En el estudio

1811 Words
Con mucho cuidado retoco mi labial. Me aseguro de que mi delineado este perfecto, al igual que mis largas pestañas. Peino mi cabello, y me aplico perfume en mi cuello, y mis manos. «Podré vestir como ser sin alma, pero siempre con un maquillaje impecable»Sonrío al ver mi atuendo. Mi madre me pidió usar pantalones, pero no dijo el largo. Tengo puesto un short n***o tiro alto, con la orilla llena de flecos de la misma tela. Un cinturón n***o de hebilla gruesa, con mi camiseta por dentro. Avanzo a mi cama y tomo mis botas negras y me las coloco subiendo el cierre hasta mis rodillas. Tomo mi bolso y me aseguro de que estén todas mis cosas personales, y salgo de mi habitación algo frustrada por ir a atender al cliente. Debo de ser rápida y regresarme de inmediato, y así poder alistarme con tiempo para esta noche. Bajo las escaleras apresurada, y me acerco a mi madre, quien se encuentra en el living leyendo un libro. —¿Te gusta este pantalón? Levanta su mirada y con sus ojos azules me mira a detalle. Oigo la bocina del auto de mi padre, pero no me muevo hasta esperar la respuesta de ella. —Así uses una bolsa como vestido, seguirás viéndote hermosa, mi ratona. Pero como deseo verte algún día vestir de manera normal —estallo en grandes carcajadas. Niega y vuele a enfocar su mirada en su libro retomando su lectura. —Soñar no cuesta nada, madre hermosa. Le lanzo un beso, y salgo apresurada al oír nuevamente la bocina del auto retumbado el vecindario. Gracias al universo, sé correr en tacones, porque de no ser así, pobre de mí. Llego al auto, abro la puerta del copiloto dándole a mi padre una mirada mordaz por su insistencia. —¿Por qué carajos te tardas tanto, Zoe? —¡Papá! Me estaba alistando. ¿Cuál es el afán? Acelera con rapidez, maldiciendo por lo bajo, pero no me importa. Él es el culpable. —El cliente tiene veinte minutos esperando por ti, incluso, le pedí a tu hermano que lo mandara a sentarse en la camilla, y que fuera preparando el diseño de su tatuaje, porque la princesa se ha tardado una vez más. No pasa desapercibido para mí la ironía en sus palabras. Está molesto. Algo que mi padre no tolera es la impuntualidad. Odia dejar a los clientes esperando, y más cuando pautan cita con antelación. Se supone que si sabes que irán a tatuarse, debes de estar ya en el estudio en espera del cliente. Pero yo no soy así. Yo trabajo medio tiempo ahí, el que agende cita conmigo debe de ser muy paciente, porque a diferencia de mi padre y mis hermanos, yo no me la paso todo el día dentro del estudio. Yo salgo a buscar empleo durante todo el día, o estoy en casa aplicando vía online. Si alguien quiere que le haga un tatuaje, simplemente debe de esperar a que yo llegue y listo. —Te dije que la cancelaras. Me mira de reojo, con unas ganas de lanzarme del auto lo más probable. —Tú sabías de esta cita. Tu deber era esperar en el estudio. —No contaba con que me llamasen para una entrevista hoy —me excuso de inmediato. —¿Y luego? —Luego me vine a casa molesta, y se me olvidó —respondo sin más. No suelo mentir, no me gusta. Así que soy sincera con él sobre esto. Yo estaba en el estudio. Hice tres tatuajes en lo que iba de la mañana, incluso, me puse cómoda en su oficina en espera del siguiente. «¡Pero me llamaron!» ¿Quién en su sano juicio rechaza una entrevista de trabajo? Yo no lo hice. Me olvidé de mi próximo cliente, y salí casi que corriendo del estudio hacia la empresa. No duré ni media hora allí dentro. Pude notar el rechazo en la mirada de la mujer de recursos humanos mientras me entrevistaba. Así que bastante furiosa, y estresada, regresé a casa y me encerré en mi habitación a fumar un poco de hierba para no caer en la locura. «¿Qué de malo tienen los tatuajes? ¿Acaso ellos me hacen menos inteligentes o menos apta para el cargo?» —Zoe, ya verás que encontrarás un empleo… eres joven, la vida es larga. Solo deseo que no te amargues tanto por eso, ¿está bien? —su voz conciliadora me saca una sonrisa. —¿Me dirás lo mismo cuanto tenga la edad de Joe? —Ratona, así tengas cincuenta años, con gusto velaré por ti y tus gastos. Eres mi pequeña, y siempre lo serás. «¡Lo amo!» Pero no le digo nada, nada más sigo mirando las calles pasar. Sé que puedo contar con él para toda la vida, pero quiero que comprenda que deseo ser independiente de él, de mi madre, incluso de mis hermanos. —Siempre estará el plan b —añade. Esta vez sí lo miro, y aunque no me esté mirando por estar concentrado en la autopista, le saco la lengua. —En última instancia —le recuerdo. El “plan b” para mi padre, es que me dedique por completo a tatuar. Según él, si lo hago y perfecciono mucho más mi técnica, seré la mejor de mi generación. He heredado de él el talento. Mis diseños, y la forma en que tatúo la piel de las personas, dan a entender que tengo muchísimos años de experiencia. Quien ve las fotos de mis tatuajes en mi perfil de i********:, creerá que soy una mujer de unos treinta años, con bastante experiencia en esto, pero no. Apenas tengo cinco, y si se me da, es por simple gracia del universo. El cliente pauta la cita conmigo porque ven mis tatuajes en mi perfil, más no mi foto, y cuando nos conocemos cara a cara, se sorprenden en gran manera al darse cuenta de que soy una “niña” «Una que ha mamado más pitos de los que ellos se imaginan» Aunque por cómo me visto, supongo que lo pensaran luego. Yo aprendí a tatuar viendo a mi padre, él me ha enseñado todo lo que sé. Se me da de forma natural, y la verdad es que no necesité de mucho esfuerzo como mis hermanos. Ellos sí hicieron unos tatuajes horribles en sus primeros meses, en cambio, yo no. Eso es lo que de cierta manera a mi padre le molesta, porque según él, yo “estoy desperdiciando mi talento” aunque no es algo que me diga siempre, solo en ocasiones, y de un tiempo para acá, se refiere a ese tema como el “plan b” Llegamos al estacionamiento y me bajo lo más rápido que puedo. Haré este tatuaje y me marcharé a casa. Abro la puerta saludando a mis hermanos con un gesto de cabeza a cada uno, también a los demás. Ambos están ocupados tatuando. Llego y guardo mis cosas en la oficina y me sujeto mi cabello mientras me acerco al cliente. Vanessa, una de las tatuadoras y mi mejor amiga –una más del cuarteto-, me informa que ya está listo esperando por mí. Me entrega el diseño en papel a tatuar, y me señala quién es. Desde donde estoy lo veo. Está de espaldas, ya con su camisa despojada. Alzo una ceja al ver parte de la anatomía del hombre. Tiene una ancha espalda, bastante apetecible. «Quisiera besarla…» —Ni se te ocurra. Es un tipo amargado, que tiene casi media puta hora esperando a que le hagas el bendito tatuaje. Mueve tu trasero y apúrate para así poder irnos a tu casa. —Lástima… yo podría más que tatuar esa espalda. —¡Zoe! Muévete. Entre risas, avanzo hacia el cliente y sin saludar y perder el tiempo en disculpas y presentaciones, comienzo a pegar el diseño en papel para transferirlo a su piel y comenzar de una vez. La música está a todo volumen y el ambiente está agradable, pero yo no lo estoy. Cada minuto que trascurre, me estreso. El tatuaje es realmente grande y tiene muchos detalles. Es un tribal que ocupa sus hombros anchos, omoplatos y baja hasta su cadera. Es realmente impresionante, y en otras circunstancias, me quedaría deleitándome un poco más en lo sexy que se ve, pero hoy no. Estoy apresurada por acabar e irme a mi noche de fiesta para desestresarme por completo. Casi cuatro horas después y al fin he acabado. Retoco la última punta que da a su cadera y listo. Me levanto quitándome los guantes de látex y los tiro al cesto de basura. —Encárgate del resto con el hombre de allá —no le pido, le demando a Kevin al acercarme a él. Levanta su ceja mirándome con frialdad. «¡Yo solo deseo irme!» —Por favor —suplico en voz baja. —Si no fueras mi hermana, juro que te mando a la mierda, Zoe —me avienta las llaves del auto. Le sonrío porque tiene toda la razón. A veces suelo ser muy demandante con ellos, olvidándome por completo que son mis hermanos mayores. Le doy un beso en su mejilla, y lo veo irse a hacer lo que le he pedido. Suelto mi cabello y busco en mi bolso mis gafas negras. Me las coloco para irme porque el sol aún está en su máximo esplendor y suele irritarme un poco la vista. También saco mi móvil y comienzo a revisar mis mensajes. —¿Nos vamos? —oigo la voz de Vanessa a mi espalda. —¡Al fin! —le respondo y me giro respondiendo algunos mientras avanzamos a la salida. —Muchas gracias —oigo la voz del inoportuno cliente hombre que acaba de atender, pero le resto importancia. Bueno, inoportuno no, porque ya estaba pautado, pero qué más da. —De nada, vuelva pronto —respondo con voz dulce. Aunque en realidad fue más en tono irónico. Vanessa estalla en carcajadas por mi respuesta, sujetándome del brazo mientras ambas avanzamos hacia el auto. Quito el seguro, y lo rodeo para entrar. Vanessa hace lo mismo que yo y ambas nos colocamos el cinturón de seguridad. —¿Tienes todas tus cosas? —le pregunto encendiendo el auto. Nos arreglaremos en mi casa para esta noche. —Hasta los condones. —Muy importante —me quito las gafas y le guiño el ojo—. En serio me hace falta, y esta noche buscaré a una sexy víctima que destense este cuerpo. Acelero entre risas. Me gusta el sexo casual, y no le veo nada de malo a eso. Como dice mi padre “siempre y cuando me cuide y no le llegue con una sorpresa” todo está bien.
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