A Eishla no era que le agradaba mucho la idea de dejar a Ashton tirado como lo hizo, pero su condición de vampira la llevaba a esas medidas. Si se quedaba estaba a expensas de que tuviera que enfrentar al ejército real que lideraba el hombre por el que se había arriesgado, y como ella se había expuesto en el valle donde públicamente atacó al rey de los humanos en Vidralia, era blanco fácil de todos sus subalternos.
Sin embardo, había otro motivo por el que se decidió a moverse rápidamente entre las sombras. Aún estaba con la incertidumbre de no entender lo que realmente le había pasado aquella noche previa a su salida clandestina y póstuma parada en el valle donde su objetivo, en contra de su voluntad, era la de acabar con la dinastía Kiedrik.
— Hasta que te dignas a aparecer, querida. No voy ni a preguntar cómo te fue, tu tardanza y tu rostro lo dicen todo. — Acotó Eishla mirando a Niurka con los brazos cruzados relajeándola de arriba abajo.
— Si tanto te urgía ir hasta los confines de Vidralia en busca de una hechicera que te dé una respuesta con relación a lo que te pasó hace una semana atrás, no debiste meterme en tu lío. Yo estaba muy cómoda entre los brazos de mi hombre, pero por estar de alcahuete contigo, tuve que dejarlo en contra de mi voluntad.
A diferencia de Eishla, Niurka no tenía mucha suerte con los hombres, puesto que solía equivocarse a la hora de escogerlos, si no era que era un hombre casado, o que sólo quería un revolcón de una noche, entonces no salía nada para la dama. Y hasta se suponía que ella había quedado con Artemio que sería un idilio de una sola vez.
Lo mismo había pensado Artemio cuando estuvo con Niurka, porque hasta se había sorprendido que aquella hembra de la especie vampiro lo hubiera buscado, puesto que él era quien cortejaba a la mujer con la que quería pasar en un rato; no solía estar con cualquiera, ya que sus estándares eran altos y un tanto raros. Aquella mujer no era precisamente su prototipo, por eso estaba sorprendido de haber estado con ella.
Ninguno quería separarse, pero ella sobre todo sabía que debía partir, aunque más por su amiga que por su posición de invasora y de enemiga natural entre los humanos donde estaba.
— Artie… Eh… Debo irme ahora mismo…
— Lo sé, Nini… Tu posición aquí es bastante mal puesta, sobre todo si ves el sol salir entre nosotros.
— ¡Oh…! No estaba pensando en ese punto, pero también es que tengo que investigar junto a mi amiga lo que le pasó la última vez que nos separamos. Creemos que le pusieron algo para hipnotizarla, o algo así.
Niurka estaba poniéndose la ropa cuando estaba conversando con Artemio, pero inmediatamente se vistió, salió como anima de purgatorio para encontrarse con su amiga, además se sentía avergonzada de haberle contado a su amante lo que pensaban la una y la otra de su pasado comportamiento, podría verlo como un pretexto de ambas chicas para escudar su anhelo de cobrar por la cabeza del rey de los humanos.
— No quería quedarte mal, Eishla, eso es todo, ya aunque quiera volver con ese hombre, no puedo. Ya la noche está por desaparecer, y no soy el tipo de mujer para pasarme la noche con un espécimen como ese, por lo que seguimos con nuestro itinerario, amiga.
A pesar que aquella vampira delgada necesitaba una mano amiga, y mejor que fuera la de su compañera de penurias, ella no estaba entendiendo su repentino comportamiento, pero era mejor ponerse manos a la obra. La curiosidad le estaba poniendo los pelos de punta, y tenía algunos indicios de dónde empezar su búsqueda, pero quería tener un apoyo moral al cual aferrarse.
Salieron a caminar allí mismo, en Elondi, una de las ciudades con más seguridad para los humanos a la hora de defender a la ciudadanía, aunque el lugar de la bienvenida fue en una pequeña villa en el muelle de dicha provincia, por lo que las vampiras se pudieron mover sigilosamente sin ser percibidas, puesto que nadie estaba esperando un ataque, y tampoco el rey había alertado a su ejército.
En plena mañana ya todos los soldados del ejército real estaban de pue, prestos a encaminar sus pasos tierra adentro rumbo a Setonia. Todos, sin excepción, tomaron el desayuno, y como era la costumbre de ellos, tanto el rey como su segundo al mando cuando estaban en un ambiente acogedor, ya estaban en la mesa, aunque se notaban distraídos, una actitud poco usual en ellos, y aunque Christopher lo había notado, prefirió hacerse de la vista gorda para pasarlo por alto ante sus otros compañeros.
En Elondi había una ventaja que era que el bosque que había allí no era de ciprés, al menos no todo, lo que hacía más fácil el tránsito de vampiros por esas tierras, y lo que por ende hacía que los humanos trabajaran más en la seguridad ciudadana.
Emprendieron su viaje al corazón de Vidralia, específicamente a Kabridia, la ciudad más central a pesar de ser una provincia, y el albergue principal de las hechiceras de ese país. Podrían ser tanto vampiras como humanas que les dio con incursionar en esta clase de prácticas, pero lo más importante de todo era que nadie se diera cuenta que la una o la otra era de este círculo social, o si no eran objeto de que los que formaban parte del santuario las llevara a un juicio que finalmente les costara la vida.
Aquel viaje a las chicas les tomaría unos tres noches llegar allí, al menos que encontraran a alguien transeúnte desdichado, porque ellas no salían allí con el plan de merendar fruta, sino a cualquiera que pareciera no importarle a nadie, al menos no a ellas, porque también estaba la situación que cualquier ser humano perdía la vida si era lo suficientemente descuidado para irse por los caminos solitarios de Vidralia a aventurarse sin protección a atravesar el país infestado de vampiros, como todos estaban conscientes.
— Debemos parar, Eishla… — Jadeaba Niurka. — Hemos estado caminando por dos noches y no hemos visto ni siquiera una vaquita solitaria por estos vastos pastizales. Muero de hambre, y todo como la que invitó a esta expedición no sabes mantener a tus invitados contentos. — Se quejó la rubia diminuta acompañada de un coro estomacal.
— Deberemos detenernos en cualquier momento, Nini, sólo ten paciencia, que resolveremos este dilema. — Vaticinó Eishla.
Al ogual que su amiga, Eishla también estaba nerviosa del hambre pero no quería demostrarlo. Nunca había pasado tanta hambre como la de esa noche, pero si se mostraba débil delante de su amiga, esta podría abandonarla y tal cosa no debía suceder, más que nada porque Niurka era la consciencia de aquella otra vampira.
Justamente dieron con un animal de buen tamaño pelechando por los bosques a las afueras de la ciudad previa a Kabridia, arremetiendo contra él inmediatamente, bebiéndose todo el fluido rojo que corría por sus venas, dejando sólo las vísceras sin comer, a ellas no les agradaban mucho.
— Veo que encontraron comida, par de carroñeras. Ahora déjenme a mí algo, y después síganme sin decir una palabra. — Instó una mujer que al parecer había salido de la nada.