Fecha: 4 de agosto del 2012.
Aquel cuatro de Agosto del 2012, Andrew y yo nos encontrábamos en la sala de espera del hospital, esperando unos resultados que nos cambiarían la vida para siempre sin que nosotros lo supiéramos hasta unos minutos después.
Mi suegro se había sentido mal desde hacía un buen tiempo atrás, el padre de Andrew, de nombre Anthony Phelps, era un hombre sencillo de unos cincuenta y tantos, su cabello tenía ligeras pintas del n***o que antes debió cubrir su cabellera abundante, que aún permanecía en su cabeza, curioso como la calvicie pega a unos y a otros no.
Lo que más adoraba de mi suegro en características físicas era que era muy alto y con buen porte, dónde llegará aprecia imponente, eso y sus ojos. Él tenía los ojos azules, tan azules como el mar profundo, recuerdo ver a sus bellos ojos y desear que, si la genética estaba de mi lado, mis hijos tuviesen esos ojos tan profundos y bellos
Él era un hombre tan simpático, tan dulce, tan carismático, entendía de dónde Andrew había sacado tantas cualidades, era muy parecido a su padre en su personalidad, en cuanto al físico, solo en algunos gestos, pero eran agua y aceite en cuanto a parecido físico.
Desde el momento uno, mi suegro me recibió en su familia cómo si formará parte de ella, eso sin aún ser la novia oficial de su hijo. Me había dado tanto cariño y comprensión, que rápidamente paso a ser como mi padre, le quería tanto, y por eso está situación era tan dolorosa para mí como para Andrew, quien para ese entonces era mi novio y ni de cerca pensaba que nos comprometeríamos pronto.
El señor Anthony comenzó a tener unos dolores muy fuertes a principios de año, pero siempre lo asumió como la edad y desarreglos que había hecho en su larga y plena vida, nosotros no estábamos de acuerdo con esta situación de no llevarlo al médico, pero como bueno hombre obstinado, se rehusaba a ir al doctor.
Todo siguió de la misma manera hasta que entre junio y julio, el señor Anthony comenzó a presentar una tos bastante fea, que no importaba cuánto medicamento tomara, no se le quitaba con nada. Reconozco que fue nuestro error pensar que era algo tonto, pero después la tos fue empeorando al grado de que el pobre no podía dormir debido a ella, y de eso nos dimos cuenta por unos días en que nos quedamos a dormir en la casa de mi suegro.
–¿Cómo no se te ha ocurrido decirnos? –me queje, tratando de no sonar histérica aunque si estaba bastante enfadada
–Te dije que tenía tos, –dijo con certeza– eso ya lo sabías querida mía.
–No sabía que no podías dormir –reclame.
–Papá, debiste decirnos –añadió Andrew poniéndose de mi parte.
Gracias.
–¿Para qué? ¿Para angustiarles? –Exclamo mi suegro– Ustedes ya tienen con sus problemas como para lidiar con este pobre anciano.
–No diga eso –agregué.
–¿Y cómo es pues? –dijo tosiendo y quejumbroso– Deberían solo preocuparse en casarse pronto y darme nietos, no me estoy haciendo más joven.
–Estamos intentando hacerte los nietos papá –añadió Andrew riendo.
–¡Andrew!
–Ese es mi muchacho –exclamo orgulloso el señor Phelps.
–No los soporto a ninguno de los dos –expresé disgustada.
–Pronto, si todo sale bien, no nos soportaras a los tres –dijo Andrew que era puras risas.
Eres tú al que menos soporto.
–Podrían tener gemelos, en la familia hay para…
–Ya basta –le interrumpí– Estamos tratando un tema muy serio por aquí –recalqué.
–Oh, –añadió Andrew con asombro– yo me tomo muy en serio la concepción cariño
–No empieces –le detuve– Señor Anthony…
–Uy, señor Anthony, –dijo con tono cómico– esto es serio.
– Claro que sí, –indique– es bastante serio. ¿Cuánto llevas sin dormir?
–No lo suficiente como para que no duela el que no me digas papá –añadió con gesto de tristeza exagerada.
Dramático
–Papá...
–Eso está mejor –dijo alegre.
Voy a cambiar de personaje de a quien soporto menos.
–Tómalo en serio por favor –insistí– Andrew, un poco de ayuda por acá –pedí a mi novio.
–Claro, –asintió– en cuanto a la concepción –continuo con el tema que estaba procurando evitar.
–¡Andrew Phelps!
–Mande –dijo haciendo un saludo militar.
No, definitivamente Andrew es más insoportable.
–Bueno, –dije cansada– ya que soy la única que se toma las cosas en serio por acá…
– ¿Seguro que no está ya embarazada? –Pregunto mi suegro– Parece bastante emocional.
– Ya basta –corte la conversación– Andrew, busca las llaves del auto, nos vamos ya al Hospital –le mande.
Andrew me miro y se dispuso a ponerse en pie para buscar las llaves del auto, sabía que si no me cooperaba yo iría igualmente con o sin él, así de obstinada era y Andrew lo tenía presente.
–¿Hospital? –dijo Anthony Phelps– Oh no, yo no quiero.
–Aquí ya dejó de tener un voto señor Phelps –exclame.
–¿Desde cuándo no tengo voto en mi propia casa? –añadió quejándose.
–Desde que no nos avisó que la tos no le dejaba dormir –aclare intentado sonar respetuosa pero firme.
–Ya ves por qué no les dije nada –acoto este señalándome.
–No estuvo bien papá –reconoció Andrew dándome la razón.
Aleluya.
–Esto no es justo –siguió quejándose– No quiero ir.
Es igual que un niño pequeño.
–No tienes muchas opciones –le recordé.
–Jane, no seas exagerada –agrego con ojos suplicantes. Era obvio que no quería ir.
–Papá, piénsalo de esta manera –dijo Andrew con tono negociador– si vas al hospital y no es nada podrás decirle a Jane que es una exagerada sin remedio todo lo que quieras y ella no tendrá derecho de quejarse al respecto.
–¡Andrew! –grité– ¡No me estás ayudando!
–Estoy hablando con mi querido señor padre cariño –continuo él.
–No me parece...
–Suena bastante tentador en realidad –dijo el señor Phelps.
Espera ¿Qué?
–¿Tenemos un acuerdo? –dijo Andrew esbozando una sonrisa triunfante.
–Eres un excelente negociador hijo mío, me llenas de orgullo –exclamo mi suegro apretando la mano de mi novio.
No puede ser
–¿Que acaba de pasar? –añadí sorprendida.
–Que nos vamos al hospital –señalo Andrew.
–Me muero por ver tu cara cuando me den la razón los doctores –dijo sonriente mi suegro.
Ojala.
–Ya veremos quien ríe al final –agregué con gesto de reproche.
Habría deseado que fuera el quien se riera al final, habría deseado que no hubiese sido nada, un catarro o una tos fastidiosa no más. Pero resultó ser un tumor, uno feo, el cual debía operarse con carácter de urgencia.
Para finales de Julio, inicios de Agosto, el señor Anthony Phelps, mi suegro, el padre de Andrew, fue operado, de dónde se extrajo una buena porción de pulmón, de la cual estábamos ahora mismo esperando el resultado de la biopsia.
Andrew y yo nos tomábamos de la mano, teníamos varias horas sin dormir, no habíamos podido pegar un ojo de la angustia. Papá se quejaba de vernos a los dos igual de angustiados, pero no había nada que el pudiese hacer, y nada que nosotros pudiésemos hacer el uno por el otro, solo podíamos ser el refugio del otro, viviendo la misma angustia, la misma tristeza, el mismo desasosiego.
–¿Y si es algo malo Andrew? –dije con preocupación.
En este momento lo que menos debía hacer era sembrarle mis preocupaciones a Andrew, debía ser fuerte para él, pero no podía, estaba muy cansada de disimular que estaba bien.
–Mira quién está allí, mi optimista favorita –dijo Andrew con una sonrisa cansada.
–Habla en serio Andrew –aclare.
–Y yo también –dijo seriamente– En serio esto de ser el único optimista aquí es agotador.
–Andrew, estoy muy angustiada.
–¿Crees que yo no? –pregunto, no como un reclamo, sino como una especie de duda.
Claro que lo se imbécil.
–Sé que así es, –añadí comprensiva– solo, no sé cómo haces para que no se te noté tanto.
Tenía los ojos apagados, sin su brillo habitual, pero con todo y eso trataba de sonreír, justo como ahora.
–Solo tú puedes notarlo –dijo.
–Porque te conozco –aclare.
–Y precisamente porque me conoces no deberías decir algo tan tonto como eso.
Mal momento para trata de bromear Andrew.
–Lamento que mi angustia sea tonta Phelps –dije cruzándome de brazos, quitándole mi mano.
–No me refería a eso, –dijo buscando mi mano de nuevo sin mucho éxito– Jane... No te enojes.
–Déjame en paz –dije alejándome.
Andrew parecía exhausto, pero con todo y eso fue buscando mi mirada, mientras yo me rehusaba a dársela. Como último recurso, se acomodó entre las sillas de espera y se sentó en mi regazo.
–¡Andrew! –Me queje– estamos en público.
–Y yo estoy cansado –dijo como si fuese una respuesta válida– Siempre me han gustado tus piernas ¿Sabes?
–No me digas –dije sonriendo.
Demonios, ya estaba perdiendo.
–Oh si, son muy cómodas –afirmo.
–No he tenido la oportunidad de probarlas –dije manteniendo mi semblante.
–Puedes confiar en mi palabra –dijo – O puedes acercarte y probarlas tu misma.
–¿Cómo?
–Así –dijo y tomando de mi cabeza, halo ligeramente para que yo pudiese acercarme adonde él estaba, recostándome no en mis pierna, sino entre su cabeza y su cuello.
–Esto no es nada cómodo –susurre.
–Para mí sí, –dijo sonriendo – ahora puedo sentir tu respiración y tus pechos más de cerca.
–¡Andrew! –dije apartándome entre risas.
–Está sonriendo señorita Crawl –exclamo hinchado de gloria.
Imbecil.
–No le dices a alguien que lo que piensa es tonto –dije ya no tan disgustada– y luego dices no te enojes, eso es de lo más....
–¿Estúpido? –agrego.
–Yo no he dicho eso
–Así es como funcionamos –sonrió– Yo digo idioteces para que tú te rías un rato y tú te encargas de poner a mis tardes grises con tu pesimismo.
Viendolo asi…
–Soy una pésima influencia para ti –comenté– La peor diría.
–No eres la peor, –recalcó– eres la única.
–No sé cómo eso me haría sentir mejor.
–Eres la única que influye en mí, –dijo incorporándose– la única razón por la cual no estoy dándole golpes al piso preguntándome el por qué.
–Soy tu distracción –añadí.
–Eres mi escape, –dijo con certeza tomando mi mano, enlazándolas nuevamente– y a la vez eres mi muralla de fortaleza, sin ti estaría quebrado ahora mismo.
–Tu estas siendo fuerte por mí, cuando debería ser al contrario –exprese decepcionada de mi misma.
Andrew no se inmuto ni un poco, solo me miro y con sus suaves labios beso mis nudillos.
–Menuda pareja que somos –dijo esbozando una sonrisa que no pude evitar devolverle.
–Muy única ¿no? –Admití– ¿Andrew?
–Si Jane de mi corazón.
–¿Que otra Jane conoces? –dije medio en broma fingiendo estar desconcertada.
–Eres experta en matar los momentos románticos –exclamo dándose por vencido.
–Así te enamoraste de mí –añadí sonriente.
–Bastante acertado señorita Crawl –asintió.
–Andrew, si algo malo llegase a pasar… –dije anticipándome.
–Nada malo va a pasar –aclaro.
–Ya, pero si pasa, –continúe– te propongo un trato.
Eso pareció emocionarlo.
–Interesante –agrego– Tiene mi atención
–Si algo malo pasa, creo… –me interrumpí ¿Cómo se lo iba a tomar?– Creo que deberíamos ponerle pausa a todo esto de tener un hijo.
La emoción de antes desapareció, en cambio vino una cara de decepción. Yo tampoco quería ponerle pausa a nuestro plan. Habíamos estado intentando desde hacía un tiempo, pero en este momento teníamos cosas más importantes en las cuales pensar
–Jane... –empezó.
–Se lo que dirás, –le corte– pero es solo en caso de que algo malo pase.
–Este trato no me está gustando –afirmo.
–¿Me dejas terminar? –puntualice.
–Te escucho
–A cambio de ello, –seguí– podríamos mudarnos.
–¿Mudarnos?
–Con papá.
Allí estaba su cara emocionada de nuevo.
–¿Lo dices en serio?
–Sí, –confirme– creo que sí las noticias no son buenas, papá va a necesitar de compañía y tú y yo sabemos que no vamos a querer entrar en otro lugar.
–Correcto –añadió con certeza y euforia.
–Entonces… ¿Qué te parece?
–Bastante acertada señorita Crawl, –dijo– pero quiero una consideración.
–¿Cuál?
–Si todo sale bien, –advirtió– te haré la pregunta.
–¿La pregunta? –dije confusa.
–Si Jane, la pregunta –exclamo con una sonrisa en su rostro.
Ah… Esa pregunta
–Andrew –dije tratando de no sonar tan en desacuerdo– ¿Te parece que es buen momento para pensar en bodas y esas cosas?
–¿Que mejor momento podría ser? –Añadió entusiasta– Mi padre estará bien y luego tú yo nos casaremos, será una doble celebración, y triple si logramos embarazarnos antes.
–A veces me sorprende que aún me sorprendas.
–Es parte de mi encanto cariño –agrego– ¿Qué me dices?
Bueno, mala idea no es.
–Bien, –acepte– si todo sale bien me haces la pregunta, –ratifique– no significa que contestaré que sí.
–Auch, eso dolió –dijo fingiendo estar dolido. Obviamente era una broma.
–Es la verdad –mentí.
–La verdad duele –añadió
Estuvimos esperando un momento a ver si recibíamos algún llamado por noticias, pero aún no había nada. Miraba a todos lados cuando sentí la voz de mi novio preguntar algo.
–¿De verdad me dirás qué no? –pregunto.
–¿Es eso en lo que estás pensando? –pregunte yo a modo de respuesta.
Una pregunta contestada por otra pregunta… Un clásico.
–¿En que más podría pensar ahora? –insistió.
Uy… Triple.
–Estamos esperando por algo en este momento –le recordé.
–Pues en este momento yo estoy esperando a por tu respuesta –añadió certero.
–No me has hecho la pregunta –afirme.
–¿Crees que me arriesgaré a hacerte la pregunta sabiendo que me dirás qué no?
–El que no arriesga no gana–refute.
–Pero tampoco pierde –respondió.
–Interesante
–Jane…?
–¿Cual crees que sería mi respuesta?
–No quiero adivinar, –indicó– quiero que me lo digas.
Y al final no pude responder ni decir nada, debido a que nos llamaron para darnos las noticias, noticias nada alentadoras, noticias que rompieron mi corazón y desgarraron mi alma, y que derrumbaron a Andrew, por el cual tuve que soportar más de lo que creí que podría. Al día siguiente estábamos haciendo nuestras maletas para la mudanza, si nos quedaba poco tiempo, lo aprovecharíamos al máximo, hasta que se agotara la arena del reloj.