Minutos antes…
—¡Ay Dios mío! ¿qué hora es Amanda?
—Son las 11:20 mi bebé.
—¡¿Qué? ¿y porque no me despertaste? te dije que tenía que ir al cumpleaños de Rosa!
—Mi rey es que te vi dormidito y pensé que estabas cansado de tantas cosas que hicimos hoy.
—¡Pero me hubieras despertado cariño, yo le prometí hoy que estaría con ella! —comentó el hombre corriendo hacía el baño.
Eran las once de la noche, y Henry despues de haber tenido un día un tanto apasionado con su amante Amanda, se fue a darse una ducha para luego ir con su esposa Rosa María. Entonces, despues de unos minutos, salió corriendo del baño con una toalla y se comenzó a vestir porque tenía que irse lo más pronto posible. Amanda no le gustaba mucho cuando Henry se preocupaba por Rosa porque temía que él se enamorara de ella. Pero, ¿y quién era Amanda? Ya sabemos que es la amante de Henry pero ¿y cómo se conocieron? Amanda Kensington de treinta años de edad, quien era la ex novia de Henry ahora convertida como su amante, era una hermosa rubia, de ojos azules un tanto achinados, alta, como de un metro con setenta y cinco centímetros de estatura, de cuerpo delgado esbelto, pero con senos voluptuosos, y de piernas largas; era toda una belleza.
Amanda provenía de una familia un tanto acomodada de esa región en Windsor. Los Kensington eran una familia clase media alta los cuales siempre se codeaban de personas pudientes, gracias a su elocuencia para hablar, y eso mismo lo heredó Amanda quien desde muy joven, gracias a su belleza y gran oratoria, conquistaba a cualquier hombre que ella quisiera y en ellos cayó el aristócrata Henry Wallas a quien conoció desde los 19 años en la universidad. Ambos tenían la misma edad y desde aquella vez fueron inseparables, a pesar de tener altos y bajos en su relación por el trabajo de Amanda de editora en una revista el cual la hacia viajar mucho. Amanda y su familia vivían una vida muy acomodada gracias a Henry quien le daba todo lo que ella quisiera. Él siempre le decía que no trabajara pero ella le encantaba su empleo porque le gustaba viajar y tener muchos contactos.
Amanda cuando se enteró de que Henry se casaría, no le gustó mucho pero al saber que Henry le seguiría dando su gran manutención de 300 mil euros mensuales no le importó mucho y más sabiendo que él siempre estaría para ella y que ese matrimonio era arreglado. Así que, aquella noche del cumpleaños de Rosa, Amanda sentada sobre la cama, mirándolo como se vestía le decía lo siguiente:
—Mi rey, ¿pero porque tan apurado? A Rosa no le importa si estás conmigo.
—Lo se mi amor, pero debo estar allí por lo menos esta noche, ya he olvidado su cumpleaños por tres veces consecutivas y de verdad no quiero tener más dramas con ella si no voy a casa hoy.
—Mmmm pero mi vida ¿si ya has olvidado su cumpleaños por tres veces consecutivas para que vas a ir? Quédate aquí conmigo hasta mañana anda.
—No, no puedo, Rosa sea lo que sea es mi esposa y debo cumplirle. Te confieso que me sentí un poco mal por haber olvidado su cumpleaños.
—¿Qué? ¿no me digas que estás empezando a tener sentimientos por esa latina tonta? La verdad no se cuando te vas a divorciar de ella, me tienes esperando por tres años ya.
Henry abotonándose la camisa le contestó:
—No, no tengo sentimientos por Rosa, pero no puedo negar que es una buena mujer y me da algo de lástima. Además, recuerda que ella es de gran ayuda en las joyerías así que, si me divorcio de ella tendríamos luego pequeños problemas, recuerda que para eso fue que me casé.
—Ah, yo creía. No quiero que me cambies por ella mi rey, tú sabes que yo soy tu verdadero amor —cruzó los brazos e hizo un puchero con sus labios.
—No, es obvio que no mi amor, pero por los momentos Rosa es mi esposa y debo cumplir mi rol de esposo con ella.
Amanda se levantó de la cama estando desnuda y viendo que Henry se terminó de vestir le dio por abrazarlo poniendo sus brazos alrededor de su cintura. Así que, alzando su mirada hacía el guapo pelinegro le dijo lo siguiente:
—¿Entonces yo soy tu verdadero amor?
—Claro que sí no hay nadie más —respondió el pelinegro mirándola fijamente muy enamorado.
De repente, Amanda se tambaleó un poco casi cayéndose al suelo tocando su cabeza, y Henry de inmediato la atajó teniendo una expresión de preocupación en su rostro.
—¡Amanda! ¿Te sientes bien mi amor?
—¡No, no se mi vida, de repente me vino un mareo pero no te preocupes estaré bien! —Henry la sentó en la cama de nuevo y ella con sus ojos cerrados tocaba su cabeza.
—¡Pero Amanda, se nota que estas mal, ¿es la migraña de nuevo?!
—Ay, si mi amor tu sabes que ellas me llegan de repente, pero no importa ve al cumpleaños de Rosa, no quiero que tengas problemas por mi culpa mi vida. —comenzó a quejarse —¡Ay, ay, ay duele mucho!
Henry con sus cejas curvadas y sus ojos llenos de inquietud arrodillado ante Amanda le exclamó:
—¡Vamos al médico mi amor, siempre te lo he dicho pero no me haces caso!
—Es que yo fui cuando estaba en Australia porque allá las migrañas también eran horribles y bueno el médico me mandó unas pastillas y con ellas estaré bien están allá —Con sus ojos cerrados tocándose la cabeza le indicó donde se encontraba su medicina —Revisa allí en esa gaveta y tráemelas.
Henry muy preocupado de inmediato fue y les trajo las pastillas a la rubia con un vaso con agua. Entonces, al dárselas le dijo:
—Pero mi vida, si quieres te llevo al médico de mi familia para que te haga una tomografía a ver que es lo que pasa, me preocupas mucho.
—Bebé no te preocupes ya yo fui en Australia y el médico me mandó esta medicina, así que no te preocupes más por mí, mira la hora que es ya van a ser casi las once y media y de seguro tu esposa te debe estar esperando.
—¿Enserio estarás bien?
—Ay claro que si mi amor, recuerda que lo único que quiero en esta vida es que seas feliz, no importando que estes con ella. Además, se que el matrimonio es arreglado y que no la quieres y solo a mí.
Henry mirándola con ansiedad le respondió:
—Bueno, esta bien, te dejaré pero estaré muy preocupado porque la verdad no me gusta mucho cuando te dan esas migrañas.
Amanda haciendo una sonrisa con su cara de enferma le respondió:
—¡Ay, la verdad eres todo un amor, eres el hombre más bueno y hermoso que he conocido!
—¡Y tu eres toda una santa por aguantar todo esto, no te preocupes que pronto me divorciaré de Rosa y estaremos juntos!
—¡Mmm, eso es lo que más quiero mi amor!
De inmediato, Henry se levantó, Amanda buscó una bata para cubrir su desnudez y luego se arrecostó sobre la cama quejándose del dolor de su sorpresiva migraña que le dio de repente. Entonces, estando de lado con sus ojos cerrados exclamó con cara de dolor:
—¡Ay mi cabeza, me duele mucho!
Henry estando enfrente de ella le preguntó con mucha inquietud en su rostro:
—¡Amanda, ¿enserio estarás bien?!
—Claro que si mi amor, ve al cumpleaños de Rosa yo te escribiré cuando ella se duerma.
—Pero es que te vez mal, vamos al médico.
—¡Te dije que no Henry, te dije que estaré bien! ve con Rosa que se te va hacer tarde ya me tomé la píldora para la migraña y ya despues estaré como nueva.
—Bueno, esta bien si tu dices que luego mejorarás trataré de creerte.
Amanda se volteó y mirándolo con cara de dolor, hizo una sonrisa con algo de desánimos y le respondió:
—Si mi bebé, estaré mejor… se que estaré solita pero me curaré, si me pasa algo llamaré a una amiga y luego te avisaré recuerda que no quiero que tengas problemas con Rosa. —Se levantó haciendo cara de dolor, tomó las llaves del auto de Henry y se las dio en la mano. —anda ve a cumplir tu rol de esposo mi amor.
—Pero me preocupas un poco Amanda.
—¡Ay cosita hermosa te dije que estaré bien!
Henry comprimió sus labios y luego de hacer un suspiro le dijo:
—Bueno si tú dices que estarás mejor trataré de creerte. De todas maneras mandaré al doctor Hannover para que te revise y así podré descansar cuando esté en casa, déjame escribirle para que venga. —Se levantó de la cama y fue abrazar de nuevo a Henry.
—Mi cielo hermoso, mejoraré en unas horas. No es necesario que llames al doctor Hannover recuerda que yo tengo a Louis y él es mi médico de cabecera.
—Ah verdad, ¿entonces lo llamas si te sientes muy mal?
—Si, si más que segura —Le hizo una sonrisa un tanto apagada —te mandaré de todas maneras el numero de él para que te comuniques si algo me pasa.
—Pero mi amor, Hannover atiende a la familia real y es tres veces mejor que Louis, mejor déjame comunicarme con él. —tomó el teléfono para marcarle al médico; sin embargo, Amanda lo detuvo.
—Henry, Louis me está atendiendo desde hace cinco años y me conoce desde hace mucho. Él fue el que me recomendó aquel medico en Australia así que deja que él me atienda mi vida, ve con tu esposa y déjame aquí.
—Pero Amanda…
—Anda vete mi cielo hermoso estaré bien.
—Suspiró —Bueno, me iré preocupado pero si dices que estarás bien te creeré.
Y así Henry se despidió de ella, pero al momento de cruzar la puerta de la habitación Amanda se tambaleó cayendo al suelo. Henry de una vez fue a recogerla muy preocupado exclamando:
—¡Mi amor! ven, ¡vamos al hospital!
La rubia estando en el suelo con palabras llenas de mucho desanimo le dijo:
—¡No, no, mejor llama al doctor Louis mi vida, me siento muy mal!
—¡Ok, déjame llamarlo! —exclamó el pelinegro cargándola y llevándola hacia la cama.
—¡Ay si mi vida llámalo porque me siento muy mal, y no me dejes sola por favor!
Henry la acostó sobre la cama y de inmediato le marcó al doctor de cabecera de Amanda y este contestó casi que al segundo. El pelinegro se sorprendió un poco de lo rápido que contestó al hombre pero al ver a Amanda que se quejaba del dolor no le dio mucha importancia.
Llamada telefónica:
—¿Linda Amanda? ¿ya llegaste de Australia? ¡Esperaba tu llamada! —comentó el doctor con muchas ansias.
—Hola… ¿Doctor Louis? —preguntó Henry alzando una ceja.
—Si… soy yo ¿y… quién habla?
Luego, Amanda dejó de quejarse un poco y estando en la cama miraba a Henry fijamente quien estaba de espaldas, un tanto intrigada de como hacia la llamada. Mientras que el pelinegro con cara de preocupado le contestó al médico:
—Soy Henry pareja de Amanda, necesito que venga pronto, es que ella se siente muy mal.
—¡Oh, Henry Wallas, si, ella me ha hablado de usted jejeje! ¡Bueno ya de inmediato voy para allá!
—¡Si, por favor no se tarde mucho doctor!
—¡No, no lo haré señor Wallas!
Fin de la llamada…
Luego de la llamada, Amanda al ver que Henry venía hacia ella comenzó a quejarse del dolor de nuevo, y el guapo pelinegro sentándose en la cama le comentó:
—¡Vaya, el medico como que estaba esperando tu llamada amor, me atendió casi que al segundo!
Amanda con las manos sobre sus ojos quejándose del dolor le comentó:
—Ay si mi amor, lo que pasa es que él está pendiente de mi y de mis migrañas. Me dijo que apenas viniera de Australia lo llamara pero no lo hice porque preferí atender a mi bebé. Además estaba muy deseosa de hacer el amor contigo.
—Ah claro… ya entiendo mi vida. Pero bueno debes estar más pendiente de tu salud que de mí.
—No Henry, tu eres mucho más importante —acarició su mano —no sabes cuanto te amo… te amo tanto que no me importa compartirte con Rosa.
Henry le hizo una sonrisa cerrada y acariciando también su mano le dijo:
—Si mi amor, eso lo se. Bueno, descansa mientras llega el médico ¿sí?
—Si mi cielo. —Se acostó en la cama cerró sus ojos y continuó diciendo —Ven, acuéstate aquí a mi lado mi amor, no quiero estar sola.
Henry se acostó y Amanda puso la cabeza sobre su pecho.
—No, no lo estarás.
—Ay, la verdad me siento muy mal porque estabas apunto de salir y me empecé a sentir mal. De todas maneras cuando venga el médico y me atienda despues puedes ir con Rosa mi amor.
Henry acariciando su cabeza le respondió:
—No te preocupes amor, veamos que dice el médico ok, necesito que estés muy bien.
Amanda sonriendo con algo de malicia le contestó:
—Si…
Veinte minutos despues…
«Rin…rin…» sonido de timbre.
Henry de inmediato se levantó, caminó hacia la sala, y al estar en la puerta la abrió y vio que era nada más y nada menos que el doctor Louis Russell, un médico internista muy importante en la ciudad de origen galés, quien estaba vestido con una camisa blanca manga larga, pantalones de jean y un maletín donde tenía todos sus aparatos médicos. Aquel medico era un hombre rubio muy atractivo, alto como de 1´90 cm de estatura, cuerpo atlético porque practicaba futbol en sus tiempos libres, usaba gafas y tenía como unos 45 años. Él primero fue amigo de los Kensington por muchos años, ya que, el padre de Amanda lo había conocido en el hospital despues de una intervención, y luego de una gran amistad con él se lo presentó a su hija y desde hace cinco años, él y la rubia tuvieron una “gran amistad”. Entonces, Louis al ver que Henry abrió la puerta y lo recibió, con una sonrisa un tanto fingida le preguntó:
—¿Señor Henry Wallas no? —Le extendió la mano.
Henry le sonrió de manera educada y le respondió extendiéndole la mano:
—Si doctor, venga, pase por aquí, Amanda está muy mal y la verdad me preocupa mucho, siempre le dan esas migrañas así de repente. ¿Usted cree que podría ser algo grave?
—Mmmm, mañana le haré una tomografía y le diré a ver que conseguimos.
—Si doctor, yo la iba a llevar con los especialistas de mi familia pero bueno ella insistió en que fuera usted.
—Jejeje, si es que yo la conozco desde hace tiempo y pues… creo que me tiene más confianza —abrió la puerta de la habitación y continuó diciendo —. Pase usted primero.
Henry pasó y de inmediato los dos hombres estuvieron en la habitación con Amanda. Entonces, al estar allí enfrente con la rubia le dijo con una sonrisa:
—Linda Amanda, tienes mucho… ¿dolor de cabeza?
Amanda con voz de enferma le respondió:
—Si, doctor estoy super mal de nuevo con estas migrañas.
—Ay pobrecita, me imagino que debes estar sufriendo mucho.
De inmediato, el doctor comenzó a soltar su bata en la parte de su pecho, despacio y de manera un tanto sugerente. Luego, mirándola fijo le respondió sacando su estetoscopio:
—Vamos… a revisar los latidos de tu corazón a ver como están.
Henry pudo observar que la manera en que el doctor miraba a Amanda era un tanto extraña, pero no quiso pensar nada malo porque quizá así era el medico con sus pacientes. Luego, el rubio dirigió su mirada hacía el pelinegro y le dijo:
—Señor Wallas, déjeme un rato a solas con la paciente para hacerle un chequeo.
—Mmmm ¿Pero porque es necesario que me vaya? quiero saber qué es lo que tiene.
—Lo que pasa es que no me gusta tener a los familiares de mis pacientes mientras hago los chequeos. Ya esas… son cosas mías.
Amanda mirando a Henry con cara de adolorida le dijo:
—Bebé, hazle caso al doctor deja que él me revise ¿sí?
—Mmmm, esta bien. —Se dio la media vuelta y los dejó solos.
Luego, el pelinegro se fue y cerró la puerta. El doctor Louis, miró hacía allá y pudo ver desde abajo la sombra de Henry, así que, tomó una de las manos de Amanda y acariciándosela le dijo mirándola fijamente con una sonrisa:
—Así que… ¿tienes mucho dolor de cabeza linda Amanda?
—Si doctor, tengo… migraña —Lo miró fijamente con algo de malicia.
—Mmm, pues entonces… recuéstate en la cama y déjame soltarte un poco más la bata aquí arriba, necesito revisar de nuevo los latidos de… tu corazón.
—¿Otra vez va a revisar los latidos de mi corazón doctor? —respondió la mujer en voz baja mirándolo con intensidad.
—Si linda Amanda, tu sabes que me encanta… chequearte a profundidad. Debo descartar que no tengas nada.
De inmediato, la rubia se soltó un poco más la bata y el doctor pudo ver más que los latidos de su corazón.
—Ay linda Amanda —mordió sus labios —se nota que debes estar de reposo, será que ¿Me quedo esta noche para atenderte? —comenzó a tocar su pecho de manera insinuante con una de sus manos —se nota que… tienes fiebre.
—Mmmm, ¿entonces eso debe ser por la migraña no cree?
—Si es por la migraña y debes guardar reposo —Puso su mano en una de sus piernas.
—Ay doctor allí me duele también.
—¿Aquí? —acariciaba su pierna.
—Si allí.
—Mmm pues eso es causa de la migraña linda Amanda.
—Bueno entonces… ¿cual es mi diagnóstico?
—¡Reposo absoluto por esta noche! Esa fiebre hay que bajarla con mis cuidados —sonrió el doctor de manera pícara.
—Mmm, pero doctor usted le puede decir a Henry que haga lo mismo que usted hará, de todas maneras… yo mañana pasaré por su consultorio para que me haga un chequeo y así descartamos cualquier cosa mala ¿no cree? —sonrió con picardía también.
El medico mirándola un tanto serio le respondió:
—Ok, entonces le avisaré a su pareja que la cuide por esta noche linda Amanda.
Henry quien estaba escuchando desde la puerta, enseguida le envió un mensaje muy descarado a la pobre Rosa quien esperaba por él para que si quiera se apareciera en esa noche, diciéndole que Amanda tenía fiebre y que debía cuidarla enviándole dentro de ese mensaje una gran cantidad de dinero. Luego, minutos despues el medico salió de la habitación y fue hablar con el pelinegro diciéndole con la cara muy seria:
—Señor, Amanda tiene fiebre. Ya le suministré un medicamento y está descansando no la deje sola por favor.
Henry asintió con su cabeza un tanto preocupado y le dijo:
—¡Si, si no se preocupe doctor yo la cuidaré!
—Ok, de todas maneras… mañana temprano llévela a mi consultorio para estudiarla más a profundidad antes de que usted se vaya al trabajo.
—Claro doctor, eso haré y no se preocupe.
El medico caminó hacia la puerta y se despidió de él diciéndole:
—Ya sabe, lleve a Amanda a mi consultorio mañana y luego en la tarde aquí entre nos, le diré los resultados.
—¡Allí estaré doctor! —cerró la puerta.
«Notificación de mensaje de Rosa»
El pelinegro abrió el mensaje y al verlo decía lo siguiente:
“Henry, jamás pensé que me ibas hacer esto el día de mi cumpleaños. Como puede ser posible que Amanda sea mejor que yo y crees que con una transferencia me vas a comprar. Yo soy un ser humano Henry y tengo sentimientos, te aprovechas de que estoy enamorada de ti para hacerme sufrir. Necesito que por lo menos mañana vengas para hablar contigo”
Henry miró el mensaje con desinterés y suspirando del fastidio exclamó:
—¡Ah, Rosa que fastidiosa eres y que dramática te di tres millones de euros y te expliqué por qué no iba, ¿que más quieres de mi mujer?!
Luego le escribió un mensaje de texto diciéndole:
“Deja tu drama, Amanda está enferma. Por lo menos ten un poco de compasión con las personas convalecientes, luego te recompensaré pasando un día contigo, ve a dormir y no me molestes más. Apagaré el teléfono, nos vemos mañana”
Y así, el hombre apagó en esa noche su celular y se fue hasta la habitación con Amanda, pasando la noche con ella y dejando a Rosa abandonada en la mansión Wallas.