—El padre de su señoría— dijo la joven—, le dio a Gilly la casa en que vivía y también dispuso que le asignaran una anualidad. De todas maneras, nunca pasamos necesidades. —¿Pasamos?— preguntó el Marqués . —Yo vivía con ella y Gilly me crio. Es por eso que he venido a verlo. —Tal vez sería mejor que empezara desde el principio—sugirió el Marqués. —¿Me permite Su Señoría que me quite el sombrero? Me hace sentirme incómoda… desde que me caí. —Por supuesto. ¿Le gustaría retirarse a descansar un rato? Mandaré a buscar al ama de llaves. —No, gracias. Es que odio los sombreros. Sé que no estoy a la moda, pero en el campo no el uso. Mientras hablaba, se lo quitó, y el Marqués la miró fijamente sin disimular su sorpresa. Sus cabellos eran extraordinarios, de un tono rubio muy pálido, acent