Capítulo II: Un ardiente recuerdo

2176 Words
—¡Es imposible, madre! —exclamó Stephen—. Tienes que ayudarme a impedir semejante locura. —¡No lo haré! Me preocupas, Stephen, tienes veintiocho años, ¿Cómo pudiste pensar que algo así era decente? Siempre has sido tan inteligente, pero tratándose de Venecia Dorata la mente se te nubla. Stephen abrió ojos grandes —¿Qué dices? Tilda se sentó frente a él, lo miró bien —No vas a engañar a una madre, nosotras tenemos un sexto sentido, una brujería mágica que nos hace saber todo de nuestros hijos, sé que amas a esa chica, desde hace tanto tiempo. —¿Cómo? —preguntó perturbado —¡Ay, Stephen! Los ojos son la boca del alma, con solo mirarla tus ojos se convierten en brillo de estrellas, hijo, no sé ni como no se ha dado cuenta —dijo Tilda con pesadez —Aun así, es una locura, madre, debes desistir del compromiso. —¿¡Y volver loca a la abuela Dorata?! No, Stephen. —¡No pasó nada, madre! No la toque. —¿Y cómo terminó desnuda? Stephen se giró abochornado, mientras Tilda sonreía con una mueca graciosa —Es… ¿Vas a ayudarme? —Mi última palabra es, no, te casarás con Venecia, ahora me odiarás, pero en el fondo estoy muy segura de que la idea te encanta, estás feliz, y algún día me lo agradecerás —dijo Tilda levantándose —No, madre, es una locura, es algo malo, no podemos obligar a Venecia, ella no me ama, me odiará, haremos de nuestras vidas un infierno —dijo preocupado —¡Ay, hijo! Del odio nace el amor, y así somos las mujeres, pero estoy segura de que ella te amará, solo que no se ha dado el tiempo de conocerte, todo por ese libertino de Igor, pero apenas lo olvide, ella te amará, y serán felices, lo juro. —No, madre, ustedes están forzando una relación y solo provocaran nuestra amargura. —No hay solución, Stephen, yo creo en ti, pero, si te niegas, la abuela Dorata podría acabar con Dorasen, solo por su dignidad, no la hagas perder la cabeza —dijo acercándose y tocando su rostro—. Después de todo, eres el mejor hombre para su nieta. Tilda salió de la biblioteca, Stephen tocó su entrecejo, se sentía aturdido, desesperado, pensó en ella, Venecia vino a su mente, por un instante sonrió al recordar el ayer, su boca se quedó seca, al revivir el deseo que le causaba, pero una punzada de preocupación lo devolvió a la realidad. Venecia iba junto a la abuela en el coche, su mirada estaba en la ventana, el clima se volvía gélido, sus ojos estaban angustiados, y ni hablar del semblante de la abuela, tan consternado. Ella pensaba con ligereza en el arreglo de matrimonio, juzgándolo como algo imposible, su abuela siempre fue consentidora con ella tras la muerte de sus padres hace seis años, sin embargo, nunca antes la vio tan enfadada. Pensó en las palabras de Stephen, él no la había tocado, y ella no se sentía de esa manera, aunque nunca había tenido relaciones sexuales con nadie, incluso eso le hacía sentirse culpable de que Igor la dejara de amar, ¿Cuántas veces se lo propuso y ella se negó por temor a que la abuela la descubriera? Conocía a la anciana y era muy prejuiciosa, de pronto los recuerdos de anoche volvieron a ella, destellantes, recordó que en la fiesta de entrega de regalos de Igor y Aretta, ella se había burlado de Aretta y la llamó mujerzuela, provocando consternación, ella se había embriagado con vodka, detuvo sus pensamientos, al llegar a casa, fueron adentro, la abuela se veía triste, miró el retrato de su hijo y su nuera y lanzó un suspiro —Abuela, eso de la boda es una tontería. —Cállate, Venecia, te casarás, debí ser más dura contigo, pero esta vez haré de ti una mujer de bien. —¡No me casaré! Yo no hice nada, de verdad, Stephen no me tocó. —Estoy segura —dijo la abuela mirándola—. Aun así, te casarás, porque tu reputación no puede estar más baja. Además, es hora de que te vuelvas una mujer, al fin te libraste de ese mal hombre Igor, ya lo viste, el tiempo me lo demostró, ¿No se ha ido con una americana solo por dinero? Venecia se sentó en el sofá, tenía el semblante derruido y una lágrima brotó por su rostro, la anciana se sentó a su lado y la abrazó —Por favor, Venecia, no llores por un hombre que no vale la pena, madura, pronto te has de convertir en una mujer fuerte que cumplirá todos sus anhelos, Stephen te hará crecer. —Odio a Stephen Olsen —espetó con desdén —Mi madre solía decirme, Brigitta; solo se odia lo amado —Venecia rio, y la abuela le dio un beso en la mejilla. Venecia subió a su alcoba, escuchó a la abuela decir que mañana harían los planes de la boda, ella creyó que era una locura, que pronto la haría desistir, se sentó al borde de la cama, pensó en todo lo que había ocurrido en tan solo unos meses. Ella había asistido el verano anterior a París, a un curso de diseño de modas que duró seis meses con su amiga Liv, entonces llevaba ya un noviazgo de cuatro años al lado de Igor, que era hijo de un empleado de su padre, y de quien su abuela Brita se había encargado tras quedar huérfano. Venecia e Igor mantuvieron la comunicación a través de cartas, todo parecía ir bien, pero tres meses antes de su regreso, notó que las cartas se volvieron breves y escasas, antes de su regreso en navidad, recibió la carta de Igor donde decía que debían finalizar la relación, y pronto descubrió que Igor se enamoró de Aretta Ferguson, prima lejana de Stephen Olsen, eso la mató de tristeza, y no contuvo su pesar en la fiesta, cuando ofendió a la chica y terminó ebria. Se recostó en la cama, miró al techo, todo dio vueltas en su mente, entonces recordó lo que pasó anoche: «Flashback: Ella salió del lujoso salón de eventos, caminaba zigzagueante por las calles, hacía un frío extremo, llevaba su abrigo, la oscuridad envolvía y solo las luces de las farolas iluminaban todo. —¡Venecia! —escuchó una voz gruesa y masculina, ella se paró y miró detrás, confusa, cuando observó a ese tipo hizo un gesto de fastidio y siguió su paso tambaleante. Hasta que sintió una mano fuerte tomar su brazo, intentó desafanarse —Venecia, no puedes deambular por las calles en este estado —dijo Stephen —¡Suéltame! —exclamó desafanándose—. Tú no me dices que hacer. Ella intentó seguir, pero Stephen la alcanzó rápido —No lo haré, si te pasa algo malo, la abuela Dorata se volverá loca. Te llevaré a casa —sentenció y tomó su mano hasta dirigirla al coche —¡No quiero! —ella intentó no seguirlo, pero fue inútil—. ¡Viste su cara! Estaba roja como su asqueroso pelo, ¡Ay, que me da asco! Ojalá que llore mucho, Aretta cara de mujerzuela —dijo con la voz débil, arrastrando su lengua por el alcohol —Lo que hiciste no solo fue grosero, sino también muy infantil —sentenció Stephen —¡Ay, defendiendo a tu prima! Lo siento, señor Perfecto, pero no me sorprende que sea tu prima, ahora compruebo que no eres adoptado, tu prima es tan parecida a ti, los dos son cortados por la misma tijera. —Aretta es una chica buena y creo que, enfilas tu odio contra alguien inocente. —¿¡Inocente?! —exclamó al mirarlo, luego lo empujó sin fuerza—. ¡Señor Idiota también eres! —gritó Stephen tomó su brazo y la subió al auto. Su chofer condujo hasta llegar a casa —¿Qué hacemos aquí? —preguntó Venecia al no reconocer su casa —Voy a bajarte la borrachera, si te llevo a casa así, la abuela Dorata se enfadará. Venecia bajó del auto, sintió el viento gélido golpear su cara, eso provocó que se sintiera muy ebria, apenas controló su postura para no caer contra el pavimento, Stephen la llevó adentro, se sentaron en el salón, Venecia reía de ver una foto de Stephen de pequeño, mientras el siseaba que se callara —Eras bonito de niño, pero maldición, tuviste que crecer —dijo con sorna, él la miró con ojos pequeños, ahogando una pequeña mueca de risa Venecia sintió que su estómago era una ruleta, las náuseas estrujaron su cuerpo —¡Debo ir al baño! —exclamó corriendo por el lugar, sin poder hallar el baño debido a su embriaguez, subió arriba, y Stephen la alcanzó, le abrió la puerta de su habitación. Venecia llegó al baño, pero las ganas de vomitar se acabaron, salió del baño —Falsa alarma —dijo y se sentó sobre el suelo alfombrado, todo daba vueltas y un cansancio la vencía Stephen le ofreció agua y ella se negó, él se sentó al borde de la cama, ella sentía su mirada, que la espiaba con ahínco —¿Qué me ves? Supongo que estás feliz, eras de nuestros enemigos públicos declarados —sentenció Venecia. —¿Cómo dices? —Odiabas que Igor y yo fuéramos novios, todo por los prejuicios sociales. —Yo no… —¡Ni lo niegues, señor Hipócrita! —sentenció. Stephen puso cara de frustración. Venecia se levantó como un resorte —¡¿Qué tiene ella?! No es tan linda —dijo frustrada, rabiosa, mirándose al espejo—. Su cabello rojo ni siquiera es de un color lindo, solo rojo sangre, y sus ojos son clásicos castaños, tampoco es tan lista, y esa voz recuerda a un señor gangoso, ¿Lo crees? —Stephen intentó no reír —Venecia… —Yo… ¡Mírame, señor Perfecto! ¿Crees que Aretta es más linda que yo? —dijo poniéndose ante él, quien alzó las cejas irresoluto, no supo que decir—. Mírame bien, ¿Acaso no soy linda? ¿Hay algo hermoso en mí? Stephen la miró con ternura, pero ella no pudo entender su mirada. —¿No dirás nada? ¡No! Es que no me has visto bien, debes verme bien para admirar que soy linda, tanto como Aretta —dijo con voz desesperada, de pronto se quitó el abrigo, y prosiguió a quitar el resto de sus ropas, Stephen se quedó perplejo, Venecia Dorata estaba desnuda ante sus ojos; era el cuerpo perfecto de una diosa, él se levantó, sus ojos se volvieron oscuros—. ¿Qué pasa, señor Perfecto? ¿Soy linda? Stephen se quedó mudo, congelado, solo observando esa piel blanca, firme, esos senos turgentes, redondos, vientre plano y piernas esbeltas, tragó saliva, como escondiendo un gesto de deseo avasallador —¿No vas a decir nada? —dijo perturbada—. ¡Ya lo sé! ¿Qué espero de ti? Si ya sé que a ti ni te gustan las mujeres. De pronto Stephen la miró confuso —¿Qué has dicho? —dio un paso acortando la distancia —Sé que a ti no te gustan las mujeres, señor Perfecto —dijo burlona —¿De dónde has sacado eso? —exclamó con rabia —No te preocupes, yo te apoyo, no hay nada de malo en tener gustos… diferentes —dijo con ironía Stephen arrugó el gesto, ella se giró para tomar del suelo su abrigo, pero él tomó su brazo —A mí me gusta una mujer, Venecia. —Ah, ¿Sí? —exclamo con sorpresa, de pronto sintió que Stephen estaba muy cerca, los ojos de Stephen le parecieron oscuros, como la noche—. ¡A mí no me importa, señor Perfecto! Intentó dar la vuelta, pero la devolvió, Stephen apretó sus labios contra los suyos, y apremió un beso apasionado, ella se quedó pasmada, no pudo reaccionar a tiempo, hasta sentir como su lengua acariciaba la suya, un calor estrujo su cuerpo desnudo, mientras sintió las manos de Stephen estrechar su cintura, de pronto, sintió como él la cargó con fuerza hasta hacerla enredarse a su cintura, era una posición demasiado indecente, pero la mente de Venecia estaba tan ebria para pensar en los prejuicios, Stephen la dejó sobre la cama, colocándose encima de ella, las manos de Venecia intentaron rechazarlo, pero él las sujetó, besando sus labios, hasta ir a su cuello, dejando un camino húmedo, de pronto su respiración se aceleró, cerró los ojos, su cuerpo se retorcía de placer, Stephen se alejó para quitarse su chaqueta, y Venecia cerró los ojos, el cansancio la venció, hasta dormirse con rapidez»  —Pero, ¡Qué hice! —exclamó abochornada, con las mejillas rojas, tocándose el rostro, sintiendo su cuerpo trémulo, y su corazón palpitando con fuerza, así como todo su interior.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD