Capítulo XXXIII

4940 Words
Aarón Tomo otro trago de la botella y hago una mueca de disgusto cuando un ardor se acentúa en mi garganta. Intento ahogar todo el dolor que siento al saber que la mujer que amo se está casando con otro hombre en este preciso momento. Se está casando con ese idiota que nunca la amará como yo lo hago. Y ahora no me queda más que amortiguar el dolor latente de mi corazón, porque estoy tratando de no pensar en que por mi mente pasó la idea de robarmela de esa farsa que insisten en llamar boda. Lo hubiera hecho, pero la confesión de Camille me destrozó. ¿Cómo puede amar a una escoria como él? Él ni siquiera muestra afecto por su propio padre, no sé qué pasó por su cabeza en el momento que ella decidió enamorarse de él. No entiendo que bueno pudo ver en él, son completamente diferentes, ella es la puta luz; siempre con esa aura que te contagia las ganas de vivir y él, él es la maldita oscuridad personificada. Llegué tarde a su vida, pero aún así lucharé por ella. Sé que puedo hacer que se enamore de mí, incluso más de lo que está de Alexander. Mi cuerpo está completamente influenciado por los efectos del alcohol, quiero verla a ella, necesito sentirla cerca de mí, tal vez pueda volver a probar sus dulces labios, ella no me es indiferente. Lo sé. Con dificultad logro levantarme del suelo de la habitación, no sé ni qué hora es y tampoco me importa, solo quiero verla a ella y ese par de ojos que me hechizan. Bajo las escaleras casi a rastras, atravieso los pasillos hasta llegar al jardín donde yacen unos cuantos invitados, me escabullo entre los arbustos, no quiero que nadie me vea en este estado tan deplorable. La busco por todas partes, pero no está por ningún lado. Los invitados se están despidiendo de los padres de Camille y es ahí cuando caigo en cuenta de que ya se ha ido a su luna de miel, con él... ¡Maldita sea! La rabia me sacude el cuerpo y no puedo hacer nada para que se disminuya, el solo pensar en que estará junto a él me hierve la sangre. No puedo permitir eso. Tengo que detenerlos. La quiero conmigo no con él. Empiezo a caminar hacia la salida, me tambaleo en repetidas ocasiones, el alcohol hace efecto más rápido de lo que pensaba, no soy capaz ni de sostenerme por mi mismo. Desorientado, me sostengo de un árbol, mi respiración se agita dándome a entender que necesito algo para que se me pasen estos malditos efectos que me marean y no me dejan pensar con claridad. ¿En qué momento se me ocurrió beber de esta manera? La verdad es que no encontré otra solución para que el dolor disminuyera, el saber que se casaba con otro me mataba. Lo único que quería es no pensar en ella y en la maldita boda, pero todo resultó peor, ahora me veo incapaz de detener esta farsa. No puedo ni mantenerme cuerdo. Vuelvo a intentar retomar mi camino, pero pierdo el equilibrio en cuanto avanzo unos pasos, haciendo que me tropiece, la vista se me nubla y me preparo para el golpe que nunca llega. Alzo mi mirada y la veo a ella, la chica que detuvo mi caída a duras penas. Ella no luce mejor de lo que luzco yo. Aún con su estado de ebriedad me ha ayudado a no caer. —Creo que se te han pasado las copas —suelta una risita, sonrojándose. Se tambalea un poco y me doy cuenta de que no soy el único que ha bebido demasiado. Quiere sostenerme, pero está debilitada por culpa del alcohol, así que le suelto el agarre provocando que resople con hastío. Observo detenidamente a la rubia que tengo delante, con el cabello perfectamente recogido en una trenza, sus ojos color avellana me inspeccionan de arriba abajo y esboza una sonrisa que se extiende por su rostro. Su cuerpo está adornado con un vestido floreado que se ajusta perfectamente a su figura. Es hermosa, pero no se compara con la belleza de Camille. —A ti también se te han pasado las copas.... Me regala una sonrisa coqueta y aparto la mirada queriendo huir del cosquilleo que se acentúa en mi estómago. —Una boda siempre es motivo de celebración, en especial esta —habla emocionada y mi estado de ánimo empeora, esta maldita boda parece no tener final. Mis labios se curvan en línea recta. —No es como si me importara esta maldita boda —escupo con un deje de rabia en mi voz, que no pasa desapercibido. Se encoge de hombros, restándole importancia a mis palabras. —Bueno eso ya no importa, ya se ha acabado de todas formas —me dice sin dejar de verme. Le regalo una sonrisa que sale como una mueca forzada, ella me observa por unos segundos, más no dice nada. ¿Quién será ella? ¿Qué hace aquí?, bueno no importa. Ya no quiero estar aquí parado como idiota, necesito descansar y pensar que haré por el momento. La ignoro y comienzo a caminar nuevamente a la mansión, no tengo el humor ni las ganas suficientes para lidiar con una chica en estos momentos. Estoy a punto de llegar a mi habitación hasta que oigo el sonido de sus tacones resonando contra el suelo. Me ha seguido, pensé que era demasiado obvio que no me apetecía hablar con nadie. Una sensación de frustración me sube por la garganta y me doy la vuelta, la miro fijamente haciendo que ría nerviosamente, ni siquiera la conozco y sin embargo aquí está con un extraño. Vaya si ha bebido mucho alcohol. —¿Qué haces aquí? —increpo con seriedad, ella empieza a jugar con la tela de su vestido. La miro con intriga, ¿Qué está haciendo? —No quiero ir a casa aún..... —susurra con un tono travieso. —Entonces vete a un hotel —su rostro entristece por unos segundos, desvío mi mirada de ella y entro a la habitación ignorándola. Ella entra detrás de mí y no me molesto en detenerla, pensándolo bien, es lo que necesito, compañía para olvidarme de Camille por unos minutos. Ya no quiero pensar en ella, ni todo el dolor que siento en el cuerpo. Además ella parece una distracción adecuada para la situación y la tomaré. Aunque sea por unos minutos borraré a Camille de mí. —¿Esta es tu habitación? —pregunta escaneando la habitación con cierta curiosidad. Asiento con la cabeza. Ella se acerca a mi cama con pasos decisivos, coje la botella de alcohol que yace sobre la cama y se la empina completa, se la arrebato y ella chilla enojada, no quiero lidiar con una responsabilidad en este momento. No estoy del todo cuerdo. —Deja de tomar —exigo con seriedad haciendo que ella detenga su acción abruptamente. —Me apetece emborracharme, ojitos azules —vuelve a sonreírme mientras se muerde el labio inferior. Es muy sexy, debo de admitir. —No me llames así, me llamo Aarón —le doy un último vistazo y ella agacha la mirada. —Eres muy gruñón Aarón, te vendría bien relajarte por unos minutos ¿no crees? Se acerca peligrosamente a mi cuerpo, su cercanía me hace tensar por unos segundos, necesito alejarla mientras pueda, el alcohol y las hormonas no son una buena combinación. Y mucho menos el despecho. Ella toma la iniciativa y empieza a dejar besos húmedos en mi cuello haciéndome gemir, se siente bastante bien para ser honesto. Me tortura durante unos segundos hasta que mi m*****o cobra vida ante sus provocaciones y me maldigo por no poder evitarlo. Ella nota el bulto y sonríe excitada, tengo que parar ya o acabaré acostándome con ella, pensando en otra persona. Me armo de valor y la alejo de mí, sus ojos color avellana me observan con confusión. —No podemos hacer esto..... —le digo en un susurro, sin intenciones de ser grosero con ella. —¿Por qué? Solo será una noche y después no volveremos a vernos. Dejémonos de rodeos, ambos estamos borrachos y calientes, yo te d***o, tú me deseas así de fácil.— habla firme y me sorprendo. Un polvo no me vendría nada mal. Solo será eso. Intento alejar el recuerdo de Camille y la tomo por la cintura atrayéndola a mi, su cuerpo desprende ese aroma dulce que me prende y sin seguir pensando en la lógica, le devoro la boca por varios minutos en los que me invade una sensación desconocida pero placentera, nuestras respiraciones se agitan por la intensidad y mis pulmones comienzan a exigir oxígeno. No quiero parar, necesito una distracción y ella me ha ofrecido la manera perfecta. Comienzo a desvestirla apresuradamente, ella me sonríe coquetamente y yo le hago el mismo gesto, luego me desvisto yo mismo dejando nuestros cuerpos al d*********o. Me separo de ella y me dirijo a la mesita de noche donde saco un preservativo, rompo el paquete y me lo pongo con dificultad, mis manos tiemblan un poco, ella solo me mira excitada y sus ojos no dejan de ver mi m*****o ya erecto. Sin pensarlo, me acerco a ella y beso sus labios, rozando mi erección contra sus pechos, ella solo suelta pequeños gemidos que me excitan aún más. La tomo por las caderas y la guío hasta mi cama, ambos estamos desnudos y nuestra excitación es máxima, sus ojos me miran intensamente y me indican que está lista, su piel es suave y huele delicioso. Un aroma sorprendentemente rico. Quiero estar en ella. Meto dos dedos en su interior para asegurarme que esté lista, su humedad me lo confirma, mi m*****o está duro y ya no quiero esperar más. Sin más rodeos me sitúo entre sus piernas y deslizo mi m*****o en su interior, haciéndola soltar varios jadeos, las oleadas de calor no tardan en llegar, la penetro lentamente mientras juego con sus pechos, sus ojos están en blanco y nuestras respiraciones agitadas como si hubiéramos corrido maratones. —Más r-rápido —gime con la voz entrecortada, oírla así me prende más de lo que ya estoy. Hago caso a lo que me pide e incremento mi velocidad haciendo que gima descontrolada, oírla gemir de esa manera tan erótica activa mis sentidos y mi cuerpo me indica que estoy a punto de correrme. La sujeto de las caderas y hago más certeras mis penetraciones, ella se sujeta de las sábanas tratando de contenerse. Sin poder aguantarme más me libero, pensando en quien no debo. Ella me observa cansada y me regala una sonrisa cálida, salgo de ella y me acomodo en la cama, una culpa me empieza a invadir, pero no hay momento para remordimientos. Lo que hicimos ya pasó y solo quedará en una noche. No es como si la volveré a ver. No quiero ser grosero pidiéndole que se vista y se vaya, además luce cansada y está borracha, no soy un hijo de puta. Después de unos minutos ella cae rendida ante el sueño y luce tan pacífica que no puedo evitar suspirar, pero por alguna razón siento que esta noche me traerá consecuencias. Basta Aarón —me reprimo a mi mismo. No quiero pensar más, me pongo el bóxer y me acuesto junto a ella, manteniendo la distancia. Espero que esto no acabe mal, al fin y al cabo no nos conocemos, ni tengo intención de conocerla. Todo irá bien. Me tranquilizo con las últimas palabras. ******* Camille Después de una hora al fin hemos llegado al aeropuerto en donde nos espera el piloto que nos llevará a Italia a nuestra luna de miel, iremos en el jet privado de Alexander. Por una parte me alegro que sea así porque vengo muriéndome de sueño, no pude pegar el ojo mientras estaba en el carro gracias a que Alexander se pasó haciendo llamadas para preparar nuestra llegada a Italia y lo último que quiero en este momento es lidiar con más personas a mi alrededor. Bajamos de la camioneta y quedamos a solo pocos metros de la escaleras para subir al jet. No hubo tiempo ni de cambiarnos, ambos traemos los trajes de la boda. Alexander dijo que no era necesario empacar nada ya que él tenía todo preparado y para ser honestos estaba muy cabreada con él como para rechistar o tan siquiera hablarle. —Bienvenido señor y señora Rosselló —habla el piloto que se encuentra al lado de la escaleras esperándonos con una sonrisa fingida. Es muy apuesto y luce muy joven como para ser piloto. Pero si trabaja para Alexander debe ser el mejor porque mi esposo no acepta nada que no sea la perfección. —Mucho gusto —lo saludo esbozando media sonrisa—, solo dime Camille, por favor, no soy tan vieja —intento bromear y extiendo mi mano para saludarlo, se le escapa una sonrisa efímera pero no hace amago de estrechar mi mano, lo que me hace sentir estúpida. Lo observo con confusión, quiero saber porque se comporta de esa forma pero cuando me doy cuenta que Alexander lo está viendo fijamente con esa mirada que explaya posesión, entiendo la razón de su descortesía. Mi esposo se encuentra enojado y no comprendo cual es el problema, ¿qué le pasa? Retiro mi mano al instante y empiezo a subir las escaleras, ignorando al apuesto piloto, Alexander viene atrás de mí a paso decisivo. Al entrar al jet privado me quedo asombrada por lo extravagante y lujoso que es, los asientos son espaciosos, hay dos sillones grandes con una mesa de cristal en el medio, a lo largo del jet se puede observar una puerta grande con las iniciales A.R. de color dorado grabadas en esta. > Los pies me cosquillean y sin poder evitarlo me entra la curiosidad y empiezo a caminar hasta llegar a la puerta. Ignoro por completo la presencia de los pocos empleados que están en el jet, entre ellos las dos aeromozas que no dejan de reparar a mi esposo con cierta familiaridad que me resulta incómoda. No tengo ganas de socializar en este momento. Me acerco a la habitación del fondo, tomo el pomo de la puerta y cuando estoy a punto de abrirla su inconfundible voz me detiene. —No puedes entrar ahí —su voz ronca hace que detenga mi acción, volteo y lo encaro, tiene una hermosa sonrisa ladeada. Se ve tan jodidamente sexy, hay varios mechones rebeldes obstruyendo sus ojos. —Tengo sueño, Alexander —un bostezo sale de mi boca y él me observa con un brillo inusual de...¿ternura? ¿Enfado? Me es imposible descifrarlo, además el sueño no me ayuda a pensar con claridad. —Esa habitación es mía y es privada, no puede entrar cualquiera —me desafía con la mirada. —¿Por qué? —me intriga. —Porque no me gusta que invadan mi espacio personal. Pongo los ojos en blanco y suelto un bufido. Él se mantiene inescrutable así que termino haciendo pucheros y él parece pensarlo por unos segundos hasta que resopla y sé que he ganado. ¡Si! —Está bien, entra —me ordena dándome un leve empujón en mis caderas para que entre. Hago lo que me dice y al abrir la puerta me encuentro con una habitación parecida a la de su mansión, está completamente decorada con n***o tanto que es difícil alumbrarla, hay un mini bar cerca del armario, la cama es muy amplia, se ve cómoda y apetecible. A lo largo también se observa un baño y un gran armario con un espejo enorme. Me gusta mucho, ya me he acostumbrado a los colores oscuros que hacen juego con la personalidad de Alexander. Oscura y neutra. Me abro paso por la habitación, mis oídos captan sus pisadas que se escuchan cada vez más cercanas a las mías, la respiración se me acelera como la primera vez. Cierro los ojos en un intento de calmar mis nervios, cosa que no logro ya que escucho cómo cierra la puerta y pone seguro. Mis piernas se convierten en gelatina sin que pueda evitarlo. Me quedo quieta y no digo nada, hasta respirar se me dificulta en estos momentos, estoy inquieta y la sensación empeora cuando siento sus manos subir desde mis muslos hasta mis senos, sus caricias son delicadas, pero placenteras, tanto que logran excitarme aún con el vestido puesto. Sonrío inconscientemente, sentir su cercanía es un placer culposo que me alegra disfrutar. Basta Camille. Necesitas enfocarte en el objetivo. —¿Qué estás haciendo? —pregunto y mi voz sale extrañamente tranquila. Sus manos siguen trazando un camino de caricias sobre mi cuerpo. Necesito parar pero, ¿de dónde saco la fuerza para hacerlo? —Llevo horas aguantando las ganas de arrancarte ese vestido y hacerte mía —gruñe con la excitación crispando su voz, trago grueso al escuchar lo que acaba de decir—, me estás volviendo loco y ya no puedo aguantar un minuto más sin estar dentro de ti... El d***o infalible que siento por él se vuelve a apoderar de mi cuerpo y me es imposible pensar con claridad. Su respiración golpea mi cuello haciendo que la piel se me erice como la primera vez, mis sentidos despiertan advirtiendo ese cosquilleo, mi cuerpo siempre reacciona instantáneamente a su cercanía. Sin previo aviso me voltea y une nuestras miradas, su respiración está agitada al igual que la mía. No me da tiempo de reaccionar, estampa sus labios con los míos con gran desesperación y no puedo hacer más que perderme en el sabor de su boca, el tacto delicado de su lengua con la mía provoca ráfagas de placer en mi interior. Es una mezcla de suavidad con rudeza que se funden juntas. Jamás me cansaré de besarlo. Muerde mi labio al momento de terminar el beso, le regalo una sonrisa coqueta y él me observa con un brillo que conozco a la perfección. La diferencia es que esta vez no estoy dispuesta a caer, no me puedo dejar llevar por los sentimientos, esta vez no me pueden cegar como lo han hecho siempre. No después de lo que pasó la última vez. Necesito ser yo la que tome el control, mis nervios no pueden traicionarme en este momento, no lo permitiré. Me zafo de su agarra y me lanza una mirada de confusión. Le sonrío intentando desviar la tensión y sin decir nada más comienzo a deshacerme del vestido de novia, dejando al d*********o la sexy lencería que llevo puesta debajo. Sus ojos verdes me escanean de pies a cabeza a la vez que adquieren un brillo sombrío que me hace estremecer. Una corriente eléctrica me sacude entera y la ignoro con dificultad. Me acerco a él y comienzo a deshacerme de su traje. Él no rechista ni se opone, al contrario, me observa con ese aire de excitación que provoca mi humedad en cuestión de segundos. También me deshago de su saco y de su camisa dejando al d*********o su torso d*****o lleno de esos tatuajes que me vuelven loca. Una llama de d***o es visible en sus pupilas, él hace el amago de tocarme pero no sé lo permito. Una maldición brota de sus labios causando satisfacción en mí. Lo ignoro y me agacho hasta quedar a la medida en donde comienza su V perfectamente marcada. Deposito besos cálidos por toda la piel de su abdomen hasta llegar nuevamente a sus labios. Sin ninguna delicadeza lo tomo del cuello y lo beso con pasión, d***o, entregando todo de mí pero construyendo una barrera alrededor de mi corazón a la vez. Él me corresponde abiertamente dejándose perder en la sensación que nos embarga a los dos, sus manos viajan a mis glúteos de manera ansiosa a la vez que los amasa con rudeza haciendo que un gemido salga de mi boca. —Dime que deseas esto tanto como yo —gruñe con la voz entrecortada, su respiración agitada vibrando a través de mi cuerpo—, quiero escucharlo de tu boca. Mi corazón martillea con fuerza. —No te voy a dar la satisfacción de escucharlo, Alexander —le sonrío con sensualidad—, no te lo mereces. Una sonrisa pervertida se ensancha en sus labios provocando un cosquilleo en la parte baja de mi estómago. —Sabes que me deseas tanto como yo a ti, preciosa —me asegura con un gruñido profundo, sin abandonar la curva de mi cuello—, no intentes negarlo, no me creo ni una palabra. Reprimo un jadeo dentro de mi garganta y entrecierro los ojos con la oleada de calor que me golpea la entrepierna. —No intento negar nada, simplemente no quiero darte esa satisfacción —le aseguro con la respiración agitada. Una sonrisa se vuelve a formar en sus labios, esa maldita sonrisa que me desarma a la perfección y logra acelerarme el corazón con demasía. Recupero la compostura y me coloco frente a él, que me observa impaciente mientras su mirada recorre cada centímetro de mi cuerpo semidesnudo esperando mi próximo movimiento. No le doy tiempo a reaccionar y le empujo hacia la cama haciéndole caer de espaldas, jadea sorprendido, pero sus ojos me miran destilando excitación. Un torbellino de emociones me atraviesa de un solo golpe y el poco oxígeno que creía tener, abandona mis pulmones de repente. Le doy una última ojeada a su cuerpo detallando lo perfecto que es y me subo encima de él a horcajadas. Un jadeo entrecortado escapa de su boca al momento de rozar mi entrepierna con su creciente erección. Sonrío con malicia al ver cómo está de excitado. > Empiezo a moverme sobre él lentamente, un roce de placer crece en mi zona íntima mientras me muevo de lado a lado ejerciendo presión sobre su m*****o. Sus grandes manos viajan hasta mi t*****o, recorriendo cada espacio de mi piel mientras avanza, lo aprieta con fuerza, magullando mi piel expuesta. Puedo sentir su gran erección. Como si quisiera provocarme y hacerme flaquear. Repito el mismo movimiento, torturandolo de una forma placentera, sus ojos me observan impacientes y con una chispa de algo más que no puedo explicar. Me inclino sobre él, lo suficiente para quedar a la altura de su cuello, huele delicioso, ese aroma a menta combinado con perfume caro que lo hace inconfundible ante mis fosas nasales. Concentrada en lo que dejó hacer, relamo mis labios y comienzo a besar su clavícula a la vez que me muevo sobre él, sus gruñidos retumban en la habitación del jet y el corazón se me acelera de una manera descabellada. Sé que me desea con la misma intensidad que yo. Y aunque muera por volver a sentirlo, necesito que él caiga primero. —j***r, no tienes ni una puta idea de las ganas que tengo de ti —sisea entre gruñidos y aunque hace un gesto con los labios para reprimirlo, un jadeo ahogado sale de su boca. Le regalo una sonrisa. Sus manos me sujetan con fuerza contra su entrepierna para que pueda sentir cada centímetro de su creciente erección. Reprimo el gemido que quiere brotar de mis labios y me concentro en lo que en verdad importa. Es momento de que pague. —Me ha dado sueño —suelto de repente, una nota de desinterés apoderándose de mi voz—, la boda y el viaje me dejaron agotada. Estoy muerta del cansancio —continúo. Sin pensarlo dos veces me deshago ágilmente de su agarre y me tumbo a su lado, recupero el aliento inmediatamente y me preparo para lo que sea que venga. Alexander me observa con una mezcla de confusión y rabia. No es capaz de procesar lo que acaba de pasar, tampoco le he dado tiempo a reaccionar. Y su amiguito no está muy contento que digamos. —¿Sueño? —pregunta atónito cuando por fin recupera el habla. Sonrío y sus ojos me miran con furia. Esta vez se ha quedado sin palabras. —Estoy realmente agotada —bostezo y llevo mi mano a mi boca fingiendo cansancio. Aprieta la mandíbula. —¿Y hace unos segundos cuando estabas encima de mí no estabas agotada? —la furia persiste en él haciendo que quiera salir corriendo. Pero él se merece que alguien le ponga un alto. —No hagas drama, Alexander —sus ojos me acribillan al momento de hablar—, sólo me dejé llevar pero estoy muy cansada. Me siento diminuta ante él, pero no dejo que me intimide. —¿Esa es tú excusa? Niego con la cabeza. —No es ninguna excusa, hoy ha sido un día muy pesado. —No te creo ni una sola palabra. ¿A qué m****a estás jugando, Camille? —Arremete con enojo mientras se levanta de la cama recogiendo su ropa, indignado. No digo nada—. ¿esto te parece gracioso? —me señala su terrible erección y trago grueso cuando una oleada de calor me sacude por completo. Cubro mi cuerpo con la sabana que yace en la cama, de alguna manera me hace sentir más segura. —Es muy gracioso —admito soltando una carcajada que retumba por toda la habitación—, pero tampoco soy tan mala, puedes tomar una ducha con agua fría, te estaré esperando despierta cuando termines —sus ojos me acribillan con enojo y excitación niveladas. Con gran dificultad recupera su compostura, se deshace de su pantalón y mis señales de advertencia se activan de inmediato. Sien embargo, no le dejo ver mi nerviosismo, solo observo su cuerpo descaradamente. —Camille, te aconsejo que no juegues con fuego si no te gusta quemarte —su voz se vuelve más ronca, incluso peligrosa —, porque si lo haces, no te gustarán las consecuencias —decreta al momento en que su sonrisa se amplía haciendo que mi corazón comience a latir desbocado. —No sé de que hablas —me encojo de hombros haciéndome la desentendida, él solo niega divertido. Se acerca a mí de una manera imponente, no le dejo ver mi nerviosismo, toma mi mano y me hace tocar su m*****o erecto, trago grueso cuando lo rozo por arriba de la tela. Está duro como una roca. Intento apartar mi mano, pero no me lo permite. Mi mente me dice que corra lejos de él pero, ¿a dónde? Estamos en un m*****o avión. Debería aventarme por la maldita ventana. No, claro que no. Aunque la idea suena tentadora en estos momentos. —No deberías mentirme, mucho menos a ti misma. Se me corta la respiración. —Tal vez el que se está mintiendo a sí mismo eres tú —tiro de mi mano pero mi fuerza no es nada contra él. Su sonrisa resuena alrededor de la habitación. —Siente lo que provocaste, acabas de iniciar algo que no podrás parar —mueve mi mano sobre él de arriba hacia abajo, masajeando su m*****o a la vez que suelta un gruñido—. Pero no te preocupes, así como tú provocas esto, yo sé provocar tu humedad, preciosa —se inclina y acaricia el lóbulo de mi oreja con un roce de sus labios. Mi respiración se agita más de lo normal y me toca ignorar el remolino de emociones que me suben por la espina dorsal. Con la fuerza que me queda, aparto mi mano de su m*****o haciendo que sonría de manera forzada. No está contento. Prácticamente lo he dejado excitado y se que no me libraré tan fácilmente. —No estés tan seguro, Alexander —esbozo una sonrisa incitante, mientras me animo a quitarme la sábana de encima y dejar al d*********o mi cuerpo cubierto con la diminuta lencería. Su cuerpo se tensa en respuesta y aprieta la mandíbula, no dice nada más que maldiciones en voz baja y recoge su saco del suelo para dirigirse directamente al baño con gran indignación. Antes de entrar del todo, se detiene y se gira para mirarme. Sus posesivos ojos verdes flameando con algo más que d***o. —Prepárate, preciosa, porque aunque sea lo último que haga, te haré pagar por esto —el tono amenazante en su voz y la intensidad de su mirada hacen que mi cuerpo se paralice. Pero esta vez no pienso agachar la cabeza y ceder. —No me asustas, Alexander. Sus ojos adoptan un brillo oscuro y perverso. No oculta su diversión hacia mí. —Entonces deberías estarlo. No soy un hombre que perdona mucho menos que olvida. Aprieto los labios en una línea recta. —No esperaba que lo fueras —río, el calor subiendo a mis mejillas. —Considérate advertida, preciosa. Es lo único que dice y en respuesta le regalo una sonrisa triunfante, negándome a dejarle ver el desorden que ha provocado dentro de mí con solo un par de palabras. Entra al baño dando un portazo, minutos después se escucha el sonido de la regadera y comienzo a carcajearme. Necesito prepararme, sé que Alexander se vengará de mí, no me va a perdonar haberle dejado así. Sólo espero que su venganza no me tome desprevenida. Dejo salir un suspiro sintiéndome confundida a la vez que recuesto mi cuerpo en la enorme cama, la almohada está fresca y perfecta para acomodar mi cabeza. Cubro mi cuerpo con la sábana y cierro los ojos para descansar de todo el desorden de mi vida. No sin antes dibujar una sonrisa de completa satisfacción en mis labios. Camille 1, Alexander 0.
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