Y en otro lugar de la gran mansión Tarskovsky estaba la joven psiquiatra, Nathaly Rodriguez, en su trabajo de tutora para la señora madre de Élan, quien, justo entonces, luego de tomarse los medicamentos entre los que estaba un somnífero, terminó sucumbiendo a las ganas de dormir que por esta razón invadieron su sistema.
Nathaly miró a la señora ir cerrando los ojos lentamente, hasta mantener un respirar más calmado, de modo que siguió desde la puerta, mirando ese preciso punto sobre la cama. Suspiró.
Era imposible para ella no sentir empatía hacia alguien que estuviera sufriendo por alguna razón, su profesión la hacía ser racionalmente comprensiva en cuanto a motivos y razones, pero también sabía colocarse en los zapatos de otra persona. Aunque normalmente no era de los que creaban un vínculo estrecho con los pacientes ni se tomaba muy personal los casos para los que la asignaran, pero con Christer Niederman el asunto era distinto. Y no se trataba del espeso flujo de dinero que le proporcionaba Élan Tarskovsky por dicha ocupación, sino el cruel pasado de la paciente en cuestión. Nathaly Rodríguez había escuchado casos similares con anterioridad, por ejemplo, aquel sucedido en Alemania, el secuestro de una joven perpetrado por su propio padre, quien terminó por engendrarle hijos mediante constantes violaciones y que, ya después de pasados más de veinte años, en un hospital al que el propio secuestrador los llevó por alguna infección en uno de los niños nacidos en aquel sótano donde los mantenían cautivos, fue que una enfermera logró dar con una nota sospechosa que rezaba un “ayúdame” en el bolsillo del infante; luego de allí iniciaron las investigaciones hasta dar con el culpable y los hechos.
Sin embargo, el caso aquí distaba un poco del otro por el hecho de que este no tenía violencia s****l y no se trataba de un padre hacia una hija, tampoco ocurrió en Alemania y mucho menos de ello se hubieron percatado en algún hospital. Siempre se trató de una mujer de comportamiento sociópata que hubo secuestrado a su hermana gemela, robándole la identidad a esta y manteniéndola cautiva en un sótano, dentro de una jaula, con poca alimentación y aseo, con falta de luz solar y en medio de una intriga que duró silenciada por treinta años.
Según las noticias que publicaba la prensa amarillista y la nacional, el descubrimiento de este hecho lo hizo el hijo menor del fallecido multimillonario Björck Tarskovsky, Edrick, pero quienes llevaron a cabo las acciones de rescate fueron Élan, Rodrig y la mujer de estos, Ester.
Finalmente Edrick fue rescatado de las garras de Crysler Niederman y de la complicidad de Gunnar, hermano de Björck y amante de la secuestradora. Pasando los cuerpos legalmente competentes a autorizar el traslado de la culpable a algún psiquiátrico en Alemania (precisamente en un lugar desconocido para toda la familia exceptuando a Rodrig).
Por otro lado, a la ciudadana Christer (la verdadera), tuvo sus requeridos años en un centro de rehabilitación mental en Estados Unidos y luego siendo trasladada a la mansión Tarskovsky, bajo la tutela de su hijo, quien anterior a Nathaly había contratado a otra psiquiatra, que por distintas razones tuvo que irse, dejando el puesto vacante que ahora ocupaba la mujer que parpadeaba lentamente en ese momento debido al cansancio y ampliaba sus labios en una O moderada por un bostezo debido al hambre a esas horas de la noche.
>
Su propia voz en su cabeza sonaba como algún personaje perezoso que incitaba a un buen descanso, a una siesta de varias horas, pero no podía hacerlo, sabía que como esa habría más noches, en las que en vela pasaría por vigilar el sueño de Christer de las pesadillas que constantemente le arañaban su ya lastimada alma.
Inhaló, retuvo y exhaló, desinflando sus pulmones, procediendo a salir cuidadosamente de la habitación, cualquier ruido podría despertar a su paciente y complicar entonces su misión de ir a por algo que llenara su estómago a esa hora de la madrugada.
De camino a la cocina, por pasillos pobremente iluminados, pensó de nuevo en Everest Langholmen y en el descubrimiento que este había hecho en ella.
—Eres idiota —se dijo a sí misma.
Todavía no podía aceptar cómo se había dejado descubrir por el modelo de las empresas Tarskovsky, cuando, sin precauciones ni previsiones, decidió fotografiarlo desde la distancia que suponía la altura de un segundo piso. Se suponía que este andaba en su regular entrenamiento diario, pero lo que no anticipó ella ni de lejos es que este volteara justamente hacia donde ella estaba, mirándola como la tonta que era y haciéndole entender que él estaba al tanto del acoso de ella. Por supuesto, luego del susto y la impresión, esta se dio una caída por la que le dolía todavía el trasero y las costillas, ahora no podía quitarse de encima la vergüenza de haber sido pillada en una misión fallida.
Pero no había tiempo para pensar en quién le caía mal y qué persona le agradaba, no tenía tiempo para analizar las expresiones que pretendían ser divertidas en la cara de Everest; Nathaly Rodríguez no tenía tiempo para gastarlo en detenerse a analizar quién la tomaba por tonta y quién no, salvo en predecir y leer las opiniones de su jefe con respecto al trabajo suyo. Ahora su oficio era únicamente velar por la mejora de la mujer bajo su tutela.
Se preguntó también dónde estaría en ese momento la causante de todo aquel sufrimiento en Christer y por un momento quiso que sea donde sea que la tuvieran, estuviera pagando por todo lo que en el pasado cometió hacia alguien inocente.
>.
Pero justo en ese momento, no solamente a ella sino a la familia entera, la vida y el destino le sonrieron de manera sarcástica ante ese deseo en particular.