Camille
Puedo sentir la palma de su mano reposando en mi mejilla, el tacto me cobija y me hace sentir segura, parpadeo varias veces, intentando acostumbrar mis ojos a los pequeños rayos de sol que se filtran por los orificios entre los grandes árboles.
No pasa mucho cuando por fin puedo abrir mis ojos por completo y visualizo al hombre más hermoso del mundo, me observa con esos hipnotizantes y cautivadores ojos verdes que varias noches me provocaron desvelo.
Sonrío como una tonta al verlo a mi lado, sintiendo como esa corriente eléctrica vuelve a recorrerme el cuerpo, intensificando la cantidad de sentimientos que le profeso. Tiene el cabello totalmente alborotado, luce extrañamente tranquilo y sus ojos tienen un brillo inusual que me es imposible descifrar, pero por este momento no me molesta.
Porque podría acostumbrarme a amanecer en sus brazos toda la vida si él me lo pidiera. Yo haría todo por él aunque el sentimiento no sea recíproco. Me cuesta no perderme en su imponente mirada, y más cuando te mira de esa manera; intensa y arrebatadora, tanto que sientes que te traspasará el alma.
Mi pulgar roza su labio y suspira en medio de una sonrisa.
—Buenos días —su voz ronca hace que se forme una pequeña sonrisa en mis labios, deseando quedarme aquí y prolongar este momento para toda la vida.
—Buenos días —contesto un poco somnolienta.
Sin que pueda detenerme mis ojos viajan a su torso d*****o y no puedo evitar sonrojarme al recordar lo ocurrido la noche anterior, muerdo mi labio inconscientemente, lo cual lo hace carraspear un poco, mis ojos están fijos en los suyos, la intensidad me hiela los sentidos y cuando siento que el momento continuará y abrirá paso a algo más, termina apartando la mirada.
¿Se habrá puesto nervioso?
No me da tiempo de ordenar mis pensamientos y alza mi cuerpo, ayudándome a levantarme del césped, tomo mis prendas y comienzo a vestirme rápidamente, haciendo un débil intento de ignorar su intensa mirada que me pone a temblar las piernas más de una vez. La oleada de nervios me atraviesa y no hago más que morderme el interior de las mejillas para enmascarar el rosado de mis mejillas.
Él sigue con la vista puesta sobre mí, y no le veo intenciones de dejar de hacerlo. Decido no prestarle atención, pese a que influye en mis nervios, me coloco mis zapatillas y con mis manos hago un torpe intento en peinar mi cabellera que se encuentra alborotada y con pequeños trozos de hojas secas adornandolo.
Alexander se acerca a mí, su cercanía acelera mi corazón en maneras que aún me cuesta comprender, nuestros ojos se conectan y los suyos me dicen más de lo que él se atreve a pronunciar, la intensidad de su mirada comienza a quemarme y cuando pienso que no podré soportar la situación, comienza a sacar las benditas hojas de mi cabello, lo hace con cierta delicadeza y la acción me saca una sonrisa que me nace de lo más profundo.
Lo veo con fijación y él hace lo mismo, pero esta vez, lo inesperado pasa y siento que pierdo el soporte de mis pies, ya que me muestra una sonrisa radiante que me permite ver su perfecta dentadura, siento mi corazón acelerarse más de lo normal, la emoción sube por todo mi cuerpo, pronto voy a tener un ataque y me desmayaré enfrente de él.
ás me había sonreído de esa forma, es simplemente perfecto>>.
Acorto nuestra distancia, no lo pienso dos veces, y dejo un casto beso en sus labios para después empezar a caminar hacia el auto dejándole atrás.
Escucho sus fuertes pisadas detrás de mí.
—Camille, espera —le escucho decir pero no me detengo—. ¡j***r! Detente —ignoro sus gritos y sin saber que intento probar, comienzo a correr.
—¡Camille! No correré detrás de ti —advierte, pero no le tomo importancia e impulso todavía más a mis débiles piernas para incrementar la velocidad.
Sus pasos comienzan a retumbar en mis oídos, se escuchan cada vez más cerca, un mar de escalofríos me suben por la columna vertebral, acelerando mi pulso. á muy cerca>>
Las pulsaciones se me disparan con anticipación y comienzo a correr más rápido que él, queriendo escapar —o al menos eso es lo que pienso—, pero la idea se esfuma en el momento en que siento sus brazos envolviendo de repente mi cintura, pierdo el balance que no siento cuando me tiene aprisionada y sin poder detenerlo, ambos caemos al césped.
Mierda.
—No puedes huir de mí, Camille —susurra en mi oído—, ya es muy tarde para intentar escapar.
Sus palabras me arrebatan el aliento, pero son sus labios los que me hacen perder la razón. Se encuentran demasiado cerca de los míos y sólo por este pequeño instante, me veo anhelando otro beso de su boca que me deja hambrienta de más, hambrienta de él.
Intento recuperar el aire perdido.
—No intentaba huir de ti —reprocho haciendo pucheros como niña pequeña, me mira con un ápice de diversión.
Lo analizo unos segundos, me grabo sus gestos y cada una de sus expresiones, dándome cuenta que jamás me ha mirado de esa forma, una forma ¿especial? ¿Única? No lo sé, pero es diferente a sus miradas frívolas que lo caracterizan.
—¿Entonces? —sus ojos me observan con un signo de interrogación.
—Correr es muy buen ejercicio —miento descaradamente, haciendo que una gran carcajada salga de su garganta.
Le miro indignada.
A mi me gusta el ejercicio, bueno.....sólo un poco.
—Camille, preciosa, te conozco perfectamente y sé que a ti no te gusta ejercitarte —afirma mientras se levanta con facilidad y me extiende su mano para ayudarme a hacer lo mismo.
Me quedo en blanco, sorprendida por lo que acaba de decir o más bien afirmar, pero es cierto. Odio correr o hacer algún tipo de deporte, a excepción de la natación. Él me regala una mirada escéptica y es en ese preciso momento cuando la realización me golpea con fuerza, ya que me doy cuenta que solo he corrido porque quería que me siguiera y lo hizo.
—También cuenta como calentamiento, ¿no te han dicho que correr es un buen ejercicio cardiovascular? —trato de seguir mi mentira, pero él se da cuenta y niega con diversión.
—Te encanta mentirte a ti misma —sonríe con aires de grandeza—, pero podríamos practicar otros métodos de calentamiento, claro, si eso es lo que tú buscas —susurra respirando con pesadez y trago grueso.
Mis mejillas se encienden tomando un color carmesí que me hace sentir acalorada de todo el cuerpo. Alexander me observa pacíficamente esperando alguna respuesta de mi parte pero solo le regalo una tímida sonrisa y él solo rueda los ojos en forma de negación.
Paso saliva y mis ojos se abren de par en par cuando de la nada recuerdo que día es. Lunes. ¡Maldición, la universidad!
—¿Alexander qué hora es? —mi voz sale a cuentagotas, la preocupación se cuela y sé que él lo nota.
Alza el brazo izquierdo con elegancia y posa sus ojos en el reloj.
—Aún es temprano, faltan quince minutos para las 7:00 —exhalo con alivio—, tranquila, llegarás a tiempo —espeta serenamente, regalándome una sonrisa que debería calmarme, pero solo desata una tormenta dentro de mi.
Meneo la cabeza alejando esos pensamientos y vuelvo a enfocarme en el tema.
—¿Me podrías llevar a casa? No quiero llegar tarde a clase —pregunto encogiéndome de hombros, muerdo mi labio en espera de su respuesta, acto que lo hace tensarse.
—No esperabas que te dejara aquí en medio de la nada, ¿verdad? —contesta irónico y su respuesta me hace sonreír como una tonta.
Sin agregar nada más, toma mi mano y me guia gentilmente al auto, me abre la puerta del pasajero introduciendo mi cuerpo en este, tal como si fuera una niña pequeña que necesita ayuda para hacerlo, espero a que cierre la puerta pero no lo hace, observo cada uno de sus pasos detallando cada acción y percibo como se acerca peligrosamente a mis labios.
Por un pequeño momento en el que me permito sentirlo todo pienso que me va a besar, pero no lo hace, sino que toma el cinturón de seguridad y lo ajusta a mi cuerpo, su gesto protector me hace sonreír internamente sintiendo miles de mariposas revoloteando en mi estómago.
—Gracias —musito y él solo asiente dejando un casto beso en mi frente para después subir al asiento del conductor.
El recorrido es sorprendentemente tranquilo, de vez en cuando le miro de reojo y él también hace lo mismo, todo el camino apoya su mano en mi muslo y la acción no me desagrada en absoluto, porque su tacto es agradable.
Estoy viendo una nueva faceta de Alexander y me gusta descubrir que hay más de lo que él quiere mostrar, pero al mismo tiempo también me aterra porque sé que él me ha dejado las cosas muy en claro y soy yo, la que aceptó estar con él de esta manera.
A mi corazón le es imposible no emocionarse con cada detalle que hace, por más mínimo que sea. Pero no hay día en el que no me pregunte a mi misma qué somos.
Es muy tarde para lamentos, no hay marcha atrás, me encuentro perdidamente enamorada de él.
El auto se detiene y un portón n***o se hace visible en mi campo de visión, hemos llegado a mi casa. Me vuelvo hacia él y deposito un beso en su mejilla, pero Alexander apoya sus manos en mis caderas y roza nuestros labios besándome posesivamente, me quedaría besándolo todo el día pero tengo que ir a la Universidad así que alejo su cuerpo del mío, rompiendo el beso con una tortuosa lentitud.
Trato de controlar mi respiración pero solo basta tenerlo cerca para enloquecer cada partícula que me conforma.
—Alexander, necesito irme o de lo contrario llegaré tarde —digo un poco agitada y él solo asiente con una sonrisa.
—Está bien, solo por eso te dejo ir. —me besa los labios nuevamente y suspiro.
—¿Tan fácil te resulta dejarme ir? —arqueo una ceja con diversión.
Él tira de mí y vuelve a besarme, esta vez muerde mi labio con sensualidad y gimo contra su boca, llena de esa l*****a que me provoca espasmos cada vez que me besa de esta manera y son precisamente estos momentos los que me llenan de esperanza e ilusión.
—No juegues conmigo, que no me gusta perder —me respira en la boca sin dejar de ver mis labios.
—No estoy jugando.
Sonríe con malicia, como si acabara de aceptar un reto que no propuse, su mano viaja a la parte baja de mi abdomen y no se molesta en bajar el cierre para hacerse camino dentro de mis pliegues, buscando ese lugar que me hace estremecer cuando roza mi piel sensible.
—Alexander —advierto con la respiración entrecortada.
Él sonríe, lanzándome esa mirada salvaje que me hace temblar y comienza a hacer movimientos circulares con el pulgar, entrecierro los ojos, dejando que el torbellino de sensaciones fluyan, mientras mi cuerpo se tensa con esa sensación inexplicable que me prende.
En un abrir y cerrar de ojos, sus labios están sobre los míos, aspirando los jadeos que salen de mi boca cada que acelera la intensidad, no puedo ni pensar, porque el deleite de sus labios y su mano al mismo tiempo hace que pierda la función cerebral.
—Córrete en mis dedos, preciosa —musita sin perder el ritmo.
Me dejo embargar por las sensaciones, sin importarme lo que me rodea, solo el hombre que me toca de esa manera especial y toma mis gemidos con su boca. Mi cuerpo se contrae con el cosquilleo que me atraviesa, mis piernas tiemblan nuevamente y la realidad me golpea cuando sus labios abandonan los míos.
Saca su mano del interior de mis pantalones y jadeo sorprendida cuando se lleva el dedo a la boca, chupando los restos de mi liberación, mis mejillas se acaloran al instante y eso empeora en el momento en que se inclina en mi dirección, su aliento golpea el lóbulo de mi oreja y mi corazón se acelera cuando me susurra:
—Sabes delicioso —besa mi mejilla con cariño y se aleja por completo, acomodándose de nuevo en su asiento.
Me paso la mano por la cara, buscando un balance en mi respiración y no me atrevo a mirarlo porque la vergüenza me infla el pecho.
Lo escucho sonreír y pongo los ojos en blanco, ya que él encuentra esta situación divertida y yo no.
—Te llamo en la noche, ¿te parece? —me pregunta mientras sale del auto y me abre la puerta para que salga, como el caballero que siempre ha sido.
Tomo una bocanada de aire y reúno todas las fuerzas para poder verlo a la cara después de lo que acaba de pasar.
—Me parece perfecto. —respondo, emocionada cómo una adolescente de quince años.
Él me observa fijamente, cómo si quisiera decir algo más pero no lo hace, sólo sonríe en respuesta y vuelve a subir al auto nuevamente.
Me quedo quieta durante unos minutos viendo el auto de Alexander desaparecer en la carretera, intento controlar el color rosado de mis mejillas y sin tener nada más que hacer, me dispongo a entrar a mi casa.
Subo corriendo escaleras arriba, no quiero llegar tarde, entro en mi habitación como un rayo y me quito toda la ropa, me meto en la ducha y abro la regadera para luego ver como las frías gotas caen sobre mi pálida piel.
Salgo después de unos minutos y empiezo a buscar un conjunto sencillo, me decido por una blusa blanca con rayas negras, unos vaqueros azules y finalmente unas zapatillas negras.
Echo un último vistazo a mi aspecto en el espejo, le doy mi aprobación mental, cojo el bolso y me dispongo a salir de nuevo de la habitación.
Cuando llego a la sala de estar no veo a nadie, ni siquiera a mi niñera así que salgo corriendo, ía pasando>> me reprocho mientras hago mi camino rápidamente hacia la Universidad.
*******
Llevo dos horas escuchando al profesor hablar y mis ojos comienzan a pesar. Siento un gran cansancio que se extiende por cada extremidad de mi cuerpo. No debí desvelarme, pero valió la pena.
ó>>
Mi mente me recuerda dónde estuve hace unas horas, entregándome a Alexander, y lo que sucedió apenas esta mañana. Sin darme cuenta ya me encuentro sonriendo ilusionada.
Pasando a otros temas, hoy quería hablar con Aarón sobre lo que sucedió ayer pero no vino lo cual me extraña mucho, él no había faltado a clases, mi mente comienza a trabajar más rápido y busca excusas por las cuales él pudo haber faltado, tal vez se enfermó y por eso no pudo venir. Si eso será. Saco mi móvil con cautela para que el profesor no me atrape y envió un mensaje a Aarón.
*¿Estás bien?*
Espero unos segundos y aparecen dos palomitas azules que me indican que ya ha leído mi mensaje, pero no responde. Me deja en visto.
Envío otro mensaje esperando que esta vez sí responda.
*¿Por qué no viniste hoy? ¿Te encuentras bien?*
Y nuevamente me deja en visto, un suspiro de resignación sale de mi boca y decido guardar el móvil en mi bolso para ya no mandarle más mensajes, enfoco mis ojos en el profesor brindándole mi atención por completo.
Después de unas horas mis clases finalizan, salgo del aula un poco cansada y me dirijo a la cafetería para comprar un batido, me ha dado sed durante la última clase.
Al llegar a la cafetería no hay tanta gente como imaginaba así que me acerco al chico que está tomando las órdenes, atraigo su atención con mi mano y me observa esperando a que diga algo. Hago mi pedido y p**o el precio de mi orden.
Cuando transcurren diez minutos, el chico me entrega la orden y me dispongo a salir del lugar, sintiendo una extraña sensación atascada en el pecho que no puedo describir, tomo un sorbo del batido y la sensación de empalago se instala en mi paladar, ya que es demasiado dulce para mi gusto, pero igual es delicioso.
Sigo caminando por los largos pasillos hasta que unos ojos azules se topan con los míos, Aarón está viéndome fijamente mientras conversa con una chica, algo en mi se remueve en incomodidad así que rápidamente desvío la mirada y me dispongo a caminar nuevamente, saliendo de la Universidad con un mal sabor de boca.
Y es que no puedo evitar sentir rabia, que ni piense qué le hablaré tan fácil después de que ignoró mis mensajes sin razón alguna. Estoy preocupada por él y él está aquí y ni siquiera se digna a responder.