Capítulo III

3970 Words
Camille No puedo disimular y tampoco tengo ganas de hacerlo, estoy hecha un m*****o desastre. Tengo mi vestido hecho un asco que por desgracia deja ver parte de mis muslos. El escote ya desbaratado, gracias a las tijeras, expone mi s****n, mi maquillaje está corrido en mi rostro y eso lo sé por las lágrimas de color n***o que resbalan por mis mejillas. El glamour de hace unas horas me ha abandonado. Ahora solo queda una ridícula y patética versión de mí. El alcohol en mi sistema y el hecho de que han arruinado mi fiesta no ayuda, mi garganta arde y las lágrimas no sacian, me encuentro borracha y llorando porque nada salió como yo lo deseaba. Nada está bien, nada resultó como había planeado. La luz de la noche hace que mi cuerpo resienta todo el alcohol que he ingerido, casi nunca bebo porque sé que soy una mala bebedora, lo sé de sobra, he tenido muy malas experiencias junto a Sam, además de que no tengo permitido beber alcohol. Pero qué más da si hoy solo quiero olvidarme de que esta noche ha sido un desastre. Un completo desastre que arruinó el momento que había esperado por años. Ese momento que deseé por dos años, ese momento con el que he soñado cada noche. Mis párpados están agotados y se sienten pesados al igual que mi cuerpo, que exige a gritos una siesta o tan siquiera un descanso. Un bostezo de cansancio sale de mi boca y sin poder evitarlo, tampoco es que quiera hacerlo, empiezo a cerrar los ojos, tratando de quedarme dormida mientras mi visión se desconecta de mi función cerebral. Pasan unos largos minutos en los que me pierdo en una ola de agotamiento, deseando que ojalá pudiera regresar el tiempo y poder prevenir el desastre que ocasionaron ciertas personas. Estoy a punto de lograr mi objetivo, que es dormir por lo que me resta de vida, cuando escucho el sonido de la puerta rechinando mientras se abre con lentitud. —Camille, ¿estás bien? —pregunta Alexander con una voz dura que no atisba ninguna nota de empatía. Sus pasos se vuelven más fuertes mientras entra a la habitación con una notoria incomodidad, plasmada en sus gestos. Mis ojos se abren por completo y mi respiración se agita de solo verlo postrado frente a mí. Aunque es lo que deseaba en esta noche, su presencia no me reconforta en absoluto, esta noche tuvo que ser diferente para ambos. Esta noche tenía que ser especial, tenía miles de expectativas que pensaba que podían hacerse realidad pero el destino tiene planes diferentes ya que todo se ha ido al caño. Me echa un vistazo con esos ojos intensos que arrebatan mi aliento y un cosquilleo me despierta de repente, como una chispa de fuego que incendia mi cuerpo. No es tan placentero ya que no puedo disfrutar de él cuando me está viendo de esta forma tan patética. Fijo mi mirada en él, un poco distraída por su aspecto que se mantiene exquisitamente intacto, Alexander vuelve al mismo semblante de siempre, serio, y no muestra expresión alguna que me deje saber qué está pasando por su cabeza. Para ser honestos nunca ha habido otro semblante. Siempre me ha resultado imposible descifrar lo que pasa en su cabeza. Con él nunca se sabe que esperar, es como una navaja de doble filo, siempre necesitas estar alerta, nunca sabes qué lado te va a cortar. —Camille, dime algo —insiste, irritado. Frunzo el ceño sin saber que decirle, o tal vez si sé pero parte de mi se niega a admitir en voz alta que estoy destrozada por haber podido hacer lo que mi corazón me grita que haga desde que lo ví. —No, no estoy bien Alexander —admito en un sollozo débil, él me observa en espera a que continúe—, mi noche ha sido arruinada por un montón de motociclistas que ni siquiera sé de donde salieron y además tú sigues aquí, viéndome en este estado... —mi voz se quiebra al intentar terminar la oración y me maldigo por no ser más fuerte para así poder decirlo lo que está atascado en mi garganta. Aparto mi vista de él y apoyo mis manos sobre la cama, intento levantarme del frío piso que me está provocando un entumecimiento en mis extremidades, pero no es posible ya que mis piernas están muy débiles y no me lo permiten. Su mirada se encuentra con la mía y puedo ver un ápice de preocupación cruzar sus ojos, como si estuviera dudando en acercarse y ayudarme a no hacer más el ridículo. Estoy quedando como una patética enfrente de él. No se acerca, se mantiene a una distancia prudente. Como siempre lo ha hecho conmigo. —Tienes que calmarte Camille, no estás en tus cinco sentidos —ordena serio y quiero soltarme a llorar por no poder tranquilizarme—. Hablaremos mañana de lo que ha sucedido allá afuera —ahí está de nuevo la voz fría que lo caracteriza. Esa voz que me paraliza el corazón y hace que mi pecho se oprima por no saber cómo manejar la situación. Sus ojos se oscurecen al momento en que me doy cuenta que está inspeccionando mi cuerpo sin disimulo, me remuevo incómoda y no porque no me guste que me mire, sino porque la manera en que me inspecciona es como lo haría una persona buscando un defecto o alguna razón para reñir. —No... —susurro bajito—. No es necesario hablar de eso. Aprieta los labios, enojado, pero igual se guarda lo que sea que iba a decir. No me interesa hablar de lo sucedido esta noche, mucho menos con él. —Anda, levántate del piso, mañana hablaremos con tranquilidad —ignora por completo lo que he dicho y aparta la mirada de mi cuerpo inmediatamente. Carraspea con dificultad, acomodando su corbata como si esta lo sofocara lo cual me extraña ya que no entiendo qué le sucede y tampoco tengo mucho interés en preguntar ya que sé perfectamente que no recibiré respuesta. Puedo sentir la tensión aumentando alrededor de nosotros y no sé el porqué. Solo sé que no quiero que me vea de esta forma tan deplorable, tan humillada, dando lástima y actuando como una completa inmadura. De seguro ha de pensar que soy una caprichosa, pero él no sabe que esta fiesta significaba todo para mi. Para ambos. Y solo basta volver a recordar el porqué de mi estado para explotar contra él como si de alguna forma él fuese el culpable de que todo se arruinara. —¡Tú y yo no hablaremos de nada, Alexander! —protesto, llena de rabia—. Quiero, necesito, que te vayas y me dejes en paz, no quiero verte.... —mi voz se vuelve un susurro cargado de emociones que me sobrepasan. Le doy otro trago a la botella de champagne que le da paso a un gran ardor en mi garganta, y lo único que hago es ignorarlo porque eso es mucho menos doloroso que el dolor de mi corazón. Ya no quiero pensar más en esta noche. Ni en él. —No me voy a ir a ningún lado —advierte, pasando una mano por su rostro, una clara muestra de frustración. Sacudo la cabeza, desorientada por no saber qué más hacer para no sentirme así de desganada. —Lárgate de aquí —sollozo en un intento de que se vaya y me deje derrumbarme, sola. —¡Camille, détente, estás actuando como una niña! —su grito me da a entender que está irritado, su cuerpo está tenso y por unos segundos me distraigo un poco, observando las expresiones de su rostro. Él empieza a caminar tratando de acercarse a mí y me paralizo por completo. —Ya fue suficiente por hoy —sentencia con seriedad pero no pasa desapercibido el hecho de que ha suavizado su voz—, deja de actuar como si fueras una niña pequeña y haz lo que te pido —pide en un tono amenazante. Mi corazón duele como si alguien estuviera oprimiendo algo filoso contra mi pecho y el verlo aquí no me ayuda a deshacerme de esa sensación. —¡¿Una niña, Alexander?! —enfurezco—. Enserio es lo único que tienes que decir cuando arruinaron nuestro momento —la realización de lo que acabo de decir me hace cerrar los ojos apenada y al instante me maldigo internamente por no poder haber evitado que las palabras salieran de mi boca. > No soy la persona más inteligente como se pudieron haber dado cuenta, además el alcohol es pésimo consejero en las situaciones amorosas. El alcohol te hace hacer estupideces que en tus cinco sentidos jamás tendrías el valor de hacer. Caigo en cuenta que ya es tarde para arrepentimientos así que reúno él poco valor que me queda y conecto mi mirada con la suya haciendo otra estupidez que le achaco al alcohol. ¿Qué más da?, estoy borracha y puede que mañana no me acuerde de lo que haré ni de lo que diré. —¿Nuestro momento? —repite atontado, y el rostro de confusión se hace presente. Sus ojos me penetran con gran intensidad buscando una respuesta—. ¿Qué estás diciendo, Camille? Frunce el ceño con confusión y arruga la frente intentando entender qué he querido decir con mis palabras. Mierda. Esto es más difícil de lo que creí. —Nuestro momento.... —aclaro nuevamente, mordiendo mi labio inferior y acortando la distancia que hay entre los dos. Tal vez estoy muy borracha, demasiado, pero ¿qué importa? Él está aquí y yo le d***o desde hace tiempo, nada podrá impedir que le confiese lo que siento. Ya lo he guardado por mucho tiempo. Además ya no quiero ocultarlo más y el alcohol me está dando ese impulso que nunca tuve. El impulso de decirle que estoy irrevocablemente enamorada de él. —¿Qué estás haciendo, Camille? —pregunta estupefacto por mi acercamiento—. Estás demasiado borracha, estoy seguro que estas tonterías que estás diciendo son solo producto del alcohol. Anda, ve a dormir —hace el intento de ignorar mis insinuaciones, y solo vuelve a fruncir el ceño, intentando alejarse de mí. Su cabello se encuentra alborotado y lo hace lucir mucho más joven, sus ojos verdes se oscurecen al punto de volverse negros, su respiración es realmente agitada y por un momento mi cuerpo se siente electrificado hasta el punto de querer sentirlo cerca de mi, mas cerca de lo que ya estamos. —¡No son tonterías! —vocifero enojada al ver como intenta alejarse de mí, él sigue atónito sin entender lo que está pasando—. Te juro que no son tonterías, los sentimientos que tengo por ti no son tonterías —admito sin tomarle importancia al nudo que se empieza a formar en mi garganta. Nada está yendo conforme a lo planeado, esta no es la reacción que esperaba de él. Nadie espera que la persona que amas te rechace y siento que él lo está haciendo. —¿De qué diablos estás hablando? —pregunta frustrado y sin ningún atisbo de amabilidad—, deja de decir estupideces, eres la hija de mi amigo y socio —sentencia con un tono irritante, mientras da vueltas en la habitación tratando de controlarse pero solo consigue que su cabello se alborote más de lo que ya estaba. Su mandíbula se encuentra apretada y su semblante es completamente serio, mi rostro decae en la tristeza y por un momento una ola de arrepentimiento me atraviesa el cuerpo al darme cuenta que no debí haberlo dicho absolutamente nada. Pero eso ya no importa, no importa cuando trate de componer la situación, es tarde para retractarme de lo que he dicho. Lo he arruinado todo. Tomo una bocanada de aire y ignoro esa vocecita en mi cabeza que me grita que no diga lo que estoy a punto de decir, porque eso sería hundirme aún más. —Estoy enamorada de ti —murmuro en voz baja, pero sé que me puede escuchar—, desde el primer momento en que te conocí he estado enamorada de ti y no entiendo como no has podido darte cuenta —confieso mientras mi mano acaricia su mejilla, él no hace más que cerrar los ojos en frustración y en ese instante el gran peso de mi amor secreto abandona mi cuerpo. Mi corazón late a mil por hora, las malditas mariposas comienzan a ser de lo suyo en mi estómago. > Abre los ojos y lo que veo en ellos me hiela los huesos. —No, no, esto no puede ser —su voz es acompañada de un silencio sepulcral que me hace pasar saliva más de una vez—, tú eres como una hermana para mí, por Dios, yo no te veo de esa forma...—increpa asqueado, quitando mi mano de su mejilla con brusquedad y mi corazón deja de latir. ¿Hermana? Reacciono a tiempo, —¡Yo no soy tu hermana Alexander, yo soy una mujer que está perdidamente enamorada de ti desde el día en que te vió! —Exclamo con una voz temblorosa, mientras trato de controlar mis emociones, pero soy pésima haciendo eso. Menos cuando siento que me están arrancando el corazón sin compasión alguna. Lo escucho resoplar, notoriamente cansado. —Estás confundida Camille, tu no me amas, solo estás borracha y estás diciendo cosas sin sentido —asegura fulminante, como si por dentro quisiera creer eso, ya que es más fácil fingir que no dije lo que dije, que a aceptar que le he confesado mi amor—. Esto no puede suceder, no puedes amarme —susurra lo último sin verme a los ojos. Me ha rechazado y debo aceptarlo, pero no puedo. Sin medir la magnitud de mis acciones, me acerco peligrosamente a su rostro y sin darle tiempo de reaccionar uno nuestros labios en un apasionado beso —que para mí lo es todo—, por un momento el miedo de que pueda rechazarme me invade, pienso que él me alejara de sus labios pero no lo hace, todo lo contrario, me toma por la cintura, atrapandome y con sus enormes brazos me levanta del suelo, sin ninguna dificultad. Camina por unos segundos sin dejar de devorar mis labios, como si necesitara saciarse de mí o tal vez como si quisiera arrancarme las palabras de la boca para que así no tenga nada más que confesarle, deja caer mi delicado cuerpo en la cama sin romper nuestro beso que empieza ser cada vez más intenso y con gran desesperación por sentirnos, por tocarnos, por rozarnos. Lo d***o. El alcohol alborota mis hormonas y el d***o que siento por él se apodera de mí en cuestión de segundos. El hecho de que no se despegue de mis labios me hace maniobrar para que pueda permitirle a mis manos viajar a su camisa, no sin antes quitar su saco sin siquiera pedir permiso. Intento desabrochar los botones de su camisa, y eso es el detonante que rompe el hechizo ya que me detiene bruscamente, retrocede atónito con el rostro hecho un lío. Lo observo con la respiración agitada y un poco aturdida por su acción, clavo mis ojos en él y puedo ver un destello de arrepentimiento en su mirada. —No podemos hacer esto, Camille —hace un esfuerzo por calmar su respiración agitada, sus labios se encuentran hinchados y mis mejillas están ruborizadas. El calor de estas me lo confirma. —Si podemos, estoy completamente enamorada de ti, te amo y tú... —busco las palabras adecuadas—, evidentemente también sientes algo por mí —susurro, clavando mi mirada fijamente en él, en espera de una respuesta positiva. Su mirada se ensombrece con el impacto de mis últimas palabras. —No Camille, no te amo ni siento nada por ti. Saca todas esas estúpidas fantasías de tu cabeza —la frialdad de su voz congela cada rincón dentro de mí—, no te confundas o terminarás lastimada. No dejes que esto se repita, te lo advierto. —sentencia, apretando los dientes con gran enfado. Me quedo callada tratando de no sollozar por lo que acaba de decir, pero siento que me están enterrando algo en el pecho. —Pero tú...correspondiste, me besaste —alego confundida—, ¿por qué? —le pido una respuesta. Él respira hondo, las facciones de su rostro endurecidas. Intenta no mirarme a los ojos. —Tal vez te d***o porque eres una mujer hermosa y nadie puede resistirse a eso, Camille —explica con una expresión impasible y lo escucho—, pero dejemos las cosas claras, no estoy enamorado de ti y no pienso hacerlo nunca. No te equivoques, vas a romper tu corazón si lo haces —continúa con su disputa, usando esa nota de seriedad que lo caracteriza y solo basta unas palabras para que mi corazón se rompa en mil pedazos. Sus palabras arden como llamas de fuego en mi pecho, un dolor que me carcome en lo más profundo de mis entrañas, no puedo procesarlas y me niego a creer que no siente nada por mi. No después de ese beso. Hago mi último intento, pese a sentirme idiota por tan siquiera considerar la idea y no darme por vencida como lo haría cualquier persona después de que les dijeran que el sentimiento no es mutuo. —Sé que es muy repentino pero yo te amo, te amé desde el primer momento en que nos conocimos —prosigo con mi confesión, tratando de no derramar otra lágrima, pero es imposible cuando siento como mis ilusiones se destruyen con cada palabra que sale de su boca. Todo lo que había esperado se desmorona en cuestión de segundos y no hay nada que pueda hacer para regresar el tiempo y regresar esas palabras. Porque ellas ya están haciendo su camino hacia mi corazón. —Camille entiéndelo, no te amo —afirma con seguridad—, eres preciosa...pero yo no soy el hombre para ti, no puedes estar enamorada de mi —sentencia sin ninguna consideración y deposita un largo beso en mi frente antes de darse media vuelta y dirigirse a la puerta de la habitación. Se irá y me dejará con el corazón hecho pedazos, y aunque me duela el alma después de su rechazo, me duele más verlo irse y dejarme así. —¡No te atrevas a salir de esa puerta, Alexander! —advierto con una voz demandante que hasta me sorprendo de mí misma—. No sin antes decirme porque me respondiste el m*****o beso si no sientes nada por mí —exijo una respuesta, tratando de evitar que se vaya. Tratando de evitar que me deje. Él se detiene en seco, se gira rápidamente y suelta un resoplido que incrementa mis ganas de extinguirme. —Lo hice porque me gustó —responde con una voz seca, su actitud es desinteresada y la irritación ya es evidente en su rostro—, no busques más porque no significó nada para mí, sólo fue un beso. Nada especial. Se me pone un nudo en la garganta y mis ojos comienzan a arder con las ganas de llorar que se agitan en mi pecho. —¿Así que sólo fue un beso sin sentido para ti? —suelto una risa sarcástica, ignorando lo último que ha dicho, necesito aferrarme a algo. Nuestras miradas se encuentran en medio del desastre y la mía está en espera de algo que reanime mis ganas para seguir adelante con lo que inicié, sin embargo, en la suya solo hay frustración y desinterés. Y algo más que no sé reconocer pero que me quema igual y si fuera un poco inteligente ya habría parado esta situación. —No te hagas ideas estúpidas —advierte sin ningún ápice de delicadeza—. Te seguí el beso porque tal vez sólo siento atracción s****l por ti, pero ten por seguro que besaría a cualquier mujer cuyos labios me apetezcan. Eso es todo. Me disculpo por hacerlo y por ilusionarte, pero nunca te he visto como algo más que la hija de mi socio. No debí corresponder y hacerte creer cosas que no son —la irritación y el enfado sobresalen en sus palabras, logrando dejarme en claro que no siente nada por mí. Da varias vueltas en la habitación, lleno de frustración. Yo lo estoy poniendo de mal humor. —Aún no respondes lo que yo quiero saber, Alexander —susurro en voz baja, quizás deseando que no escuche, pero lo hace y al alzar la vista y encontrarme con sus ojos, puedo notar como hay una chispa de algo que no puedo explicar. A veces creo que hay algo más que lo atormenta, sus ojos son un mar de oscuridad que jamás me deja entender lo que le ocurre. Un sufrimiento interno que jamás supe cómo descifrar. Y en estos momentos ya no me importa, solo quiero apaciguar mi dolor. Con cada palabra que sale de su boca me convenzo de que él no siente lo mismo que yo. Entonces, ¿por qué no puedo dejarlo ir como la haría cualquier mujer en mi posición? —Ya respondí, Camille, pero no es lo que tú quieres escuchar de mi parte —dice inclinándose hacia mi rostro, su tibia respiración golpea mis mejillas—. No te amo Camille, no lo hago ni nunca lo haré, solo te d***o como d***o a cualquier mujer hermosa como tú —susurra con la voz fría que lo caracteriza, y es así como acaba con la última esperanza que tenía guardada en un rincón de mi alma. Cada una de sus palabras son espinas que se entierran en mi corazón, no hay ninguna misericordia en ellas y eso es lo que más me cala. —¿Solo dirás eso? —cuestiono con la mirada perdida y la voz rota. Me siento ida, como si cuerpo hubiese dejado de funcionar. —No hay más que decir, Camille —admite, restándole importancia—. Procura que esto no vuelva a ocurrir nunca, no quiero escándalos como estos. Su rostro refleja el desagrado que siente por mi, me escanea por última vez y se maldice en voz baja, para después salir de la habitación dejando mi corazón hecho pedazos y mis ojos en un mar de lágrimas. ¿Este era el final de nuestra historia de amor? A quien quiero engañar, este era el final de una historia que ni siquiera había comenzado. Sólo me mentí a mí misma, yo sola jugué con mi corazón, haciendo expectativas que él destruyó con solo tres palabras. Duele mucho saber que la persona que amas no siente lo mismo que tú, sus palabras son como navajas afiladas clavándose en mis entrañas. Me desgarra por dentro saber que mi amor no es correspondido. No puedo evitar sentirme como una estúpida, pero al final nadie te asegura que la persona que amas corresponderá tus sentimientos, era un riesgo que debía correr y así lo hice esta noche. Salí perdiendo con la humillación de por medio. Mi cuerpo comienza a resentir todo el alcohol en mi sistema y todas las lágrimas derramadas, estoy terriblemente agotada y el rechazo de Alexander no ayuda en lo absoluto. Decido recostarme en el frío piso, permitiéndole a mi cuerpo descansar de esta desastrosa noche, cierro mis ojos con pesadez tragándome los sollozos que me taladran el pecho, comienzo a tomar bocanadas de aire para calmar mi t******o y sin siquiera darme cuenta ya me encuentro en los brazos de morfeo.
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