Casi veinte minutos faltan, para que el pequeño demonio salga de su clase de literatura. Desde que el chofer me trajo al colegio, y me senté afuera del aula a esperarlo, me ha ignorado. Se ha comportado conmigo serio, dejándome conocer esa versión indiferente que puede mostrar cuando algo no le agrada. No mentiré; me duele su mal humor en contra de mí, pero creo que yo no tengo la culpa. En cada salida del aula, donde teníamos que dirigirnos a otra, el niño simplemente me miraba borde, y caminaba delante de mí. «Su toxicidad duele» Tengo más de media hora sentada aquí, pensando en la forma de abordar el tema con él sin que se desate una discusión y acabe mandándome al carajo. No quiero que le pida a su padre que me despida, y ya no es tanto por el dinero, que ha pasado a estar en un segu