Camino con mis pies descalzos por la caliente arena, con un niño a mi lado que no deja de contarme los cientos de historias que tiene de este lugar. Muchos recuerdos que me sacan más de una sonrisa. La manera tan frenética que habla me causa muchísima gracia. «¡Parece un parlanchín!» Ya me ha dado el tour por todo alrededor de esta mansión playera, aunque hubo momentos dónde me distraía con mi móvil respondiendo mensajes. Eso fue hasta que se estresó y me lo quitó. Toda mi atención tenía que estar en él ¡Increíble! Luego de merodear, llegamos aquí a la playa que está justo detrás de la gran casa. —Aquí fue donde le tomé la foto a mi papá —señala el mar—. La que tú estabas husmeando. Me detengo de inmediato. —Solo estaba admirando la bonita vista. —Eres pésima mentirosa, ¿lo sabías?