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Hasta que llegaste tú

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Blurb

Desde que Bruno encontró a su esposa en la cama con su amante, se ha vuelto un hombre despechado, desconfiado y sin ninguna fe en el amor.

Sus prioridades cambian radicalmente tras el suceso y su único deseo es pasarla bien con cuanta mujer pueda llevarse a la cama y así borrar de su mente ese recuerdo que aún lo atormenta. Hasta que conoce a Chloe, una joven sencilla, pero exquisitamente hermosa que lo hace replantear todo.

¿Conseguirá Chloe que Bruno crea nuevamente en el amor? ¿O será una más en su lista?

*****

Ésta es una obra de ficción.

Todos los personajes y eventos descritos en esta novela son ficticios o se utilizan de manera ficticia, no son un ejemplo a seguir.

Cualquier parecido con personas vivas o muertas o con hechos reales es pura coincidencia.

En estos relatos se abordan temas complejos y delicados que pueden resultar difíciles de asimilar y digerir por personas sensibles. Aquí se habla de relaciones tóxicas, de dependencia emocional, de abuso, entre otros, por lo tanto se requiere madurez para poder entenderla.

Si está dispuesto a seguir, prometo emociones fuertes en cada relato.

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Hasta que llegaste tú, capítulo 1
Bruno acelera su ritmo. Quiere más, necesita más. La excitación toma el control de sus caderas. La rubia jadea, él oye su respiración agitada y se calienta todavía más. El corazón le bombea con fuerza y sus sienes palpitan. La embiste sin piedad mientras ella grita de placer. Logra desacelerar y salir justo cuando está a punto de correrse. David toma su lugar, le da vuelta a la mujer y la pone boca abajo en el sillón. Bruno aprovecha que está libre, se deshace del preservativo que lleva puesto y mete su dura erección en la boca de ella. La saliva alrededor de su glande y la suavidad de su lengua lo ponen a mil. Su compañero ocasional juega con el culazo de la joven. Bruno no puede apartar la mirada de la escena. David vierte una cantidad importante de lubricante sobre su trasero y muy despacio se adentra en ella, poco a poco, hasta que la penetra por completo. Sus movimientos se vuelven muy intensos poco tiempo después. ―Te vamos a follar los dos ―susurra Bruno en su oído, colocándose otro preservativo. Se tumba en la cama boca arriba y la llama con el dedo para que se siente sobre él. ―Quiero verte follándolo a él ―replica ella, sacándolo por completo del momento. David se coloca de inmediato en posición sobre la cama y deja su trasero a la vista. Lo lleva depilado y lo tiene firme, pero Bruno nunca ha follado a un hombre. No es algo que le apetezca demasiado, pero con la excitación que carga, no le suena imposible la posibilidad de metérsela. ―Prefiero follarte a ti ―dice finalmente. Ella se sienta encima de él. David se coloca detrás de ella. El morbo se apodera de los tres en ese momento. Bruno introduce su erección en su v****a, luego en su culo. Con el éxtasis del momento ya le es casi imposible saber si se la está metiendo a ella o a él. Tampoco lo piensa demasiado, solo se deja llevar por el placer que siente. El sonido de sus cuerpos chocando unos contra otros, los gemidos, el olor a sexo que inunda el habitáculo, hacen que él pierda el control de sí mismo y se corra. David continúa follándosela y ambos llegan al clímax, juntos. Agotado, se levanta y va directo a la ducha. ―Cierren la puerta al salir ―dice, antes de cerrar la puerta del baño. El agua caliente limpia los restos que la lujuria ha dejado en todo su cuerpo, mientras procura dejar su mente en blanco. Despierta sobresaltado en mitad de la noche. Mira a su alrededor, la habitación está sumida en una soledad escalofriante. Debería estar feliz, bien, pero un vacío lo inunda todo. Pensó que el trío con esos desconocidos borraría las huellas que dejó Erika en su corazón, pero se equivocó, lo único que ha hecho es aumentar esa sensación de vacío. Mira el techo y suspira profundamente. No puede engañarse, su ausencia todavía le duele. Se levanta y sirve un vaso de agua. Sabe que por más que lo intente ya no podrá conciliar el sueño, los pensamientos no lo van a dejar. Se pone un conjunto deportivo y sale a correr por la playa. Desde que llegó hace una semana a Tulum, sale a correr todas las mañanas. Tanto mujeres como hombres lo miran al pasar; algunos, con muy poco disimulo. Todo se torna turbio en cuanto regresa a su habitación de hotel y los recuerdos arremeten contra él sin piedad. Es capaz de verla desnuda, paseándose como lo hacía en la casa, cubierta únicamente por su rubia, larga y ondulada melena. «¿Qué me ha hecho?». Piensa, mientras se frota la cara. Toma otra ducha y como no tiene nada mejor que hacer, decide bajar al restaurante del hotel a comer algo. Antes de llegar a la recepción, choca con una chica y le tira su café encima. ―Lo siento mucho ―se disculpa. La tela blanca de su vestido playero, ahora mojado, se adhiere a la piel de sus voluminosos pechos, dejando poco lugar para su imaginación. ―Deberías tener más cuidado y mirar por dónde vas ―dice la mujer, alterada. Bruno la observa pasmado. ―Te ayudo a limpiarte. ―¿Tienes idea de cuánto me ha costado este vestido? ―Lo mira con furia. «¡Qué carácter!», piensa Bruno, que se pierde unos instantes en su mirada café. Luego, sin poder contenerse, sus ojos recorren sus curvas. Chloe está nerviosa, enfadada y alterada. Sin embargo, Bruno presiente que no ejerce en ella ese poder que suele tener sobre las mujeres con solo mirarlas. ―Te compraré uno nuevo ―declara. Ella, lejos de darle las gracias, se va sin decir nada. Bruno no da crédito. Nunca una mujer lo había tratado o mirado así, parece que sus maravillosos encantos no han funcionado con ella. «¿Me estaré poniendo viejo?». Piensa, asustado. Sorprendido, la mira mientras se aleja por la pasarela que lleva a la playa. Sin duda, tiene unas curvas exuberantes y por unos segundos, se plantea ir tras ella, pero su actitud ha conseguido amilanarlo. Enfadado consigo mismo por no haber conseguido impresionarla, sale también hacia la playa, pero del lado contrario. Se pregunta por qué esa desconocida ha despertado de esta forma su interés, y por qué ella no ha caído rendida a sus encantos como a él realmente le gustaría. Algo dentro de él le dice que se volverán a ver y que acabará rogándole que la folle. Mientras camina por la playa recibe la llamada de su hermana. ―¿Al final vas a quedarte cuatro semanas? ―pregunta ella. ―Sí, me quedaré en el hotel de siempre. Aún no estoy listo para volver. ―Ya sabes que cuentas conmigo para lo que necesites, Bruno. No es bueno que estés solo y tan lejos. ―Lo sé, pero prefiero tomarme este tiempo para replantear mi vida. No pienso volver a caer en lo mismo, hermana. Erika es un maldito error que no pienso repetir nunca más. ―Pero saltar de cama en cama no es una buena forma, Bruno. No todas las mujeres son iguales. Puedes encontrar otra buena mujer que te ame y a quien ames. —Eso no pasará, Carla, porque no quiero y ya no confío en ninguna. El lunes por la mañana, tras pasar un fin de semana de fiesta, sexo y resaca, Bruno va hasta la playa. Necesita tomar mucho sol para quitarse toda la pesadumbre de encima. El lugar está plagado de chicas jóvenes y guapas, con cuerpazos, tal como le gustan. Capta todas las miradas que le dedican, aunque disimula bajo las gafas negras. «Dios, me gustan todas», piensa, aunque luego, tras cruzar un par de sonrisas con algunas, pocas siguen haciéndolo. A él le gustan las atrevidas en la cama, sin límites y decididas. Bruno nunca ha conocido a una chica que le haya dicho que no luego de su separación con Erika. Quizá su hermana tiene razón y ya es hora que se dé una nueva oportunidad, pero tiene que reconocer que cada día que pasa sin ella está mejor. Además, desde que ella se fue con ese tipejo, ha vuelto a recuperar su activa vida s****l que había tenido antes de enamorarse de ella. A media tarde, cansado de estar en el sol, va por una bebida. Se acerca a la barra, selecciona lo que va a tomar y espera. En ello está cuando ve acercarse a Cindy, una bartender que conoció la otra noche. Ella lo ve y sonríe. Llega a su lado y lo saluda. ―Hola, Bruno ―dice ella con voz provocativa. Los ojos de él van a parar en su escote. ―Hola, Cindy. ―Hasta que al fin nos volvemos a encontrar. ¡Vaya que es difícil verte más de una vez! ―Esto debe significar algo, ¿no crees? ―dice Bruno. Cindy pone su mano en uno de sus muslos. ―¿Tienes planes para luego? —pregunta ella, con expectativas. ―Aún no lo sé ―confiesa Bruno—. ¿Te apetece que nos veamos? ―Es que... ―Para jugar ―la interrumpe y Cindy se muerde el labio inferior. El mozo avisa que la bebida ya está lista. ―Está bien, ¿a qué hora estás disponible? —A las ocho está perfecto ―responde Bruno. La mujer le da un beso en la mejilla y se aleja. Al menos ya tiene un polvazo asegurado para esta noche. Con una sonrisa en la cara se dirige al ascensor. Las puertas se abren y en su interior se encuentra con un rostro femenino familiar. La mira y pronto recuerda esas curvas. Es la misma a la que le vertió el café por accidente. Chloe también lo mira y por un momento, Bruno tiene la sensación de que le va a dar una bofetada por mirarla con ese descaro y por el café. La joven sale del ascensor y él aprovecha para entrar. Chloe se gira hacia él y le dedica una mirada de fastidio. Esa mujer produce mucha curiosidad en él. ―Veo que no te has quemado con el café. —dice él para entablar algún tipo de conversación con ella. No recibe su respuesta porque las malditas puertas del ascensor se cierran y ella desaparece al tiempo que Bruno sube a su habitación. «Quiero a esta chica en mi cama», se promete a sí mismo.

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