Siento mis piernas entumecidas, y eso se debe al niño que se ha quedado dormido apoyado en mis hombros. Tuve que posar su cabeza con cuidado en mis piernas, pero no creí que fuese tan pesado. Llevamos apenas casi una hora de vuelo, y ya se durmió. Al menos me sirve para relajarme un poco, ya que no me gusta mucho la idea de estar encerrada en una hojalata, a muchísimos pies de altura. No es que le tema a volar, pero no me tranquiliza estar a miles de metros del suelo. El suelo es más seguro, el suelo no me mataría. Soy de las que prefiere pasar horas en carretera hasta llegar a su destino, que estar horas encerrada en un avión –o en este caso, un jet-, por tantas horas. Sé que los accidentes de avión son muy pocos, pero igual, cuando suceden no dejan personas vivas, o completas. «¡Ay, no,