Capítulo 3: Bendito Alcohol

4044 Words
Fecha: 26 de Mayo del 2007.      Era ya de noche cuando llegamos a casa de Jack, él no era mi persona favorita, pero en definitiva daba buenas fiestas para cerrar el curso. Tiffany me había estado presionando excesivamente con mi apariencia para esta fiesta, con ello y con hablar más, a vista de lo ocurrido en la cita doble.      Aquella tarde, mi gran peinado fue colocarme una coleta alta que recogía mi cabello rojo teñido, no puedo decir nada de mi maquillaje, ya que mi compañera fue la que se dedicó a maquillarme y a, según ella, lucir espléndida. Mi apariencia no era la gran cosa, tenía una camisa verde, jeans y deportivas, y eso era todos, no me veía elegante o sensual o sexy, para nada, no cómo mi compañera de habitación.       En cuanto llegamos, intercambie saludos con los chicos presentes, y luego fui una pared, ellos hablaban de y hablaban, mientras que yo me dedicaba a escuchar, solo escuchar. Tiffany intento incluirme en la conversación un par de veces, pero mis respuestas eran simples y no daban paso a seguir con esa conversación. Después de varios intentos fallidos, me hizo acompañarle al baño para reclamarme por mi silencio y para hablar sobre su cita que, según ella, era un bombón. –Creo que es más como un turrón de almendras blanco –le dije en aquella ocasión, lo cual provocó su risa. –¿Ves? Si hicieras esa clase de comentarios delante de ellos sería más fácil –añadió. –¿Quieres que le diga a tu cita que se parece a un turrón? –pregunté sorprendida. –No tonta, quiero que digas algo gracioso... O algo para variar. –Estoy tratando. –Lo se Jane –dijo comprensiva, Tiff sabía que me era difícil, eso me gustaba de ella, entendía–  Descuida, no digas nada si no quieres, estoy feliz de que estés aquí conmigo.      No vario mucho la cosa después de salir del baño, yo seguí callada y escuchando, mientras ellos conversaron de todo un poco. Mi mayor participación fue cuando Andrew, la cita de Tiffany, comenzó a citar poemas. –¿Mario Benedetti? – pregunté aunque sabía la respuesta. –Así que le conoces – dijo el joven –No tanto, solo sé quién es. –Soy fan de su trabajo –admitió el chico. Ah, tiene buen gusto. –Prefiero a Neruda –añadí. –¿Ah sí? –preguntó el chico esbozando una sonrisa. –Creí que estudiaba literatura inglesa –dijo Jack como sorprendido. –Así es –confirme. –¿Neruda no es hispano? –dijo Tiffany incorporándose a la conversación. –La literatura no se trata de clasificar las obras en países o regiones – indiqué con convicción– no se trata de eso, se trata de que lo que está plasmado en un escrito sea inspirador y te haga sentir. –¿Sentir que Jane? –cuestiono el chico de ojos almendras. –¿Eso importa? –Por supuesto –dijo mientras me daba una mirada escrutadora. – Solo se trata de que te haga sentir,  –explique– sentir algo para variar –agregue intercambiando una mirada con  mi amiga recordándole la escena del baño, usando sus mismas palabras. Esta como respuesta me dio una sonrisa cómplice que decía « Esa es mi chica ».      Lo siguiente fue discutir sobre poemas y escritores. Después cada quien fue a su casa, él no le había escrito a Tiffany desde ese entonces, estuve tratando de explicarle  Tiff que podía ser por los finales, aunque solo estaba evitando hacerle caer en el hecho de que no estaba interesado.      En lo que Jack dijo lo de su fiesta, Tiffany tomo el atrevimiento de escribirle al tal Andrew e invitarlo a la fiesta a la cual él ya había sido invitado. A partir de ese momento Tiffany se había empecinado en aprender todo lo necesario sobre poemas de Mario Benedetti.      Tiffany iba con un vestido de cóctel de color rosa pálido, el cual la hacía lucir bastante bien, en esta ocasión no aliso su cabello, dejo que su afro se luciera y destacará, junto con su gran personalidad, eso y ¿Lentes? –¿Por qué usas lentes? –le pregunte mirándole con detenimiento. –Porque me hacen ver inteligente –dijo como si fuese obvio. Estas demente. –Ni siquiera estamos ya en clases –le recordé. –Son falsos de todas formas, –comento mientras se los sacaba y me los mostraba– son solo para el papel. –¿Papel? –cuestione. –Claro, –confirmo– hoy interpretare a una chica brillante amante de la poesía que es muy sexy pero aún no lo sabe. Eso no suena convincente –Tú lo sabes –le reitere. –Pero mi personaje no –insto. – No es muy alentador escuchar que planeas interpretar un papel para un chico con el que deseas salir en serio –comente. – No será siempre así, –explicó– lo prometo. – Cómo sea –añadí poniendo mis ojos en blanco, ella solo me sonrió.      Entramos con mi compañera entusiasta y mi grupo de estudio hambrientos de entrar en los placeres de la ebriedad. Yo iba vestida y patrocinada por Tiffany, ella fue quien escogió que llevaría puesto, ropa, zapatos, accesorios, peinado, incluso el perfume que usaría, lo único que hice yo fue el maquillaje ya que a ella no le había dado tiempo. Por lo cual mi maquillaje era lo único patrocinado por mí.      Cuando estuvo más adentrada la noche, Tiffany ya estaba arrastrándome a la pista de baile, a la cual la seguí entusiasmada, me gustaba verla divertirse y no estar pegado a su cita todo el rato, con el cual se había encontrado casi al instante de entrar. Tuve la impresión de que él no me recordaba, ya que en ninguna ocasión me observo, solo veía a la guapa morena que tenía en frente. Eso es buena señal. Mas entrada la noche, todos teníamos algunos tragos demás encima, por lo que yo comenzaba a estar más suelta, Tiffany se había apoderado de la pista de baile y el resto de los chicos estarían repartidos por la casa haciendo Dios sabe qué. Mientras cada quien iba a lo suyo yo buscaba un lugar donde refugiarme de los alcohólicos amorosos, aquellos que en cuanto se les nublaba un poco el juicio entraban en la cursilería innecesaria o en los abrazos sudorosos. La casa de Jack era inmensa, él tenía un piso para él solo, un apartamento que sus padres le habían comprado para mudarse a Nueva York a estudiar, aunque lo usaba para mucho más que estudiar, pero en su defensa, siempre es bueno celebrar el fin de un tortuoso semestre. Mi parte favorita era la terraza, la terraza siempre tenía una vista preciosa de la ciudad, además de ser el punto perfecto para tener la porción ideal de aire frío de la noche. En eso estaba, dejando que el aire frío inundada mis pulmones sanos, que con la suerte que tenía seguro que mañana amanecía con un resfriado de esos que te tumban la existencia misma. Pero con alcohol encima siempre se nubla el juicio. Mientras gozaba de la terraza para mí sola, sentí unos pasos cerca de mí, lo que hizo que reaccionara casi de inmediato, llevando mi mirada al origen de los pasos, los cuales pertenecían al dueño de la terraza. –Hey Jack –dije al muchacho que se acercaba a mí. –Vaya, hola preciosura –dijo posterior a observarme de pies a cabeza unas tres veces. Demonios ¿Cuánto había bebido? –¿Muchos tragos? –pregunte aunque era obvia la respuesta. –¿Eres tú Jane? –Dijo ignorando por completo mi respuesta– Casi no te reconozco. Aja. –Tomaré eso como un cumplido –dije esbozando una sonrisa queriendo sonar gentil. –Claro que lo es –afirmo exaltado.      El olor a alcohol que desprendía su aliento me hacía sentir mareada, por lo que tuve que apartar mi rostro. –Tu fiesta está genial –dije sin mirarle. –¿Te diviertes? –Pregunto– ¿Qué haces aquí tan solita? Affff… –Claro, –respondí a su primera pregunta– solo vine a tomar algo de aire. –Las cosas adentro están ardiendo ¿no? –comento orgulloso. –Podría decirse –añadí. –Aunque... –dijo acercándose, lo suficiente para poder sentir su respiración cerca de mi cuello– Aquí afuera no están nada frías tampoco. Ay no –Ajá, –dije apartándome del ebrio Jack– creo que te llama alguien allá, en tu habitación –añadí señalando a la misma. –Puede esperar, –dijo despreocupado– me estoy divirtiendo más aquí contigo –Que interesante observación, –le comente– no sé cómo podría ser está conversación una especie de entretenimiento para ti. –¿Por qué eres tan propia? –Añadió como exhausto– Suéltate un poco linda. ¿Disculpa? –Es Jane, gracias, –dije– y creo que debo entrar –añadí alejándome para volver a entrar, solo quería alejarme de Jack, se estaba pasando de lanza. –No no, –dijo deteniéndome– no entres aún, yo entro primero –dijo acercándose mucho, lo suficiente para poder oler su aliento impregnado de licor.      Cada vez se acercaba más, por un momento sentí que iba a besarme y ya me estaba preparando para darle un puñetazo que esperaba no olvidaría mañana, pero en cuanto me percate este se había apartado, lanzándome una sonrisa pícara y señalando a su habitación. No lo dices en serio. –No era eso a lo que yo... –intente explicar, pero este coloco su dedo en mi boca en uno de esos gestos de «Guarda silencio». –Primero tengo que correr al que sea que esté en mi cuarto, luego... –me guiño el ojo– Yo te llamo. –Yo no estoy… –Solo espera –me interrumpió. De nada sirve lidiar con un borracho. –Esperaré ansiosa –mentí. –Eso, así es, relájate –dijo sonriendo.      En un abrir y cerrar de ojos ya estaba corriendo, como un ebrio podría correr, dentro de su casa, rumbo a su habitación. –Idiota –dije al aire de la noche. –Eso ha sido irrespetuoso Neruda –escuche a una voz decir a lo lejos.      El chico de ojos avellana y piel pálida, el cual respondía al nombre de Andrew Phelps y se suponía era la cita de Tiff estaba justo detrás de mí, por lo visto interesado en entablar conversación. –Oh, no me refería ti Benedetti, –dije– me refería a Jack. –Ah, –exclamo este sin mucha sorpresa en su voz– pues procura que no te oiga, después de todo es el dueño de la casa.      Sonreí. –Hola –salude al chico. –Hola Neruda –dijo este también sonriente– ¿Gozas de la terraza? –Así era antes de que llegara Jack. –Reconocí –Me gusta sentir la brisa. –Debo admitir que la brisa es fenomenal –dijo cerrando sus ojos, dejando que el viento se ocupara de enfriar su rostro.      Así bajo esta vista podía detallar mejor los rasgos del chico, entendía el porqué de que a Tiff le gustara, era un chico guapo, rasgos finos, barbilla partida, su piel no era tan pálida como creía, estaba bronceada, no sé si por el sol o porque siempre hubiese sido así, pero en términos generales era un chico muy atractivo. –¿En qué piensas Neruda? –dijo abriendo sus ojos, dejando ver su brillante color, tenía una mirada muy tierna. –Pensaba en ¿Qué he hecho de bueno para que goces de compartir cinco minutos de tu tiempo aquí conmigo? –bromee. –Para tu fortuna me encanta gozar de esta vista –dijo siguiéndole al juego. –Entonces ha sido una coincidencia –añadi fingiendo tristeza. –Para tu fortuna –dijo nuevamente– no creo en las coincidencias –afirmo sonriendo. Sonrisa linda, cada vez tiene más puntos Tiff. –Que afortunada que soy –bromee, a lo que él no dejaba de sonreír– Pero a esa distancia no creo que puedas disfrutar de la vista, deberías acercarte –dije invitándole a acercarse. –La verdad, creo que desde aquí la vista está mucho mejor, –dijo– pero agradezco el gesto. –Venga, acércate –insistí– No muerdo. –Eso no lo sé –añadió divertido. Nuestros conceptos de diversión son diferentes, amigo. – Cómo quieras –añadí sin insistirle más.       No podía obligarle a acercarse, pero la verdad se estaba perdiendo de una vista fabulosa. Sentí al aire helado atravesar todo mi cuerpo, dejándome tiritando de frio, pero era una sensación placentera, me recordaba a mi pasado, momentos buenos, de los que rescataba con lupa y pinza.            Fui escuchando poco a poco los pasos de una figura que debía no estar muy distante de mí, permanecía callado mientras se acercaba, pero era obvio quien era. Cuando estuvo más cerca pude sentir como se acomodaba a mi lado, no tan cerca, solo lo suficiente.      Estuvimos un rato a merced de la noche y el silencio, fue así hasta que llegado un momento el chico comenzó a hablar, o más bien, a recitar un poema, uno de Neruda. –«En su llama mortal la luz te envuelve. Absorta, pálida doliente, así situada contra las viejas hélices del crepúsculo que en torno a ti da vueltas. Muda, mi amiga, sola en lo solitario de esta hora de muertes y llena de las vidas del fuego, pura heredera del día destruido.» –Vaya –dije con asombro. –¿Impresionada? –pregunto. No, para nada. –Bastante, –admití– por lo visto tenemos a un nuevo amante de Neruda. –Aún prefiero a Benedetti –insistió. –Es válido –dije dando un gesto de comprensión. –Tenías razón. –admitió. ¿Sobre qué? –Me lo dicen a menudo, –dije con un deje de socarronería– pero ilumíname –Desde aquí tengo una mejor vista –explico atribuyéndome la razón. Ah… De eso se trataba. –¿Verdad que sí? –Sí, –asintió, luego entorno su mirada hacia mí– desde aquí puedo contemplar de cerca lo más hermoso que he visto en la noche. –¿Qué es lo que contemplas? –pregunte curiosa, buscando entre el paisaje. –Intenta adivinar –me incito aun mirándome.      Seguí buscando, pero al no observar nada pensé que era una especie de broma. Muy gracioso. – Creo que no hay nada más hermoso en esta noche que la noche misma –agregue.      El asintió esbozando una sonrisa incrédula, bajo la mirada, parecía un niño pequeño. –«Hombre que mira al cielo Mientras pase la estrella fugaz acopio en este deseo instantáneo montones de deseos hondos y prioritarios por ejemplo que el dolor no me apague la rabia que la alegría no desarme mi amor que los asesinos del pueblo se traguen sus molares caninos e incisivos y se muerdan juiciosamente el hígado que los barrotes de las celdas se vuelvan de azúcar o se curven de piedad y mis hermanos puedan hacer de nuevo el amor y la revolución que cuando enfrentemos el implacable espejo no maldigamos ni nos maldigamos que los justos avancen aunque estén imperfectos y heridos que avancen porfiados como castores solidarios como abejas aguerridos como jaguares y empuñen todos sus noes para instalar la gran afirmación que la muerte pierda su asquerosa puntualidad que cuando el corazón se salga del pecho pueda encontrar el camino de regreso que la muerte pierda su asquerosa y brutal puntualidad pero si llega puntual no nos agarre muertos de vergüenza que el aire vuelva a ser respirable y de todos y que vos muchachita sigas alegre y dolorida poniendo en tus ojos el alma y tu mano en mi mano y nada más porque el cielo ya está de nuevo torvo y sin estrellas con helicóptero y sin dios»       Nunca había leído ese poema, pero era muy hermoso. –Eso fue precioso –reconocí. –Es de mi buen amigo Benedetti –dijo hinchado. –Creo que empezaré a leerlo más seguido –comente. –Me alegro de haberte motivado o inspirado de alguna forma –dijo sincero. –Son sus palabras lo que me han motivado, –dije bajándole los humos– aunque no puedo quitar el crédito al que las ha recitado. –Oí un cumplido en todo eso, –dijo entre risas – así que con ello me quedo. –Te conformas con poco. –Soy un alma sencilla Jane. –Si recuerdas mi nombre –fingí sorpresa. –¿Sorprendida? –pregunto. ¿Quién eres tú? –Más bien aliviada, –respondí– esperaba no tener que presentarme de nuevo. –Pues yo esperaba que en algún momento me dijeras «Hola Andrew, me alegra verte de nuevo» Sigue esperando. –Espero que no te sientas muy decepcionado –exclame. –¿Bromeas? –Añadió eufórico– Has hablado conmigo más esta noche que en todo el semestre. –¿Todo el semestre? –Agregue impactada– Te conocí no hace tanto. –Supiste de mi existencia no hace tanto, pero incluso compartíamos una clase –¿En serio? –Si –asintió. Oh, qué pena, Tiff podría haberlo conocido antes –Vaya, supongo que debería sentirme algo apenada –admití. –¿Supones? ¿No lo sientes? –¿Por qué lo sentiría? –Declare– Tu mismo lo has dicho, no sabía de tu existencia. –Es cierto –reconoció. –Y seguramente si hubieses intentado hablarme lo más probable es que te hubiese ignorado, o que hubiese pasado como en la cafetería. –Entonces creo que debo agradecerle al idiota –dijo haciendo ver qué hablaba de Jack, lo cual me hizo reír– por darme la dicha de conocerte. –Ah sí, el idiota –reí. Pobre Jack. –¿Puedo hacerte una pregunta? –Ya la hiciste –recalqué. –Bueno, otra pregunta –pidió. –Dispara. –¿Por qué fuiste a la cita doble si no te agrada Jack? –pregunto curioso. Oh no, no puedo echar en evidencia a Tiffany, no tan fácil al menos, ese es el trabajo de ella. –Jack si me agrada –dije. No era del todo mentira, pero no me gustaba. –Pues no se te nota –admitió. Pues claro. –Si me agrada, –reconocí– solo que de lejos. –Eso no es bueno en una relación –argumento. Por lo visto tenía muchos pensamientos al respecto. –Excelente argumento –confesé– creo que cuando quedamos en la cita doble no sabía que era tan idiota y lo poco que tenemos en común. –Una lástima, –concluyo– él parece estar loco por ti. –Hazle un favor a tu amigo y dile que no es recíproco su sentimiento. –No diría eso, –aclaro– sí que te vuelve loca, solo que no en el sentido que él desearía.      Ambos intercambiamos sonrisas, era bastante agradable, y chistoso; además culto y amable. Cada vez me gusta más Tiffany. –Eres bueno dialogando –admití. –Es bueno para los negocios –reconocía. –Serás un tiburón –asegure a modo de halago.       El frío estaba comenzando a entrar en mis huesos y ya empezaba a tiritar por el frío, tenía que entrar, pero no quería estropear la charla, me estaba gustando.       Casi al instante de empezar a temblar sentí una especie de tela que me recubría los hombros, brindándome un poco de calor, lo suficiente para sentirme a gusto. La chaqueta perteneciente a Andrew olía a canela, era un olor que en recordaba a las panaderías, me gustaba. –¿Por qué me das tu chaqueta? –pregunté. –Tienes frío, se te nota –aseguro. –Si pero, esto es tan cómo de... –Solo es caballerosidad, –interrumpió– acéptala o mi orgullo será herido. –Y no queremos que eso suceda ¿No? –añadí divertida. –Y tampoco queremos que te dé una hipotermia –dijo arreglando la chaqueta.       Tal vez era el alcohol, o el olor penetrante a canela, pero está era una sensación muy placentera. Podía notar a mis sentidos agudizarse y a sus ojos mirarme de vez en cuando. –Oye, ahora ¿Puedo yo hacer preguntas? –Seguro –respondió. –¿No te agrada Tiffany? –solté sin más. –¿Tiffany? Muy directa. –Si –afirme. –Me agrada claro –alego– ¿Por qué lo preguntas? –Curiosidad –dije esquivando su mirada.      El solo siguió buscándola. Tiff iba a matarme si se enteraba de esto. –Creo que tu pregunta está mal planteada –dijo. –¿Ah sí? –Sí, –afirmo– creo que deseas preguntarme otra cosa. –Tiene mi atención Míster –fingí interés, aunque no era del todo fingido.       Él sonrió, miró hacia arriba, estaba creando suspenso, y lo peor es que funcionaba. –Quieres saber si ella me gusta ¿No? ¡Que específico! –Pues, no es que sea de mi incumbencia –asegure un poco apenada. Mi propia voz me está delatando. –¿Entonces...? –añadió interrogante. –No creo que puedas decir que te gusta en sí, –asegure– es muy poco tiempo para saberlo. –Cierto, –afirmo– por lo que debería ser más bien ¿Si siento atracción por ella? –Creo que sería la pregunta más adecuada. –Inste– Tiene las palabras correctas. –Es una chica atractiva físicamente hablando –aseguro. –Sí, –asentí– pero ¿Qué hay de lo demás?      No sé apresuró, sol miró a los lados, pensativo. –Debo conocerla mejor –concluyo. –Pero hasta ahora no te impresiona –deduje, él sonrió. –Yo no he dicho eso –aseguro. –¿Pero es así? –insistí. –Es pronto para decirlo, –añadió insistente –dame unos meses más. –No tienes que decírmelo a mí. –¿Y si quisiera hacerlo como podría? –pregunto. –¿Por qué querrías hacerlo? –interrogué –Porque... –se cortó– Cuando hablas, quiero escuchar todo lo que tienes que decir. .     Eso si era raro de escuchar; a menudo la gente me acusaba de rara o solitaria. Yo aseguraba que los prejuicios no eran más que eso, y que realmente no me conocían, pero no habían tenido interés en conocerme en lo absoluto, mucho menos en lo que decía. –Eso rara vez pasa –asegure. –Debe ser porque rara vez hablas –bromeo. –Eso es porque no le tengo confianza a todo el mundo –defendí. –¿Y confías en mí? –pregunto. ¿Cómo crees? –Francamente no, –negué– estoy hablando contigo por los efectos del alcohol en mi organismo, que me permiten bajar un poco mis barreras. –Pues entonces, ¡Bendito sea el alcohol! –grito.      Escuché al eco resonar por los alrededores, la escena era cómica de verdad. Él, Andrew, parecía divertido y a gusto, había algo en su mirada, no sé qué era, pero que se me hacía tan familiar. Eso a menudo no era bueno. –Tengo que entrar, –solté– ha sido un placer Andrew. –¿Lo ves? –Pronuncio– Hasta mi nombre suena mucho mejor cuando sale de tu boca –sonrió. –No estoy para bromas, –aseguré– pero si es un cumplido gracias –agradecí.      Me había volteado, recorrido unos metros para entrar a la casa y salir del frío, aún con la chaqueta de Andrew, se la devolvería después, o tal vez se la daría a Tiffany para que se la entregara  –Oye Jane... –escuche a Andrew decirme desde el balcón, mientras yo ya estaba un poco lejos, pero aún podía oírle – para mí también ha sido un placer –finalizo.      Y por alguna razón la cual no supe explicar en el momento, ese simple comentario me hizo la noche.
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