—¡Rosa, créeme ya no la veré más, perdóname por haber olvidado tu cumpleaños! —Le dio la caja de zapatos —¡mira hablé con Twiggy Poms y te mandó estos tacones de su última colección!
—¡Henry ya tengo muchos zapatos y también mucho dinero, pero eso no me hace feliz! —se alejó de él hacia el otro extremo de aquella pequeña habitación —¡Ya llevas tres años diciendo que vas a dejarla y luego te vas con ella!
«Sonido de notificación de video llamada en el celular de Rosa»
La pelinegra sacó su celular del bolsillo y enseguida vio que era una videollamada de su familia. Henry también lo vio y con una sonrisa fingida le dijo a la mujer:
—¡Mira, es tu familia, tenemos tiempo que no hablamos con ellos. Atiéndelos!
—No tengo ánimos.
—Vamos Rosa, ya te dije que me dieras una oportunidad, hablemos con tu familia y mostrémosle que estamos bien. ¿O les vas a colgar a mis suegros?
—Já, ni siquiera los hemos visitado desde hace un año y tampoco me dejas ir.
—Ay ya Rosa, atendamos la llamada ¿Si? despues hablaremos de eso, vamos a salir de aquí.
De inmediato, el hombre tomó a la morena de la mano y estando en la cocina decidieron atender aquella video llamada. Así que, Rosa haciendo un suspiro y mirando a Henry con desanimo le respondió:
—Ok, finjamos que estamos bien.
Cabe destacar, los padres de la pelinegra, incluyendo su hermana menor, creían que ella vivía feliz en aquella gran mansión en Inglaterra con ese hombre tan apuesto y lleno de mucho dinero. Sus padres y su hermana menor, tenían la ilusión que su hija estaba en una vida de ensueño cuando en realidad era todo lo contrario. Ella vivía más momentos amargos con Henry que momentos buenos y sin contar que su familia tampoco ayudaba con su felicidad. Así pues, Henry se puso detrás de la pelinegra y ella fingió una sonrisa al momento de contestar su celular.
«Video-llamada»
—Hola mamá, hola papá ¿Cómo están?
—Hola suegros como les ha ido —contestó Henry con una sonrisa fingida hablándoles en español.
—¡Henry, que agradable sorpresa al verte! ¡Y Rosa que linda te vez, nos agrada mucho verlos juntos!
—Si mamá y papá estamos bien que alegría recibir su llamada.
—Oigan, los llamábamos para confirmar si van a venir para el cumpleaños de Roxana, la verdad es que queremos verte hija y también a ti Henry, entonces era para ver si no estaban tan ocupados y si podrían venir.
En ese mismo instante, Rosa con una sonrisa fingida miró a Henry y le dijo a sus padres:
—Ay papá, lo que pasa es que…
Henry la interrumpió y le dijo a los señores:
—¡Si, si iremos suegros no se preocupen. Estaremos allá lo más pronto posible!
Henry sabía cómo manipular a Rosa, ya que conocía sus dos grandes debilidades y esas dos eran: sexo y su familia. El hombre cuando se portaba muy mal con ella, le mandaba grandes cantidades de dinero a sus padres para hacerles creer que era el mejor yerno del mundo. Rosa quien se había criado en un hogar donde el matrimonio era lo más importante, no quería hacerle ver a sus padres que su matrimonio con aquel aristócrata era todo un fracaso, ya que venía de una familia muy conservadora en la cual el divorcio era tabú. Así que, ella hacía la ilusión de que aquella boda de cuentos de hadas que tuvo hace tres años atrás donde toda la familia Wallas se gastó como unos veinte millones de euros, era todo un éxito, cuando en realidad era todo lo contrario. Entonces, ahora la mujer estaba casi que en un rincón porque Henry “el yerno perfecto” los iba a visitar.
—¡Ay que bueno Henry, la verdad queremos verte, te haré de nuevo ese arroz que tanto te gusta! ¿Rosa, le estás cocinando muy bien a tu marido? —comentó la madre de la pelinegra.
Rosa con una sonrisa fingida le respondió:
—Si mamá, le estoy cocinando a Henry todos los días.
—La comida de su hija es lo máximo señora Ana, pero no como la suya. Oigan dentro de poco les haré un regalo, miren que los tengo algo abandonados —respondió el pelinegro fingiendo amabilidad.
—¡Ay no Henry, ya nos enviaste mucho dinero el mes pasado!
—No, pero ustedes se merecen lo mejor por ser los padres de mi adorada Rosa —La abrazó y le dio un beso corto.
Los padres al ver que el hombre abrazaba y besaba a su hija en aquella video llamada, suspiraron de felicidad porque creían que la morena estaba cumpliendo sus sueños y que Henry era un hombre muy amoroso con ella. A Rosa no le quedó más remedio que seguir fingiendo por esos minutos que era una mujer felizmente casada y que Henry era el mejor hombre del mundo.
—¡Que hermosos se ven! —contestó el señor Ronald con una gran sonrisa.
Rosa quien estaba muy triste por dentro y ya no quería fingir más le dijo a sus padres que terminaría la llamada y que luego les enviaría mensajes. Entonces, antes de colgar, Henry le quitó el teléfono y con una sonrisa fingida les dijo a los señores:
—¡No se preocupen queridos suegros, mi Rosa y yo estaremos pronto en Costa rica, y usted señora Ana, hágame ese delicioso arroz que tanto me encanta!
—¡Si Henry claro que sí y de verdad muchas gracias por hacer feliz a nuestra hija y a nosotros también!
El descarado pelinegro les contestó:
—Claro, esa es mi meta, hacer a Rosa feliz.
Rosa mirándolo soltó una risilla burlona y miró hacía otro lado. Luego, el hombre le pasó el celular y ella se despidió de sus padres enviándoles un beso.
—¡Adiós, les hablaré pronto!
«Fin de la video llamada»
Rosa puso el celular en la mesa y mirando a Henry con desagrado le reclamó:
—¡Oye, que mentiroso eres! ¿Tu meta es hacerme feliz? ¿Cuando? si ni siquiera recuerdas mis cumpleaños o por lo menos vienes a acompañarme a cenar.
—Rosa, te dije que ya eso no va a pasar, y que he cambiado, de ahora en adelante voy a ser un nuevo hombre para ti —Se acercó a ella y tocó sus hombros —Amanda ya será parte del pasado.
—No Henry, eso es mentira, no te creo nada. Te haces ver con mis padres como el hombre perfecto, cuando me haces llorar todas las noches.
—¿Te hice llorar la semana pasada? Pasamos una semana hermosa donde te llenaba de mucho placer.
—Si, pero luego todo lo dañaste yéndote con Amanda y eso no te lo voy a perdonar Henry. Anoche no dormí sintiéndome mal conmigo misma por aceptarte con esa mujer toda una vida. —Se soltó de su agarre— Le diré a mis padres que no iremos a Costa Rica porque se presentaron unos asuntos.
De inmediato el pelinegro un tanto asustado porque Rosa estaba muy dolida mirándola fijamente pensó lo siguiente:
«¿Qué le pasa? ¿Por qué no está tan dócil como las veces anteriores? Ahhh, creo que me pasé en no haber venido a su cumpleaños pero bueno fue culpa de Amanda que no me despertó ¡debo hacer algo!»
—Rosa, ya te pedí perdón, mira yo tampoco tengo toda la culpa ¿Si? tu también me debiste haber avisado y decirme: ¡oye cariño no se te olvide que mañana es mi cumpleaños!
—Henry, un hombre que quiere a su esposa recuerda hasta el día cuando se conocieron por primera vez, yo no tengo que recordarte cuando es mi cumpleaños. El tuyo es el 15 de enero y sé todo lo que te gusta y lo que no te gusta. Se que te gusta la mezcla de dulce con salado, te quedas dormido si te rasco la espalda, te gusta el helado de vainilla y tu piedra preciosa favorita son los rubies y tu color favorito es el azul turquesa. ¿Pero qué sabes tú de mí? haber dime por lo menos cual es mi color favorito.
El pelinegro se quedó callado ante toda esa situación, porque no sabía que Rosa conocía muchas cosas de él pero en su caso, ni siquiera se había inmutado en por lo menos recordar cosas básicas como el color favorito de la pelinegra porque no le importaba. Él creía que mandándole grandes transferencias bancarias durante todos esos tres años, disiparían esa parte de básica de pequeños detalles los cuales eran mucho más grandes para cualquier mujer, que muchos ceros en sus cuentas bancarias. Entonces, la pelinegra mirándolo con desilusión porque se quedó callado le respondió:
—Ves, que no sabes nada de mí. Apuesto que si te pregunto cual es el color favorito de Amanda si lo contestas al minuto.
—Rosa yo…
El aristócrata de ojos verdes, no sabía donde meter su cabeza en ese instante, jamás pensó que se iba a sentir tan mal por no interesarle esas cosas de Rosa, para por lo menos fingir que la quería. Entonces, Rosa mirándolo con desilusión se volteó y estando cabizbaja le dijo:
—Mejor vete Henry, voy a terminar de servirle la comida a tu familia para luego irme a trabajar.
—Perdóname de nuevo Rosa, te dije que voy a cambiar. ¡Dame otra oportunidad!
—¿Para qué? ¿para qué sigas igual?
—Te prometo que cambiaré —Se acercó a ella un tanto desesperado porque su poder de convencimiento ya no estaba funcionando y mirándola fijamente continuó —anda, yo…ya no veré a Amanda y seré el mejor esposo para ti, esta vez sí es la vencida. ¡Te haré muy feliz!
—No lo sé Henry yo…—Henry la interrumpió tapando su boca con una de sus manos.
—Shhh, no digas ya más nada ¿sí? solo dame una oportunidad y ya… ponme en periodo de prueba, a tu familia no le gustará saber que su hija está peleada con su esposo —La miró intensamente probándola si con eso la podría convencer ya que la familia de Rosa era como su cristinita.
«¡Vamos Rosa, dame una oportunidad, ahhh estás tan dura esta vez!»
—Ok… ¡te daré una oportunidad pero es la última Henry!
El hombre con una sonrisa un tanto maliciosa le respondió:
—¡Si, por eso es que eres mi esposa y mi compañera de vida! —Le dio un intenso beso lleno de mucha pasión para terminarla de convencer.
De inmediato, Eugenia la trilliza del medio entró a la cocina y vio el espectáculo de su hermano besando a Rosa con mucha intensidad; parecía como si se la quería comer.
—¡Ah, Henry por favor vete con rosita a la habitación!
Los dos se separaron y Henry se quedó un tanto tranquilo porque pudo convencer a Rosa de nuevo, pero esta vez le costó mucho más que las anteriores. Seguidamente, Rosa se separó del hombre un tanto avergonzada, y mirando a Eugenia se limpió la boca diciendo:
—Ay discúlpanos Eugenia, ¿Ya tienes hambre?
—Eh, si pero tranquila esperaré a que termines todo con calma no te preocupes Rosita… y oye, venía a decirte algo. Era para ver si ¿querías venir con nosotros al torneo de polo? Mamá dice que puedes darte el día libre y que… comerás con nosotros en el restaurante del club.
Resulta, que minutos antes, Pippa fue directo a la habitación de Eugenia y conversó con ella que el cumpleaños de la pelinegra había sido ayer y que debían convencerla para que no se molestara con ellos y no tuviera ánimos de ir a las joyerías.
Minutos antes…
—¡Anda Eugenia, invítala al torneo de polo a ella y a Henry!
—Pero mamá allí estará el vizconde y los duques de Wessex ¿Que rayos les diremos cuando les presentemos a Rosa? ¿Qué la encontraste en una joyería barítona en Costa Rica?
—¡Ah, inventaremos algo pero invítala, ella dijo que le gustaba ver torneos de Polo y que quería practicar. Por suerte se ve decente con vestidos y sombreros, de todas maneras nuestras amistades saben que ella es la esposa exótica de Henry. Pero no podemos dejar que Rosa se nos entristezca hasta que los artesanos aprendan a cortar los diamantes como lo hace ella. Aish, tantos años y nada que esos ignorantes aprenden esa arte, creía que iba a ser fácil pero no, la muy tonta tiene ese don!
Eugenia poniendo los ojos en blanco le respondió:
—Esta bien madre, le diré que vengan con nosotros, pero tu te sentarás con ellos. Yo estaré con Agatha.
—Claro cariño, ya le dije a Henry que se portara bien, ahora vamos con nosotros.
Tiempo actual…
Rosa muy alegre al escuchar las palabras de Eugenia le dijo:
—Ay si, como me encantaría verte participar Eugenita.
—Jejeje, me encanta cuando dices mi nombre en tu acento Rosa —comentó con hipocresía.
—Bueno, te haré las tostadas como a ti te gustan.
—Ohh, que linda eres rosita, ¡eres todo un amor! —vístete con vestido casual y sombrero ok —Le guiñó el ojo.
—Yo…te ayudaré a cocinar cariño —dijo el hipócrita de Henry.
—¡Ay tan lindo mi hermanito menor tan buen esposo y atento. Debes cuidarlo mucho Rosa! Bueno voy a ponerme mi uniforme, dentro de dos horas debemos estar allá ok. —salió de la cocina.
—¿Escuchaste a mi hermana? Debes cuidarme mucho…
—Mmmm, tu eres el que debes cuidarme a mi Henry, mi corazón está algo cansado.
Toda la familia Wallas, sabían lo importante que era Rosa para las joyerías. Con ella habían ganado grandes cantidades de dinero pero la que sabía todo eso a profundidad, era la abuela Agnes, que a pesar de todo ella estaba al tanto de lo que pasaban en las joyerías. Entonces, la señora en aquella mañana, esperando a que Rosa le subiera el desayuno, y que conversara un poco con ella como todas las mañanas tuvo una llamada telefónica.
Llamada telefónica de la reina de Holanda:
—Hola condesa Agnes, quería decirle que me encantó ese anillo de esmeraldas que me regaló, estaba perfectamente tallado ¿Quién lo hizo?
—Lo hizo la esposa de mi nieto… mi adorada Rosa. —comentó la señora con una sonrisa de satisfacción en su rostro.