ENFRENTAMIENTOS

874 Words
[CRUZ] Al día siguiente: 2 de agosto Ha sido muy difícil ponerme al día con Alizée, Ilan, y mi padre, cuando la música sonaba tan fuerte y había tanta gente en la casa. Así que en medio de la noche simplemente vine a mi habitación e intenté dormir lo más que pude, aunque por momentos fue imposible. Salgo de mi cuarto con la intención de ir a desayunar, cuando veo a Emely comiéndose a besos con su novio. Él la tiene acorralada contra la pared, y sus manos levantan su corto camisón haciendo que la escena sea demasiado incómoda para ver. —Vete antes de que mi padre te vuelva a regañar— Escucho que le dice ella y lo empuja dándose cuenta de mi presencia. Él simplemente camina frente a mí y baja la escalera con prisa —Hola— La saludo y ella simplemente me ignora e intenta entrar a su cuarto, pero en esta ocasión la sigo e interpongo mi brazo antes de que la puerta se abra y entro detrás de ella —¿Se puede saber que ocurre? Me estas ignorando desde el momento que llegue a la casa— Inquiero molesto. —¿Puedes salir de mi habitación? No sé si te has dado cuenta de la situación— Se queja y al mirar a mi alrededor veo su ropa tirada por el suelo y un condón. —Deberías respetar un poco más la casa de tus padres— Digo sin poder creer lo que veo. Ella ignorando cada una de mis palabras, se sienta en el borde de la cama y cruza sus piernas para después apoyar sus manos un poco más atrás de su cuerpo haciendo que la vista sea no apta para mí. Trato de no mirarla, pero el suelo no es mucho mejor cuando esta su braga allí —¿Cómo tú lo hacías cuando traías a tus novias antes de irte de aquí?— Rebate y levanto mi mirada. —Ni siquiera me has saludado, ¿puedo saber qué pasa?— Presiono. —Nada— Sentencia y se levanta de la cama para empezar a recoger las cosas del suelo —Además, no eres mi padre para quejarte de lo que hago— Continua. —Soy tu hermano, solo trato de hacerte ver lo que haces. Emely, eres una chica decente…— Trato de decir, pero ella voltea a verme. —No eres mi hermano, ¿de acuerdo? ¿y a ti que te importa lo que haga?— Se queja —Puedo acostarme con medio mundo si se me da la gana— Continua. Ella entra al baño privado que hay en su habitación, y yo voy detrás de ella observando como tira el condón en la basura y luego se lava las manos —¿Por qué te la pasas recordándome que no soy tu hermano? ¿tanto te molesta lo que tus padres han hecho por mí? Es que no lo entiendo, tú y yo nos llevábamos bien de niños— Hablo completamente frustrado cuando veo que ella se gira para verme de frente y la luz del baño juega una mala pasada con la tela de su camisón —Hablamos después, me incomoda demasiado verte así— Digo y trato de marcharme, pero ella me sujeta del brazo. —Bienvenido al club, a mí también me incomoda demasiado verte— Pronuncia y sus palabras me sorprenden. —¿Quieres que me vaya de la casa? Es que parece que no podemos estar bajo el mismo techo, no sé porque pasa esto, pero es lo que me haces entender— Digo frustrado. —¿De verdad no te has dado cuenta? ¿tan ciego eres? O ¿es que no lo quieres ver?— Me pregunta firme y no entiendo nada de lo que me está queriendo decir. —¿De qué hablas?— Indago y ella tan solo me mira fijamente. Su respiración se agita cuando de pronto da un paso hacia delante permitiéndome ver esos ojos azules más de cerca y sus labios a una distancia que me alerta —De que me gustas Cruz, de que estoy enamorada de ti desde que tengo 15 años, de que estoy harta de disimular, de que ya no sé con quién olvidarte— Me dice dejándome totalmente sorprendido por cada una de sus palabras. —Mel… yo…— Trato de decir, pero ella levanta su mano para detenerme. —Vete, no quiero terminar de arruinar esto— Dice y tengo la intención de irme cuando me doy cuenta de que debo decirle la verdad antes de que se entere de la peor manera. Agacho mi mirada dándole la espalda y no sé porque me siento tan culpable con esto —Mel, me caso en dos meses. En un par de horas llega mi prometida— Le digo finalmente y ni siquiera sé porque me siento tan culpable. —¡Vete!— Me grita más fuerte y siento sus manos empujándome en mi espalda —¡No sé para qué mierda has regresado! ¡sal de nuevo de mi vida!— Continua y no tengo fuerzas ni siquiera para responderle, no cuando sé que la he lastimado sin siquiera darme cuenta.
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