Phillipe estaba muy sorprendido por lo que le dijo su hijo Henry. Por un momento creyó que era una especie de broma que le había dicho, porque según todos en la casa Rosa, la tonta morena latina como le decían en secreto, jamás dejaría a Henry. Así que Phillipe, haciendo una risa burlona mirando a su hijo fijamente, le dijo lo siguiente: —¿Estás jugando conmigo verdad? Henry mirando a su padre con algo de preocupación le dijo con un poco de desanimo en su tono de voz: —No padre, es cierto. Rosa y yo discutimos ayer y… hoy nos divorciamos. Aquel señor de piel muy blanca se puso casi que rojo como un tomate gracias a las palabras de su hijo. Sus mejillas y su cuello se enrojecieron del enojo que en ese mismo momento tuvo, gracias a la ridícula hazaña que hizo Henry sin su consentimiento.