➷ 5 semanas después ➹
“Clap, clap, clap, clap”
Escucho a lo lejos los aplausos que da Pin para que me despierte. Sus sonoros tacones se dirigen hacia el gran ventanal donde abre las cortinas y la luz del sol me hace cerrar de golpe los ojos y taparlos con mi antebrazo.
—¡Vamos perezoso! —exclama animada— Otro día comienza y no te voy a permitir seguir encerrado en este lugar. —reclama. Así era todos los días, desde que supe mi diagnóstico. Había dejado en sus manos mi empresa, incluso había dejado de ir y de involucrarme en ella, pues le había agarrado cierto recelo, por abandonarme por completo por ella y haberle invertido tanto tiempo.
—Déjalo ya, Pin… —Mi voz se oye áspera, ronca.
—¡Matías Archer! —demanda— Llevas casi dos meses encerrado en tu habitación… ¡Ni siquiera te has dado un baño, y realmente apestas! —Se queja.
—Entonces vete… si no me aguantas. —digo malhumorado, cubriéndome con las tapas de la cama.
—¿Y abandonarte? —pregunta sarcástica— Aunque me lo pidas cada uno de los días que te quede, no lo haré, ¿oíste? —asevera molesta. Sin descubrirme la cara, asomo una de mis manos y le levanto el pulgar. Las frazadas y las sábanas se comienzan a deslizar por mis cuerpo, hasta dejarme completamente destapado— ¡A la ducha! —ordena y cruzo mis brazos sobre mi pecho— No te lo voy a volver a repetir, Matías. —Su tono cada vez más serio, lo que ya comenzaba a asustarme, porque cuando Josephine Smith se enoja, la bomba de Hiroshima es un grano de arena en el Sahara.
Me siento con calma en la orilla de la cama, mientras me refriego los ojos, tratando de regular la visión. Los mareos habían ido en descenso hace unos días, y con las pastillas, ya no había tenido crisis de tan severas.
—Eres insoportable. —bufo, mientras camino hacia el baño. Me quito la ropa y me meto a la ducha, la cual se siente demasiado bien. Al salir, me ato una toalla a la cintura y el reflejo en el espejo me llama la atención, ya que tengo una barba que me hace parecer un Amish, lo que me hace hacer una mueca, el cabello más largo y bajé un par de kilos, con tanto vómito y la inapetencia que me dio por los mareos y nauseas. Salgo del baño y embozo una sonrisa, al ver a Meche aseando el dormitorio, mientras menea las caderas, imagino, escuchando música en su reproductor.
—Don Matías, la sita Josephine lo espera en el comedor. —dice, al verme salir del baño, por lo que le hago un asentimiento y ella se vuelve a poner los audifonos. Me dirijo al closet, y busco algo para ponerme. Me decido por un jogger gris y una camiseta blanca y unos cómodos tenis.
Voy hacia el comedor donde está Pin conversando animadamente con un chico lleno de tatuajes.
—Renaciste de las cenizas. —bromea Pin, por lo que hago una mueca— Mati, te presento a Esteban, es primo de la Meche y es barbero. —explica y le tiendo la mano al chico.
—¿Acaso no te gusta mi nuevo look? —bromeo, por lo que se sonríe ampliamente y luego hace una mueca de asco.
—No gracias, ¿o no sabías que donde más partículas fecales se encuentran, es en una barba? —pregunta y siempre me descoloca con sus datos freaks. Miro al chico que pone una cara de asco y yo me tomo la barba con una de mis manos.
—Al menos es mi mierda y no la de otro. —bromeo, mientras me acaricio el mentón.
—Eres un asqueroso. —Se queja. Le saco la lengua—Pero me gusta que tu sentido del humor no se haya ido por el escusado. —Me sonríe.
—Entonces, señor Matías… —dice el chico— ¿Qué quiere que le haga? —pregunta entusiasmado.
—Por ahora nada, quiero comer algo primero y luego vamos a ello, ¿sí? —El chico asiente— ¿Tomaste desayuno? —pregunto y asiente— Acompáñanos con una café, al menos. —propongo, por lo que asiente.
Tras desayunar, nos ubicamos en la sala, donde hay más espacio. El chico se pone un mandil con muchos implementos, donde saca unas cremas y espumas, tijeras y una gran navaja, la cual afila en una especie de cuero. Me toma con expertiz la cabeza, me embadurna con espuma y con rápidos movimientos, me deja como crío de meses.
—¡Vaya! —digo sorprendido, al mirar mi reflejo en el espejo— Hace años no me rasuraba completamente. —comento y el chico se sonríe.
—Si no es de los que se rasura siempre, le dejaré unas cremas para que se aplique y la nueva barba que le salga, sea más pareja. —dice mientras termina de limpiar su navaja. Me humedece el cabello con un aspersor y me lo corta, como siempre lo uso. Después de haberle dado un par de instrucciones. Me aplica una crema en la cara y termina por recoger sus cosas.
—Me gusta lo que haces, Esteban, te va a ir re bien. —Le digo, mientras estrecho su mano.
—Gracias. —contesta orgulloso. En eso momento aparece Pin y se sonríe.
—¡10 años menos! —exclama— Te quitaste unos buenos años de encima. —comenta, pasándole un sobre al chico, quien con un gesto asiente.
—Déjame una tarjeta o algo, creo que me seguiré cortando el cabello contigo. —Le digo a Esteban que me pasa su tarjeta, se despide de nosotros y sale al encuentro de Meche, que se quedó limpiando donde me cortó el cabello.
Camino hacia el ventanal que está en la sala y me pongo a mirar la ciudad, donde se logra apreciar el “Space Needle” o “La aguja espacial” como la llama Meche, que es el ícono de la ciudad de Seattle.
—Mati… —Se acerca Pin, que me abraza por la espalda y apoya su cabeza en ella— No puedes seguir encerrado en tu dormitorio… —comienza, y esto lo hemos hablado prácticamente todos los días desde mi diagnóstico.
—¿Y qué quieres que haga Pin? —pregunto, dando un suspiro— Ya le dediqué bastante tiempo a Smart-Co, ¿y ahora qué?, No tengo nada Pin… —Se me hace un nudo en la garganta, impidiéndome seguir hablando. Se separa de mi espalda, se da la vuelta para quedar frente a mí. Me acuna el rostro con sus manos y me mira a los ojos.
—Me tienes a mí… —recita y niego.
—Eres lo único que tengo Pin, pero tu también debes hacer tu vida, salir con un hombre que te ame mucho, tener hijos… —Mis ojos se cristalizan y es inevitable no llorar, por lo que dejo que caigan libremente por mis mejillas. Ella niega.
—Estaré contigo hasta el último día Mati… ya te lo dije y no me vas a hacer cambiar de opinión. —farfulla. La abrazo contra mi pecho y le dejo un beso en la frente.
—Perdí tantos años de mi vida Pin… la posibilidad de amar, de tener una familia, mis amigos, todo… —susurro.
—¿Y si los buscas? —propone y me separo un poco de ella, para mirarla alzando una ceja— A tus amigos, Mati. ¿Por qué no los buscas? —sugiere.
—¿Y qué saco?, ¿Ir a darles pena? —cuestiono con el ceño fruncido y ella niega.
—Revivir momentos, recordar… no sé. —dice tratando de animarme— Quizás salir, despejarte. —menciona— Además, no necesitas decirles nada de lo que pasa. —sugiere, mientras me limpia las mejillas con sus pulgares.
—¿Por qué no funcionó nunca lo nuestro? —pregunto, apoyando mi frente con la suya.
—No lo sé, Mati… estábamos destinados a ser amigos. —responde— Los mejores amigos. —asevera. Le vuelvo a dejar un beso en la frente y tiene razón, la amo como si fuera mi hermana.
—Te amo mucho, Pin. —Le digo y ella me sonríe y se apega a mi pecho.
—Y yo a ti, mi Mati. —contesta tierna— Pero cortémosla con la cursilería. —dice finalmente, por lo que no puedo evitar reír, soltando una gran carcajada.
Nos vamos al despacho, y mientras Pin se pone a trabajar, me creo una cuenta en f*******:. Subo una fotografía y comienzo a buscar a algunos de mis amigos y ex compañeros de la escuela y de la universidad.
Entre mis búsquedas, encuentro a uno de mis mejores amigos en la universidad, Alexander Hughs, le envío una solicitud de amistad y comienzo a revisar su perfil, para saber qué ha sido de su vida, si tiene familia o no y saber qué ha hecho de su vida.
Busco en sus fotografías y me llama la atención la cantidad de imágenes con frases motivacionales que tiene y hay una en específico que me llamó aún más la atención.
“Aunque te sientas
perdido y sin fuerzas,
recuerda que cada día
puede ser el comienzo
de algo maravilloso.
¡¡No te rindas!!”
Me animé a escribirle un mensaje, esperando que algún día me responda. No pasan ni cinco minutos cuando me contesta sorprendido.
Comenzamos a conversar de la vida, de lo que ha hecho este tiempo y de cosas más banales primero, y luego pasamos a lo más profundo. Me contó que hace cinco años atrás iba de vacaciones con su familia y un camión con los frenos cortados los chocó, ocasionándoles la muerte instantánea a todos, su pequeño hijo Noah de tres años, su esposa Clara y su hija mayor de diez. Él estuvo en coma un par de meses y al despertar y conocer la noticia entró en una profunda depresión, hasta que decidió revertir todos esos sentimientos negativos que lo invadían.
Comenzó a ver con otros ojos la vida, y que a pesar de que sus seres queridos ya no estaban con él, era un afortunado por haber sobrevivido y tener una nueva oportunidad. Lo que me caló un poco más hondo, dándole quizás una nueva perspectiva a lo que me sucedía y me llevó a pensar, que, si no me hubiese enterado de mi diagnóstico, hubiese seguido mi vida entre el trabajo y la casa, sin haberla vivido, como me hubiese gustado.
Una nueva notificación me saca de mis pensamientos.
Alex: ¿Te parece si nos juntamos a tomar unas cervezas?
Matías: Claro, me parece perfecto.
Alex: Te espero en Irish Bar, en dos horas.
Matías: Ahí nos vemos.
Me levanto animado del escritorio, bajo la atenta mirada de Pin.
—Voy a salir. —Le aviso y ella me mira con curiosidad.
—Me parece genial. —contesta emocionada— ¿Con quién y a dónde? —indaga, y siento que a veces puede ser más aguafiestas que una mamá aprensiva.
—Con Alexander Hughs, un ex compañero de la universidad. —respondo, lo que la hace sonreír.
—¡Me encanta! —dice feliz.
—Iremos al Irish Bar. —comento y me levanta los pulgares en señal de aprobación.
—La cerveza ahí es espectacular. —dice animada.
—Ya veremos, nunca he ido. —arguyo encogiéndome de hombros.
—Lo sé, eres un aburrido. —Me saca la lengua.
—Pero este aburrido, se irá a vestir para juntarse con su amigo, y quizás romper algunos corazones. —digo soberbio, por lo que Pin suelta una gran carcajada.
•✧···••✦••···✧•
James me deja en la entrada del bar, y quedó en esperarme estacionado cerca, por si lo necesitaba.
Entro al bar, que por la hora, está un poco desierto y me siento en la barra.
—¿Qué te sirvo? —cuestiona el barman, que es un chico bastante fornido de unos 25 años, con el cabello largo.
—¿Qué me recomiendas? —pregunto de vuelta y se ríe.
—Si buscas algo para pasar las penas, un buen Whiskey Irlandés te sentaría bien. —comenta, por lo que asiento.
—Dame uno de esos. —comento y se da media vuelta, toma la botella y con algunos movimientos rápidos me rellena un vaso con hielos— Gracias. —Le digo mientras me doy la vuelta y veo que están preparando un escenario, se lo señalo con el vaso.
—En una hora, toca una banda. —comenta— Son bien buenos. —finaliza y sonrío.
—Habrá que verlos. —contesto animado. Le doy cortos sorbos al Whiskey, ya que no quiero emborracharme. El chico me acerca un plato con maní y otros frutos secos.
—¿Matías Archer? —preguntan detrás de mí, mientras termino de masticar el maní que tengo dentro de la boca.
—¿Alexander? —Pregunto, ya que casi no lo reconozco. Cuando lo conocí, era un chico más bien rellenito, de lentes y algo tímido, pero ahora era un hombre corpulento, de cabello largo, vestido de n***o, con jeans gastados y una camisa roja a cuadros.
—¡Vaya! ¡Sí que estás distinto! —comento entre risas, poniéndome de pie y dándole un fuerte abrazo.
—Bueno, tú ya no eres el flacucho con pinta de nerd. —Se carcajea, contagiándome a mi.
—En eso tienes razón. Aunque sigo siendo un nerd. —contesto, por lo que nos seguimos riendo. En eso se acerca el barman, que saluda a Alex chocándose las manos.
—Dame una cerveza Rob. —Le pide al barman y éste asiente enseguida— ¿Ya llegaron los demás? —Le pregunta y el chico niega— Como siempre. —dice entre risas y no estoy entendiendo mucho.
—En una hora más, tocaré con mi banda. —dice y sonrío ampliamente.
—Si me dijo el barman, ¡qué genial! —comento emocionado.