—¿Oye y qué tipo de música toca tu banda? —pregunto, en cuanto Alex se sienta a mi lado. Se larga a reír de inmediato.
—¿Qué se te ocurre? —pregunta, señalándose.
—Pues, baladas no… —digo entre risas.
—Tenemos una banda tributo a Mad Season, aunque también tenemos nuestras canciones. —arguye.
—Wow… tienes razón, estamos en la capital del grunge, no podía ser de otra forma. —agrego y él asiente— Ya espero ansioso, el poder escucharlos. —comento emocionado.
Conversamos sobre Smart-Co y lo que ha significado en mi vida, me mostró algunas fotos de su familia y de cómo superó su pérdida, y que a pesar de lo doloroso que todo ha sido para él, el comenzar de cero, desde otra perspectiva lo ha ayudado a enfrentar la vida con otros ojos, lo que me hizo mucho sentido. Si bien no soy un tipo negativo, toda esta noticia de mi diagnóstico, me ha llevado al extremo, de querer apagarme antes de tiempo, cuando realmente debería aprovechar estos últimos meses haciendo todo lo que no me permití hacer nunca, por haber estado inmerso en mi empresa.
Los compañeros de banda de Alex llegaron casi al momento del show, por lo que me dejó sentado acá en la barra del bar, mientras afinaban instrumentos. Alex se acomoda con una guitarra eléctrica, y recién me percato que ni siquiera le pregunté qué rol cumplía en ella. Las luces del bar se bajan por completo. Comienza a sonar la música y poco antes de que comience a cantar, la luz ilumina a Alex, sorprendiéndome gratamente, ya que es el vocalista y canta realmente bien, lo que me hace estremecer, porque estas canciones siempre me han llegado al alma.
Tras haber cantado casi por una hora, y entre los gritos y aplausos, Alex camina hacia mí y se sienta a mi lado. Rob, el barman le pasa otra cerveza a la que le da un largo trago.
—¡Eso estuvo increíble amigo! —Lo felicito.
—Gracias Mati, a decir verdad, jamás creí que podría cantar, pero ya te lo dije… —Toma otro trago de cerveza— No estoy cerrado a nada, y cuando esta oportunidad se me presentó… —Abre los brazos y señala a su banda— Me dije, ¡allá vamos! —arguye, sonriente.
—Creo que es una postura muy valiente. —Le halago.
—Es que sabes algo Mati, no sabemos cuanto tiempo nos queda en este plano… —comenta y sonrío, «Si supieras, amigo mío» pienso— No quiero llegar a mi lecho de muerte y cuestionarme, ¿Por qué hice esto?, ¿Por qué no hice aquello? —agrega y me quedo pensando en esas mismas preguntas.
—Creo que tienes razón. —Asiento en su dirección— Quizás sea algo en lo que me deba detener a pensar. —murmuro, y no sé si me escuchó o no, ya que no dice nada.
—La tengo, Mati… Te sientes pleno con poco y no necesitas grandes cosas para ser feliz, lo único importante aquí, es no herir a los que estén a tu alrededor. —dice. Le doy un trago a mi vaso y asiento— Lo demás, llega solo. —dice esto último, con una sonrisa en los labios.
—Me gustó la onda de acá, —comento sonriente— ¿cada cuanto toca tu banda? —pregunto.
—Todos los viernes. —contesta— Jueves y sábado, vienen otras. —agrega.
—Ha sido una súper buena experiencia hablar contigo Alex, no tienes idea cuanto me has ayudado. —comento, por lo que me mira con una ceja alzada.
—Sé que hay algo que no me has querido decir, Mati. —dice— Se nota en tu mirada que algo te pasa, pero lo respeto y sólo te deseo que lo sepas cambiar de perspectiva y lo tomes como algo bueno. —finaliza.
—Gracias Alex. En su debido momento, te lo podré comentar. —Le sonrío y me pongo de pie— Creo que ya me voy a casa. —arguyo.
—Un placer volver a verte Mati, no perdamos el contacto. —pide. Le doy un abrazo y camino hacia la salida.
—¡Nos vemos! —Me despido, dándome la vuelta y levantándole la mano, como despedida.
Apenas salgo del bar, me encuentro con James, que ha tenido una paciencia de oro esperándome.
—James, ¿Por qué no entraste? —Le pregunto, abrazándome, porque está bastante frío acá afuera.
—No se preocupe, señor. —responde despreocupado.
—Llévame a algún parque, quiero caminar. —ordeno y éste asiente de inmediato, abriéndome la puerta del auto.
Llegamos un pequeño parque que queda cerca de casa, por lo que me bajo y comienzo a caminar, mientras pienso en todo lo que hablé con Alexander y lo último que me dijo, me hace mucho sentido. Yo tampoco quiero haber pasado estos últimos meses que me quedan de vida, pensando en qué hubiese pasado si hubiera hecho tal o cual cosa, y es ahora cuando debo tomar las decisiones.
El frío de la noche comienza a calar mis huesos, por lo que después de tener una larga conversación conmigo mismo, me subo al auto con la convicción de que ahora en adelante, haré todo de lo que me privé por años, y que me haga feliz. Y cuando sea mi hora de muerte, no haberme arrepentido, por no disfrutar de la vida por miedos, o por dedicarme sólo a trabajar.
James nos lleva a casa, donde Pin nos espera un tanto intranquila.
—Ya me tenías preocupada, Mati. —Su cara llena de preocupación me enternece por completo.
—Mami, sólo fui a tomarme unas cervezas con un viejo amigo. —bromeo, por lo que se cruza de brazos y me hace un puchero.
—No me salgas con esas cosas Matías, ya los dos sabemos que los mareos aún no se te pasan por completo y… —Le hago un stop con las manos para que no diga nada más.
—Ya sé todo eso Pin, y también sé que me voy a morir, por lo mismo he tomado un par de decisiones de las que te voy a informar mañana. —comento, mientras camino a la sala y me siento en uno de los sillones— Voy a necesitar que llames a George, para que se presente mañana a primera hora. —ordeno, por lo que camina a paso rápido hacia mí y se sienta a mi lado.
—Espero que me cuentes antes de hacer alguna tontera. —advierte, por lo que me giro hacia ella y alzo una ceja— No me mires así Mati, no quiero que tomes alguna mala decisión, eso es todo. —aclara.
—Claro, ahora resulta que soy una persona que toma malas decisiones. —Me hago el ofendido.
—Ya sabes a qué me refiero. —Vuelve a decir, por lo que me pongo de pie y le doy un beso en la frente.
—Hasta mañana, Pin. —Me despido y me voy a mi cuarto, con la tranquilidad de saber que Pin se tomó en serio lo de quedarse a mi lado hasta mi último día, ya que prácticamente, se vino a vivir conmigo.
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➷ A la mañana siguiente… ➹
Me levanto temprano, me doy una ducha, me pongo unos jeans y una camiseta y me voy a la cocina para tomar desayuno, encontrándome con Meche, que está haciendo unas arepas.
—Buenos días Meche. —saludo, por lo que me sonríe.
—¿Y este milagro don Matías? —cuestiona.
—Tus arepas me trajeron aquí. —bromeo.
—Ya le preparo algunas. —dice animada. Me tiende el plato y hay algunas rellenas de pollo y otras con guacamole.
—Mmmm… esto está delicioso. —La halago, con la boca llena, justo cuando viene entrando a la cocina Pin.
—¡Buenos días! —Nos saluda— George debe estar por llegar. —informa, a lo que asiento.
—Maravilloso. —Vuelvo a decir con la boca llena.
—¡Mati! —Se queja Pin, por lo que simplemente me cubro la boca con una servilleta, para evitar reír y escupirla con comida. Me termino mi café, dejo a Pin con Meche y me voy a mi despacho.
Busco entre mis carpetas los documentos que necesito. Y me pongo a traspasar mis ideas en un correo, para tener claros los puntos que quiero tocar con George. Golpean a la puerta y entra Pin.
—¿Me vas a decir lo que vas a hablar con George? —indaga, por lo que le sonrío.
—Creo que mejor se los diga a los dos al mismo tiempo. —contesto, ya que no quiero que Pin me intente hacer cambiar de parecer antes de tiempo. Suena el timbre y Pin se pone de pie para ir a abrir. A los minutos entra con George, que se asoma con cara de pregunta.
—Buen día señor Archer. —Me extiende la mano, la cual estrecho para saludarlo.
—George, necesito que pongamos en orden algunos temas. —Le informo, mientras le hago un ademán para que tome asiento.
—Cuénteme. —dice serio. Pin me mira con curiosidad y ansiosa, ya que juega con su pluma.
—George, te lo voy a contar en simple. —advierto— Me voy a morir. —asevero y la cara de Pin es un poema, George me mira con cara rara.
—Claro, todos nos vamos a morir, señor Archer. —dice revoleando los ojos. Suelto un largo suspiro.
—Me queda menos de un año de vida, George. —confieso. George mira a Pin, quien baja la mirada y se acomoda, incómoda en el asiento.
—No sé qué decirle, Matías. —dice dubitativo— Tan joven… —sisea.
—Bueno, sé que es una noticia chocante, George, pero debo dejar algunas cosas en orden, antes de que eso ocurra. —Asiente enseguida y comienza a sacar unos papeles de su maletín.
Le pedí a Pin que se retirara y me dejara solo con George, a quien comencé a contarle las cosas en las que había estado pensando, que se harían efectivas al momento de fallecer.
Quería dejarle a Pin el 70% de la empresa, ya que, sin ella, nada de esto hubiese sido posible. Necesitaba buscar socios accionistas que estuvieran interesados en comprar la otra parte de la compañía y quisieran invertir en ella, para asegurar que Smart-Co siga a flote, aún con mi ausencia.
En cuanto a los dineros y mi fortuna, iba a hacer algunas contribuciones y generar algunas becas, además de otros planes que aún no tenía tan claros.
Mi única heredera, sería Josephine, porque mi familia jamás me apoyó, sólo se burló de mi, de mis sueños y cuando me comenzó a ir bien, se acercaron “orgullosos” de su hijo, cuando siempre me habían remarcado lo inútil que era haber estudiado esa “carrera extraña” y remarcar lo desilusionados que estaban de mi.
Por ahora, quería disfrutar de mi fortuna y de los meses que me quedaran, sin tener que tomar ningún tipo de decisión, por lo que dejaba toda esa responsabilidad en Pin.
—¿Está seguro Matías? —Me pregunta por tercera vez, por lo que asiento, firmando el documento— Está bien. Te enviaré a tu correo toda la documentación una vez lo haya legalizado ante un notario. Mientras tanto, necesito que Pin firme el consentimiento para tomar el control de Smart-Co. —remarca. Le mando un mensaje a Pin, para que se acerque al despacho. No pasan ni cinco minutos y ella entra por la puerta y nos mira con duda.
—¿Qué sucede? —pregunta mirando fijamente el documento que está sobre el escritorio con una pluma encima.
—Señorita Smith, necesito que lea este consentimiento y luego lo firme, por favor. —pide George, por lo que Pin me mira con cara de pregunta, y simplemente apoyo mis codos en el escritorio, afirmando mi mentón con las manos entrelazadas. Josephine se sienta y comienza a leer, y cada vez que lee algo, me mira y niega.
—¿¡Estás loco, Matías!? —cuestiona, negando en repetidas ocasiones.
—Firma, Pin. —ordeno, sin siquiera pestañear.
—Es tu Smart-Co, es tu vida. —insiste, pero simplemente la observo, con una sonrisa en los labios.
—Tu lo has dicho, Pin, es mi vida… y se agota el tiempo. —recito, tras observarla mover el lápiz contra la mesa— Quiero vivir, lo poco que me queda por vivir. —murmuro, y me queda mirando, con sus ojos cristalizados.
—Te dije que no hicieras una estupidez… —susurra.
—Sólo en ti confío, Pin. —Le digo mirándola a los ojos. Con lágrimas en sus ojos, asiente y firma— Gracias, hermosa. —le digo, poniéndome de pie y abrazándola.
—¡Estúpido! —dice, mientras me golpea el pecho con suavidad.
—Pero así me amas. —susurro, y ella asiente.
—Sabes que si. —Se aferra más a mi abrazo y ahora sólo sonrío, pensando en que ahora comienza mi nueva vida.