Capítulo I: Infraganti
La anciana llegó a punto del amanecer a la mansión, parecía acongojada, angustiada, su bastón de roble golpeaba con fuerza el suelo
—¡Exijo saber dónde está Venecia! ¡No nieguen que ella ha pasado la noche aquí! —exclamó con furia
La señora Tilda que iba bajando las escaleras la miró confusa
—Pero, señora Brita, ¿Qué es lo que sucede? —preguntó preocupada
—¡Un desastre! ¡Mi ruina, el final de nuestro apellido!
—Pero, ¿Qué dice? —exclamó Tilda sintiendo su corazón al borde del estallo
—¡Tú hijo es el culpable! ¡Ay, no! Es esa niña, debí ser más dura, siempre supe que Venecia me llevaría directo a la destrucción, ¡Y mira ahora!
—Tiene que calmarse, ¿Qué ha sucedido?
—¿De verdad no lo sabe?
Tilda negó con vehemencia
—¿Qué clase de servidumbre tiene?
Tilda se giró a mirar a Helmi, su sirvienta personal, y está le hizo unos ojos de angustia, la mujer contuvo una mueca de rabia
—No, a mí nadie me ha dicho nada.
—Su hijo está en la habitación con mi nieta, la trajo después de la fiesta, y no han salido de la alcoba desde ayer.
Tilda abrió los ojos más enormes que nadie le vio antes, tragó saliva, juró que era imposible, pero la anciana aventuró el paso a la gran escalera dorada y subió y subió, Tilda la siguió por instinto, alegando que su hijo Stephen era incapaz de una acción tan reprochable, lo defendía con uñas y dientes.
Mientras las criadas de ambas, Helmi e Inga subieron tras ellas con gestos polémicos.
Tilda tuvo que señalar la puerta hacia la habitación de su único hijo, la anciana dio unos golpetazos, pero su ansiedad la llevó a abrir con fuerza, no tuvo que insistir, la habitación no tenía llave.
Ellas ingresaron a la alcoba y entonces sus ojos se abrieron enormes. Tilda contuvo un grito, cubriendo su boca, Brita hizo gesto de perplejidad, golpeó su bastón contra el suelo varias veces
—¡¿Qué demonios es esto!? —sentenció con furia
La pareja sobre la cama se irguió asustada de entre las sábanas, parecían atolondrados y adormilados, ninguno supo dónde estaban, hasta que miraron a las mujeres que se veían tan severas
—¿Qué pasa, abuela? ¿Por qué gritas como una loca?
—¡Venecia Ondina Dorata Hansen voy a matarte! —gritó Brita con fuerza
Venecia estaba confusa, hasta que miró a su lado; esa figura imponente, masculina y fuerte estaba a su lado, le miró impactada, luego también miró a Tilda, observó la habitación, no era suya, sintió un terror que la consumía, miró la cama y las sábanas, cuando vio debajo de ellas casi grita, sus ojos se volvieron cristalinos ¡Estaba desnuda! Sintió vértigo
—¡Esto es tan vergonzoso! —exclamó Brita en un llanto
Stephen se talló la cara, su conciencia volvió con rapidez
—¿Stephen, que hiciste? —exclamó su madre con reproche, miró a su hijo, llevaba su camisa blanca arrugada, pero en sí, tenía su ropa puesta, incluso llevaba zapatos, su cinturón y pantalón estaban en su lugar, pero no era suficiente explicación, era innegable que Venecia estaba desnuda
—¡No! —exclamó Stephen poniéndose de pie, su cara era roja como un tomate—. ¡No pasó nada! No piensen mal, solo…
—¡¿Solo qué?! —exclamó Brita—. No puedo creerlo de ti Stephen Olsen, he confiado en ti, te admiré por mucho tiempo, ¿Y mira lo que has hecho? ¡Has manchado la reputación de esta pobre mujercita! —él negaba
—No, abuela.
—¡No me llames así! —sentenció rabiosa—. ¿Qué dirán todos cuando se enteren? ¿Quién querrá casarse con mi pobre niña, Tilda? ¡Tienen que reparar el daño causado! ¡Esto no tiene vuelta atrás!
—Así es —dijo Tilda y cerró con furia la puerta al ver a las sirvientas escuchando detrás—. Es algo muy grave, Stephen, tendrás que enmendarlo, ahora lo saben las sirvientas y mañana lo sabrá todo Oslo, todo el mundo, así que, solo hay un remedio.
—¡Se casarán! —exclamó la abuela
Stephen abrió grandes ojos, se quedó boquiabierto, se sintió en uno de sus sueños más salvajes. Mientras Venecia se puso de pie, cubriendo su desnudez con las sábanas con fuerza, los miró furiosa
—¡Nunca! ¡Nunca me casaré con el señor Perfecto! —dijo exacerbada, cubriéndose con la sábana, mirándolos con rabia
—¡Cállate, señorita! Mejor vístete que nos iremos a planear esa boda —sentenció la abuela
Las mujeres salieron conteniendo su enojo
—Mamá, escúchame.
—¡Basta, Stephen! —exclamó Tilda con enojo, y lo miró con decepción, luego ambas mujeres se fueron, cerrando la puerta tras de sí, ambas sabían que debían hablar con sus sirvientas, antes de que el chisme fuera de lengua en lengua, aunque sabían que era ya muy tarde.
Stephen estaba ahí, parado en medio de la habitación con la mirada perdida, en sus oídos taladraban aun las palabras de la abuela Dorata «¡Se casarán!» con un eco invisible que estaba volviéndolo loco
—¡Miserable! —gritó Venecia y le lanzó una almohada que dio a su cabeza. Ese golpe le sacó del trance y Stephen le miró atónito—. ¡Violador! ¿Qué me hiciste?
Stephen la miró incrédulo
—¿¡Yo?! ¡Yo no te hice nada! Lo juro, no te toque, jamás tomaría a una mujer sin su consentimiento, menos estando ebria.
—¿Ebria? ¿A quién llamas borracha, señor Pacotilla?
—¡Basta, Venecia, no comiences a insultarme, hoy no tengo paciencia! —exclamó aturdido
—¡Cállate! ¡Mira lo que hiciste! ¡Es tu culpa! ¡Ni en mis peores pesadillas me casaría contigo! Así que, no lo haré, jamás lo haré —dijo con dientes apretados, y la furia en todo su ser
Stephen la miró bien, sus palabras eran como dagas clavadas en su pecho, le dolía verla tan alterada, y se sintió tan culpable de ponerla en esa terrible situación
—Yo quise ayudarte, ayer estabas ebria, deambulando por las calles, te traje aquí para calmar tu juerga, solo ibas a calmarte y te llevaría a casa y…
—¿Y no se te ocurrió algo más decente que desnudarme, meterme a tu cama y dormir a mi lado? ¡Vaya inteligencia del señor Perfecto! —dijo con altivez, él empequeñeció sus ojos y sonrió divertido
—Por lo menos no fui yo quien me emborraché, e hizo tal escandalo al ex novio, niña, te hice un favor.
Ella sintió rabia, le dolieron sus palabras, y la frustración la embargó al recordar a Igor.
—Nadie te pidió tu ayuda, no te metas en mi vida, señor Perfecto, no es la primera vez, ¡Déjame en paz!
—Es una lástima, Venecia, por lo visto ahora es imposible —Stephen dio la vuelta y salió de prisa
—Pero, ¿Qué has dicho? ¡Vuelve acá! —ordenó, pero no le hizo caso y salió, ella pataleó con rabieta, miró alrededor—. ¡Demonios! —bramó al mirar su ropa por el suelo, se apuró a vestirse, lágrimas calientes corrieron por su rostro cuando recordó a Igor al lado de Aretta, esa mujer que le había arrebatado su amor, se sentó en la cama, el olor al perfume de Stephen la invadió, era un aroma tan especifico, único, característico del señor Perfecto, como ella lo llamaba en burla, era el hijo del socio de su padre, con quien había creado la gran empresa Dorasen, que se dedicaba a fabricar perfumes por el mundo entero.
Cerró los ojos y se dejó llevar por el olor que le recordaba a la nieve en Tromsø, al olor de la hierba, el cielo con la aurora boreal bailando y las montañas, ella volvió al ahora, recordó que Aretta era la prima americana de Stephen, empuñó sus manos
—¡Te odio, Stephen Olsen! —exclamó con frustración.
Hola, querido lector: esta obra esta pensada para actualizarse diario a partir de septiembre, mientras tanto en agosto tendremos capítulo sin falta cada miércoles a las 11.11 am gmt-5. Esta es la historia de amor de Venecia y Stephen, podrás conocerla conmigo y te prometo que vivirás una lectura apasionante y comprometida. Sin embargo, necesito de tu valioso apoyo, ayúdame agregando a biblioteca y recomienda mi historia para que juntos lleguemos a más lectores. Gracias♥