Tras despedir a George, Pin se marchó a la oficina, porque tenía una reunión a la que debía ir. Sentirme libre de responsabilidades sólo me generaba confusión y un poco de ansiedad, porque estaba decidido a vivir la vida, hacer cosas a las que no les había dado posibilidad por estar trabajando, pero ¿Cómo se generan esas instancias?, ¿Las buscas en alguna parte?, ¿Se dan por sí solas? No tenía respuesta para ello, por lo que me encontraba de brazos cruzados, mirando por el gran ventanal de la sala.
—Se le va a pasar la vida, mirando la ciudad. —Me dice la Meche. Me volteo a verla, mientras se acerca con la aspiradora hacia la sala— Salga, don Matías, no la piense tanto. —Me anima.
—Tienes razón Meche. —digo, caminando hacia la puerta— Saldré a dar una vuelta. —Tomo mis gafas de sol y mi chaqueta, para salir del apartamento.
Llego al primer nivel, y me encuentro con James, que me mira con cara de “¿A dónde lo llevo?”, pero le hago un gesto para que se relaje, y sigo mi camino hacia la entrada del edificio.
Comienzo a caminar sin destino aparente, cuando veo un perrito callejero que me mueve la cola, amigable.
—Hola amigo, ¿Tienes hambre? —Le pregunto, mientras le acaricio la cabeza, éste me ladra en contestación, lo que me hace reír. Entro a un negocio y le compro algo para que coma. Le dejo un vaso plástico con agua y sigo mi camino hasta llegar al parque. El panorama es similar, ya que se ven familias paseando, felices, algunos enamorados sentados en el pasto, personas haciendo deporte, grupos de amigos conversando y algunos solitarios, como yo, caminando por el hermoso lugar.
Sigo caminando con tranquilidad, observando el paisaje y disfrutando de él hasta que vuelvo a ver a mi amigo de cuatro patas, merodeando a mi alrededor.
—Vaya, tienes buen olfato amigo. —Le hablo, como si realmente me pudiera entender, pero él simplemente me mueve la cola, mientras olfatea a su alrededor.
Avanzo unos metros más, cuando siento una gritadera de perros que me hace voltear. Una chica de unos 18 años, es arrastrada por al menos diez perros a la vez, a los que debería estar paseando con tranquilidad, pero en realidad están alterados por la presencia de mi canino amigo.
Los perros la jalan hacia mí, ella tropieza y salen todos los perros disparados, cada uno en diferente dirección, tirándome al suelo y prácticamente pasando sobre mí. Me pongo de pie rápidamente y me acerco a ella, para ayudarla a levantarse.
—¿Estás bien? —Le tiendo la mano, la cual toma y la ayudo a pararse— ¿Cómo te llamas? —pregunto.
—Sí, gracias. —contesta— Me llamo Mónica. —dice, mientras se sacude la ropa— ¿Usted está bien? —pregunta preocupada y asiento— Agregue dos perros más a mis paseos diarios, y aún no se acostumbran a caminar en manada. —explica.
—Te llamas igual que mi hermana. Yo soy Matías. —Le sonrío— ¿Y cómo le haces para llamarlos? —pregunto con curiosidad. La chica se mete la mano al bolsillo y saca un silbato plateado. Lo sopla y no escucho absolutamente nada— Parece que estropeo, no se escucha nada. —comento y ella niega con su cabeza.
—Usted no lo escucha, pero ellos sí. —dice y como por arte de magia, se comienzan a acercar los perros con sus respectivas correas. Veo a la chica que mira para todos lados, preocupada— Me faltan los dos nuevos. —dice, mientras se acomoda con los demás.
—¿Te puedo ayudar de alguna forma? —pregunto y se encoje de hombros— Cuatro ojos ven mejor que dos. —comento, y ella se sonríe. Comienzo a caminar con ella, mientras buscamos por varios sectores del parque, sin éxito. Ella bufa.
—No sé qué hacer. —dice un poco frustrada.
—¿Y si llamamos a la perrera?, supongo que tus pequeños amigos, están registrados por sus dueños. —indago a lo que ella asiente entusiasta.
—Es uno de mis requisitos cuando me contactan, me preocupo que sean dueños responsables de sus mascotas. —dice con orgullo.
—Excelente. —comento, mientras marco para llamar.
Tras hablar con los de la perrera, seguimos buscando, mientras recorremos el parque.
—¡Ahí! —exclama, señalando a uno de los perros, que está olfateando el pasto. Corro hacia él, me acerco con cautela y cuando creo que lo tengo en la mira, me abalanzo contra él, pero el desgraciado alcanza a correr, dejándome tirado sobre el pasto. Me pongo de pie, mientras Mónica se carcajea— ¡Lo siento! —Se disculpa— Es que caíste muy gracioso. —Se vuelve a reír, lo que me hace reír también.
Vemos entrar al parque a la gente de la perrera, así que nos acercamos a ellos, para darle los datos de los perros que se han escapado. A los pocos minutos vienen con el que se me había arrancado.
—Aún falta Spike. —dice Mónica, un poco cabreada.
—¿Te parece que lo busquemos por los alrededores del parque?, quizás salió de esta zona. —propongo. Mónica me mira con cara de pregunta, evaluando la situación.
—¿Por qué me ayuda? —pregunta un poco más seria, cuando le hago un gesto invitándola a la calma.
—Tranquila, simplemente estoy de vacaciones, y no tengo nada más que hacer. —confieso. Ella me vuelve a mirar extrañada— Si no quieres que te ayude, dímelo y sigo mi camino, Mónica. —Me encojo de hombros y la quedo mirando, esperando qué me va a decir.
—Náaa… vamos. —dice graciosa, por lo que sonrío y nos ponemos a caminar hacia la salida del parque— ¿Y a qué se dedica? —pregunta, luego de un rato caminando.
—Tengo una compañía de telecomunicaciones. —comento, como si no fuera la gran cosa. Después de un rato de conversar sobre qué hace cada uno, seguimos caminando hasta que hacemos la ruta por la que venía hacia el parque— ¡Hey!, ¡Ahí! —señalo hacia donde se encuentran nuestros amigos, a los que hemos estado toda la mañana buscando. Ambos perros están juntos, tomando agua del vaso que le dejé al callejero que encontré por la mañana.
—¡Awww!, parece que se quieren. —dice Mónica con ternura y asiento.
—Ya veo por qué desaparecieron estos dos. —bromeo. Me acerco con cautela hacia donde está Spike y mi amigo, que resultó ser amiga. Lo tomo por la correa y Mónica hace una pequeña celebración, por tener todos los perros bajo su control ahora.
—Ahora puedo respirar. —dice divertida. Tomo mi móvil y les aviso a los de la perrera, para que dejen de buscar.
—Y tú amiga, te hiciste un amigo y un novio en un mismo día. —bromeo, mientras le acaricio la cabeza, por lo que Mónica se ríe.
—¿Y por qué no un dueño, más que un simple amigo? —cuestiona, por lo que la miro que está sonriente a la expectativa de mi respuesta.
—¡Por qué no! —exclamo, y la perrita me ladra, como si comprendiera a la perfección a qué me refiero— Creo que tendré que llevarla al veterinario. —digo en voz alta, aunque en realidad era más para mí.
—Yo ya me debo ir para comenzar a dejar a todos estos nenes a sus casas, pero de camino hay una clínica veterinaria muy buena. —comenta con entusiasmo.
—Maravilloso, vamos. —digo sonriente, dándole un chiflido a mi nueva mascota, la cual me sigue de inmediato. Llegamos al lugar que me recomendó Mónica, nos despedimos, y me dejó su contacto, para cuando lo necesite, pasear a mi nueva amiga.
Entro al lugar, y las dos chicas de la recepción me quedan mirando.
—Buenas tardes señoritas. —saludo, haciéndome el galán, ya que me encanta dejar a las mujeres con la boca abierta, y sí, ya sé que soy un engreído.
—Buenas tardes, ¿El perrito viene con usted? —pregunta, y asiento.
—Creo que es una señorita, y desde ahora seremos más que amigos. —respondo coqueto, por lo que se sonroja de inmediato y la otra se ríe nerviosa.
—Vaya, qué lindo gesto. —dice la chica, por lo que le regalo mi mejor sonrisa— Le podemos ofrecer el servicio completo, donde la revisará un médico para saber si tiene chip, y luego, después de eso, baño, peluquería y vacunación, si es necesario. —explica.
—Adelante. —Doy mi aprobación.
Tras la confirmación de que mi amiga es callejera y no tiene dueños y después de casi dos horas de espera, donde creo que me leí todos los folletos sobre mascotas, tipos de comida y cuidados básicos, aparece el veterinario que la revisó desde un inicio. Mi nueva amiga está completamente irreconocible.
—¡Oye, pero qué guapa! —La llamo, y ella se acerca a mí feliz, moviendo la cola— Creo que te llamaré Bella. —digo, mientras las chicas nos ven con ternura.
—Esta hermosura, tiene un año y medio, está vacunada y desparasitada, le pondremos el chip ahora. —explica, tomando una jeringa un tanto extraña. La secretaria rellena unos datos en la computadora, el doctor le pone esta inyección a Bella, la cual se queja un poco— ¡Listo Bella!, ya te puedes ir a casa. —comenta sonriente el doctor.
—Doctor, yo creo que la voy a operar. —susurro, para que Bella no escuche.
—Agendemos para el próximo mes entonces, por ahora, cuídela bien y esperemos el celo. —Me da la mano y nos despedimos.
—¿Va a querer algo más, señor Archer? —pregunta una de las chicas, y asiento de inmediato. Después de comprarle comida, correa, un par de camas, platos para su comida, un sistema que le da la comida y agua de forma inteligente, una casa, y un baño, no tengo manos para irme tan cargado, por lo que llamo a James para que nos venga a buscar.
A penas termino la compra, llega James con cara de pregunta, y Bella lo olfatea animada.
—James, te presento a mi nueva Roommate. —comento divertido, por lo que me mira extrañado y se agacha para acariciarla. Bella como no es nada de tonta, se voltea dejándole acceso a su barriga, para que la acaricie allí—Ya te tiene, es más carismática que yo. —bromeo, lo que hace que las chicas se rían.
James saca las bolsas, y sale al auto, para volver y llevarse la casa y las cosas más grandes. Nos subimos al auto, y ella está emocionadísima mirando por la ventana, ladrándole al mundo que ahora tiene hogar y alguien a quien querer.
Apenas llegamos a casa, corre a la sala y bautiza la alfombra.
—¡Bella! —La reprendo, pero me pone ojitos tristes y se me estruja el corazón— Perdóname chiquita, no te quería gritar, pero eso, —le apunto la alfombra— no se hace, señorita. —Me mira como con la cabeza gacha, sabiendo que lo que hizo está mal— Ahora te vas a meter en problemas con Meche, así que, si no te la ganas por las buenas, no sé cómo le vas a hacer.
—¡Válgame Dios! —exclama Meche.
—¡Oh, Oh! —Le digo a Bella.
—¡Qué cosa más hermosa y más divina de la tierra! —comienza a decir, mientras Bella camina tímida hacia Meche, moviéndole el chongo de cola que tiene— ¡Ay mami, si yo te voy a consentir, mi vida! —Sigue hablándole en cuchi, por lo que revoleo los ojos y me largo a reír, y creo que, desde hace un largo tiempo a esta parte, no me sentía así de feliz.