Camille
Alexander.
Alexander es un hombre que provoca estragos dentro de mi cuerpo cada vez que lo veo, un hombre al cual me siento atada de pies y manos, y no importa cuánto lo intente, no puedo escapar del hechizo que me tiene sometida a él. Es un puto abismo que me consume día con día y drena mi racionalidad.
Tal vez muchos crean que existe un límite para amar a una persona, que se debe medir la cantidad de amor que sientes y otorgas a alguien, más cuando él sentimiento no es recíproco. Pero tengo la teoría de que están completamente equivocados, porque la realidad es que no lo hay, no hay límites prescritos y mucho menos cuando se siente lo que yo siento por ese hombre frío y soberbio.
No hay límites cuando se ama a un demonio.
Pero debería haberlos.
—¡Camille! —La rubia interrumpe mis pensamientos; sacudo la cabeza y me centro en ella—, tenemos que entrar ahora —su voz adquiere una nota fiable—. Él no vendrá, estoy segura de que lo perdimos en la carretera y no hay manera de que nos encuentre —menciona vagamente mientras acomoda el dobladillo de su vestido.
í quería que viniera>>
—Entremos —tiro de su brazo, alejando ese pensamiento—, hoy me emborracharé hasta que se me olvide mi nombre. Y de él.
Sam solo esboza una sonrisa maliciosa, los ojos le brillan y hago una mueca. Espero que esta noche no acabe mal.
Nos hacemos camino hacia al club, esquivando a la m******d y al entrar entiendo por qué es el mejor club de la ciudad, el ambiente es genial, las luces de colores hacen contraste con la oscuridad, el humo de gas denso que inunda el lugar, el gran tubo que se encuentra en el centro de la gran pista, las incesables risas, los gritos, hombres, mujeres, el olor a alcohol mezclado con sudor, diversión y sexo. Mucho sexo.
Justo lo que necesito para olvidarme de él.
No tenemos ni veinte minutos en el lugar cuando Sam empieza a coquetear con un moreno guapetón que la devora con la mirada, mi amiga voltea a verme emocionada, pidiéndome permiso para acercarse a él y dejarme sola. Solo le regalo una sonrisa en forma de respuesta y la impulso para que vaya con el chico.
Genial, me he quedado sola.
Empiezo a caminar hacia la gigantesca barra donde se puede apreciar una gran cantidad de alcohol, sonrío entusiasmada, ya que eso es lo que necesito para poder borrar a cierta persona que no hace más que merodear por mi cabeza. Alcohol y más alcohol para soltarse y perder la vergüenza de subirme en ese tubo que me ha estado llamando desde que entré a este lugar.
—Un trago de lo más fuerte que tengas —pido en cuanto llego a la barra—, que sean dos mejor —decido; sin poder evitarlo utilizo un tono coqueto y le sonrío al apuesto mesero. Es muy guapo.
Se sonroja inmediatamente y eso me divierte.
—¿Estás segura? —pregunta dudoso—, sin afán de ofender, no te ves el tipo de chica que tomaría alcohol —espeta sonriente.
Lo miro fijamente sin saber si debería ofenderme por su comentario, pero termino sonriendo, negando con diversión.
—¿Me estás retando? —inquiero, arqueando una ceja; acto seguido el mesero pone los ojos en blanco y empieza a servir el trago con una sonrisa radiante en su rostro.
—Toma, linda —me entrega el shot.
—Gracias. —contesto, amable.
Sin pensarlo dos veces, tomo todo el alcohol que reside en el vasito de un solo trago, el líquido amargo quema mi garganta y me hace poner una mueca de asco que solo delata mi falta de experiencia, la sensación no es placentera y el sabor tampoco, pero sé que me ayudará a no pensar.
Necesito más.
Después del quinto o sexto shot he perdido la cuenta, pero qué importa, vine a emborracharme para olvidarme hasta de su nombre. Lo lograré. Necesito vaciar todo de mi sistema y llenarme de alcohol.
—Otro más —balbuceo haciéndole pucheros al mesero—, dame la botella entera mejor.
Enarca ambas cejas y me mira incrédulo. Su sonrisa vacila al verme.
—¿No crees que ya bebiste mucho por esta noche? —frunce el ceño, indeciso—. Mañana desearás no haber tomado demasiado, créeme, las resacas son lo peor del mundo —musita nuevamente, suavizando su voz.
Niego con una sonrisa.
—Mañana será otro día —contesto melancólica mientras ojeo mis alrededores en busca de algo o alguien—. Hoy solo quiero olvidarme de todo el caos que hay en mi vida, ¿me ayudarías, por favor? —pongo mi mejor cara de súplica, parece pensárselo por unos segundos, pero no se resiste y me sirve otro trago más.
Lo tomo de un tirón y vuelvo la mirada a la m******d que se encuentra en el club, mi vista se torna borrosa y apenas puedo distinguir las personas, todo me da risa, y no me es difícil deducir que el alcohol está empezando a hacer su efecto.
La cabeza me comienza a dar vueltas y una oleada de calor me recorre el cuerpo, pido un vaso de agua y me lo entrega en segundos, me sonríe con delicadeza y se dispone a atender a las demás personas dejándome sola en la barra. Bufo enojada, me paso la mano por la cara, intentando contener las maldiciones que tengo atoradas en la garganta ya que siento que el alcohol ha revertido su efecto y ha hecho que las penas comiencen a sentirse más pesadas.
I feel like I'm drowning hace eco en todos los altavoces del club invadiendo mis oídos.
No entiendo que impulso me entra, ya que sin pensarlo dos veces me levanto del asiento en donde estaba, ignoro por completo lo mareada que me encuentro y camino a paso firme hacia el tubo que se encuentra en la pista, me acerco peligrosamente, las piernas me tiemblan cuando reparo el panorama y deduzco todo lo que puede salir mal, pero ni aún así me acobardo, tomo el tubo con ambas manos y me dejo llevar por la ola de adrenalina que me surge en cuanto las notas musicales inundan mis sentidos.
Sé que no voy a hacer el ridículo, aunque el alcohol en mi sistema me grita lo contrario. Tomé clases de pole dance hace años a escondidas de mis padres, quienes no aprobaron mi decisión. Mamá dijo que si quería bailar, hiciera algo más “decente” y sin consultarmelo me inscribió en clases de ballet. Las odié porque no tenía la dedicación para hacerlo y por eso Sam me ayudó a fingir que las estaba tomando y ella ocupó mi lugar mientras hacia lo que en realidad me gustaba.
Esos eran buenos tiempos.
Los problemas se hacen diminutos en cuanto empiezo a moverme lentamente en el tubo, sacudiendo mi t*****o sensualmente, siento la atención de todo los presentes y eso me hace pasar saliva, nerviosa por quedar sin dignidad nuevamente.
Por la retina del ojo, visualizo a Sam quien me observa con los ojos abiertos de par en par, me conoce muy bien y sabe que no soy el tipo de chica que haga estas cosas en público, no tengo la confianza suficiente en mí misma, pero qué más da, el alcohol corre por mis venas en este momento y la vergüenza se ha esfumado.
Me dejo llevar por el ritmo de la música, muevo mis caderas con sensualidad, dejando que el ritmo tome el control de mis movimientos. El corazón me martillea con fuerza, acerco mi cuerpo al tubo y comienzo a bajar lentamente, teniendo muy presente que estoy dando una gran vista de mi t*****o a la audiencia. No me apena.
Soy consciente de las intensas miradas de los hombres tanto como de las mujeres, unos me comen con los ojos, otros me observan con ese brillo morboso, pero no les tomo importancia porque solo quiero bailar para mi misma y olvidarme de todo.
Olvidarme de él.
Inclinándome hacia afuera de mi propio eje y usando un impulso, engancho mi tobillo alrededor del tubo completando una serie de giros hacia abajo que me hacen sentir en la cima, porque estoy segura de que las clases funcionaron.
Los chiflidos se hacen escuchar y siento que me revientan los tímpanos, la gente enloquece y la mayoría de los hombres gritan eufóricos, eso me da la confianza de balancearme cómo una perfecta profesional. La adrenalina corre a mil, todo mi cuerpo se deja guiar por el ritmo de la canción, me deslizo nuevamente y me aseguro de que mis pies toquen el suelo, pero de repente siento unas manos apretando mi t*****o. Jadeo sorprendida, pero no lo aparto.
Ignoro el hecho de que sea un desconocido, no le hago caso a mi subconsciente que me advierte que recupere mi juicio y comienzo a moverme rozando nuestros cuerpos. Sin duda he tomado mucho alcohol para bailar así con un desconocido
La canción se acaba y la m******d vuelve a sus respectivos mundos, intento alejar mi cuerpo de aquel sujeto, pero su agarre se hace más fuerte provocando una punzada de dolor en mis caderas ya que el toque es brusco y no me agrada en absoluto.
—¿Podrías soltarme? —musito con seriedad—, por si no te has dado cuenta, la canción ha terminado.
El sujeto hace caso omiso a mis palabras, al contrario, comienza a restregar bruscamente su erección contra mi t*****o, una oleada de pánico me sube por la espina dorsal al igual que el miedo, una especie de terror me invade sin que pueda evitarlo así que intento alejar su cuerpo pero me sujeta fuertemente evitando que haga cualquier movimiento.
—Si no me sueltas en este mismo instante, te golpearé —amenazo cabreada—. ¡Suéltame idiota de m****a! —he perdido la poca paciencia y su cercanía me está provocando asco.
No se mueve, mantiene sus manos sujetas a mi cuerpo.
—¡Cállate! —me aprieta las caderas con brusquedad—. Tú me estuviste provocando todo el tiempo mientras bailabas como una zorra en ese m*****o tubo. Ahora te quieres hacer la digna pero así no funcionan las cosas, cariño —muerde el lóbulo de mi oreja, haciendo que arcadas de asco me revuelvan el estómago.
Hago un último intento en alejarlo y con las últimas fuerzas que me quedan lo empujo, no dudo en comenzar a correr directo a la salida del club, siento mi cabeza pesada y hay cierto dolor en mis caderas por el ajuste de ese m*****o.
Salgo del club y me detengo unos segundos para poder respirar, por alguna razón mi cuerpo no me responde y siento que pronto me desmayaré, soy consciente que no estoy en mis cinco sentidos, ni siquiera pude alejar aquel sujeto de mí. En estos momentos me arrepiento de haber bebido tanto, estoy expuesta y no me gusta sentirme frágil.
Avanzo lentamente pero alguien tira de mi cabello con una fuerza que me hace estremecer, un sollozo de dolor sale de mi garganta, giro mi cabeza y me encuentro con el m*****o sujeto, esta vez su sonrisa morbosa me eriza la piel, sus ojos azul hielo están cargados de furia haciéndome sentir diminuta ante él.
—Pequeña p***a escurridiza —escupe con rabia mientras comienza a manosearme sin descaro. Sus manos estrujan mi cuerpo—. Solo disfruta el momento, prometo que te haré gritar como la zorra que eres —ajusta su agarre en mi cuero cabelludo, sujetándome de la nuca y las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos.
Me siento asqueada con el tacto de sus manos en mis muslos desnudos.
—¡No! —grito asustada y presa del pánico que me sacude—, por favor...no —súplico al borde de la desesperación.
Su risa perversa y llena de satisfacción es lo único que captan mis oídos.
—Deja de resistirte —me advierte en un tono que no da cabida a la compasión.
—No…no me toques animal —digo con la voz entrecortada, a punto de romperme en llanto.
El sujeto hace caso omiso a mis súplicas y comienza a subir mi vestido para tener mejor acceso a mi piel desnuda, vuelvo la mirada a un punto n***o, presa del pánico que me sacude, no quiero verlo mientras esto sucede.
—¡Suéltame! —grito golpeándole con todas mis fuerzas—. ¡Ayuda, por favor! —forcejeo desesperada, pero es inútil ya que su cuerpo es dos veces más grande y mis fuerzas son nulas.
—¡Cállate zorra! —su mano se estrella con mi mejilla, me arranca un sollozo y un gran ardor palpita en mi piel.
Me ha abofeteado.
—Para…no hagas esto —ruego con el dolor distorsionando mi voz—, no quiero.
Suelta una risa sarcástica. Carece de emoción.
—Depende de ti si lo disfrutas o no —habla con cinismo mientras su mano se cierra en mi cuello y me doy cuenta que nada funcionará, él...
—¡Vete al demonio, m*****o! —le escupo la cara, no me importa lo que me pueda hacer, pelearé con uñas y dientes.
—Tú lo quisiste así —comienza a besarme el cuello y morderme la barbilla bruscamente, provocando un asco indescriptible en mi cuerpo.
Cada beso me quema como si le estuvieran echando ácido a mi piel.
Mis manos dejan de pelear, el cuerpo me está fallando a causa de todo el alcohol ingerido, y me doy cuenta de que no importe lo que haga, no se detendrá, dejo que mi mente viaje a otro lugar lejos de la maldita realidad, no quiero darme por vencida pero ya no puedo...
—¡Suéltala!
Un grito ensordecedor detiene el tiempo, podría jurar que es él.
Sin embargo, sigo sintiendo su cuerpo sobre mi, intentando desvestirme sin ningún descaro mientras sus manos se aferran a mi piel desnuda.
—¡Eres hombre muerto, hijo de puta! —no es mi imaginación, su voz invade mis oídos, él está aquí.
Él ha venido.
En un abrir y cerrar de ojos Alexander tiene al sujeto en el piso, estrella sus puños en el rostro del desconocido, lo hace sin ningún pudor. La sangre comienza a brotar por todas partes y me es imposible no tener miedo. No quiero que Alexander salga lastimado por mi culpa.
Necesito hacer algo, pero mi cuerpo no me da para más.
—Alexander, para por favor —ruego, pero sigue demoliendo su rostro a golpes, sé que ha perdido el control y temo no poder evitar que lo mate—. ¡j***r, lo vas a matar! ¡No vale la pena! —grito lo más fuerte que mis pulmones me lo permiten.
No funciona. Toco su espalda tratando de que se detenga, pero pasa todo lo contrario, mi toque lo tensa más.
—Te necesito, Alexander —digo lo primero que sale de mi boca—, te necesito a ti —confieso, haciendo que la tensión de su espada se relaje.
Después de unos segundos, mis palabras hacen efecto y Alexander deja de moler a golpes al sujeto. Comienza a caminar de lado a lado, como un animal salvaje fuera de control, decir que está furioso se queda corto para él, su respiración es pesada, puedo ver cómo está luchando consigo mismo para controlarse, pero no lo logra.
—Camille —habla Alexander saliendo de su trance, comienza a acercarse a mí y la distancia entre nosotros es nula—. Camille, dime que estás bien. Por favor —acuna mi rostro en sus manos y me mira preocupado, los ojos le brillan, pero las palabras se estancan en mi garganta y no permiten decirle algo.
> quiero decirle pero no puedo.
—Camille —vuelve a hablar, la súplica detrás de su voz me destroza—, ¿llegó a hacerte daño ese m*****o? ¿Te lastimó? —pregunta con la mandíbula apretada, la preocupación incrustada en su rostro.
Me limito a negar con la cabeza, aturdida por la situación.
Sin pensarlo dos veces, me acurruca en sus brazos y me estrecha fuertemente a su cuerpo, una sensación de paz me sacude y sin saber porque, me siento segura. Dejo caer las reprimidas lágrimas, mi rostro aferrado a su pecho, él no dice nada, solo me abraza y acaricia mi espalda haciendo que el miedo se esfume por completo.
—A-alexander —el llanto me ahoga—, te juro que no fue mi culpa —no sé por qué lo hago, pero intento justificarme.
Siento la vergüenza saliendo hasta por mis poros, ya que me encuentro prácticamente en ropa interior, mostrando mi desnudez, el sujeto desgarró la parte baja de mi vestido.
La expresión de su rostro se endurece y me preparo para lo peor.
—Claro que no lo fue, preciosa. Entiende que nada de esto es tú culpa —besa mi coronilla con ternura, un gesto tan ajeno viniendo de él—. Me encargare de está escoria, no volverá a tocarte —patea nuevamente al hombre que se encuentra en el suelo inconsciente y este solo emite un quejido de dolor.
Saca su móvil y habla con alguien por unos minutos, mi cabeza solo sigue repitiendo los eventos vividos como si fuera un m*****o video, el llanto no cesa y solo quiero salir de este m*****o lugar.
—Te llevaré conmigo —suena más a orden que a una pregunta así que no me opongo—. Ya no tengas miedo, Camille. Mataré a quien sea que se atreva a lastimarte —acaricia mi mejilla, con ese ápice de delicadeza y yo solo cierro los ojos dejando las lágrimas caer, sus palabras me arrebatan y ni siquiera hay necesidad de que responda, él sabe lo que siento.
Tenerlo cerca es tan reconfortante, su olor a menta hacen que mis sentidos bajen la guardia, sé perfectamente que con él estoy a salvo. Él puede tener la habilidad de provocar un huracán dentro de mí, pero también tiene la habilidad de transmitir paz, y eso es lo que necesito en este momento. Paz.
Al cabo de unos minutos, dos camionetas negras arriban al callejón donde nos encontramos, estoy tan absorta por la situación que no puedo concentrarme en lo qué pasa a mi alrededor. Veo salir a tres hombres de cada camioneta y sus rostros son neutros.
Alexander solo los observa, dándoles orden con la mirada y los hombres comienzan a recoger al hombre del suelo sin ninguna consideración.
—Llévalo a la comisaría —ordena Alexander—, ellos sabrán que hacer.
Los hombres solo asienten y acatan las órdenes de Alexander, comienzan a levantar al hombre que solo se queja de dolor. Siento pena por él. Aunque no sé la merezca.
Mi cuerpo empieza a cobrar factura por todo lo sucedido, mi mano alcanza a tocar la espalda de Alexander, el suelo se mueve cuando mi vista se torna borrosa y soy incapaz de recobrar el equilibrio de mi cuerpo. Intento hablar pero el nudo de mi garganta no me lo permite, ya estoy demasiado agotada.
—A-alex.... —las palabras se quedan estancadas en mi garganta, no puedo seguir de pie.
El aire comienza a faltarme, reduciendo todo a mi alrededor, mis piernas están débiles y sin poder evitarlo mi cuerpo colapsa, pierdo el conocimiento, mis ojos se cierran y solo me prepara para el golpe contra el duro cemento, deseando que no duela tanto como esta noche.