Camille
El ruido de las notificaciones de mi móvil hace que me despierte con gran pesar, soltando un bostezo que es producto del cansancio que embarga mi cuerpo. Me quedo observando el techo mientras me debato entre sí debo o no revisar el móvil. Pasan unos segundos, la decisión es clara y como la curiosidad mató al gato, me dispongo a ajustar mi visión para mirar de quien provienen dichas notificaciones, observo la pantalla, exaltada, y un resoplido de decepción sale de mis labios al ver que solo son anuncios y ofertas sobre tiendas en línea.
Genial, justo lo que la gente necesita en la madrugada...
Es inevitable no ver la hora y ya son casi las cuatro de la madrugada, ¿cuánto habré dormido?
Quien sabe y no es que importe mucho.
Reparo mi habitación con cierta sensación de aburrimiento y me es prácticamente imposible ignorar la sequedad que abraza mi garganta, deshaciéndome de la pereza me levanto de la cama y abro la puerta de mi habitación para después dirigirme a la cocina.
Trato de hacer el menor ruido posible, no quiero despertar a Alexander aunque tampoco sé si está en casa. No son horas para lidiar con él. Además de que la conversación que tuvimos en la tarde no fue la mejor.
Me dispongo a servir un vaso de agua y por alguna razón siento pánico, como si alguien me estuviera viendo desde la oscuridad. Reparo mi alrededor ajustando mi vista a la escasa luz y no logro captar nada así que doy por hecho que es parte de mí imaginación. Esto es culpa de mi mamá, hace tiempo le dije que había fantasmas en este lugar, pero ella insistió que no era necesario cambiarnos de casa y ya no pude hacer nada para convencerla.
Y la verdad, para ser sinceros debo admitir que soy una persona demasiado miedosa y detesto la oscuridad. La detesto con todas mis fuerzas, simplemente no me gusta.
—¿Me puedes servir un vaso de agua? —alguien susurra detrás de mí y los vellos de mi cuerpo se erizan instantáneamente.
¡Demonios!
El miedo que me recorre el cuerpo hace que me fallen las manos, así que dejo caer el vaso y lo siguiente que captan mis oídos es el sonido del cristal impactando el suelo.
Maldición.
Mi cuerpo se pone en alerta y lo único que se me ocurre es salir de la cocina lo más rápido posible, así que haciendo lo que ni siquiera una persona cuerda haría, intento huir, pero tropiezo con los cristales que yacen esparcidos por el suelo. Al chocar contra el mármol, un dolor punzante se instala en mi pie y reprimo un sollozo de dolor.
Maldita sea, solamente a mi se me ocurre correr en la oscuridad.
—Camille, ¿estás bien? —pregunta y, sorprendentemente, puedo detectar una nota de preocupación en su voz—. Lo siento, no quería asustarte así —dice mientras me levanta del suelo y me sienta en una de las sillas de la cocina, y aunque la ocasión no justifica mis pensamientos, lo único que le importa a mi cuerpo es que sus manos me están tocando.
Concéntrate.
Resoplo cabreada con él, —¿Y qué diablos esperabas después de que me hablaste en medio de la oscuridad? —susurro enojada, emitiendo un quejido de dolor.
Maldita sea, a pesar de mis emociones puedo sentir un gran dolor punzante que proviene de mi pie izquierdo, un dolor que hace que toda mi pierna me duela como el infierno.
Alexander parece notar mi dolor por mis expresiones faciales, inclina su cuerpo hacia el suelo, luego toma mi pie con sus manos para comenzar a inspeccionarlo muy suavemente. Su tacto es delicado y blando, como si se tratara de una muñeca que se va a romper en cualquier momento.
—Te has cortado con el cristal —maldice en voz baja, limpiando mi pie con sus manos. Levanta la vista y nuestros ojos se encuentran—, pero no te preocupes, no te vas a morir —empieza a reírse en su intento de broma y por primera vez puedo ver diversión genuina en su cara, pero no estoy de humor, así que le fulmino con la mirada.
¿Cómo se atreve a decir eso después de haber estado a punto de matarme? Bueno, no es gran cosa, pero podría haber acabado peor.
Claro que sí.
—Gracias, Alexander. Si no me dices, no me entero —respondo sarcásticamente y frunce el ceño.
Tómelo, señor de las bromas; ahora si no le hizo gracia mi comentario.
Sus labios se curvan en una línea recta, reprimiendo una risa. No hago ningún intento de decir nada más y él tampoco, así que nos refugiamos en lo único que puede salvarnos de la incomodidad: el silencio. Alexander se dispone a curar mi herida con un botiquín de primeros auxilios que ha encontrado bajo el fregadero, coge un trozo de algodón absorbente en sus manos y lo moja en alcohol para luego presionarlo contra mi pie provocando un dolor insoportable.
—Ahhhhh —grito mientras siento como desmayaré por el dolor que provoca el alcohol en mi herida—. ¡Maldita sea, Alexander! Ten cuidado.
Me observa incrédulo, como si no pudiera creer que lo estoy reprimiendo.
—Tu deberías tener más cuidado, Camille —sigue limpiando la herida—. Siempre tienes que fijarte en donde pisas.
—¡Estaba oscuro! —me excuso y él rueda los ojos.
—Pudiste encender la luz, así hubieras evitado un accidente —réplica mientras sigue encargándose de mi pie y yo sigo haciendo las mismas muecas de dolor.
—El accidente lo pude haber evitado si no me hubieras hablado en medio de la oscuridad —suspiro resignada—. Es normal que me haya asustado, se me olvidó que seguías aquí —miento y puedo ver que enarca las cejas.
—¿Tan rápido te olvidas de mí? —pregunta indignado, haciendo que esboce una sonrisa divertida.
—No me acordaba —siseo despreocupada.
—Ya....solo ten más cuidado para la próxima
—espeta mientras roza mi pierna con las yemas de sus dedos enviado una corriente eléctrica por todo mi cuerpo—, no debes caminar sola en la oscuridad, puede ser peligroso —sentencia y mi corazón se acelera por la manera en que su voz suena.
Suave, cálida, abrazadora.
Pero también, no puedo evitar sentir que me regaña como si fuera una cría, cosa que no me gusta ya que no quiero que me vea como una persona que él pueda reprender. No quiero que nuestra relación se limite a la de personas que solo se consideran familia porque no lo somos.
Sonríe tranquilamente, pero la sonrisa no llega a sus ojos, lo que hace que me sienta absorbida por él y por lo que sea que se lo está comiendo vivo. Me observa durante unos segundos y luego me venda cuidadosamente el pie.
Me dispongo a mirarle con cautela, y me doy cuenta de que no me había fijado en que no lleva una camisa puesta lo que me permite ver su torso d*****o con cientos de tatuajes impresos, su cuerpo está lleno de tinta y le hace parecer extremadamente sexy
Bendito sean los dioses de los tatuajes.
Vaya que es hermoso, verlo así desencadena mis preguntas, y es que en lo único que puede pensar mi cabeza es en cual es la historia detrás de esos tatuajes, ¿se los habrá hecho por alguna razón en especial? ¿Tienen algún significado?
Dudas y más dudas. Ahora me doy cuenta de que sólo conozco lo superficial de Alexander, nunca me ha permitido entrar en su corazón. Puede que tengamos una relación afectiva, pero siempre traza una línea entre nosotros, pone una barrera que aleja a la gente de él. No quiere que nadie vea lo que hay detrás de esa máscara de hombre sin corazón.
Si que soy idiota.
Me resulta imposible apartar los ojos de él, es como si estuvieran pegados a su anatomía, me siento completamente atraída por él y no me importa admitirlo. Pero al mismo tiempo, me duele tanto saber que no me quiere, que simplemente no puede sentir lo mismo por mí, que no soy suficiente para él... y de nuevo los pensamientos de su rechazo invaden mi mente.
Mierda, necesito una distracción para ya no pensar en él tan a menudo.
—¡Camille! —su voz me trae de vuelta a la realidad.
Sacudo la cabeza para salir del trance.
—Lo siento, estaba distraída —esta vez me limito a decir lo necesario, temo hacer algo indebido.
Él sólo asiente sin mostrar ningún ápice de emoción.
—Ya puedes regresar a tu habitación, terminé de vendar tu pie y en pocos días estarás como nueva —intenta formar una sonrisa pero parece más una mueca que no me molesto en cuestionar.
—¿Ya es todo? —pregunto desganada y él asiente nuevamente.
—¿Quieres que te lleve a tu habitación? —sugiere y me tensó de inmediato—. Te puedo llevar para que no tengas que apoyar tu pie.
—No...mejor no —me opongo y me mira confundido—, yo puedo sola —vuelvo a mentir.
Claro que quiero que me lleve a mi habitación, pero temo no poder controlarme si está cerca de mí y el hecho de que me sienta rechazada no ayuda.
—No tienes porque asustarte —pide en susurro y lo observo con intensidad queriendo compartirle mi desorden emocional—. No te haré nada, Camille. —espeta viéndome de pies a cabeza con un brillo en sus ojos que me es difícil de entender.
Resignada, dejo salir un suspiro.
—Ese es justamente el problema, Alexander, no harás nada —susurro bajito y ni siquiera sé si me escucha.
Y tal vez no quiero que lo haga, porque otra vez se va a dar cuenta que lo necesito tanto como necesito el m*****o oxígeno para respirar.
Consigo levantarme de la silla y soltar el aire que no sabía que había estado reteniendo todo este tiempo. Sólo él me afecta de esta manera irremediable.
Estoy a punto de irme, pero al instante me detengo en seco, algo me corroe por dentro y no puedo evitar hacerme esta pregunta. Vuelvo mi mirada hacia Alexander, me quedo reparando su cuerpo durante lo que parece un largo tiempo, pero en realidad no lo es, él se da cuenta y quiere decir algo pero lo detengo antes de que hable.
No seas cobarde, Camille. ólo dilo>> mi mente me da el impulso.
—¿Por qué no puedes amarme? ¿No soy suficiente para ti? —pregunto, sintiendo un nudo en la garganta mientras el miedo a su respuesta se apodera de mi cuerpo, pero no importa, necesito escuchar lo que tiene que decir o me volveré loca.
Aprieta la mandíbula y puedo deducir que su respuesta será negativa.
—No lo sé, Camille, a veces así es la vida, no recibes lo que das —dice suspirando y evitando a toda costa que nuestras miradas se encuentren.
—¿Y tú no puedes dar amor? —mi voz tiembla al igual que mi cuerpo, que sólo anhela una respuesta favorable de su parte.
—No me interesa darlo —aclara con seriedad y una ola de decepción recorre mi cuerpo haciendo que mi corazón se apriete de dolor.
—De acuerdo —susurro, apenas audible.
Ya no tengo ganas de cuestionar sus sentimientos, la razón... es muy obvia, sé que soy una tonta porque sigo haciéndole las mismas preguntas esperando una respuesta diferente. Una respuesta que nunca obtendré.
Con mucho cuidado empiezo a caminar directo a mi habitación, pensando que mañana será mi primer día en la Universidad y ya tengo una herida en el pie.
Genial, sólo a ti te pasan estas cosas Camille.
*******
El molesto ruido de mi alarma me hace abrir los ojos con rabia mientras suelto un bufido exasperante. Es hora de levantarme y prepararme si quiero llegar pronto a la universidad.
Cojo la toalla de mi armario y me dirijo al baño a toda prisa, me meto en la ducha y abro la regadera permitiéndome disfrutar del agua relajante que cae sobre mi piel.
Salgo rápidamente de la bañera ignorando el dolor de mi pie y empiezo a ponerme unos vaqueros negros con una blusa sin escote, y finalmente cojo mi chaqueta de cuero negra con cremallera.
Corro hacia el espejo y me pongo unos pendientes plateados a juego con mi atuendo, mientras termino de ponerme las zapatillas cojo mi perfume de vainilla y empiezo a rociarlo por mi cuerpo. Suspiro aliviada y después de unos minutos estoy lista para salir de mi habitación.
Lista para enfrentarme de nuevo a mi triste realidad.
Sólo falta media hora para que empiecen las clases, lo que me da el tiempo perfecto para ir andando a la universidad ya que está a sólo diez minutos de mi casa, sirve que aprovecho para estirar las piernas y acostumbrar mi pie lesionado a caminar.
El plan perfecto.
A quién quiero engañar, odio caminar con toda mi alma, pero no hay otra forma ya que mis padres se negaron rotundamente a comprarme un coche después de que suspendiera por tercera vez el examen de conducir. Tampoco tenemos chófer, no es que no podamos permitirnos uno pero mis padres saben conducir y yo soy la única que no ha aprendido.
Debo admitir que conducir no es una de mis mejores habilidades, pero estaba mejorando en ello.
Tengo 19 años y todavía no conduzco, y todavía me pregunto por qué Alexander no me quiere.
Salgo de mi habitación y bajo los escalones tratando de apoyar todo mi peso en el pie que no está lesionado, al salir de mi casa, me acerco al portón y en mi campo de visión se hace visible un auto deportivo n***o que grita elegancia por todos lados y obviamente sé a quién pertenece; Alexander.
Ese coche lo consiguió hace unos meses, es un diseño nuevo, único en el mundo, hecho especialmente para él. Un regalo de sus socios de Corea del Sur.
Trato de ignorarlo con todas mis fuerzas para no distraerme más de lo que ya estoy, reubico mi mirada y continúo mi camino hacia la Universidad.
Hoy no pienso dejar que me arruine el día, necesito hacer un plan para sobrellevar esta situación que se está volviendo un tanto incómoda. No puedo dejar que Alexander ocupe todos mis pensamientos, me volveré loca si pienso en él todos los días a todas horas.