Camille
Entro a la habitación y aviento mi bolso al suelo, mis pies duelen demasiado, el camino de vuelta a casa se hizo más largo de lo normal. Me tiro en mi cama sintiendo como mi cuerpo se deshace de un gran peso, doy varias vueltas en el colchón tratando de encontrar una posición cómoda para dormir, pero no obtengo éxito. Suelto un resoplido atajada y a la vez frustrada ya que necesito dormir aunque sea un poco.
Después de varios intentos fallidos, doy una vuelta más y por fin logro relajar mi cuerpo, mis ojos comienzan a pesar y mi respiración cada vez se hace más lenta, estoy a punto de quedarme dormida cuando la puerta se abre de repente, mostrándome la figura de mi nana entrando a mi habitación, con una expresión preocupante.
—Camille, necesitamos hablar —la voz de mi nana hace que me levante de la cama con pereza, pero de igual manera le pongo atención.
—Dime, nana —contesto con la voz ronca—, ¿pasó algo? —pregunto, ella toma un respiro.
Pasan varios segundos y no hay respuesta de su parte, se queda pensativa por lo que parece mucho tiempo y la duda se comienza a sembrar como la hiedra.
Noto que su semblante es serio, lo que me preocupa demasiado, mi nana siempre transmite tranquilidad cuando se está a su alrededor, pero ahora es diferente, ya no hay paz, sino angustia.
Mi nana juega con sus manos en señal de nerviosismo.
—Nana, por favor, ¿qué pasa? —cuestiono preocupada, pero solo da vueltas en la habitación, no se atreve a hablar y no entiendo que es tan malo como para que le cueste decírmelo.
Respira profundamente y empieza a hablar.
—En la mañana salí a hacer la compra de la semana, ya sabes que siempre lo hago —hace una pausa nerviosa—. Cuando volví te vi en el auto del joven Alexander, se estaban besando —suelta la noticia que me hace perder el aire por lo que significa.
Abro mi boca intentando decir algo pero las palabras simplemente no salen, la confesión de mi nana me ha tomado desprevenida.
No sé qué decirle, no soy capaz de articular alguna palabra, siento que se me cae la cara de vergüenza, nunca había pensado en qué pasaría si alguien se enterara y justo ahora no sé cómo debo actuar.
¿Qué le digo?
—Nana, déjame explicarte, por favor —pido.
De mis ojos comienzan a brotar lágrimas, no puedo evitarlo, ni siquiera contenerlas porque el llanto se propicia por sí solo. Mi nana solo asiente con la cabeza, se sienta en la orilla de la cama y toma mi mano, dándome un leve apretón mientras su rostro muestra preocupación.
—¿Qué pasa, cariño? —me mira expectante.
—Nana, yo…—siento las palabras estancadas en el tórax, mi corazón latiendo con vehemencia—, estoy enamorada de Alexander —confieso con tristeza, tragándome un sollozo.
El semblante de mi nana cambia por completo, sus facciones se endurecen notoriamente y me mira con cierta incredulidad, como si estuviera tratando de asimilar la situación. La habitación se inunda en un profundo y sepulcral silencio que me eriza la piel y pone a mi mente a repasar diferentes escenarios que no quiero ni contemplar.
No puedo aguantar más, agacho la cabeza para no ver la decepción en sus ojos. Siento que pronto me desmayaré y la mirada recriminatoria de mi nana no ayuda en absoluto.
Su ajuste en mi mano se refuerza y siento que puedo volver a respirar.
—Oh, Cami, ¿cómo pasó esto? —pregunta mientras niega con la cabeza, un tanto disgustada.
Me limpio las lágrimas con el dorso de la mano mientras me sorbo la nariz.
—No lo sé, simplemente ocurrió cuando menos me lo esperaba —admito resignada—, he estado enamorada de él desde que lo conozco —espeto sinceramente y ella me ve como si estuviera loca o acabara de decir una barbaridad.
No es tan malo.
—¡Camille, por dios! —expresa con un tono preocupante que me hace estremecer.
Tal vez no fue la mejor respuesta, al menos no la que ella quería escuchar de mi parte.
—¿Estás con Alexander desde que tienes diecisiete años? —pregunta asustada y niego rotundamente con la cabeza, entendiendo la razón detrás de su preocupación.
Su semblante se relaja un poco, pero no del todo.
—No, nana, he estado enamorada de él desde que tenía diecisiete años —reitero—, pero se lo confesé en mi fiesta de diecinueve —aclaro con cierta melancolía, recordando el rechazo que me plantó Alexander el día de mi fiesta, mientras mi nana escucha atentamente a mis palabras.
Suelta un suspiro profundo, que me resulta abrumador porque jamás pensé que estaría confesándole algo así a ella.
—¿Entonces están juntos desde que cumpliste diecinueve años? —pregunta curiosa dando justo en el blanco.
Porque está preguntando algo que no quiero que haga, ya que no hay respuesta, o tal vez si la hay, pero me apena decirla. Una pequeña punzada de dolor se coloca en mi corazón recordando las palabras de Alexander la noche de mi fiesta.
Empiezo a juguetear con los mechones de cabello que se escapan de mi peinado, nerviosa. Me lleno de valor o al menos eso es lo que le repito a mi subconsciente.
—No nana, no estamos juntos —confieso triste, el rostro de mi nana cambia a uno lleno de confusión.
—¿Cómo que no están juntos? —pregunta desentendida, mis manos comienzan a sudar—, los vi besándose, ¿qué está pasando?
Las ganas de llorar regresan y solo me aferro al toque de mi nana porque siento ganas de desparramarme en el suelo.
—Él no me quiere nana, él…me dijo que no me ama —un sollozo se escapa de mi garganta acompañado de un par de lágrimas, que por más qué quiera detener, no puedo.
Mi nana se acerca a abrazarme sin hacer preguntas, algo que agradezco ya que no creo ser capaz de contarle todo lo qué pasó esa noche. Me apena decirlo en voz alta porque sé lo humillante que es, no puedo contarle sin sentir que me pierdo a mi misma en el proceso y tampoco entiendo porque sigo haciéndome esto a mi misma.
Aferro mi cuerpo a los reconfortantes brazos de mi nana y me permito llorar contra su pecho, como si fuera una niña pequeña otra vez, ya que esta no es la primera vez que busco consuelo en sus brazos y ella lo sabe mejor que yo, mi nana sólo se dispone a enredar sus dedos en mi cabello mientras me acaricia, susurrando palabras que van directo a mi corazón y me transmiten esa tranquilidad que he anhelado desde mi fiesta.
Esa tranquilidad que solo ella me puede brindar.
Decir las palabras en voz alta hace que todo sea más real, es una maldita realidad que me he negado a aceptar por mero capricho, Alexander no me quiere, él mismo me lo ha dicho. ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué no puedo dejar de amarlo?
Soy consciente de todo el daño que me provoca querer a alguien como él, pero aún así no soy capaz de dejarle ir. De soltarlo. Me siento sometida y la sensación no siempre es placentera cuando el rechazo está de por medio.
No puedo dejarlo, al menos no después de probar sus labios tan adictivos.
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Hablar con mi nana sobre este tema es un golpe a la realidad y es muy duro, he caído de mi nube de "amor" que he creado a base de ilusiones tontas. Falsas expectativas que acabaron con mis fantasías de adolescente, ahora ya no queda más que la cruda realidad en donde él no siente lo mismo por mí, pese a que daría todo porque fuera de otra manera.
—¿Entonces por qué se han besado? —pregunta mi nana, rompiendo el abrazo y el incomodo silencio que se empieza a crear entre nosotras.
Es verdad, soy una estúpida, pero ya no quiero hablar de este tema, solo me lastimo recordando.
—Dame tiempo, nana, es difícil para mí hablar de eso pero prometo que te contaré todo —ella solo asiente, no tan convencida.
Mi garganta arde a causa del llanto. Siento que no puedo respirar. Mi nana me da un último apretón, me besa la frente y sale de la habitación dejando la herida abierta.
Duele más que nunca.
No me atreví a decirle mi situación actual con Alexander, no lo comprendería así como yo tampoco puedo comprender cómo estoy rendida a sus pies, o al menos así me siento, simplemente no puedo alejarme de él y por más idiota que suene, tampoco quiero hacerlo. Quiero quedarme a su lado.
*******
Las notificaciones de mi móvil hacen que abra mis ojos, no estaba dormida, había despertado desde hace mucho, era como un sueño intermedio dónde puedes saber todo lo qué pasa a tu alrededor, incluso hasta pensar. Pensamientos que solo giran alrededor de lo que hablé con mi nana, mi mente sí que es masoquista, no me ayuda. Tomo el móvil en mis manos y me dispongo a leer los mensajes que tengo.
*Hola, ¿podemos hablar?*
Es un mensaje de Aarón, lo releo varias veces, pero decido no contestar, no tengo una respuesta para él, además de que también ignoró mis mensajes.
Intento regresar mi móvil a la mesita de noche, deseando descansar, pero este comienza a vibrar y el nombre de Alexander brilla en la pantalla.
Mi corazón se acelera sin que pueda controlarlo, las manos me comienzan a temblarme y sin dudarlo, contesto la llamada tratando de tranquilizarme.
—Bueno…—mi voz entusiasta no pasa desapercibida.
Hay un silencio o más bien una pausa en el otro lado de la línea, que se rompe con el resoplido que suelta, erizándome la piel.
—Camille, te hablaba para decirte que saldré de viaje por unos días. Buenas noches —dice para después colgar sin dejarme despedirme o al menos decir algo.
Termino desconcertada por el repentino cambio de actitud de Alexander, un día es dulce conmigo tanto que pienso que puede llegar a sentir algo por mi y después actúa de esta manera tan fría, tan cruel, que ya no se que pensar, estoy hecha un caos.
Sus cambios de humor hacen que mi cabeza quiera explotar y que me de jaqueca, sé que soy yo la que estoy a su lado pese a que él ya ha sido muy claro al decirme que no me ama, pero, ¿que diablos se hace cuando el corazón ya decidió lo que él quiere? ¿Qué se hace cuando el amor no te cabe en el cuerpo y se clava en lo más profundo de tu alma sin querer irse?
Aún sabiendo que no es correspondido. Que jamás logrará ser recíproco. Estoy jodida por él y lo sé perfectamente, pero creo que a lo mejor ya es demasiado tarde para mí.
Mi mamá me decía desde pequeña que siempre debía amarme a mí misma, antes que a los demás, pero fue imposible hacerlo cuando lo tuve cerca, sin siquiera desearlo, todo mi amor fue arrebatado por él y ahora me ha dejado rendida a su merced sin el valor suficiente para alejarme del hombre que no me ama y que lo ha dejado bastantemente claro.
Porque a veces así sucede, hay veces que duele más la ausencia de una persona, tanto que te aferras a su presencia, aunque tenerla también te corte por dentro, creando un herida que nunca deja de sangrar.
En momentos como estos son en los que quisiera ser más como Sam, ella simplemente pueda liarse con cualquier chico que ella desea sin "ilusionarse" o crearse expectativas, ella es el tipo de mujer digna de admiración, tiene todo claro en la vida, no tiene miedo de hacer lo que ella quiere mientras que yo soy lo opuesto, me entrego a la primera, amo con todo mi ser sin importarme las consecuencias, y a veces dar todo de ti no es lo mejor.
Pero ahora me doy cuenta que estoy pagando con creces amar a la persona equivocada, sin embargo, aún sigo siendo una ilusa pensando que él puede cambiar por mi, que soy yo la persona que puede ayudarlo a superar sus traumas y sanar todas sus heridas causadas por su madre, pero duele aceptar que a lo mejor no lo soy.
No ser la persona que él ama me está consumiendo lentamente y ya no sé qué más hacer. Alexander es una maldición que ha caído sobre mí y es de esas maldiciones que no se van ni en esta vida ni en la otra.
No quiero vivir amando a una persona que no me ama, porque yo no he sido tan mala para recibir ese castigo.