Camille
En los dos últimos años de mi vida, he soñado con perder mi virginidad con él, para ser honestos, la mayoría de mis pensamientos se revuelven en su persona y en lo que él representa en mi vida. La idea de perder mi virginidad me pone nerviosa, mareada, quiero que sea especial y que tenga la misma importancia para él, así como la tiene para mí.
La única diferencia es que en mis sueños él corresponde abiertamente a mis sentimientos, él si está enamorado de mí, él si me ama igual o más que yo. Sin embargo, hoy la realidad es otra. Una realidad que no me gusta. Una realidad a la cual odio con todas mis fuerzas y me niego a aceptar porque el solo contemplar la idea de que no me ame me hace querer morir. Simplemente no puedo, no me entra en la cabeza.
Pasé dos años amándolo con cada fracción de mi cuerpo, deseándolo como nadie, adorándolo y ahora que todo ha salido a la luz. Las cosas se ven perdidas. Ese tiempo no ha valido nada. Todo lo que hice y sentí fue en vano porque él no dedicaba ni un cuarto de pensamiento en mí como yo lo hacía en él.
Por esa misma razón, profundizo nuestro beso permitiéndole a su lengua explorar cada rincón de mi boca y es sólo un m*****o intento de apagar las voces de mi cabeza que me gritan a todo pulmón que estoy haciendo las cosas mal porque entregarme de esta manera me va a pesar Quiero aferrarme a él tanto para que no se me resbale de las manos. ¿Me arrepentiré de seguir su juego? Probablemente sí, pero ahora necesito más de él, lo he esperado por mucho tiempo y este d***o me está consumiendo lenta y dolorosamente como para retractarme.
Un gruñido ronco abandona su garganta y mi cuerpo se estremece.
—No, Camille, esto no está bien —rompe nuestro beso de manera brusca, para luego mirarme a los ojos y maldecirse a sí mismo por lo que ha hecho.
La punzada de dolor me hace estremecer pero aun así no quiero que se detenga. Quiero que me bese hasta que se de cuenta que si valgo la pena, que soy suficiente, quiero que se de cuenta que esto puede funcionar. Necesito que solo nos de una oportunidad.
Mi mirada se encuentra con la suya y mis ojos comienzan a picar por las ganas de llorar que me asaltan.
—No me importa, Alexander —mi voz se entrecorta, haciéndome imposible la tarea de hablar con decencia. Él me observa preocupado, mostrando una mueca de arrepentimiento.
—Si importa, Camille —pronuncia con notoria molestia mientras deja salir un suspiro, casi con pesar—. No te hagas la tonta, sabes que saldrás lastimada así que no te hagas esto. No nos hagas esto a los dos. —Tiene razón, sé que tiene razón, me estoy mintiendo a mi misma tratando de convencerme que no me importa entregar lo que yo considero más importante a un hombre que ha dejado muy en claro que no siente nada por mí, y tal vez por eso no puedo alejarme como debo hacerlo después de su rechazo.
Porque he pasado los dos últimos años de mi vida creando altas expectativas en él para darme cuenta que solo fueron eso, expectativas y ninguna realidad.
—No importa que no me ames —lo digo con voz temblorosa, sabiendo perfectamente que dentro de mí sí importa—. Te d***o como nunca he deseado a alguien en mi vida y por esa sencilla razón no me importa que no me ames —la ola de la humillación me da una bofetada de hielo, pese a que esta vez las palabras fluyen por sí solas.
No hay temor alguno a su reacción, es la verdad, cada parte de mi lo desea y estoy dispuesta a entregarme a él por completo, aunque él no me ame.
Es demasiado estúpido de mi parte decir eso, pero es lo que siento. Y me duele amarlo más a él que a mi misma.
Su mirada se oscurece al escuchar mis palabras, como si le molestara que me exprese de esa manera cuando lo único que intenta es hacerme entrar en razón.
—No puedo hacer esto, Camille, no lo haré. Sólo me estoy aprovechando de tus sentimientos —admite con dureza, apretando la mandíbula y un ápice de furia se agita en sus ojos verdes—. ¡Maldita sea! ¿Por qué no puedes verlo? ¿Por qué eres tan ingenua? No te amo, Camille, nunca lo he hecho. No siento absolutamente nada por ti —niega rotundamente, haciendo que mis ojos se humedezcan en cuestión de segundos.
Quiero convencerme de que aunque sus palabras me rechazan con insistencia, hay un atisbo de d***o vibrando en sus ojos así como en los míos, quiero creer qué hay una lucha entre él y su moral, que no le permite acercarse más de lo debido. Porque yo soy completamente suya, lo soy desde hace dos años.
No puedo seguir reprimiendo lo que siento. No quiero reprimir mis sentimientos.
—Alexander si podemos ....yo... —insisto, perdiendo mi dignidad porque el d***o de sentirlo es más grande que cualquier cosa.
Mi mente me riñe por segunda vez y mi corazón empieza a galopar en mi pecho con intensidad. Incrementando la sensación de arrepentimiento y pena, por mí misma, por no poder alejarme de él cuando sé que debería.
—¡No, no lo entiendes, Camille! —grita exaltado, casi desesperado por hacerme entrar en razón—. ¿Te entregarás a mi sabiendo que no te amo? ¿Serás capaz de estar conmigo sabiendo que lo unico que puedo ofrecerte es sexo? ¿Podrás asegurarme que al final de esto no saldrás lastimada? —Bombardea mi cabeza con preguntas que no tienen respuesta, o tal vez si la tienen.
Pero no se las daré en voz alta. No le diré que yo haría todo por él. Hacerlo sería caer más bajo de lo que ya he caído por él en estos momentos.
Porque si, suena denigrante y humillador el hecho de querer entregarte a una persona que no hace más que rechazarte. Duele en mi orgullo, me duele saber que soy capaz de entregarme a él a pesar de que no me ame. Sé que estoy mal al acceder a esto que no me beneficia en absoluto, pero j***r, ¿de dónde saco las fuerzas para apartarlo?
Mi silencio lo saca de quicio, pero sus ojos me acribillan como si en realidad quisiera escuchar una respuesta de mi parte. Sin embargo, las palabras se enroscan en mi garganta y se quedan ahí, escondidas, aplastadas, cómo mi corazón.
—No puedes. ¡Maldita sea! —exclama con rabia y por instinto retrocedo.
Se abalanza hacia enfrente contrayendo sus músculos en furia, rompiendo todo lo que hay sobre el escritorio y no soy incapaz de reaccionar a tiempo. Suelto un jadeo sorprendida, no me mira a los ojos, pero no necesita hacerlo porque sé perfectamente que si lo hace presenciaré lo que he desatado en él.
No me atrevo a moverme y no puedo distinguir si es por el miedo o por el simple hecho que mis piernas no me responden.
Mi corazón se hunde en la habitación, con cada sonido de rotura que emiten los objetos estrellándose contra el mármol. Cierro los ojos abrumada y por un momento creo que yo también me voy a romper.
Quiero decirle que pare, que se detenga porque estoy asustada, no de él pero de lo que pueda hacer. Me acerco y al mismo instante retrocedo ya que sus palabras son un golpe de hielo que penetran mi cabeza y estoy demasiada aturdida para analizar lo que está pasando, son como un balde de agua fría que me traen de nuevo a la realidad:
—No puedes prometerme que no saldrás herida cuando ya te he hecho daño.
Mi pecho se oprime por el peso de lo que ha dicho.
Él tiene razón, ¿seré capaz de estar con él y no salir lastimada? La respuesta es obvia, es predecible que saldré lastimada y aunque él carezca de fuerza de voluntad para mantener sus impulsos bajo control, puedo vislumbrar la desesperación en su mirada, es como si me pidiera ayuda para sacarlo de su t******o y ese es justamente el problema, no sé que está mal con él y por ende, no puedo hacer nada para solucionarlo.
Quiero saber que es lo que esconde detrás su mirada, quiero ignorar mis principios y la maldita cordura que me obliga a hacer lo correcto, necesito borrar la sensación de querer mostrarle que puede amarme porque yo lo amo más que a nada. Pese a que el amor que siento por mí misma disminuye con cada desplante que le permito.
Intento acercarme a su cuerpo, pero esta vez se tensa al sentirme tan cerca que no puedo evitar sonreír al saber que efectivamente provoco algo en su interior. Mínimo, pero algo.
Al cabo de unos minutos se anima a hablar de nuevo. Sus palabras logran dejarme sin aliento y no me sorprendo porque no ha habido alguna vez en que no lo haya hecho.
—Me estaré quedando a cargo de ti hasta que tus padres regresen —dice sin más—, quise decírtelo anoche después de la fiesta, pero estabas indispuesta —espeta con cierta irritación que me vuelve a estremecer.
Por alguna extraña razón la noticia no me hace feliz, es perfecto para lograr enterrarme en su corazón. Es la excusa perfecta para enseñarle que no soy lo que él cree que somos; que no soy la hermana que él ha visualizado por dos años. Sin embargo, cada vez que trato de idealizarme viviendo con él, solo me veo lanzándome a sus enormes brazos, acurrucándome a su lado, teniendo más tiempo…
¡j***r!
Sin duda alguna acabaré de perder la poca dignidad que me queda.
Si es que queda un poco.
Oírlo carraspear me arrastra fuera de mis pensamientos y vuelvo a enfocar mi mirada en la suya.
—¿Es broma verdad, Alexander? —pregunto nerviosa y con una nota de súplica—. Dime que estás bromeando —empiezo a hacer círculos en el despecho mientras mis pies no hacen más que girarse sobre mis propios talones, siempre suelo hacerlo cuando estoy nerviosa y esta situación no es la excepción.
Suelta un resoplido, exhausto.
—No, Camille. No tengo porque bromear con algo así —sus hermosos ojos me penetran, esperando una respuesta de mi parte, pero simplemente no la hay—. Me estaré quedando contigo por una semana así que espero una actitud madura de tu parte, ¿queda claro? —me advierte con el ceño fruncido y me indigno al instante.
—Tranquilo, tampoco soy un animal salvaje que no puede controlar sus impulsos —suelto herida—, no me voy a aventar a besarte cada vez que te vea —mis palabras salen por sí solas, respirando por la herida que él ha abierto en mí.
Me mira impaciente como si escucharme lo irritara.
—No quise ofenderte —se disculpa—, sólo espero que sepas comportarte, tú sabes muy bien a lo que me refiero —alza la mirada, haciendo que trague grueso porque sé a lo que se refiere.
Me cruzo de brazos apoyándolos por arriba de mi busto.
—Claro —susurro con desdén.
—Hablo enserio, Camille. No me interesa tener problemas —usa un tono amenazante que me hace retroceder de mi lugar.
—Está bien, solo serán unos días, Alexander.
Trato de sonar segura de mi misma, pero la realidad es otra, estoy hecha un manojo de nervios, pasaré días en la misma casa que Alexander, definitivamente es muy malo, no tengo autocontrol y ni siquiera conozco la palabra cuando estoy cerca de él.
De solo pensarlo mis mejillas se ruborizan por las oleadas de calor que recorren mi cuerpo.
—Camille, no pasará nada entre nosotros te lo aseguro —afirma con cierto desagrado vibrando en su voz, haciéndome poner los ojos en blanco—, así que hazme el favor de controlar tus pensamientos y con eso me refiero a tus mejillas ruborizadas —habla tranquilo pero puedo ver cómo afloja el ajuste de su corbata, como si esta le asfixiara.
Por primera vez lo veo con un semblante sereno y yo quiero que la tierra me trague y me escupe en el infierno, él se ha dado cuenta de lo que me estaba imaginando. ¡Hay Dios! ayúdame a controlar mi postura enfrente de él.
—¡Por favor, Alexander! Claro que no haremos nada. No estarás conmigo —trato de sonar segura. No lo estoy—. ¿Cómo por qué estarías con alguien si no sientes nada? ¿Un tanto irónico, no? —escupo las últimas palabras con la amargura crispando mi voz, sintiendo la horrible necesidad de sacar lo que siento.
Asiente, con ese semblante frío que lo caracteriza como un hijo de puta.
—Así es, Camille, no estaré con una persona por la cual no siento nada —expresa sarcástico para luego darme una última mirada que me dice que estoy destruyendo todo lo que he construido en dos años y quiero gritar por no poder regresar el tiempo y abstenerme de decirle que lo amo como nunca imaginé amar a alguien.
Rompe la conexión de nuestras miradas, dirigiéndose a la puerta con pasos apresurados, para salir como alma que lleva el diablo, le he hecho cabrear de nuevo.
Que novedad, Alexander enojado.
ínimo, todo sería más fácil entre nosotros, pero no me rendiré, no aún, voy a aprovechar esta semana a mi favor y haré que caiga>>
Trato de convencerme a mí misma que soy capaz de enamorarlo, pero algo dentro de mí me dice que esto terminaría mal, y que seré yo la que acabe lastimada. Porque aunque suene demasiado cliché es completamente verdad, "El que se enamora pierde y yo ya estoy enamorada"
Los pensamientos se intensifican a medida que pasa el tiempo, tomo un respiro mientras contemplo el desastre que hizo Alexander, me siento en una de las sillas qué hay en el despacho de mi padre, queriendo no pensar más en el lío que tengo en mi cabeza pero fallo en el intento ya que vuelvo a revivir nuestra conversación una y otra vez.
Al cabo de unos largos minutos decido salir del enorme despacho para después dirigirme a la habitación, necesito tranquilizarme y Alexander no ayuda mucho que digamos, siempre logra sacar esa oscura parte de mi. Esa parte que no quiero mostrar porque dudo que le guste.
Mi habitación es una escapatoria de la realidad, es mi lugar favorito, en el cual me siento segura y protegida. Al sentir la fría cobija sobre mi espalda no puedo evitar hacer una mueca de satisfacción, quiero descansar y olvidarme de todo el mundo, me siento agotada física y mentalmente.
Mis ojos empiezan a pesar y todo el alrededor ha desaparecido por completo, solo somos mi cómoda cama y yo. Acomodo mi cabeza en la gran almohada, sintiendo como cada vez mi respiración se hace más lenta indicando que efectivamente estoy quedándome dormida.
Pensando en él.
Pensando en la persona que no me ama.
*******
Alexander
Salgo del despacho enfurecido, la rabia corre por mi cuerpo, sofocándome y drenando todo el m*****o oxígeno de mis pulmones. Cierro los ojos con pesadez, asimilando lo que ha pasado en solo una noche. Los pensamientos no se acomodan y no paro de pensar en cómo podré manejar está situación que cada vez se vuelve más difícil.
Sé muy bien que no debí haberla besado, solo estoy alimentando sus ilusiones —porque sólo son eso—pero no pude contenerme al tenerla tan cerca, sentir su aliento cerca, invadiendo todo a su paso como si yo le perteneciera. El aroma que me embargó al tenerla sobre mis labios enloqueció mi racionalismo y eliminó la cordura que persistía hasta el día de su fiesta.
Malditos impulso de m****a, los odio. No pueden traicionarme ahora. No puedo permitirme otro desliz, ella no puede seguir creyendo en la fantasía que creó en su cabeza. Yo no soy hombre para ella y estoy seguro como el infierno que ella no es mujer para mi.
Pero a la vez, mi mente no deja de revivir la sensación de tener sus suaves labios sobre los míos. Lo tibios que sintieron y como despertaron un sentimiento que no puedo distinguir y temo no poder controlar lo que empieza a crecer en mi pecho....
¡Basta, Alexander! empieza a pensar con tu otra cabeza, lo que menos necesitas ahora es que Camille cree nuevas ilusiones en sus cabeza. Ya con la estupidez de que está enamorada de mí es suficiente.
No puedo evitar pensar en que estar en esta casa será más difícil de lo que pensé, Camille está haciendo las cosas muy complicadas, su tontería de estar enamorada no hace más que complicar la situación ¿cuándo pasó esto? ¿cómo no pude darme cuenta de sus sentimientos hacia mi?
Idiota, sin duda soy un idiota.
Hace dos años desde que nos conocimos, en su cumpleaños número diecisiete. Su padre me la presentó y no pude evitar sentir una fuerza opresiva por la manera en que sus ojos atacaban a los míos, como si quisiera saber todos mis secretos. Sin embargo, desde ese entonces, solo la vi como una hermana, no podía negar que era hermosa porque lo era —y lo sigue siendo—, pero era una niña, ella era solo una adolescente que alegraba mis días y que sin explicación me mantenía todos los fines de semana pegado en su casa, buscando sentir algo en mi pecho.
Buscando algún m*****o sentimiento que me recordara que aún seguía vivo.
Suena egoísta pero desde que la conocí, necesitaba a Camille a mi lado y no de la manera que ella quería, la quería porque era mi fuente de sentimientos. Podía tomar lo que quería de ella, llenarme el pecho de todo lo que ella me hacía sentir, sabiendo que ella siempre estaría ahí para recibirme con la sonrisa de ángel que la caracteriza. Pero ahora todo eso se había ido al carajo, su error fue amarme.
Enamorarse de mí solo le traerá dolor, un dolor para el que ella no está lista, porque para su mala suerte se enamoró de la única persona que no tiene interés en amarla.
Que estupido eres, Alexander.
Lo último que quiero es verla sufrir y mucho menos por mí, le prometí a James cuidar de su hija por dos semanas, en los que ellos estarán fuera por asuntos personales, pero no creo poder compartir la casa con ella después de lo que ha pasado entre nosotros, no podré controlarme estando cerca de la tentación que emana, pero al mismo tiempo no puedo dejarla sola ni romper la promesa que he hecho de cuidarla.
Necesito encontrar una solución, no hay manera en que me quede dos semanas con ella. No me voy a quedar dos semanas con ella.
Maldita sea Camille, ¿por qué tienes que hacer esto ahora?
Necesito pensar con claridad lo que haré, pero de algo estoy muy seguro no puedo involucrarme con ella, si lo hago solo saldrá herida, no tengo la cabeza para lidiar con sus niñerías. No estoy interesado en enredarme en esta m****a.
Tendré que dejarle saber la clase de persona de la que se ha enamorado. No pudo elegir peor persona que yo. Soy un completo hijo de puta si me lo propongo. Ella es todo lo opuesto a mí, ella es sinónimo de inocencia y luz, mientras yo soy un m*****o sinónimo de oscuridad y t******o. Corresponder a lo que ella quiere de mí la acarreará a mi suplicio, amarme va a hundirla y por eso necesito que entre en razón.
Tengo muy claro que yo no soy el hombre para ella, lo sé de sobra y no me interesa cambiar, siempre supe lo que soy. Ella me conoce y por eso no entiendo que le dio cabida a sus sentimientos, jamás le di esperanzas, jamás hice algo para acercarme a ella, jamás me insinué ni la manipulé. Pero a pesar de todo, en parte puedo entenderla ya que al tener sus labios tan cerca y mirar sus hermosos ojos esmeralda hicieron que me olvidara de mis principios y mi promesa. Tal vez ella sintió lo mismo.
No puede volver a pasar, no lo permitiré.
Una persona tan inocente como ella no se mezcla con un demonio como yo.