Sale de ella y lentamente vuelve a entrar, varias veces. Su interior acoge su polla a la perfección. Chloe gime y echa la cabeza hacia atrás mientras se sacude para perderse en el placer de su orgasmo. Bruno no aguanta más, sale de ella y explota a chorros sobre su pecho. Cierra los ojos y se tira a su lado sin fuerzas.
Tras recuperar su aliento, Bruno se levanta con toda la intención de vestirse.
―¿Tienes algo más importante que hacer? ―pregunta Chloe, sin rodeos.
―No, en absoluto, pero pensé que querrías estar sola ―dice Bruno, confuso.
―¿Y por qué querría estar sola? ―Chloe sonríe pícara. Bruno no puede apartar la vista de su delicioso cuerpo. Es perfecta.
―Porque te has quedado muy callada.
―No siempre se necesitan de palabras, Bruno.
«¿Acaso le está pidiendo que se quede?».
―Entonces, ¿quieres que me quede?
―Sí —responde ella, segura.
―Todo sería más sencillo si solo decimos lo que queremos y ya, ¿no crees? Como ahora.
―Nada es sencillo en las relaciones. ―dice ella.
¿Quién habló de relaciones? Esto es solo follar.
Bruno vuelve a la cama junto a ella y se devoran a besos. Desliza sus manos por sus muslos y las lleva hasta su entrepierna. Ella está empapada. Introduce sus dedos y acaricia la pared interior de la v****a mientras ella se retuerce de placer. Chloe gime.
Abre sus piernas y su boca se va directo a su clítoris. Chupa, succiona, restriega su barba incipiente por esa parte de su anatomía. Ella gime de placer. Está muy excitada. Poco tiempo después se corre, pero Bruno continúa hasta dejarla sin fuerzas.
Luego la pone a cuatro patas y coloca la punta de su polla en su v****a.
―Estás empapada, preciosa ―le susurra en su oído mientras la penetra despacio.
Un gemido agudo es la respuesta de Chloe cuando empieza a embestirla con mucha fuerza.
―Me calientas, me vuelves loco ―jadea—. Voy a correrme.
Las extremidades de Chloe tiemblan. Ambos están a punto de llegar.
―Córrete de nuevo para mí, preciosa. —ordena en su oído.
No tiene idea de cómo lo hace, pero Chloe vuelve a correrse. Convulsiona alrededor de su polla, gime, se estremece por completo.
Bruno, excitado, alcanza su clímax poco tiempo después que ella, antes de caer sobre el colchón, agotado.
―No me puedo creer que lo hayamos hecho sin preservativo. Y dos veces. ―Chloe tiene la mirada clavada en el techo mientras respira con dificultad.
―¿Tenías? ―pregunta él, mirándola fijamente.
―No. Ninguno. —La joven sonríe apenada.
―Tampoco vine preparado —confiesa él— De todas formas yo estoy sano, no suelo hacerlo así con nadie.
En mitad de la noche, cuando ambos se habían quedado dormidos, Bruno despierta al sentir el vibrar de su celular. Chloe está profundamente dormida. Sin hacer ruido se da la vuelta y mira la pantalla.
Es Erika. ¡Maldita sea!
Se levanta y va hasta el balcón para contestar.
―¿Qué pasa? ―pregunta, con tono bajo y fastidiado.
―¿Por qué hablas así, cariño?
―Porque son las tres de la madrugada. Además, no creo que tengamos mucho más de qué hablar.
—Quiero que hablemos en persona, Bruno. ¿Estás en el departamento?
―No. No quería seguir viviendo ahí.
―¿Te recordaba a mí? ¿Aún me extrañas?
—No tengo por qué seguir escuchándote.
Cuelga. Definitivamente, esta mujer está loca.
Bruno aprovecha que Chloe sigue dormida, toma su ropa y va hasta su propia habitación.
Ese día no se ven ni una sola vez. A la mañana siguiente, ambos se encuentran de nuevo en el lobby del hotel a la hora del desayuno. Bruno se acerca hasta ella sonriente, mientras que Chloe solo le da un “hola” escueto.
¿Qué le pasa?
―Lo de la otra anoche estuvo genial ―aclara él, por si le cabe alguna duda.
―¡Qué bueno!
―¿Te pasa algo? ―pregunta, extrañado.
―¿Debería sucederme algo?
¡Qué frustrante es esto para Bruno!
―No, por eso pregunto. —Se acerca y roza sus dedos con los de ella.
Quiere besarla, pero cuando está a punto a hacerlo, ella se aparta. ¿Lo está rechazando? Es él quien no suele besar, quien se limita a follar. Entonces, ¿por qué está haciendo esto cuando ya había tomado la decisión de no intentar nada más? Esto es solo sexo y no se puede volver a repetir.
―Esto no está bien ―asegura ella, alejándose de él.
―¿Dónde vas? ―pregunta Bruno, al verla alejarse a toda prisa.
―A mi casa. Lejos de aquí. Necesito pensar.
―Tengo un avión privado en un hangar a diez minutos, si quieres te llevo.
Bruno entra tras ella en el ascensor y se hunden en un absurdo debate hasta que por fin acepta que él la lleve a su casa.
Bruno no entiende por qué se niega, si se supone que ambos viven en la capital y está solo a una hora de aquí. Chloe teclea algunas palabras en su celular y Bruno se imagina que está avisando a sus amigos que ya se va, aunque la sonrisa que se asoma en su rostro al recibir la respuesta le parece sospechosa.