Para cuando se golpearon el uno al otro en el suelo, llegaron a un punto muerto ya que ninguno podía dominar al otro, al menos sin el uso de su ojo especial y la fuerza sobrehumana de ella, el sol había comenzado a ponerse. El cielo estaba en llamas con colores ardientes que se reflejaban en el agua, haciéndolo parecer un charco de ámbar y carmesí.
- Es hermoso- respiró Sasha por segunda vez ese día, metiendo un mechón de cabello detrás de la oreja que se había escapado de su trenza.
Se había levantado una ligera brisa, que todavía llevaba consigo el calor del día y le revolvía el flequillo en la frente.
Arlet le lanzó una mirada furtiva mientras enganchaba la mochila al hombro, pensando en silencio que la mujer era mucho más hermosa que el paisaje.
Su viaje de regreso fue placentero,
