Si las miradas mataran, yo ya estoy muerta. Muerta, muertita. Su mirada irradia furia. Puedo notar como sus pupilas se han dilatado. El exuda peligro y me gusta. Un toque basta para hacer que el ascensor se detenga. Un toque que causa que mi pulso se dispare, que mi dopamina se altere aumentando en mí el deseo s****l. Solo un toque basta para hacerme humedecer, para que mi boca se vuelva agua, y mis pensamientos más morbosos y lascivos, salgan a flote. «¡Ese maldito toque es lo que yo necesito!» —Voy a ignorar el hecho de que me has llamado marica en mis propias narices, Zoe —sisea, cerca de mi oído—. Así como voy a ignorar tu inmadurez, tu rebeldía, tu boca sucia, e incluso voy a ignorar el deseo insano de tomarte por el cuello y estampar tu cuerpo contra la pared para darte algo más q