Cuando la puerta del despacho se cerró, Rose se liberó con fuerza del agarre de Máximo, este la miró y levantó una ceja. -¡Ella no tiene derecho a decir que soy mentirosa!, no me conoce- dijo Rose mientras se paseaba de un lugar a otro como un león enjaulado -Voy a volver a hablar con ella, le dejaré en claro toda la situación- volvió a decir entre dientes. -Cálmate- respondió Máximo con voz tranquila mientras se aflojaba el nudo de la corbata -¿Qué me calme?, acaba de insinuar que YO te ando acosando- se paró en seco y se llevó una mano al pecho Petrova esbozó una sonrisa de medio lado y dijo -¿A caso eso no es cierto?- y se sentó en su Berger con calma Los ojos de Rose estaban que se salían de sus órbitas, y sus manos comenzaron a temblar producto de la furia. -¡Eres un engreído!