—Hablaremos sobre ello, pero te prometo que no me fatigaré. Antes que nada, debo preocupar-me por ti. —¿Por qué por mí?— preguntó Priscilla. —Porque sé que soy un desposado bastante desalentador — repuso el Conde—, primero me doy cuenta de que debes sentirte bastante defraudada por no haber tenido una boda importante, como toda mujer desea y, en segundo lugar, porque tu esposo está ignominiosamente incapacitado. Priscilla río. —Creo que nuestra boda fue maravillosa— dijo—, y yo sólo deseaba que Nanny y Jason estuvieran a mi lado. —Y Mercury en la puerta. —Creo que él entendió que estaba pasando algo muy especial— comentó Priscilla—, y está muy impresionado con los nuevos establos y con los magníficos caballos con quienes puede conversar. Ahora volvía a ser una niña y al Conde le int