El hombre del taxi me deja justo a las afueras de la gran mansión. Para entrar a esta zona fue todo un protocolo. El guardia de seguridad debió de llamar a la mansión para que autorizaran la entra del auto. Nos tomaron los datos de ambos, al igual que los datos del auto. Nos revisaron y media hora después, nos permitieron el paso al urbanismo exclusivo. Ahora estamos estacionados frente a un gran portón de rejas negras, altas y bastante intimidantes. —Aquí tiene —le extiendo el p**o al hombre—. Muchas gracias. El taxista toma el dinero sin dejar de admirar lo grande y costoso de la fachada. —Espero le vaya bien ahí dentro, señorita. —Carajo, yo también… —murmuro—. A la mierda, me voy a bajar. El hombre frunce su rostro y me mira con cara de confusión y en ese momento me doy cuenta de