Capítulo II—El Coronel Alistair Merrill, milord— anunció el mayordomo. La alta figura en uniforme militar entró precipitadamente en la biblioteca, pero el Marqués levantó una mano. —Espera— dijo en tono autoritario. El Coronel, un tanto perplejo, se detuvo en el umbral y entonces el Marqués se dirigió a Lydia. —¿Podría esperarme en el patio unos minutos?— dijo—. Debo hablar con este caballero de un asunto de suma importancia. Lydia, que se encontraba sentada en un taburete frente a la chimenea, se puso de pie rápidamente. Sonriéndole al Marqués, le hizo una leve reverencia y mirando de soslayo al hombre que la observaba desde el otro extremo de la habitación, abrió una de las ventanas francesas y salió al patio. La luz del atardecer, que brillaba sobre sus cabellos, le confería, con