —cuelga y yo lanzo mi móvil al sofá.
—¿Lista Min?
—No sé qué me da más miedo el hecho de que te ocultes tus tatuajes, o la sonrisa maquiavélica de hija del diablo que tienes por cometer una travesura. Como sea, quiero enterarme más tarde también.
Le guiño el ojo y le muestro mi pierna para que comience. Puedo estar media entonada, pero soy consciente de que tengo la hora en mi contra.
Min comienza a aplicar el maquillaje con el aerógrafo con sumo cuidado y perfección. Me quedo boca abierta al ver como poco a poco mi dragón comienza a desaparecer de mi muslo a medida que ella aplica más y más capas de maquillaje.
Mi dragón no tiene tinta de color, pero igual es grande, y el n***o predomina bastante en mi piel blanca, pero ahora ya no está. Ha desaparecido.
Satisfecha por su trabajo, sonríe con suficiencia, sintiéndose orgullosa de ella misma. Mi pequeña Min se levanta y continúa maquillando el tatuaje que tengo en medio de mis pechos, el cual sobresale un poco y se muestra con las camisas escotadas que suelo usar. Sigue su ardua tarea con mis brazos, ya que ambos están tatuados, y me doy la vuelta para que maquille mi espalda por completo hasta mi nuca. Casi dos horas después y me veo al espejo con una gran sonrisa, y min sin poder creer lo que mis sus ojos ven.
—¡Wow! Pareces una persona normal, Zoe.
—Aún no… —comienzo a quitarme el piercing de mi nariz, el de mi ceja, oreja y lengua, bajo su atenta mirada—. Ahora sí. Luzco como una chica dulce e inocente que no rompe ningún plato —digo risueña, moviendo mis pestañas con coquetería.
—Luces como una santa… pero de las que tienen sexo con el jefe cuando nadie las ve.
—En realidad, será una jefa… aunque no me gustan las mujeres, si me paga una buena cantidad de dinero para darle algo de placer a su triste vida de madre soltera millonaria, podría usar mis dedos.
—Estás loca —de aleja y comienza a recoger su máquina del milagro.
—Min… —llamo su atención—. ¿Tienes aquí el traje que tu madre te compró para que usaras en Navidad? ¿O lo dejaste en Corea?
—¿En serio crees que pude dejarlo? Mi madre supone que lo uso siempre…—rueda sus ojos poniéndose de pie.
—Búscalo… hoy lo usaré yo.
La sonrisa de loca desquiciada que Min me da es un lindo poema. Ella sabe que jamás utilizaría algo como eso, así que por el simple hecho de que decida usar el traje color rosa que su madre le compró para las fiestas, le causa diversión y bastante curiosidad. Ella sabe que sea lo que sea que haré, será motivo de risas para ellos. Esto quedará para la historia de la locura más grande de mi vida.
Min corre a su habitación como niña pequeña, cantando la música esa de su grupo coreano favorito, los BTS. Me carga loca, pero la soporto por amor, y porque la verdad, los chicos tienen letras muy profundas como para ser un grupo de música K-Pop
A los minutos, vuelve con el traje de dos piezas en sus manos, junto con una camisa blanca de bonotes mangas largas, y para rematar, unas lindas zapatillas blancas con dorado súper delicadas y femeninas.
—Te versa tan dulce —dice con voz cantarina.
Gracias a cielo que tengo un pase de más en mi sistema, porque en otras circunstancias, rompería con mis propias manos este traje tan dulce y clasista. Luego, lo quemaría, para al final lanzar sus cenizas al viento y así desaparecerlo de la faz de la tierra.
—Dame eso —se lo arrebato de sus manos, y comienzo a vestirme con rapidez.
Me quedan casi dos horas para la entrevista, y aún debo de tomar un taxi en pleno centro de Boston. Una gran odisea. El maquillaje se ha secado, así que puedo vestirme con normalidad. Me coloco la falda rosa que, a decir verdad, es bastante delicada y sofisticada. Tomo la camisa blanca y la abotono hasta arriba de mi cuello, guardándola por dentro de la misma falda. Tomo el blazer entallado y me lo coloco, para luego ponerme las lindas zapatillas de la princesa de Corea.
De las tres, Min es la más estilizada, así que ella me hace un moño bastante culto, causando que realmente parezca una niñera de la alta sociedad. Esta vez sí, abro mi boca al mirarme en el puto espejo. Luzco elegante, dulce, educada, inocente y bastante sutil vestida así.
«Esos cinco mil dolores son míos, o dejo de coger con extraños en los clubes»
—¿Quién eres, y que hiciste con Zoe?
—Hola, un placer —le extiendo mi mano con delicadeza y voz cantarina a Min—. Me llamo Grace, y me encanta leer libros y tocar el piano.
Min estalla en grandes carcajadas ante mi presentación tan dulce y empalagosa.
—¡Por supuesto que lees! ¡PERO PORNO! —sigue riendo sin parar—. ¡Y claro que tocas el piano, Zoe! ¡Pero con tus tetas las veces cuando te cogen por detrás!
Levanto mi ceja mirándola con fastidio ante su ataque de risa tan desquiciado.
—Fue una sola vez —digo en defensa—. No creí que su fetiche era tener sexo sobre los pianos… no me malinterpretes, estuvo rico, pero era raro ese chico. Una vez me pidió usar un vibrador arriba del piano y que maullara como gata en celo… igual lo hice, solo porque me hizo un grandioso oral que…
De inmediato deja de reír.
—Largo de mi departamento.
Ahora soy yo la que estalla en carcajadas al ver sus mejillas enrojecidas a causa de la vergüenza. Tomo mi bolso y casi que corriendo me acerco a la puerta de salida. Noto en la mesa, sus lentes de lecturas y los tomo guardándolos también.
—¡Prometo cuidarlos! —grito estando en la puerta principal. La abro y me giro para lanzarle muchos besos a mi linda amiga—. Puedes guardar mi ropa, la vendré a buscar luego —le guiño el ojo y cierro la puerta.
Camino por el elegante corredor y entro al ascensor. Las puertas se cierran y sonrío con malicia al ver lo diferente que luzco. Ya no soy Zoe, la rebelde llena de tatuajes con ropa de hija de puta. Ahora, soy Zoe, la dulce niñera con cinco años de experiencia, amante de la literatura, la música clásica y el té.
—Lindo y dulce niño millonario, aquí va tu linda niñera de caramelo —digo, mirándome al espejo con una dulce sonrisa.