Camille
El auto se detiene en la comisaría, lo cual efectúa el temblor de mis piernas, mi respiración es pesada, no puedo dejar de recopilar los sucesos, además que el hecho de que mis nervios estén de punta no ayuda. Una oleada de arrepentimiento atraviesa mi cuerpo recordando lo que hice mal, porque dentro de mí sé que toda esta noche fue un completo error. A excepción de Aarón.
Observo a Aarón con fijeza y noto el semblante totalmente serio que me hace estremecer, hundido en los pensamientos que intento descifrar, pero no puedo y por eso mismo decido no hablarle para no hacer las cosas más complicadas. El oficial me baja del auto y me guía a una sala donde se encuentra una mujer que me mira en forma de desaprobación. >
Me puedo imaginar el porqué, ha de pensar que soy la peor de las delincuentes de esta ciudad, pese a que no lo soy. No quiero ni imaginarme cómo me mirará mi padre si se llegase a enterar de esto. Claro que no puedo imaginármelo porque me matará si me encuentra aquí.
La oficial se levanta de su lugar, me quita las esposas y se vuelve a acomodar en su silla.
—Coloca tus pertenencias en la caja —espeta con desdén.
Desganada, comienza a sacar el móvil del bolsillo, veo que tengo varios mensajes perdidos de Alexander, intento abrirlos pero en ese momento la oficial me detiene con una cara de pocos amigos. Me hace un gesto desapacible y trago grueso.
Mierda.
—Es para hoy linda, no tengo todo el tiempo del mundo —farfulla con la irritación palpable en su voz.
Dejo el móvil en la caja, conteniendo las ganas de tomarlo y revisar los mensajes porque la incertidumbre me hormiguean las manos. Me deshago de mis pendientes y pulseras.
—Si sabes que es ilegal la participación en carreras de motocicletas ¿verdad? —su voz me trae de vuelta a la realidad.
Me observa fijamente, queriendo intimidarme y lo logra.
Mis nervios se encuentran de punta, claro que sé que es ilegal, y aún así decidí ir porque jamás había sido partícipe de una.
>
—Yo no cometí ningún delito, sólo estaba acompañando a un amigo —trato de argumentar, pero evidentemente no funciona ya que puedo ver cómo mis palabras la fastidian aún más de lo que ya está.
—Eso dicen todos, linda —se burla—, será mejor que te hagas la idea que pasarás la noche aquí, claro al menos de que alguien venga a pagar tu fianza —expresa las palabras con el mismo tono.
Logra enfadarme. Demasiado.
—¿Podría hacerlo yo? —sugiero, hastiada—, el dinero no es ningún problema.
El dinero no es ningún problema para mí, lo tengo muy claro porque nunca lo ha sido. He crecido toda mi vida rodeada de lujos que mis padres sustentan. Jamás he hecho lo que algunas chicas de mi edad hacen con el dinero en sus manos "malgastarlo" y eso es gracias a la educación que recibí por parte de mi nana, pero ahora es diferente, la situación lo amerita. El dinero me puede sacar de aquí, a mí y a Aarón.
—¿Eres mayor de edad? —pregunta, ignorando lo que acabo de decir.
En la ciudad de Washington al menos lo soy.
—Si —respondo con timidez, apartando la mirada, un poco apenada con ella por haberme exaltado y hablado como lo hice.
—Tienes a alguien que pague tu fianza, no lo sé, ¿un conocido? ¿tus padres? —pregunta y yo sólo me limito a negar con la cabeza.
Decido mentir, no quiero que ellos se enteren que estoy en este sitio por mi inmadurez. Y sé perfectamente que Sam no puede salvarme ya que sus padres monitorean cada uno de sus gastos desde que decidió que era una brillante idea gastarse casi medio millón de dólares en un yate.
Le diré a mis padres que me he quedado con Sam, pero no estoy dispuesta a dejar que los llamen.
Sería hombre o en este caso, mujer muerta. Más por los escándalos que esto conlleva. Mis padres se van a decepcionar y probablemente me van a castigar por lo que me resta de vida. Un oficial distinto me guía a una celda, los chiflidos, guarradas, piropos de los hombres penetran mis oídos pero los ignoro.
—Entra —ordena abriendo la celda.
Me vuelvo hacia el lugar y encuentro a Aarón sentado en una barra de cemento, en el rincón.
—¡Aarón! —sus ojos se sorprenden y corre a abrazarme, luce preocupado.
Yo también lo estoy.
—¿Estás bien, Camille? —pregunta preocupado, sólo asiento regalándole una sonrisa tranquilizante.
Aunque por dentro estoy muerta del medio al no saber qué pasará con nosotros.
—Perdóname, no quería que nada de esto sucediera —me besa la sien, el gesto me toma desprevenida pero no me disgusta—, nos sacarán de aquí pronto, te lo prometo —habla con seguridad, pero sinceramente, no me fio de que nos dejen ir así de fácil.
Es inevitable no tener consecuencias y más porque vengo de una familia influyente donde los apellidos pesan y cargan responsabilidades. Y aunque niegue lo evidente, nuestros nombres aparecerán en la primera plana de los periódicos de mañana.
Suelto un suspiro cansinamente. Decido ya no protestar por lo que dice y solo asiento para que no se sienta más culpable, al fin de cuentas, fui yo quien quiso venir, nadie me obligó y ahora tendré que pagar las consecuencias de mis actos.
¿Pero con cárcel?
¡Por Dios!, no puedo tener tanta mala suerte, o.....esperen si puedo y ya está demostrado.
*******
Alexander
Salgo de la oficina a paso apresurado, camino hacia los estacionamientos liado con el pensamiento, entro al auto y sin saber la razón que me impulsa, saco mi móvil. Una vívida imagen de la sonrisa de Camille se me viene a la mente y una involuntaria sonrisa se escapa de mis labios. Siento la necesidad de verla aunque me niegue a aceptarlo, está me sacude el pecho y la ingle con el d***o que me corroe.
No me gusta estar alejada de ella, sus hermosos ojos se quedaron grabados en mi mente como un m*****o tatuaje. Siempre anda merodeando por mi cabeza a sus anchas y hasta este punto no sé qué es lo que me molesta más.
Me dejo de rodeos y decido mandarle un mensaje para quedar, me apetece verla en estos momentos....y hacer otras cosas.
*Camille, preciosa, ¿puedo pasar por ti?*
Espero unos minutos que se me hacen eternos, pero no recibo respuesta alguna, un poco de fastidio se ensaña en mi cabeza y aunque me siento un niñato hormonal, decido enviarle otro mensaje.
*¿Estás ocupada?*
Vuelvo a esperar, pero no hay respuesta, mi mandíbula se tensa más de lo normal y me toca aguantar la sensación de inestabilidad que me asalta.
*Camille, te veo mañana. Tenemos que hablar. Descansa*
Aviento el móvil al asiento del pasajero, sintiendo mis muslos tensos y el corazón exaltado, me pongo el cinturón de seguridad y enciendo el motor. Diviso mis alrededores y cuando estoy a punto de marcharme del estacionamiento, mi móvil comienza a vibrar.
Lo tomo con un leve entusiasmo, pensando que es ella, pero la sonrisa se borra de mis labios al ver el nombre de mi padre en la pantalla, deslizo el dedo para contestar la llamada, aunque no me apetezca en lo más mínimo.
—¿Qué ha pasado esta vez? —lo corto.
Mi padre es la última persona con la que me apetece hablar en este momento. Además de que esperaba la llamada de alguien más.
—Alexander, hijo, necesito que me hagas un favor —ruedo los ojos fastidiado, no soy su sirviente para hacerle favores a él ni a nadie.
¿Por qué me siento así de enojado?
Enojado no, furioso.
Dejo escapar un resoplido que interpreta como la señal de proseguir.
—El hijo de Amelia ha sido arrestado porque lo pillaron en una carrera ilegal —musita mi padre terminando la oración.
Mi humor empeora, porque en lo único que puedo pensar es en ese par de ojos esmeralda.
Sólo me dedico a escucharle, Amelia, es su esposa, contrajeron matrimonio hace un año aproximadamente. Ella tiene un hijo de diecinueve años pero no he convivido con él >. No lo odio porque no tengo ninguna razón para hacerlo, pero tampoco quiero ser parte de la patética familia que mi padre ha formado, cabe aclarar que no nunca me opondría a su felicidad. Simplemente me da igual lo que haga con su vida con tal de que no se meta en la mía.
Una relación ejemplar de padre e hijo.
—¿Y qué quieres que haga? ¿acaso yo le dije que hiciera esa estupidez? —pregunto irritado, no es mi problema, él se lo busco por imbécil.
—Hijo, por favor, sé razonable —interviene—, te estoy pidiendo un favor, no quiero que mi esposa se preocupe —la aclaración me agría la noche pese a que se le escucha agobiado, incluso cansado.
Trato de que no me afecten sus problemas, pero de alguna forma siempre termino enredado en asuntos que no me competen.
é el chico hace estas cosas>>
—No es mi m*****o problema, debió pensar en las consecuencias antes de hacer algo como eso —escupo, detonando la frialdad que me caracteriza.
Su suspiro cargado de resignación me golpea a través de la línea y me afecta más de lo que me admito a mi mismo.
—Alexander recuerda el pasado, cómo eras tú cuando ella se fue. Las cosas que hiciste y que jamás te reproché...—intenta manipularme con la única cosa que me puede y que me sigue doliendo, odio que haga eso para que yo acceda a sus peticiones.
Siempre hace lo mismo, recordarme mis errores para que pueda cumplir sus malditos caprichos.
Ya cambié, no soy el mismo Alexander de hace diez años, no me enorgullezco de mi pasado, pero ahora soy una hombre responsable y odio que mi padre me trate como un puto chaval que perdió el control solo por no poder superar el abandono de su madre.
—Basta Stefan, no te atrevas a mencionarla de nuevo —interrumpo enojado, deseando que no continúe, no quiero escuchar sus reproches.
Ni mucho menos quiero que mencione a esa mujer. Esa mujer que no es absolutamente nadie en mi vida desde que se largó.
—¿Qué necesitas para que me dejes en paz de una vez por todas? —pregunto derrotado, sé que si no le ayudo me estará fastidiando toda la noche con lo mismo.
—Necesito que pagues su fianza, me ha llamado y sonaba preocupado —espeta.
No digo nada más y cuelgo la llamada, aventando el móvil al asiento nuevamente.
Comienzo a conducir a toda velocidad, ignoro la tristeza que comienzan a resurgir y me dirijo a la comisaría más cercana de Seattle.
ólo a un crío se le ocurren hacer estas estupideces>>
Y por eso lo sé, porque yo también fui un crío a su edad.
Al llegar a la comisaría bajo inmediatamente, con un humor de los mil demonios, entro al lugar y todas la miradas se posan en mi persona, ya estoy acostumbrado a esta situación, no es nada nuevo, así que sigo mi camino hasta llegar a una señora para preguntarle sobre el chico. O idiota. Da lo mismo.
—Buenas noches. Necesito información sobre Aarón Smith —exijo con seriedad, destilando el aire indiferente que la hace entornar los ojos en mi dirección.
—Aarón Smith.. —repite la oficial buscando en su aparador, dura unos segundos en su búsqueda hasta que lo encuentra—, aquí está, fue traído aquí hace apenas unas horas por la participación en carreras ilegales —finaliza.
Que idiota es. Y yo más por hacerle favores a mi padre en asuntos que me valen una m****a.
—No quiero nada de rodeos, ¿de cuánto es la fianza? —pregunto irritado, lo único que quiero es acabar con esta situación lo más pronto posible.
Me dice el monto de la cantidad con un tono hastío que me se resbala, porque si ella no quiere estar aquí, yo tampoco.
—¿También pagará por su novia? Ella también fue traída aquí —comenta curiosa y la fulmino con la mirada de inmediato.
¿Me vio cara de beneficiario? ías>>
Saco mi tarjeta de crédito para pagar, no suelo traer efectivo en la cartera. No lo necesito.
—No, no pagaré por la chica, pero necesito la información de sus padres —demando, la señora pone los ojos en blanco, sin ningún ápice de diversión.
—La chica no proporcionó información de sus padres —menciona la oficial y mi estrés empeora.
—Está bien —asiento—, ¿cuál es el nombre de la chica? —pregunto mientras le entrego la tarjeta de crédito para que pueda cobrarse la fianza de aquel idiota.
—Camille —hace una pausa, leyendo, y mi corazón se acelera por la sola mención de su nombre ía tan tonta como para hacer esto>>.
—Camille...Camille Brown —sentencia la oficial.
Al escuchar su nombre siento una punzada en mi pecho, la que trato de ignorar con todas mis fuerzas, pero es en vano, la rabia corre por mi cuerpo y sé que quiero explotar.
Mis puños se cierran, quiero romper todo a mi alrededor, estoy repleto de furia, pero me contengo, conservando el poco autocontrol que reside en mi cuerpo.
—Lléveme con ellos y pague ambas fianzas —la miro con frialdad, dándole entender que mi paciencia se ha agotado y estoy apunto de explotar.
La oficial me guía por varias celdas hasta que llegamos a la última, contengo la respiración por el camino y no hace falta recuperarla porque mi corazón se paraliza al verla en los brazos del idiota, hago maniobras para controlar las ganas de despergarlo de ella y partirle el rostro, pero lo haré si no quita sus manos de su cuerpo en este mismo instante.
¡m****a! ¿Por qué tiene que importarme?
Ella no es nada mío y es porque así lo quiero.
—Espero no interrumpir esta linda escena —no puedo evitar formular las palabras con rabia mientras les muestro una sonrisa llena de cinismo.
Siento un líquido amargo recorrer mi garganta, Camille se vuelve lentamente al escuchar mi voz y sus ojos se abren de par en par por el asombro de verme, no se lo esperaba. Ni yo.
Decido ignorarla, no quiero pensar en que hacía con él o en cómo se conocen, porque empiezo a dudar de sus palabras. Y no tengo porque hacerlo, no cuando ella no me debe ninguna explicación y no tengo porque sentir esta necesidad de querer escucharla.
Sacudo mi cabeza para no pensar más en tonterías y dirijo mi mirada hacia el oficial.
—Sáquenlos ya —ordeno con el ceño fruncido.
La oficial sólo se limita a asentir y comienza a abrir la celda, Aarón sale primero y por último Camille, con pasos lentos e inseguros que solo alimentan mi furia.
La observo fríamente, sintiendo como mi cuerpo es sometido a la rabia y enojo.
El enfado es demasiado que ni siquiera quiero verla en este momento. La furia me atraviesa el cuerpo en varios espasmos que me golpean con fuerza, necesito controlarme o de lo contrario esto acabará mal.
Pero maldita sea, siento rabia de verla aquí en este instante. Y con él...en especial con él.
Tengo las mismas ganas de reclamarle al igual que de besarle. Odio sentirme así de impotente, odio que me haga sentir de esta forma. Lo repudio con todo mi ser, ella no debería tener este efecto en mi.
Odia que ella me haga sentir débil.
Porque ya he sentido esto antes y sé cómo termina la historia cuando le otorgas el poder de destruirte a una persona.
—Alexa... —intenta hablar en un hilo de voz, pero la corto antes de que termine, no d***o que me engañe con sus palabras llenas de mentiras.
Llenas de mentiras que por un m*****o instante me creí.
—Ahora no, Camille —asevero con desdén, no quiero que me envuelva en sus mentiras nuevamente, ya lo he hecho y me esta doliendo haberle dado ese privilegio que jamás debí otorgarle.
Mi mente comienza a recordar cosas que hubiera querido no hacerlo, entre esas, el hecho de que la oficial ha dicho que son novios cuando estaba pagando la fianza. La maldita frase no sale de mi cabeza, solo me tortura haciendo que mi furia crezca. Necesito desquitarme con algo o alguien.
Sabía que tenía razón, las mujeres son iguales. Siempre tratan de envolverte y hacerte caer en sus mentiras y a la primera oportunidad que se les presenta te apuñalan por la espalda sin tener piedad. Camille es lo mismo, no hay ninguna maldita excepción en ella. Debí saberlo. Ella no es especial, ella es igual que todas, no se merecen eso que tanto anhelan, amor.