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Divorciada, Billonaria y Fugitiva

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Blurb

Rosa María Peña, es una diseñadora y artesana de joyas muy talentosa proveniente de Costa Rica, la cual posee un secreto familiar en la incrustación y pigmentación de piedras preciosas que nadie sabe. Ella sueña con ser exitosa a pesar de que su talento es desperdiciado en una pequeña joyería de san José Costa Rica, pero su vida da un giro inesperado al conocer a los Wallas, una familia multimillonaria descendientes de condes británicos los cuales son los dueños de importantes joyerías en todo el Reino Unido y quieren que la chica les diga su secreto a toda costa, pero ella se niega. La familia aprovecha a su único hijo varón para que se case forzadamente con Rosa y que ella les diga ese gran secreto, cayendo ella en redes de los Wallas porque se enamora perdidamente de Henry. Pero con tres años de matrimonio de infierno gracias a las infidelidades de su esposo y las humillaciones de los Wallas decide divorciarse, y alejarse de ellos para hacer su vida sola, superándose como persona en el Reino Unido a pesar de estar embarazada de Henry. Pero las cosas se complican un poco en la vida de Rosa y su hijito Ricky, ya que ella fue víctima de una gran estafa que la hace huir, estando fugitiva muy lejos de la ciudad, sin saber que es la heredera de una gran fortuna millonaria, ya que la matriarca condesa de 97 años de los Wallas le dejó todas esas joyerías, dejando a los Wallas en la ruina, sin embargo, algo inesperado pasa en la ultima voluntad de la condesa, poniendo el mundo de Rosa Maria de cabeza otra vez.

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Capitulo1 . La gota que derramó el vaso.
Windsor- Inglaterra 7:00 am. «Notificación de mensaje de texto» “Hola Cariño ya llegué de Australia, te espero en el apartamento te amo” De inmediato, un hombre llamado Henry Wallas de unos 30 años, se levanta de la cama al leer ese mensaje de texto. —Voy a salir Rosa, no me esperes para almorzar. —¡Pero Henry, acabamos de hacer el amor, ¿cómo te vas a ir así tan rápido? por lo menos quédate a desayunar conmigo tan solo una vez! —Lo mira con indignación y continua diciendo—¿Seguro la que te escribió el mensaje fue Amanda verdad? Henry se encontraba de pie y vistiéndose mirándola con indiferencia le contestó: —¡Si, fue Amanda la que me escribió, si lo sabes para que lo preguntas! Una mujer llamada Rosa María de 26 años quien era la esposa de Henry, con sus ojos llenándose de lágrimas, por las palabras sin remordimiento de su esposo le contestó: —Ah, ya entiendo ahora porque te has acostado conmigo todos estos días, ¿es porque seguro Amanda no estaba, cierto? ¡y no me mientas! Henry el esposo de Rosa María, se encontraba de espaldas hacia ella abotonándose la camisa mirándose en el espejo de su habitación. Entonces, con mucha prepotencia en su rostro de manera desinteresada le respondió: —Si, Amanda estaba de viaje. Además, eres mi esposa me debes cumplir en la cama ¿o si no para que te tengo? La pobre Rosa al escuchar esas palabras tan duras del hombre a quien ella amaba con todo el alma, con lágrimas corriendo sobre sus ojos le preguntó: —Henry ¿porque me odias tanto? ¿qué fue lo que te hice? —Ahhh, Rosa, deja tu drama ¿sí? —tomó su celular y entró a la aplicación de su cuenta bancaria para enviar una transferencia. «Notificación de transferencia de 100.000 euros al celular de Rosa» —Mira, allí te mandé un regalo, ¿Ves que no te odio? —sonrió con sátira. En ese mismo instante, Rosa con mucha tristeza tomó su teléfono de la mesa de noche, y con las lágrimas corriendo por sus mejillas, sonándose la nariz le dijo: —¡Pero es solo dinero Henry, yo lo único que quiero es que por lo menos me respetes y que me trates como una persona con sentimientos. Yo soy tu esposa y tu juraste ante el altar que me amarías. Yo me he entregado a ti en estos tres años en todos los sentidos. He sido una esposa abnegada en el trabajo, aquí en el hogar, con tu familia ¿y que he recibido de ti?! El hombre revolotea sus ojos y terminándose de vestir le dijo: —¿Qué has recibido de mí? Pues dinero, estatus y ser la señora Wallas. Desde que me conociste sabías que estaba Amanda, ¿no entiendo porque te molestas? Y además, deja de fastidiarme o si no, no me verás por toda una semana. ¡Mira lo fastidiosa que siempre eres, por eso es que me voy con Amanda porque ella no anda quejándose y lloriqueando por estupideces como tú! —Pero Henry yo solo… El hombre la interrumpe y alzándole la voz le dice: —¡Ah! ¡Ya cállate Rosa! ¡Me tienes harto, ya te mandé dinero! ¡No me digas lo que yo tenga que hacer ok! Estaba tranquilo y todo lo arruinaste con tu actitud de siempre haciéndote la victima cuando yo soy un esposo que te he dado todo. ¡Pero sabes que, no me verás hasta el viernes, no te soporto! —comienza a tomar las llaves de su auto y dinero en efectivo. Rosa quien amaba mucho a Henry se asusta mucho porque se va a ir de la casa y comienza a sentirse culpable solo por reclamarle sus derechos de esposa. Entonces, ella estando desnuda se levanta de la cama y muy nerviosa lo toma del brazo diciéndole: —No, no, Henry no te vayas, por favor perdóname ¿sí? —Suéltame Rosa, ¡te dije que no vendré! Rosa con cara desesperación tomando al hombre del brazo le comenta: —¡Pero hoy es un día muy importante para mí Henry ¿cómo te vas a desaparecer?! Henry se suelta un poco brusco de su agarre, y entrecerrando el ceño le preguntó mirándola fijamente: —¿Y qué pasa hoy? En aquel instante, Rosa maría al escuchar esas palabras se llenó de mucha tristeza porque dolieron como si una gran espina atravesara su corazón. Así que, llorando a mares le preguntó: —¿No sabes que es lo que pasa hoy Henry? El hombre alzó una de sus cejas y mirándola muy extrañado le comentó en un tono de voz muy alto: —¡No, no lo sé Rosa, deja tu estupidez y dime que es lo que pasa hoy! La mujer llorando a moco suelto le respondió: —¡Es mi cumpleaños Henry! ¡Hoy cumplo años! ¡otra vez lo olvidaste! Creía que como estábamos teniendo sexo esta semana quizá ya habías cambiado y hoy me harías una sorpresa pero no, otra vez ni te importa porque te vas con Amanda! En aquel momento, Henry no pudo negar que se sintió algo mal al no recordar siquiera el cumpleaños de su esposa Rosa. Pero como su ego era más grande que sus sentimientos hacia ella, no lo quería admitir. Para él, el darle amor a su esposa era solo mandarle grandes transferencias de dinero y nada más, pero no sentía mucho amor por ella porque Amanda su novia de adolescencia, siempre estaba presente hasta en su matrimonio de tres años con Rosa. Así que, tragó profundo, fingió estar molesto y tomando sus cosas le dijo a la muchacha: —¡Ay ya, ya! ¡Ahhh deja tus dramas Rosa ¿hasta cuándo seguirás con eso?! Nosotros los hombres no recordamos cumpleaños eso es normal. No somos de recordar fechas ni nada por el estilo. —¿Qué no son de recordar fechas? ¿y porque los esposos de tus hermanas siempre me dicen que los ayude con la fiesta sorpresa de ellas por ser yo su cuñada? ¿Por qué tu padre siempre se acuerda del cumpleaños de la señora Pippa? ¿Y porque siempre si te acuerdas del cumpleaños de tu madre? Henry quien se sentía en la espada y la pared, no dando su brazo a torcer le respondió caminando hacia la puerta: —Eh… esos son ellos Rosa, yo soy diferente. Y pues con mi mamá, el cumpleaños de ella es muy fácil porque… porque… es mi madre y todos los hijos deben acordarse. Rosa limpiándose las lágrimas le responde: —Ja, claro, la diferencia es que no te importo, esa es la diferencia. Henry sintió que Rosa le estaba ganando en la conversación y que lo estaba haciendo sentir mal por aquel incidente, así que, haciéndose la victima y que Rosa era la que lo atacaba le contestó en un tono muy alto con su cara molesta: —Ahhh ¿sabes qué? ¡me largo de aquí! ¡no te soporto eres muy dramática! —abrió la puerta y salió tirándola con fuerza. La mujer con una gran tristeza en su corazón vio como su esposo el hombre a quien ella amaba salió de la habitación, sin importarle sus sentimientos. Henry de nuevo había olvidado su cumpleaños, siendo este el tercer año consecutivo de los tres años que estaban casados. Ella pensaba que tal vez, el primer año lo olvidó porque estaban recién casados, pero este siendo su tercer año ya era demasiado. Entonces, ella rápidamente, tomó su bata levantadora, sus pantuflas y fue corriendo detrás de él hasta la puerta principal. —¡Espera Henry! El hombre se detiene y fingiendo estar muy molesto para hacer sentir mal a la morena, lo cual era su especialidad, se voltea respondiéndole: —¿Qué quieres Rosa? ¿Vienes a molestarme más solo porque olvidé tu cumpleaños? ¡Eres una fastidiosa! La morena con sus ojos llenos de lágrimas le responde: —No, no te voy a molestar más con eso, ya se que… no lo recordarás. Solo venía a preguntarte si vas a venir a cenar por lo menos para que me acompañes en mi día de cumpleaños. Henry quien no podía negar que se sentía mal por haber olvidado de nuevo el cumpleaños de Rosa, mirándola intensamente le dice con voz desinteresada: —Si, si, vendré a cenar. ¡Pero si vuelves a molestarme te juro que me iré de nuevo y no vendré ¿Entendiste?! La mujer con el corazón acongojado bajó su mirada y le respondió: —¿Y… que quieres que te haga de cenar Henry? Henry revoloteó sus ojos, y soltó un suspiro del fastidio que sentía contestándole: —La comida esa de tu país, la que me gusta cómo es que se llama el arroz ese del gallo no sé qué… —Gallo pinto. —Si, eso mismo… cocina eso para todos hoy en tu cumpleaños para celebrarlo comiendo tu comida típica. Cabe resaltar que Rosa María Peña la esposa de Henry Wallas, era una chica de 26 años, de descendencia latina oriunda de San José costa rica, la cual era una experta en el área de incrustación de joyas y de colorimetría en diamantes. Rosa era una morena de belleza exótica, piel color canela, ojos café oscuro de forma almendrada, y con un hermoso cabello grueso color ébano ondulado. Tenía muy buen cuerpo a pesar de su baja estatura de 1´58 cm, cintura pequeña, piernas gruesas, senos voluptuosos, de hermosa sonrisa, muy trabajadora y de personalidad muy dulce y complaciente la cual era su mayor debilidad. A su vez, nos encontramos con Henry Wallas. Él era el tercer descendiente de una familia inglesa proveniente de la realeza, ya que los bisabuelos por parte del padre de Henry eran condes de la región de Windsor. Henry tenia 30 años, y era un apuesto inglés pelinegro muy alto de 1,95 cm de estatura de porte muy elegante. Sus ojos eran grandes de color verde esmeralda, pestañas abundantes y cejas gruesas, tenía poca barba, pero muy prolija la cual lo hacía ver muy interesante, y su nariz era respingada herencia de sus ancestros los Wallas. Su cuerpo era atlético de espalda ancha y abdomen y brazos marcados ya que, uno de sus pasatiempos era la natación. Su personalidad era muy prepotente y orgullosa, ya que toda la vida fue mimado por su madre, su padre y sus tres hermanas al ser el único varón de la familia. Su madre Pippa Wallas, una señora rubia de cuello largo, nariz pequeña, delgada, de ojos azules grandes y de porte muy fino elegante, siempre encubría todas las faltas de Henry, con su padre Philippe, un señor blanco, pelinegro ojos verdes, de nariz respingada, como las de sus ancestros los Wallas quien era muy conocido por su contextura gruesa. Phillipe también consentía a todos sus cuatro hijos a pesar de todos ser mayores de treinta, pero más a Henry quien era el único que conservaría el apellido Wallas con sus hijos. Henry, junto a sus hermanas y familia, eran los herederos de una cadena de joyerías las cuales le diseñaban joyas a la realeza. Los Wallas gracias a sus negocios con joyas eran muy importantes en todo el país no solo por formar parte de la aristocracia inglesa, si no por su gran riqueza en abundancia. Henry en su mundo de la nobleza era uno de los hombres más deseados, no solo por su galanura si no por él estatus social que él daba. Pero tres años atrás pasó de ser soltero, a estar casado con Rosa maría Peña su actual esposa de orígenes latinos, la cual era la comidilla de todo su círculo social. No obstante, Rosa a pesar del mal vivir que siempre le daba Henry, estaba perdidamente enamorada de él porque fue su primer hombre y primer amor. Ella siempre se decepcionaba de él pero cuando el pelinegro le daba pequeñas muestras de amor, caía de nuevo en sus redes, así como lo hizo esta semana la cual estuvo teniendo relaciones intimas con ella, haciéndola creer que había cambiado pero era mentira porque en esa semana, Amanda su amante durante cinco años estaba de viaje de negocios en Australia. Henry sabia como manipular a Rosa su esposa en la casa a su antojo, no solo dándole pequeñas muestras de cariño si no dándole grandes cantidades de dinero en transferencias para que ella se las mandara a su familia. La familia de Rosa quien era de orígenes humildes se había enriquecido mucho gracias al matrimonio de su hija con aquella familia aristócrata. Sin embargo, el poco amor propio que se tenía Rosa era tan grande que aceptaba a Henry con su amante, pero esta vez su corazón se estaba cansando de tantas humillaciones. Entonces, aquella mañana Rosa con sus ojos rojos llenos de lágrimas parada en la puerta mirando al aristócrata pelinegro le contestó: —Ok, haré la comida —Se sonó la nariz —¿a qué hora vendrás? Henry mirándola con desinterés le dijo: —Tu no me tienes que decir a que hora debo venir Rosa. Te dije que vendré, solo confórmate con eso, lávate la cara y deja tu tonto drama ¿quieres? Y no me llames por telefono porque no te voy a contestar voy a estar ocupado. Rosa lo volvió a tomar del brazo y llorando le preguntó: —¿Te acostarás con ella también? —Mmm, tal vez, tu discusión me cansó y suéltame me estás atrasando, ponte hacer el desayuno que todos se van a levantar pronto. ¡Adiós! —cerró la puerta con mucha fuerza. De inmediato, Rosa al ver como se iba Henry en su Ferrari llorando en silencio para no despertar a los demás miembros de la familia, puso una de sus manos en su boca y comenzó a llorar a moco suelto. Luego, subió hasta su habitación, se quitó la bata y se metió al baño para darse una ducha, para seguir llorando estando debajo del agua. —¡Que tonta fui otra vez le creí! —Se decía Rosa debajo de esa elegante ducha. Cabe destacar, que Henry y Rosa vivían en una gran mansión muy lujosa a las afueras de Windsor, la cual fue construida en 1930. Esa mansión estaba valorada como en unos mil millones de euros, debido a su gran lujo y pomposidad. Tenía como unas 17 habitaciones, unos 15 baños, y aunque la mansión estaba decorada al estilo contemporáneo, todavía conservaba su carácter británico con paredes revestidas de paneles de madera y chimeneas, cuatro de las cuales fueron importadas de casas de campo inglesas. En el exterior, tenían exuberantes jardines de muchas hectáreas de grama verde y un estacionamiento donde reposaban una gran cantidad de autos de lujo, provenientes de todos en la familia, los cuales eran como unos veinte autos en total. Luego, Rosa salió de su ducha, se puso una ropa más cómoda y enseguida se puso su delantal para hacerles el desayuno a todos los miembros familiares quienes eran 10 personas con ella. Cabe resaltar que la morena era la encargada de cocinar para diez personas: desayuno, almuerzo y cena. En su primer año de matrimonio ella se ofreció a cocinarles y luego a pasar el tiempo la familia le pedía que cocinara más a menudo al punto de ya no contratar cocineros, dejando a Rosa por esos tres años consecutivos que se encargara de esa labor. Si ella se sentía cansada o indispuesta, la familia se molestaba haciendo que Rosa se sintiera muy mal consigo misma por lo que para evitar problemas, decidía hacerlo así ella no quisiera. Aquel día, la pelinegra se sentía muy deprimida y solo quería estar en su cama echándose a llorar por Henry pero no podía porque debía cocinarle a la familia. Entonces con su corazón muy triste, se dirigió hasta la cocina, caminó hacia la alacena y exclamó: —Bueno, vamos a ver que me invento hoy. Ayer les hice rollos de canela con chocolate y ensalada de frutas, hoy creo que les haré…mmm una tortilla española con papas y huevos —suspiró — a ellos les encanta. Rosa tenía que cocinar en grandes cantidades, no porque eran muchos si no, porque al señor Wallas y los esposos de sus cuñadas comían bastante. No obstante, en aquel momento, la señora Pippa la suegra de Rosa fue la primera que se levantó y enseguida se dirigió hasta la cocina. Entonces, mirando a su nuera sacando las cosas de la alacena con mucho desanimo en su rostro le preguntó con falsedad: —Rosa hermosa, ¿porque tienes los ojos hinchados? ¿Dormiste mal? ¿Estuviste llorando? La morena, quien se sentía muy dolida por los malos tratos de nuevo de Henry, muy desanimada quiso comentarle la situación a su hipócrita suegra. —Pues… Henry se fue esta mañana con Amanda señora Pippa. ¡Se fue con su amante! La señora rubia la miró pretendiendo sentirse triste por ella haciendo un gesto de pena con sus ojos y labios. Así que, caminó hacia ella, le dio un falso abrazo y luego poniendo sus manos sobre sus hombros le respondió: —¡Ay mi hermosa Rosa, mira, los hombres cuando están jóvenes son así, ellos nunca están conformes con una sola mujer. Además, si Henry está con otra eso significa que… algo estas haciendo mal. Rosa mirándola con ojos llorosos le respondió: —Yo no estoy haciendo nada mal señora Pippa, yo solo he sido una esposa fiel y abnegada todos estos años. No entiendo porque Henry no quiere amarme señora si yo le he cumplido en todo. La señora Pippa mirándola con hipocresía comprimió sus labios y luego acariciando su rostro le contestó: —Si mi querida Rosa, pero seguro lo que estás haciendo no es lo suficiente para Henry. Mira se que estás triste por toda esta situación, ¿pero sabes cómo se te quitará? —La miró con falsedad —¡haciéndome un café! y tranquila ya pronto se le pasará esta etapa a Henry, despues serán muy felices. —Le dio un falso beso en la frente y caminó hacia la salida de la cocina, luego se detuvo y continuó diciéndole —Ah, y Rosa, el martes tenemos una reunión con los duques de Nottingham y queremos que nos hagas un pastel de chocolate bien chocolatoso bien grande. Tendremos muchos invitados y más nosotros, ¡uy seremos como unos 30! Rosa mirándola con mucha tristeza porque también se había olvidado de su cumpleaños número 27 se dijo en pensamientos: «Parece que también no se acuerda que cumplo años hoy, de tal palo tal astilla» Entonces, la morena con mucho desanimo le contestó: —Si, está bien señora Pippa le haré ese gran pastel para mañana. La dama aristócrata camina de nuevo hacia Rosa, y dándole un abrazo de oso muy hipócrita le respondió: —¡Ay Rosita, por eso te amamos mucho. Eres una bendición para todos en esta casa, no solo para las joyerías si no también para la cocina! —La mira fijamente con una sonrisa falsa —Ahora ponte hacer el desayuno, recuerda que a las diez tenemos que ir a las joyerías, hoy hay un nuevo personal y quiero que les enseñes el arte ese hermoso que sabes. —Le da dos besos en la mejilla y se va de la cocina, dejando a Rosa más devastada de lo que estaba antes. La morena les hace el desayuno a todos los miembros de la familia, y ellos muy alegre comen con muchas ansias, la deliciosa comida que su nuera y cuñada Rosa les preparaba sin siquiera acordarse de que estaba de cumpleaños. Las hermanas trillizas de Henry eran rubias como Pippa, de ojos grandes azules nariz pequeña, algo regordetas y tenían 34 años de edad, pero aún no tenían hijos, ya que todas se habían prometido que a los 35 años se embarazarían al mismo tiempo. Sus padres querían nietos pronto pero las hermanas se negaban diciendo que el año siguiente si se embarazarían de sus esposos, entonces, una de ellas llamada Gretel mira a Rosa quien estaba comiendo en el comedor con ellos y le dice: —Hey Rosita, ¿puedes servirme un poquito más de ese delicioso café que hiciste? Se que aún estás comiendo pero es que me duele un poco el píe, ¡Anda no seas mala mi cuñis! La pelinegra quien para evitar problemas con aquella familia, siempre hacía lo que ellos le pedían, soltó un pequeño suspiro y haciéndole una sonrisa fingida le dijo: —Si Gretel ya te traigo el café. La pelinegra le llevó el café y luego los demás le pedían cosas mientras comía. Siempre estaban acostumbrados a hacerlo. Rosa como siempre no disfrutaba bien de sus alimentos por esa mala actitud que tenían esos ingleses de estarle pidiendo cosas mientras ella comía. Así que, luego todos se levantaron de la mesa y le dijeron a la mujer que tenía la comida aun entera que se apurara porque tenían que ir al trabajo. A Rosa no le quedó más remedio que empaquetar su desayuno para comérselo luego estando allá en el trabajo. Luego, la mujer se alistó y junto con sus suegros fueron a la joyería más importante de todas las sucursales, para que ella entrenara a nuevos artesanos. Despues, pasadas como unas ocho horas, la familia decide ir otra vez a casa para cenar. Ellos siempre almorzaban en restaurantes de lujos, pero casi nunca invitaban a Rosa porque según para ellos todavía no se comportaba como una mujer de la sociedad; esta era su excusa para no llevarla. No obstante, la rutina de la morena por ya tres años de no comer bien sus comidas, cocinar por muchas horas y trabajar en la joyería mayor, parada ayudando a los artesanos a incrustar bien los diamantes la estaban agotando cada vez más, pero su poco amor propio no la dejaba salir de estos abusadores. Sin embargo, ya eran las ocho de la noche, y Rosa estaba contenta porque por lo menos Henry le prometió que vendría. La casa estaba algo solitaria y ella estando un poco ya más calmada, haciéndole caso a las palabras de su horrible suegra Pippa, pensó que necesitaba quizá avivar más la relación con Henry. —Le haré la comida que a él le gusta, quizá así pueda amarme más a futuro y olvidar a Amanda —comentó la morena sacando los ingredientes para hacer “el gallo pinto” No obstante, la casa no estaba sola, porque estaba Agnes, la bisabuela billonaria de 97 años de la familia, la cual si quería de todo corazón a la morena y entra con su bastón y una gran sonrisa a la cocina porque olió el olor del sofrito. —¡Rosita hermosa, que bien huele! La Morena se asusta y muy sorprendida le dice: —¡Ay abuelita Agnes! ¿Cuándo llegaste? —Llegué esta tarde querida, estaba deseosa en llegar a casa para verte porque era tu cumpleaños y luego jugar otra partida de ajedrez. Cuando estaba allá en Sussex en aquella reunión de joyas me decía: ¡ah porque no estoy en casa tomando té y jugando con Rosita! Rosa quien su única amiga verdadera en esa casa era la señora Agnes, se alegró mucho en verla y soltó unas lágrimas porque fue la única que se acordó de su cumpleaños aparte de su familia quienes le hicieron una linda videollamada creyendo que su única hija Rosa vivía una vida de ensueño. Sin embargo ella no le contaba su situación de pareja con Henry ni a la señora Agnes ni a su familia porque le daba un poco de vergüenza. Entonces, ella abrazando a la señora con sus ojos llenos de lágrimas, le dijo: —¡Ay abuelita Agnes también te extrañé mucho. Les estoy cocinando gallo pinto a Henry y a todos ustedes por mi cumpleaños! —¡Que alegría Rosita, como nos gusta esa comida! Oye despues que termines vienes a mi habitación te traje una sorpresa de Sussex, por tu cumpleaños. Iré a cambiarme de ropa hijita. —¿La ayudo a vestirse abuelita? —Solo a ponerme los zapatos Rosita, termina y ve a mi habitación porque quiero entregarte tu regalo. Pasan como unos 30 minutos y Rosa va hasta la habitación de la bisabuela para ayudarla a ponerle los zapatos. La señora abrió una caja muy importante y le dio a Rosa un collar de diamantes, el cual estaba valorado como por un millón de euros. Entonces, al dárselo le dijo: —Toma mi querida Rosita, esto es para ti. Rosa al ver ese gran collar le exclamó: —¡Pero señora Agnes ese collar es muy costoso! —Si lo sé pero quiero dártelo porque has sido la única con quien me entretengo aquí y es tu cumpleaños. Guárdalo en tu closet y que no lo vea Pippa ok. —Esta bien abuelita, no te preocupes. ¿Jugamos una partida de ajedrez mientras se hace la cena? La bisabuela de 97 años le responde: —¡Claro! Y así, las dos se pusieron a jugar ajedrez, mientras la comía se hacía. Luego, toda la familia llegó a cenar menos Henry que siendo ya las ocho de la noche no se aparecía. Pronto, pasaron como unas dos horas y ya eran las diez de la noche y nada que Henry contestaba las llamadas de Rosa si no que todas se iban al buzón de voz. Rápidamente, ya eran las 12:00 am y Rosa maría estaba en su cama esperando a Henry con el celular en la mano, pero, nada que venía o respondía el telefono. Cuando de repente, una transferencia de 3.000.000 euros le llegó al celular de la morena, junto con un mensaje de Henry que decía: “Lo siento Rosa, nos vemos mañana. Amanda tiene fiebre por el cambio de horario y me quedaré cuidándola. Allí te mandé un regalo para que veas que si me preocupo por ti” En aquel momento, ese mensaje de texto hizo que algo explotara dentro de Rosa. Aquellas humillaciones de la familia Wallas, más los maltratos de Henry hicieron que la poca paciencia y autoestima que ya le quedaba la hiciera reaccionar a pesar de esa gran cantidad de dinero. A ella no le importaba porque lo único que quería era solo un poco de respeto y amor verdadero de parte de Henry pero ya con tres años de mal matrimonio, se veía que no iba a ser posible. Entonces, la mujer llorando de la rabia porque el pelinegro no vino ni siquiera para su cumpleaños si no que se quedó con Amanda, sintiéndose totalmente más humillada que antes se dijo en voz alta. —¡Esta fue la gota que derramó el vaso Henry, cuando vengas te pediré el divorcio!

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