Edrick Tarskovsky. Hice lo acostumbrado esos días en aquella imponente casa, despertarme mucho antes que Noelia para sacarle provecho a mi tiempo sin ella pegada a las costillas celándome hasta de la nieve, por ejemplo. Me aseguré también de que estuviera lo necesariamente cálida bajo el par de edredones sobre nuestra cama, acomodé cuidadosamente su almohada con el mayor cuidado de no despertarla y di pasos cuidadosos a pie descalzo, con el par de zapatos en una mano. No conté cuantos segundos me llevó abrir y cerrar, por suerte ningunas de las bisagras chirriaba al moverse, pero estoy seguro que mi tiempo se ralentizaba en el momento de juntar la puerta del marco. Exhalé cuando por fin logré estar afuera sin despertar a Noelia que de espaldas hacia la puerta había quedado sobre el col