Caminaba por inercia, afirmado de mi mejor amiga, y de la única testigo de la tragedia que acontecía a mi vida desde este momento.
—Cáncer… —digo casi en un susurro, queriendo sentarme en una de las bancas en la sala de espera. Pongo los codos sobre mis rodillas y dejo caer mi cabeza en entre las palmas de mis manos, mientras los mareos no dejan de recordarme que me queda poco tiempo y voy a morir.
Josephine no dice absolutamente nada, está muda desde que salimos de la consulta, porque por supuesto, entró conmigo para escuchar lo que su amigo, el doctor Osvaldo Salvatierra me tenía que decir. Siento que se pone de pie y corre de regreso a la consulta, pero soy incapaz de mirar hacia el lado, ya que los mareos no me han dado tregua.
No sabía qué pensar, ni siquiera me preguntaba el típico “¿Por qué a mi?”, porque no tenía idea, me sentía completamente perdido, ni siquiera sabía qué quería hacer, ya que el diagnóstico fue tan crucial, que lo único que pude decidir en ese momento fue el negarme por completo a recibir un tratamiento, ya que no estoy dispuesto a pasar mis últimos días metido en un hospital, viendo como los que están a mi alrededor van muriendo uno a uno; además, mi fobia a las agujas no es compatible con hacerme un tratamiento así que no, si voy a morir, será dignamente en casa, solo, pero en casa.
Siento que una mano me aprieta el hombro, por lo que lentamente abro los ojos y no logro distinguir nada, porque no me había dado cuenta que estaba llorando. Dos manos me quitan las lágrimas del rostro y supongo que es Josephine.
—Estaré contigo hasta ese último día, ¿me oíste? —dice entre sollozos, por lo que la atraigo hacia mí y la abrazo. Ambos nos ponemos a llorar como un par de críos sin contenernos.
—Lo sé Pin… lo sé… —Logro decir cuando mi respiración se regula un poco. Nos separamos, y la veo realmente afectada, así que ni siquiera le pregunto qué le dijo el doctor.
—Vamos a casa, tienes que descansar. —ordena, por lo que me ayuda a poner de pie y salimos del hospital, donde nos espera James, que corre para ayudarnos.
—Siempre al pie del cañón, James… eres un gran sujeto. —Lo halago, y no quiero verlo, para no volver a marearme, solo escucho un murmullo de Pin, que algo le dice.
Me siento en el cómodo asiento y luego se sienta Pin a mi lado. Siento cómo vibra su móvil, por lo que lo saca y comienza a hablar, dando ordenes como siempre, aunque realmente no le presto atención a lo que habla.
Me quedo mirando fijamente un punto cualquiera dentro del auto, para evitar mirar por la ventana, recuerdos de la niñez vienen a mi memoria, y realmente no fui un niño infeliz, tuve bonitos momentos familiares, sobre todo las navidades.
«¿En qué momento nuestra familia se fue a la mierda?» me pregunto, sin saber la respuesta, ya que los recuerdos de niñez, siempre fueron felices, entre amigos, mis padres sonriendo, yo con mis inventos y mi hermana jugando a las muñecas.
Se me aprieta el pecho de pensar que eso será algo que no voy a lograr experimentar jamás, el traer un hijo a este mundo, amanecer con el amor de tu vida, enamorarse, salir con amigos, ir al cine… cosas tan sencillas que deje de vivir, por hacer realidad mi sueño.
La verdad era que hace años ya lo había conseguido, a los dos años de asociarme con Albert Griffin, le había comprado su parte, por lo que ahora era el único dueño de Smart-Co., y a medida que la tecnología vaya evolucionando, seguirá creciendo cada vez más, por que, a pesar de tener miles de competencias, somos unas de las más fuertes, gracias a los sistemas de seguridad, que mi buen amigo y jefe de desarrollo de plataforma, Julian Riffo, había conseguido en poco tiempo.
**Flashback
—Pin, necesito hacer mejoras en la seguridad de las apps. Los sistemas evolucionan y se vuelven cada vez más vulnerables. —comento, mientras mi amiga toma nota. Sigo revisando en una de las Tablet’s una de las últimas aplicaciones y niego.
—¿Crees que David no lo esté haciendo bien? —cuestiona y volteo la Tablet, para mostrarle que ya nos han hackeado una vez más, y además han replicado la aplicación— ¡Estos hijos de su madre! —exclama y me largo a reír, porque a pesar de que Pin es muy avasalladora y con un carácter fuerte, es una dama y difícilmente dice groserías.
—Necesito encontrar a alguien que sea capaz de hacer inquebrantable la seguridad de las aplicaciones. —digo más para mí que para Pin, pero de igual forma toma nota.
—Mati, tienes entrevista en media hora con la revista Empire. —Me recuerda y lo había olvidado completamente— Es una chica la que viene, se llama Sara Stevens. —dice y le junto las manos dándole las gracias.
—No sé qué haría sin ti Pin, te amo. —Le tiro un beso y se ríe.
—Yo tampoco lo sé… Sin mi estarías perdido. —Me saca la lengua y sale de la oficina.
Me pongo a revisar en internet cosas sobre la revista Empire y veo que la periodista que vendrá es muy conocida en el área de la tecnología, por lo que creo que tendremos una interesante entrevista. Golpean la puerta y miro mi reloj, sin entender cómo es que pasó media hora tan rápido.
—¡Pase! —exclamo, poniéndome de pie para recibir a Sara. La chica entra y trastabilla apenas pone un pie en mi oficina, por lo que se sonroja de inmediato, cuando la ayudo a incorporarse— Descuida, pasan que cosas. —bromeo, haciéndola reír.
—¡Sari-cosas! —dice encogiéndose de hombros, por lo que lanzo una carcajada que nos hace reír a los dos.
—Qué original. —digo aún divertido— Toma asiento, Sari-cosas. —bromeo y ella se ríe.
—Perdóneme señor Archer, pero esto ya es parte de mi vida. —dice un poco avergonzada, y niego.
—Dime Matías, no soy tan viejo, ¿o sí? —pregunto y se vuelve a sonrojar.
—La verdad no, aunque ya lo había Stalkeado. —confiesa y vuelve a ponerse roja.
—Apuesto que me veo más guapo en persona, ¿qué no? —digo divertido y ella se ríe— Tú te ves muy joven Sara, ¿cuantos años tienes? —pregunto y recuerdo que a las mujeres no se les pregunta la edad, pero me lleva, ya está hecho— Si es que puedo preguntar. —corrijo encogiéndome de hombros.
—Tengo 29, aunque siempre me dicen que me veo menor. —contesta con una sonrisa— Usted me dice cuando comenzamos. —propone.
—Cuando quieras, linda, pero por favor, no me trates de usted, tengo 4 años más que tú. —Le guiño un ojo, y se vuelve a sonrojar. Asiente y saca de su bolso una agenda y una grabadora, en eso aparece Pin con una bandeja con café y unas galletas—Gracias Pin.
Luego de varias preguntas relacionadas a los inicios y al presente de Smart-Co y a varias de nuestras aplicaciones, nos ponemos a conversar de otras cosas, así que al final no sé qué fue entrevista y qué no, ya que Sara resultó ser muy simpática.
—Actualmente estoy buscando una pieza clave para seguir creciendo como compañía, pero aún no doy con el perfil de la persona que busco. —comento y ella muestra mucho interés en ello.
—Pero, ¿qué es lo que necesitas específicamente? —cuestiona y le explico un poco de qué se trata lo que debe hacer la persona que necesito, y los requisitos que debe tener.
—Prácticamente será mi mano derecha, porque trabajaremos en conjunto, ya que, aunque no lo creas, yo intervengo en muchas de las cosas que aquí creamos. —confieso y ella se ríe.
—Conozco alguien perfecto para ese puesto. —asevera y tiene toda mi atención.
—¿Qué esperas para darme su nombre y contacto? —digo divertido y ella vuelve a sonreír.
—Mi novio Julian, es ingeniero informático y sabe mucho sobre estas cosas. —comienza— Actualmente es jefe del departamento de TI en Empire, pero ya siento que está aburrido ahí, aunque no lo dice, —Hace una mueca— porque no es mucho lo que hay que hacer, ya ha implementado muchos softwares para mi departamento y para el de diseño, pero siente que no avanza. —farfulle y me largo a reír.
—Ni aire tomaste, para decirme todo eso. —digo entre risas— Me gusta. Dame el contacto de tu novio, o si puede, dile que venga, para que vayamos a almorzar y conversamos. —propongo y su cara es un poema. Saca de su bolso su móvil y comienza a mensajear de inmediato.
—Ya le estoy preguntando. —afirma, por lo que sonrío y me echo para atrás en la silla— Vendrá enseguida. —dice con una amplia sonrisa en el rostro.
Después de que Sara me presentara a su novio Julian, mi día se iluminó. El chico realmente es un genio, un poco nervioso al inicio, pero al momento de hablar de softwares y aplicaciones, se maneja perfectamente. Creo que será un excelente elemento en mi compañía.
**Fin del flashback
Y así había sido. Julian además de convertirse en un buen amigo, es el que se ha encargado de que nuestras aplicaciones sean incorruptibles.
Habían sido tantos los logros, en tan poco tiempo, pero a costa de años de soledad, y mucho, mucho trabajo. Ahora me sentía mutilado, como si me faltara una parte de mi cuerpo, y no sabía el por qué.
—Mati… —La voz de Josephine me saca de mis recuerdos y me trae nuevamente al presente, a este horrible presente, donde todo se desmorona de a poco— Ya llegamos. —menciona.
James baja rápidamente del auto y le abre la puerta, por lo que se baja y poco a poco me muevo para bajar del auto, con la ayuda de James y Pin. Entre los dos me ayudan a subir al elevador, y tengo suerte que estos departamentos exclusivos, sólo tengan tres pisos, aunque en realidad son seis, porque son dúplex y el mío es el último.
—Siento como si tuviera ochenta años… —balbuceo, mientras ambos me llevan rápidamente a mi dormitorio. Pin me suelta de su lado y un nuevo mareo me hace detener la marcha.
—Lo siento Mati. —Se disculpa y camina rápido para abrir las persianas y acomodar los cojines en la cama— Recuéstalo James. —ordena. Escuchamos los pasos de Mercedes que viene al dormitorio.
—¿Qué le pasó a Don Matías? —pregunta en ese acento tan marcado que tiene la Meche— No me diga que sigue con esa cruda sin alcohol. —interroga y sólo puedo levantarle el pulgar, para que entienda que es eso— Iré por un recipiente, por si las moscas. —bufa, saliendo del dormitorio.
—James… —Lo llamo, por lo que se acerca a mi.
—Me voy a… —Pin me interrumpe.
—Te vas a acostar a descansar… Yo me encargaré de todo. —ordena y le hago un gesto como obedeciendo a un general del ejercito— Osvaldo me dijo que te diera una de estas pastillas cada ocho horas, son para aliviar los mareos. —explica— Estamos a la hora para tomarte el primero. —dice, mientras toma la jarra con agua que siempre tengo en mi mesa de noche y llenando un vaso. Me entrega la pastilla y me la trago apenas ya que era tremenda.
—Parecía un caramelo esa pastilla. —Me quejo, logrando sacarle una risa a Pin.
—Estaré en tu despacho, pero estoy aquí por si me necesitas. —informa y le hago un sonido afirmativo, cerrando los ojos.
Todos salen del dormitorio, dejándome solo y es aquí cuando el peso del diagnóstico logra por derrumbar todo lo que Matías Archer era hasta hace unas horas atrás.