Edrick Tarskovsky por su lado se mantenía arropado hasta la cabeza, sobre la cama, sintiendo los pies y las manos frías por la temperatura del ambiente. El insomnio lo estaba torturando, pero más que todo, su mujer, que en ese momento se incorporó sobre el colchón a un lado de él.
—Edrick —lo llamó y él se mantuvo quieto y en silencio, de costado y de espalda hacia ella—. Edrick —lo llamó de nuevo, con voz suave.
Pero él volvió a mantenerse en silencio, bajo el edredón de color marrón, esperando que ella se rindiera de estar hablándole a esa hora de la madrugada, cuando debería más bien estar durmiendo.
—Edrick —dijo de nuevo, al menos ya no lo llamaba “Jonás” —. Edrick, ¿estás despierto?
Poco a poco fue apartando la sábana para descubrir la cabeza de este, de modo que el castaño de mirada verde esmeralda bajó los párpados y se mantuvo con los ojos cerrados, respirando pausadamente para fingir que dormía.
Pudo haberle contestado, pero posiblemente esta lo estaba llamando para platicarle de reproches que luego iban a terminar resquebrajando todavía más su relación.
Cuando no sucedía una retahíla de desaires, la joven rubia cuya mirada era como el cielo de verano, lo que hacía era proponerle realizar actos sexuales que ahora menos que nunca su pareja quería llevar a cabo y no porque la repudiara, sino porque no sentía el menor deseo hacia una mujer embarazada. Lo que Edrick quería por los momentos es que ella guardara el reposo adecuado y no se alterara, para lo cual él había optado por ser un tanto esquivo, puesto que Noelia captaba hasta el mínimo acto como una indirecta que la empujaba a iniciar una pelea verbal. Ella era muy quisquillosa, caprichosa y problemática. Y Edrick no quería otra discusión en ese momento.
—Estás despierto, lo sé —lo removió ella con brusquedad, pero él no reaccionó—. Eres egoísta. Admítelo —le reprochó—. Estás pensando en ella, ¿verdad? Esa mujer no ha hecho más nada que interponerse entre nosotros desde que supo de tu existencia.
Y no era falso, Edrick en realidad estaba justo en ese momento pensando en Ester, aunque no en un modo erótico, sólo se preguntaba cómo o qué cosa había hecho él para haberla tenido como mujer, a ella, tan sofisticada, de carácter noble, amable y comprensiva; consideró que en algún momento iba a preguntárselo; así como le iba a preguntar acerca de la niña cuyo padre todavía no tenían determinado. Había muchas cosas qué aclarar, todavía había un asunto en particular que le rondaba la cabeza y era el tema ese de la relación de cuatro. Y no era por ser machista, es que de igual forma, si la cosa hubiera sido él con tres mujeres distintas también lo hubiera visto como algo extraño. Ahora intentaba imaginarse de qué manera intimaba una mujer con tres hermanos al mismo tiempo.
Quiso suspirar, pero debía seguir fingiendo que estaba durmiendo para no darle a Noelia pie de formar alguna pelea.
Se preguntó también cómo habría sido toda la documentación para que el señor Björck Tarskovsky lo reconociera como hijo y heredero, así como si fuera hermano de sangre de Élan y Rodrig, cuando se decía que sólo era compañero de escuela y amigo de ellos. Y también se preguntaba qué cosa habría tenido su madre en mente antes de permitirlo… y a propósito ¿quién era su madre y cómo era el rostro de esta?
Muchas cosas deambulaban en su cabeza, abrazándole la mente, sembrándole intriga en su cerebro, tenía tantas preguntas y pocas respuestas. Dos mujeres en frente, un hijo en camino y una familia a la que no lograba recordar.
Y es que haber caído de un risco había sido para él un punto que definitivamente marcó un antes y un después, simplemente despertó a bordo de bote pesquero, con personas que afortunadamente le brindaron ayuda y con los que convivió hasta recordar sólo una cosa, un apellido; lo que lo llevó de regreso a Forks y donde encontró que había gente que alguna vez lo quisieron y que ahora, aunque sin intenciones, lo hacían sentirse abrumado. Había sido un golpe en la cara el hecho de tener tantas noticias recibidas, que si una mujer compartida, que si una supuesta hija, que si una fortuna dividida en tres de la que una fracción era suya por derecho legítimo y dos hermanos magnates del mundo siderúrgico de Estados Unidos.
Ahora estaba allí, en la mansión Tarskovsky, como visitante, junto a Noelia, la mujer que muy bien le había tratado mientras estuvo como huésped en su humilde morada, de la que se había enamorado, con la que había iniciado una relación y que ahora estaba embarazada. Tenía muchas cosas por hacer, averiguaciones qué llevar a cabo y toda una vida por delante. Entre esas cosas, respetar a la persona que estuvo con él siempre, esta era Noelia, la que, aunque con un comportamiento irritante, era leal a él.
Noelia seguía refunfuñando a espaldas de este, ardiendo como una braza por la molestia, odiaba a Ester, odiaba a su vez ser la que estuviera con la panza grande y por ende no fuera lo suficientemente atractiva como para convencer a Edrick de intimar con ella. Eso la hizo sentir muy mal emocionalmente en ese momento, tanto que, de espaldas hacia él, sintió los ojos encharcársele de lágrimas, Noelia se sentía insignificante, con la autoestima por el suelo y el inútil consuelo de que al menos entre ambos existía un compromiso de matrimonio.
Pero no, Edrick no era tan indiferente como se podría pensar, Edrick Tarskovsky no era insensible y desconsiderado. El joven hombre de muchas dudas e inseguridades era una persona que, aunque sin memoria, se destacaba por ser empático, dulce y caballeroso. Así que no tardó en tener remordimiento de consciencia, removiéndose sobre la cama bajo el edredón, volteándose entonces hacia Noelia y rodeándole a esta la inflada cintura desde atrás, suave, silencioso, tibio y fraternal; él la quería, la apreciaba y pretendía respetarla mientras le fuera posible; de modo que pegó su abdomen de la espalda de esta y su boca de la cabellera rubia que todavía olía a almendras.
Ante esto ella, que lo amaba como a nadie había amado antes, derramó esas lágrimas que había retenido hasta entonces, sintiendo regocijo, ese gusto, ese consuelo de volver a tenerlo como antes justo en ese preciso instante al que quería ella aferrarse tanto como pudiera, deseando que ese momento fuera eterno.
Y justo entonces, ambos sintieron cómo en las entrañas de esta alguien se movía de felicidad.
¿Pero… significaba esto un ejemplo de lo que vendría a futuro?
¿O por el contrario, era la última oportunidad que tendrían los dos de estar juntos como una pareja tranquila que espera a alguien más para ser una familia completa?
Ciertamente los pronósticos señalaban un posible futuro de nubes bastante grises y ambos lo veían venir, pero no eran conscientes de la magnitud con la que esto impactaría en sus vidas.