Capítulo III: De mujer a mujer

2498 Words
Al día siguiente Venecia se sentó con su abuela para desayunar en la mesa del jardín. La anciana tenía una hoja entre sus manos y se la extendió. —Revisa la lista de invitados, me reuniré más tarde con Tilda para revisar la suya y verificar todos los planes del matrimonio —dijo con ilusión Venecia arrugó el gesto, estaba sorprendida, hizo un gesto triste —Abuela, no puedes seguir con semejante locura… —¡Nada!, Venecia, digas lo que digas o hagas lo que hagas, será así, te casarás con Stephen y no quiero más discusiones, es lo mejor para la familia, para la empresa y sobre todo para ti. —¡¿Cómo puede ser lo mejor para mí unirme a un hombre que no amo?! —exclamó levantándose —¡Después del bochorno de ayer! ¿Creíste que no me enteraría? Todos murmuran de ti, sobre la poca dignidad que tienes, para pelear por el amor de un libertino que nunca te valoró. Venecia sintió que sus ojos se volvían húmedos, quiso reclamar, gritar, pero se mantuvo callada, congelada, ante la imponente figura de la abuela Dorata, quien al notar que sus palabras la habían herido se sintió triste —Venecia, algún día comprenderás, y es difícil, alguna vez tuve tu edad, alguna vez me volví loca de falso amor, pero la realidad, es que, todos tenemos un destino, mientras más rápido lo aceptemos nos irá mejor en la vida, Igor no era para ti, y la vida te mostrará porque no era así, nadie que jure amor y te olvide en unos meses puede ser digno de tu corazón. —¡Ella se metió entre nosotros! —¡No! —espetó la abuela golpeando la mesa—. He aprendido mucho en mis años, pero nadie te roba nada, nadie se entromete entre dos, al menos que la puerta de un corazón este abierta, no es la culpa de quien entra, tampoco del que esta adentro, el único responsable es de quien lo deja entrar, él que no es leal siempre será el peor perdedor. Mantén tu cabeza arriba, Venecia, pero sobre todo tu dignidad, valora lo que tienes, y no se hable más, serás una novia de primavera, como siempre lo deseaste. Venecia bajó la cabeza. No comió o bebió algo, luego pidió permiso para irse a la cafetería, debía encontrarse con su gran amiga Liv. Cuando llegó tomaron asiento en la terraza, querían disfrutar de los rayos de sol tenues que iluminaba el cielo, bebieron su café —¡No puedo creer lo que me cuentas! Es que Stephen Olsen siempre se ha mostrado como un caballero andante, ¿Crees que se haya sobrepasado? —preguntó Liv Venecia negó —No lo creo tan vil, aun así, me ha metido en tremendo lío. —Te has metido en tremendo lío, nadie te mandó a beber tanto e insultar a Aretta, mira todos tenemos cierto rencor contra ella, pero, debes superarlo Venecia. —¡Hablas como mi abuela! —exclamó frustrada —Venecia, lo que voy a decirte será doloroso, pero somos amigas y debo hacerlo —Liv tomó su mano—. Igor mostró su verdadero rostro al actuar como lo hizo, él es un traidor, y no puedes seguir justificándolo, debes olvidarlo. —¿Quieres que olvide cuatro años de mi vida por una aparecida? —exclamó soltando sus manos—. Es que nadie se da cuenta, esa mujer lo embaucó, se le metió por los ojos… —Por favor, no hagas esto, Venecia. Mejor hablemos sobre Stephen —ella le miró irresoluta—. Es un hombre muy guapo, sabes que es deseado por muchas mujeres. —Y a mí que me importa ¿Acaso no sabes que siempre lo he odiado? —En realidad, no, recuérdalo, cuando eras niña lo adorabas, besabas el suelo por donde caminaba —Venecia sintió que sus mejillas enrojecieron con intensidad —¡Eso era una niñería! —dijo Venecia, pero lo recordó bien, era cierto, ella desde niña siempre había sido cercana a Stephen, sintió que siempre la trató diferente, como la niña de sus ojos, primero, y después como alguien especial, eso sentía, eso acrecentó sus emociones, él fue su primer gran amor, vivieron juntos durante la ocupación nazi, cuando aún eran niños, tan grande era el sentimiento que escribió muchos poemas y pensamientos solo para él, hasta ese día, cuando Stephen partía en barco al campamento de verano, después se marcharía a la universidad de Oxford, ella lo vio tras un gran árbol de roble; él tenía diecinueve años y ella solo trece, él besaba a esa chica con tal pasion que su corazón se rompió en pedazos, lloró sin que la vieran y escondió ese brazalete que había comprado para él. Sufrió por años, y nació en ella un despecho tan profundo que logró transformar su amor en un gran odio, hasta que encontró a Igor, y entonces fue correspondida por primera vez, o al menos eso creyó. —Venecia, admite que Stephen es muy guapo, rico y poderoso, sería un gran esposo —dijo Liv —¡Jamás! Odio al señor Perfecto, es un señor aburrido, narcisista, egoísta y amargado, ¡Siempre lo odiaré! —espetó con desdén. Terminaron la conversación cuando un par de mujeres se acercaron a ellas —Venecia Dorata, ¡Qué alegría verte! Lo de ayer, fue memorable, nadie te juzgaría, querida, todos sentimos cierta antipatía por la señorita americana —dijo Vyrska—. Pero, me he enterado que ahora has pasado de Igor a Stephen Olsen, por lo visto, tú, solo sabes mirar hacia arriba, porque déjame decirte que Stephen es un hombre perfecto, casi tallado por los Dioses, ¡Y pensar que antes le odiabas un montón y le hacías malas bromas! Del odio al amor solo hay un paso ¿Verdad? Venecia odio la voz de Vyrska, pero tuvo que contener una sonrisa —¿Cómo te enteraste, querida? —¡Ay, por favor! Tanta tecnología tenemos en mil novecientos cincuenta y cinco —Vyrska rio burlona—. ¡Qué va! La sirvienta me lo contó, que te vieron en su casa por la noche, y después tu abuela Dorata salió de ahí —Vyrska le guiñó un ojo y Venecia tragó saliva, supo a lo que se refería la abuela con que su reputación podría estar arruinada —¡Para nada! Solo fuimos a visitar a mi madrina Tilda, queríamos saludarla. —Ahora será tu suegra —señaló con sorna—. De verdad, Venecia, tú y Stephen hacen una pareja preciosa, la más hermosa de Oslo, por encima de Igor y Aretta, además que buena y dulce venganza, al final, el Karma alcanzó a Igor, lo dejaste por alguien mejor, te felicito. Las mujeres se marcharon, mientras Venecia las maldecía entre dientes, señalando que eran un par de arpías. Liv y Venecia fueron a la mansión Dorata. Liv iba hablando y Venecia la ignoraba, sus pensamientos estaban absortos, entonces escuchó una clara y dulce voz que la llamó —Venecia Dorata, ¿Podemos hablar? Cuando giró la vista y miró su figura frente a ella, sintió un odio que ardía en su piel —¿Qué crees que haces aquí? —exclamó con furia, mientras Liv se quedaba impactada —Quiero que hablemos de mujer a mujer —dijo Aretta haciendo que Venecia la mirara con desprecio de arriba abajo. Stephen observaba los papeles frente a él, vacilaba con su bolígrafo, entre firmar o no firmar, parecía consternado, Harald lo miraba con cierta perplejidad de su titubeo, siempre había sido seguro en los negocios, y no entendía porque hoy no parecía para nada concentrado —Debes hablar con los Kurdey, no puedo firmar ahora, me demoraré más en revisar la negociación, sé que ha sido suficiente tiempo, pero ahora, no puedo —sentenció devolviendo los papeles —Hijo ¿Qué pasa? —Supongo que mamá te lo dijo. Harald asintió, lo sabía, pero quería saberlo por él mismo —Vas a casarte —afirmó —¡Es una locura! Ella me odia, jamás lo aceptará, la conoces, es terca e irracional —dijo con la mirada perdida —Lo hará —dijo Harald con seguridad—. Ahora ese Igor demostró de que está hecho, su careta cayó, no hay ningún rival, el camino está libre, tienes que actuar. Stephen lanzó un suspiro, parecía frustrado —Ella no me ama, lo ama a él. —Nadie ama a los traidores, Stephen. Debes entenderlo, tienes que luchar por ella, por lo que tu corazón siente. —Ni siquiera sé porque me odia tanto, antes me adoraba, ¿Lo recuerdas? —Harald afirmó Stephen pensó en ello, recordando, Venecia y él estaban unidos por la amistad de sus padres, quienes fueron buenos amigos, Venecia era la niña de sus ojos y conforme iba creciendo se volvió parte de su corazón. Con el tiempo, Venecia se volvió tímida, pero él siempre buscó la forma de estar cerca de ella, hasta que se fue a estudiar a Oxford, entonces ella cambió radicalmente, desde su fría despedida que podía recordar como un ayer «Venecia estaba parada en el muelle, Stephen intentó abrazarla, pero se quedó perplejo ante su cruel rechazo, su padre el señor Aleksi Dorata la reprendió con dureza —No importa, está bien, padrino, solo está sensible. Aleksi y su padre Henerik se alejaron para observar la embarcación. —Voy a extrañarte, Venecia, no estés triste, te veré pronto, te escribiré cartas. —Yo no quiero leer tus cartas —espetó con dureza, dejándolo sorprendido Él se acercó, quería abrazarla, pensaba que estaba enojada por su partida, ella intentó rechazarlo, le manoteó un poco y eso lo consternó, pero al final la abrazó con vehemencia, saber que no se verían en largo tiempo era ya difícil, para sentir que no se despediría de alguien a quien adoraba, entonces su amor era solo un sentimiento tierno y dulce de felicidad. Ahí le regaló aquel relicario de oro, con una rosa grabada, ella lo lanzó al suelo enfurecida, pero Aleksi lo levantó» Cuando Stephen volvió a Oslo, cuatro años después, para el funeral donde falleció su padre, los padres de Venecia y el padre de Igor, encontró a una chica diferente; hostil, rebelde y descarada, ya no era la Venecia que él recordaba, siempre al lado de Igor. Después se vieron dos años después, cuando Stephen volvió graduado para asumir la presidencia de Dorasen, fue así que se encontró con la hermosa Venecia convertida en mujer, y su amor por ella floreció hasta desearla para él. Venecia tenía los ojos ensombrecidos, todo el rencor centellaba en su mirada, observaba con intensidad a la mujer frente a ella, era de estatura baja y cuerpo voluptuoso, piel clara, y cabello rojizo como su tono de labial, sus ojos oscuros, tenía un semblante de dulzura, que ya comenzaba a detestar —Sé que me odias, y puedes tener mil razones, lo que dijiste en la fiesta, tal vez me lo merecía —dijo con voz suave, y Venecia creyó que al fin estaban de acuerdo—. Pero, me enamoré, Venecia, y el amor es un lazo inquebrantable, una vez surgido, jamás puede romperse. —Él era mi novio, todo el mundo te lo dijo, y simplemente no te importó. —Claro que me importó —exclamó con inocencia—. Mis sentimientos solo crecieron sin control, no pude negarme a ellos, no pude negarme al amor que siento por Igor. Venecia sintió sus manos hechas un puño de rabia, intentaba conservar la calma, era imposible —Sabías que Igor tenía una relación, todos te lo dijeron, no la respetaste ¿Ahora quieres que crea que estás arrepentida? —Nunca me arrepentiré de mi amor, pero me arrepiento de lastimar tu corazón. El amor nos cegó, Venecia, y si nos hubiéramos negado a él, solo hubiéramos creado un mundo de infelicidad para los tres. Perdóname por lastimarte, no pretendo que seas mi amiga, o que me creas, solo quería que de mi voz escucharás que lo siento. —¿Crees que eso sirve de algo? Igor y yo nos conocemos de años, padecimos el mismo dolor al perder a quienes amábamos, fuimos confidentes y enamorados, hablas de un lazo, pero ni siquiera conoces el nuestro. Ahora eres su novedad, pero, ¿Se puede romper nuestro amor? Quizás solo eres un momento especial, pero yo sé que el nuestro será eterno. Hagas lo que hagas, él pensará en mí, porque cuando caminen por la playa comiendo helado de fresa, ya lo habrá hecho conmigo, cuando se sienten al piano a tocar «Para Elisa», recuerda que yo fui quien le enseñé a tocar esa pieza, siempre que vean el atardecer debes saber que primero lo vio conmigo y así, sabrás que solo viven un maldito deja vu. ¿Lo ves, Aretta? No eres tan especial, después de todo —dijo sonriente con el despecho brotando en su ser. Aretta bajó la mirada, sintió el corazón amargo, ¡Cuantas palabras de Venecia concordaban con el cortejo de Igor! Sintió que su mente se sumía en un mundo oscuro —No vine aquí a pelear por ningún hombre, Venecia, porque lo aceptes o no, él me eligió a mí, vine a hacer las paces, a decirte que, te deseo lo mejor y espero que algún día puedas olvidar el dolor y seguir adelante —Aretta dio la vuelta, quería irse, no podía resistir más, hasta escuchar la voz de Venecia —Sí, lo superaré, pero diré algo más, no puedes pavimentar una felicidad sobre la tristeza ajena, no puedes crear un castillo de amor, sobre las lágrimas de un corazón roto, ningún castillo de arena duró tanto tiempo, te lo aseguro —dijo con amargura, Aretta no devolvió la mirada, de pronto Stephen estuvo ante ellas, observó la mirada triste de su prima Aretta —¿Todo bien? —Estaba todo muy bien, señor perfecto, pero como siempre has venido a amargar al mundo —sentenció con coraje —Bien, permiso —dijo Stephen y entró en la residencia. Aretta tenía una mueca risueña —Mi primo y tú son un caso bizarro —dijo provocando la confusión de Venecia—. Siempre peleando, como el gato y el ratón. —Ah, sí, es porque es un señor engreído. —Es el tipo más amable que he conocido, no nos tratábamos mucho, pues mi madre se alejó mucho de Oslo, pero, es un encanto, cuando me presentó a Igor en esa fiesta, se portó… —¿Cómo dijiste? —exclamó incrédula—. ¿Stephen los presentó a Igor y a ti? —Sí, gracias a él nos dimos cuenta de que a Igor y a mí nos encanta la astronomía y las leyendas antiguas —dijo sonriente Venecia asintió, sus ojos se volvieron rabiosos «¡Maldito Stephen, pagarás por esto!» pensó Venecia con un odio naciente
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