Estoy agotada, pero no agotada del cuerpo, sino más bien de la mente. Aunque también me duele el trasero por estar tantas horas sentada en esta silla sola en el corredor. Veo la hora en mi móvil, y faltan exactamente quince minutos para que Stephan salga de su última clase: historia. He divagado en mis r************* , he jugado, me he sacado fotos, he hablado con los chicos, hasta con mi mamá por FaceTime. He hecho de todo, y siento que la hora avanza a paso de tortuga. También vi la foto de Bastián muchas veces con la ilusión de poder ver más allá del traje de baño. Simple curiosidad. «¿Tendrá r.e.d.e.s s.o.c.i.a.l.e.s?» Sonrió. Me voy a Inst@gram a espiar un poco. Coloco su nombre en el buscador y de inmediato me aparece una cuenta verificada con ese nombre. Ingreso al perfil para i