Camille
Ahí está él, Alexander, postrado frente a mí, mirándome fijamente a los ojos, pero no quiero que me vea así, no quiero que me transmita este sentimiento que se está instalando en mi corazón porque esta vez su mirada refleja odio, rabia e incluso dolor.
Su mirada congela cada parte de mi cuerpo, me hace sentir fuera de sí, no tengo control sobre las reacciones que evoca mi cuerpo. El sentimiento es abrumador y no me gusta en lo más mínimo.
No soy capaz ni de hablar, mi subconsciente lo hace por mí, no puedo entender qué hace aquí, en la comisaría. Su cuerpo está completamente tenso, puedo ver cómo aprieta los puños con fuerza, hace que los nudillos se tornen blancos, las venas se le marcan a través de su camisa y sobresalen en su cuello.
Me hace temblar, mis piernas son la personificación de una gelatina y el aire de mis pulmones me abandona cruelmente. No puedo articular una frase, sólo espero que explote conmigo, pero no lo hace y eso me aterra aún más.
El oficial ya ha entregado todas sus pertenencias a Aarón, sólo faltan las mías, así que espero a que vuelva. A través de la retina de mi ojo, puedo ver como Alexander está discutiendo algo con Aaron, no puedo leer lo que dicen sus labios. Está concentrado en lo que le dice pero eso no quita que no deje de acribillarme con la mirada, está furioso, sé que tiene muchas dudas al igual que yo.
Sacudo la cabeza y alejo mis pensamientos cuando la oficial se acerca con lentitud, me entrega mis cosas y lo primero que hago es encender mi móvil, abro los mensajes de Alexander y trago saliva con la culpa que me golpea, mi corazón siente una fuerte punzada. Hay un sentimiento de algo que no sé cómo explicar, él sigue observando con detenimiento y me regala una mirada que me hiela hasta el alma.
Al terminar de leer los mensajes, una ola de remordimiento invade mi cuerpo sin poder evitarlo, siento como si lo hubiera engañado a pesar de que no seamos nada, sé perfectamente que no debo darle explicaciones, lo sé, pero gran parte de mi siente la terrible necesidad de aclarar las cosas con él en este preciso instante.
Empiezo a caminar hacia donde se encuentran Alexander y Aarón, ambos tienen el semblante serio y la expresión gélida, la tensión entre ellos es palpable, quiero intervenir pero me es imposible hablar, hay un gran nudo en mi garganta que me lo impide. No se que debo hacer o como debo actuar en esta circunstancia.
Aarón me mira intensamente esperando que diga algo pero no puedo, simplemente no se que decir ante esta situación. Me he quedado atónita. Han pasado muchas cosas esta noche y han congelado mi habilidad para procesar las cosas. Resoplo cansada y concentro mi atención en él, le doy un leve asentimiento y él entorna la mirada.
—Camina —su voz fría rompe el silencio.
Alexander abre la puerta, los tres salimos de la comisaría sin decir nada y empezamos a caminar al aparcamiento en un silencio sepulcral que me hace sentir incómoda, no puedo con tanta incertidumbre.
Escucho la respiración agitada y entrecortada de Alexander, indicando que no está nada contento con esta situación, tal vez quiere que resuelva o conteste sus preguntas pero sólo puedo pensar en que hace él aquí y cuál es su relación con Aarón. Son tantas dudas que mi cabeza siente que va a explotar en cualquier momento.
—Ven, Camille, te llevaré a casa —no me pasa desapercibido el tono pasivo de Aarón.
Paso saliva con nerviosismo. Él me hace señas para que lo acompañe, la mirada de Alexander está fija en mí, como si espera algo de mí o que reaccione a las palabras de Aarón.
Me limito a asentir sin decir palabra alguna, no creo que sea lo mejor en este momento y no quiero crear una discusión. Ya fue mucho por esta noche y mi prioridad es evitar problemas. Empiezo a caminar en dirección a donde se encuentra Aarón, pero la fría voz de Alexander detiene mi andar, un escalofrío me sube por la espina dorsal.
—No vas a ir a ninguna parte con él, está bastante claro que no puede cuidar ni de sí mismo —la voz demandante de Alexander retumba en mis oídos y siento que voy a desmayarme en cualquier momento.
Aarón le mira con ese aire rencoroso por lo que acaba de decir, pero no se atreve a contradecirle. Ni siquiera protesta, simplemente acepta lo que dice Alexander y eso me molesta. Quiero que se defienda y no sé por qué.
Permanezco en mi lugar, Alexander se pasa la mano por la cara y expulsa el aire retenido.
—Muévete, Camille, sube al auto —ordena con frialdad—, y tú Aarón, pide un taxi porque este el último favor que recibirás de mi parte —sentencia nuevamente, su voz bañada en furia, que no tiene ningún fundamento, ya que él no le ha hecho nada.
Le doy una sonrisa de boca cerrada a Aarón y le susurro un lo siento inaudible, él me devuelve el gesto y eso es todo lo que necesito para ceder a lo que ordenó Alexander. Hago lo que me pide y me dirijo al auto, no quiere hacerle enojar más de lo que ya está.
Y sinceramente no tengo ganas de discutir con nadie.
Puedo predecir cómo está a punto de explotar y sé que no será nada bueno cuando eso suceda.
Entro al auto de prisa y después lo hace Alexander azotando la puerta al cerrarla, no hace ningún comentario ni siquiera se atreve a mirarme, sólo se dispone a encender el auto y conducir como alma que lleva el diablo.
Tal vez espero que Alexander me haga miles preguntas al respecto, pero para mi grata sorpresa, no hace ningún intento de hablar y eso me tiene malhumorada. Su mirada está fija en la carretera, las venas las tiene marcadas, sus manos aprietan con fuerza el volante, señal de que está realmente cabreado conmigo, así que aunque me muera de curiosidad, me limito a no hacer ningún comentario durante el transcurso.
No puedo entender por qué actúa así, sé perfectamente que está mal que te encuentren tras las rejas, bueno eso sonó muy mal....demasiado mal, pero no creo que sea por eso, es algo más, está irradiando furia por sus poros y su respiración es exaltada. Es obvio que algo más le preocupa, pero a juzgar por sus gestos, no piensa decírmelo.
¿Serán celos? ¿Puede él estar celoso de Aarón?
No, no lo creo, él me ha dejado muy claro que no me ama.
Más veces de las que me gustaría admitir.
Al cabo de aproximadamente veinte minutos, que se sintieron como miles de horas debido al horrible silencio en el que estuve gracias a Alexander, por fin llegamos a mi casa. Aunque siendo sinceros, no quería llegar.
El auto se detiene y escucho el clic que me indica que Alexander ha quitado el seguro de la puerta para que salga. Suspiro con pesadez y no muevo ni un músculo. Quiero explicarle las cosas, no quiero que se queden así, entreabro los labios y cuando estoy a punto de decir algo, le escucho hablar.
—Sal del auto, Camille —dice con una voz firme sin siquiera mirarme a los ojos.
Su respiración se vuelve pesada nuevamente y lo maldigo por actuar de esta forma conmigo cuando no tiene ningún derecho a ponerse así.
Respiro hondo.
—Alexander, déjame expli...
No puedo terminar la oración ya que los gritos de Alexander se hacen presentes, inundan el espacio, y me arrebatan el poco aire que reside en mis pulmones.
—¡Sal del m*****o auto, Camille! —grita exaltado y su puño se estrella con el volante haciéndome dar un pequeño salto por la impresión.
Mi cuerpo se tensa con el escalofrío que lo recorre. Mi subconsciente me dice que le haga caso y que entre en mi casa porque sólo así estaré a salvo. Pero ignoro sus palabras y me quedo en mi asiento, sin moverme. Está muy equivocado si cree que sólo por gritarme me iré, no me asusta.
Esta vez va a escucharme aunque se rehuse a hacerlo. No puede actuar así.
Resopla y se afloja el nudo de la corbata.
—Camille, por favor —no me mira—, sal del m*****o auto, no estoy jugando —sentencia intentando sonar relajado, pero la tensión de su cuerpo lo delata.
Está de todo menos relajado.
Niego con la cabeza.
—Alexander, no hagas esto. Necesito explicarte las cosas...
Me lanza una mirada hastiada y lo que me temo, ocurre.
—¿Qué me vas a explicar, eh? —explota—. Vamos, dime, Camille, ¿me vas a explicar cómo te estás follando a mi hermanastro? —pregunta cargado de rabia y siento que me arrebatan el aire de mis pulmones, de golpe.
Una ola de escalofríos me atraviesa sin poder evitarlo, lucho por tomar una jodida bocanada de aire, intentando no desfallecer. ¿Qué diablos está pasando?
No entiendo lo que acaba de decir, mi mente comienza a trabajar más rápido de lo normal y aún así no procesa sus palabras cargadas de ira.
Trago grueso, nerviosa.
—¿T-tú hermanastro? —pregunto con miedo a su respuesta.
Él sonríe con ironía.
—No te hagas la tonta, Camille —es imposible razonar con él. Está demasiado cabreado como para escucharme o tan siquiera creerme.
—¡Yo no sabía! —protesto ante sus falsas acusaciones, porque lo son, yo no tenía idea de que tenían algún parentesco.
Un millón de preguntas invaden mi cabeza, todas se reducen a lo mismo, ¿su hermanastro? ¿Su j****o hermanastro?
De todas las personas que existen en el mundo, Aarón tenía que estar relacionado con él, especialmente él.
No me dice nada, su mirada me escanea con cierto interés y solo por un segundo, sus ojos verdes muestran un destello de vulnerabilidad, que deshace al instante en qué paso saliva, volviendo al mismo semblante frívolo.
Sacude la cabeza, rompe el contacto visual y vuelve a hablar, con esa nota de seriedad que me hace querer gritar de impotencia.
—Sólo sal del auto, Camille.
Suspira agotado, no hay ningún atisbo de querer seguir peleando en su mirada, me hace un ademán para que salga del auto y niego, no quiero dejarlo así.
Suelta un gruñido que me hace estremecer y sin querer seguir pensando, dejo que mi mano viaje a su pecho, lo rozo con mis dedos y contiene la respiración. Su cuerpo se tensa ante mi tacto, y aunque sé que solo puede ser una reacción sin importancia, una pequeña sonrisa se escapa de mis labios al ver el efecto que tengo en él.
—No lo sabía, Alexander —musito con sinceridad—, sabes que no miento y esta no será la primera vez que lo haga.
Me analiza profundamente, busca cualquier evidencia que le diga que estoy mintiendo pero no la encuentra. Su respiración se relaja cuando sus ojos viajan hacia mi escote y una oleada de escalofríos recorren mi cuerpo. Me hace sentir diminuta ante él.
Lo miro expectante, quiero que me diga algo.
Alexander frunce el ceño y me vuelve a observar de pies a cabeza.
—¿Por qué te vestiste así maldita sea, Camille?
—pregunta con la respiración agitada, su tono es calmado y pasivo.
Arqueo una ceja, confundida.
—¿Cuál es el problema? —inquiero—. A mi me gusta como me veo —digo tímidamente mientras me encojo de hombros.
Él niega con la cabeza y veo una chispa de vulnerabilidad brillar en sus orbes.
—Ese no es el problema —espeta—, te ves hermosa, Camille —su respuesta me toma desprevenida, que mis mejillas no dudan en sonrojarse.
Por un momento pensé que su respuesta sería diferente o que haría algún escándalo. De todas formas, me emociona saber que me ve hermosa, eso es algo.
—¿Entonces? —inquiero nuevamente, curiosa.
—Sólo yo puedo ver lo que es mío —increpa con una nota posesiva.
Mi corazón da un vuelco y tengo que respirar en repetidas ocasiones para poder tranquilizarme. Sin embargo, mi emoción no perdura, ya que sus ojos me observan fijamente y ahí veo algo que no quiero ver, un mar de arrepentimiento en su mirada y sé perfectamente que es por lo acaba de decir.
Me muerdo el labio en un intento de no dejar escapar un sollozo. Trago saliva y me repito que no debo llorar. Mi subconsciente me dice que me vaya por mi propio bienestar pero hago lo contrario, me quedo, y le pregunto algo a lo que quizás no quiera la respuesta.
—¿Y yo soy tuya? —pregunto ilusionada ante sus palabras, pero él no dice nada, sólo me observa detalladamente, con ese brillo misterioso crispando sus ojos.
Me exaspero cuando el silencio se adueña de la situación como siempre, no va a decir nada, se va a quedar callado, lo sé.
Intento decir algo más para romper la tensión, pero Alexander arranca el auto y empieza a conducir, lo que me deja atónita, un tanto descolocada porque nunca puedo predecir cuál será su siguiente movimiento y eso me pone en la cuerda floja. La curiosidad llena mi tórax de preguntas que no me atrevo a cuestionar. Las palabras están en la punta de mi lengua pero decido no preguntar a dónde vamos porque sé perfectamente que iría con él hasta el fin del mundo.
Mi subconsciente se atraganta con tanta cursilería, que me toca respirar profundamente para olvidar lo acabo de pensar. m*****o corazón si sigues así ya no me quedará ni una pizca de dignidad...
Mi mirada se concentra en la carretera, observo detalladamente cómo la tenue luz de la noche hace que los árboles luzcan más tenebrosos, no hay ninguna estrella adornando el cielo oscuro. Solo una inmensa oscuridad abrazando la atmósfera y por más estúpido que suene, está me recuerda al demonio que tengo a mi lado.
Quiero preguntar a dónde vamos, pero no es necesario porque nuestro destino aparece ante mis ojos. Mi cuerpo se tensa y un escalofrío me sube por la espalda impulsando el temblor de mis manos.
Un bosque, hemos llegado a un m*****o bosque en medio de la nada, nunca he estado aquí antes pero a juzgar por la mirada de Alexander sé que no es su primera vez. Mis nervios están a flor de piel pero no digo nada, confío ciegamente en él, nunca me haría daño.
Aunque me haya roto el corazón más de una vez.