Capítulos VII: Los traidores nunca ganarán.

1597 Words
El doctor de la abuela Brita les comentó que ella estaba estable —Pero ha tenido un pre infarto, por eso les pido encarecidamente, a la abuela no hay que contradecirla, al menos por ahora hay que cuidarla y hacerla feliz, velar por su salud es esencial —dijo el doctor, quien ahogó una risa al recordar el favor que Doña Brita le había pedido en pro del amor —La cuidaré mucho —dijo Venecia Mientras Stephen miró con algo de desconfianza al doctor, no se creía lo sucedido y cuando le dijo a Venecia que buscaran una segunda opción ella se negó alegando que era un paranoico. Venecia caminó al salón y ahí se encontró a Stephen —¿Aun no te has ido? —No. ¿Y qué me dices? Porque no entiendo esto, le has dicho a la abuela que te casarás conmigo, medio mundo cree que nos casaremos y, por si fuera poco, tú le cuentas a tus amigas de la boda, entonces, ¿Me preparo para una boda? ¿O definitivamente es una de tus travesuras? Ella se puso nerviosa —Y yo qué sé, no ves el menudo lío en que estoy. —Venecia, no es un juego de niños. Por favor, deja de jugar, piénsalo bien, cualquier cosa que tú decidas, yo voy a apoyarte. —¿A qué te refieres? ¿Acaso dices que si yo acepto una boda vas a casarte? Pero, si tú eres un incasable. —¿Por qué dices eso? —preguntó con duda —Pues, Giselle de la Fontaine era la chica más guapa que vino a Oslo, y la rechazaste, sí, y sé que le hice la vida miserable, porque me caía muy mal, pero, la rechazaste de forma cruel. —Yo no la rechace, ella buscaba una relación seria y un matrimonio, y yo no quería lo mismo, se lo hice saber, y decidimos seguir por caminos distintos. —Sencillo, se muere, lo entierras, lo entiendo bien. —Es diferente. —¿Qué es diferente? —cuestionó aturdida Él se acercó unos pasos, sin que ella cayera en cuenta —Tú eres diferente. Si tú quieres detener esto, no te sientes lista, pues yo lo hago, no tendrás que preocuparte, y si tú quieres ser mi esposa, yo seré tu esposo —dijo con voz suave Ella se quedó perpleja, al sentir sus manos sobre sus hombros, estuvieron tan cerca que volvió a oler su perfume, destellos de recuerdos del pasado volvieron a ella, recordó cuando soñaba sentirlo tan cerca como ese día —¿Puedo pensarlo? Él asintió con dulzura, luego besó su frente, y ella sintió que se estremecía. Él se fue dejándola atónita. A la mañana siguiente, Stephen estaba en su oficina, tenía demasiado trabajo pues debía terminar los pendientes de ayer, la puerta se abrió rápido en una misma escena anterior, pero esta vez no se inmutó, solo admiró al hombre frente a él —Con que Venecia se casaría con el único hombre digno de ella, ¿Eh? —exclamó con la rabia brillando en sus pupilas, mientras Nora le miraba con desdén, queriendo que dejara de molestar a su jefe—. Y, claro, tenía que ser el señor Perfecto, pero que cobarde eres, ¿Por qué no me dijiste ayer que ese hombre digno eras tú? Stephen esbozó una gran sonrisa, estaba seguro de que se había pasado de cruel, pero odiaba a Igor, tanto como él lo odiaba —Pues ya lo sabes, Venecia será mi esposa, nos casaremos muy pronto, no tengo que darte explicaciones, y si las tengo que dar, planeo hacerlo delante de Aretta, seguro de que ella le encantará oírlas, ¿No lo crees? Igor se hizo atrás, sin dejar su mueca furiosa, mientras Nora se había puesto pálida —Al final lo conseguiste, ¿Verdad? Uniste las fortunas Dorasen, ese era tu objetivo, tener el control de todo, pero, Venecia no te ama, Stephen, ella me ama a mí. Y cuando esté contigo solo será por despecho, y cuando la hagas tuya pensará en mí… —¡Lárgate ahora mismo! —gritó lanzándole un vaso de cristal y salió para enfrentarlo, Igor dio zancadas atrás, lo miró bien, Stephen siempre era un hombre muy centrado, incapaz de la violencia, pero ahora era como si hubiese aplastado la cola de un tigre dispuesto a atacarlo —Bien, me largo, pero recuerda mis palabras. —¿Sabes qué? De tu recuerdo no quedará nada, porque Venecia te olvidará en mis brazos, con mis besos, cuando tengamos a nuestros hijos, y tú, solo serás una aburrida anécdota en nuestras vidas, ya lo verás. Igor lo miró con furia, ambos se retaban, pero Igor dio la vuelta y desistió. Nora se quedó ahí de pie, con la mirada triste y desolada —¿Es cierto, señor? ¿Se casa con Venecia Dorata? —Sí, me caso, ahora déjame solo —dijo con firmeza, no pudo ver los ojos llorosos de Nora que salió de prisa. Luego fue al tocador y lloró por mucho rato. Igor condujo hasta el bosque Nordmarka, se detuvo y golpeó el volante varias veces, pensó en Venecia, la había conocido desde que tenía catorce años y se habían vuelto novios después, durando juntos cuatro años como pareja, a pesar de que la abuela no lo quería, él había quedado bajo su tutela, tras la muerte de su padre. Recordó a Venecia, los momentos buenos, cuando iban a ese bosque a caminar o acampar, cuando todo era solo felicidad, antes de que crecieran y la vida se volviera tan complicada. Sacó de su cartera el brazalete de cobre, tenía su nombre escrito, y ella tenía uno igual con su nombre, su corazón se volvió pesado, como si albergara todo el dolor aplastándolo. Venecia cepillaba su cabello rubio, se miraba al espejo, pensaba en todo lo acontecido, las palabras de Stephen volvían a su mente, una y otra vez, recordando sus manos sobre sus hombros, y esa sensación que la hizo estremecer. «Yo lo amé, alguna vez quería dar todo por Stephen, ahora solo es como un eco tan lejano que no reconozco» pensó mientras observaba su rostro transformado en dolor. Igor vino a su mente y recordó el último día que habían podido hablar. Flashback: «Se habían encontrado en la fiesta de cumpleaños de Edvin acontecida a principios de enero, porque desde su regreso del diplomado, Igor no se aparecía ante ella, sobre todo porque los rumores habían llegado a sus oídos, esos donde decían que él estaba comprometido con una americana. Venecia había recibido la demoledora carta de Igor donde la dejaba sin decir más. Caminó al jardín al ver que Igor se marchaba. —¡Igor! —exclamó y él tuvo que detenerse, cuando la vio batalló en sostener su mirada y eso le dolió—. Parece como que huyeras de mí. —Para nada, solo tengo un poco de afán, debo irme. —Yo merezco más que esto, ¿No lo crees? Merezco una explicación —dijo con mirada firme —Venecia, no quiero problemas, si quieres despedirme de Dorasen, o vengarte, puedes hacerlo, yo no voy a defenderme. —¿De qué hablas? No soy así, solo quiero que digas la verdad, ¿En qué fallé? ¿Dónde quedaron nuestras promesas de amor? —Yo… quería amarte y ser feliz, de verdad, sabes que eres importante para mí, siempre lo serás, luego… me enamoré, lo siento. —¿Te enamoraste de otra mujer en solo seis meses? Es que no me cabe en la cabeza que uno olvide a quien ama tan rápido —dijo con ojos llorosos —Pues… así fue, lo siento. —Todos dicen que ni siquiera es un romance que surgió hace un par de semanas como lo decía tu carta, que este romance comenzó a poco tiempo de que me fui, pero escribiste como si estuviéramos bien, ¿Acaso eres un traidor, Igor? —¡Piensa lo que quieras! Qué no me importa, ni me extraña, al final eres una niña guiándose por chismes de la élite —dijo defensivo —Ahora soy eso para ti, siempre estuve para ti, ¡Maldita sea! Siempre ayudándote, protegiéndote, defendiéndote —exclamó con tristeza y amargura —¡Y aquí vienes! Como siempre, echándome en cara tu valiosa ayuda, ¡Me importa un carajo! Nadie te obligó. A mí no me has regalado nada, todo lo que tengo lo merezco, por mí, no por ti —sentenció con la mirada rabiosa y Venecia sintió que su corazón se partía en dos, con temor de ver realmente a Igor sin una máscara de amor, asintió despacio —Está bien, ahora lo veo, todo lo que dijeron de ti; eres eso. —Sí eso te parece, piensa lo que quieras, y ahora deja de quitarme el tiempo —dijo dando la vuelta para irse —Eres un traidor, Igor, y de nada sirve que lo ocultes, hagas o digas lo que sea, siempre serás un traidor, quédate con ella e intenta ser feliz, pero ambos lo sabemos, alguien como tú jamás será feliz, nunca estarás satisfecho. Deseo que cuando vuelvas a hacer una promesa, recuerdes como rompiste la nuestra, y cuando estés con ella, cuando la beses, recuerda como me traicionaste. Porque nunca lo olvidaré. Él se detuvo, y ella estuvo segura de que las palabras le habían dolido, él siguió su camino, dejándola llorando bajó un cruel invierno» —No, los traidores nunca ganarán —dijo Venecia limpiando las lágrimas de su rostro.
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