Una Hechicera no bien Vista

1142 Words
Eishla no estaba uy entusiasmada con la idea de seguir a aquella extraña que se había presentado así no más delante de ella y su amiga, con exigencias como si alguna de ellas les debiera un favor. — Hagan lo que les digo, eso si quieren saber quién fue la responsable de haberte hechizado y quien fue la persona que pagó, y encima enterarte el motivo para que eso sucediera. Ya Niurka iba a ceder con tan sólo haber escuchado todo lo que había propuesto la chica que le estaba hablando a ella y a Eishla. No obstante, la verdaderamente interesada le interpuso el brazo izquierdo a su amiga para que no diera no un paso más en pos de aquella otra chica. — ¿Quién eres tú para que confíe en tu palabra, niña aparecida? — Espetó Eishla con desdén. — Si quieres respuestas, no tienes por qué desconfiar, Eishla. Aquí me envió la señora de todas nosotras las hechiceras. Me imagino que tanto tú como Niurka saben de quién se trata, ya que todos los vampiros conocemos ese nombre por demás. Ambas vampiras se quedaron impávidas en su lugar cuando escucharon las palabras de aquella hechicera, pues aquel nombre del que hablaba aquella aparecida era una vampiresa legendaria que se sabía todas las formas en las que obraba las de su clase, y prácticamente no había enemigo natural en contra de ella. — Pues en ese caso, intrusa, haremos tal cómo estás proponiendo, pero sabes tú que no tendré contemplación si de tomar tu existencia se tratare. — Sentenció Eishla. La mujer iba caminando como si nada en dirección al animal que estaba inerte servido en el suelo para tomar la porción que había exigido, que tal y como había prometido, cuando sació su hambre, las llevó ante la persona que le develaría sus inquietudes a la vampira plebeya. — Aquí está la vampira que me mandó buscar, mi señora. — Se reportó la joven hechicera que había abordado a las chicas durante su travesía. No les tomó mucho tiempo llegar a las chicas, ya que a la noche siguiente estaban en la zona donde estaban apostadas las hechiceras que vivían en Kabridia, sólo que si no fuera por la muchacha que las había encontrado en el camino, Eishla y Niurka hubieran estado perdidas y sin rumbo. — Ustedes dos solamente sabían que debían venir a Kabridia, pero no tenían un plan como tal a seguir, ¡Je, je…! — Se burlaba la aprendiz de hechicera. — Lo que fuéramos a hacer es algo que no es de tu incumbencia, niña. Tú sólo debes terminar el trabajo para el cual fuiste asignada y no tenemos que volvernos a ver. — Rezongaba Eishla. — Mal hablada e irreverente… Digna de su familia… — Murmuró por lo bajo la muchacha, dejando a las invitadas con una expresión de no entender lo que aquella mujer balbuceaba. En ese mismo instante apareció una mujer con un aspecto que parecía sacada de ultratumba, con un color de piel indefinido, como si ni siquiera era capaz de tomarse un baño de luna. Aquellas chicas no sabían si reírse u horrorizarse por los que sus ojos estaban viendo, por lo que prefirieron quedarse calladitas y hablar sólo si la señora que era su anfitriona así lo requería. — ¿Qué es lo que andan buscando aquí en Kabridia, niñas? — Preguntó la señora con pasmosa paciencia. — Estamos necesitando saber sobre algo que me pasó, o que tengo recuerdos de haberme pasado, pero no consciencia acerca de mi comportamiento. — Empezó la afectada con su explicación. — Te escucho… — Habló la señora, dándole paso a que Eishla se explayara en su relato. — Bueno… Yo estaba con mi a amiga aquí presente comiendo uvas de lo más emocionadas, cuando de repente caí en un profundo sueño donde vi que estaba peleando con un ejército de humanos, todos expertos en la batalla, pero los había asesinado a todos, aunque cuando quise darme cuenta si era ficticio o no, estaba deambulando rumbo a mi hábitat. — Resumió Eishla. La mujer allí con las vampiras provenientes de Setonia se reclinó hacia delante, suspiró profundamente, luego se reclinó espalda contra el respaldo de su asiento, le dio un sorbo al té que estaba degustando, y preguntó parsimoniosamente: — ¿Viste o escuchaste algo extraño durante tus alucinaciones, joven? —Cuestionó la mujer una vez más. — Creo que vi una lechuza, o algo así, merodeando por el huerto de uvas donde mi amiga y yo estábamos comiendo tranquilamente. Cuando la señora escuchó el animal que Eishla había mencionado, se paró abruptamente de su asiento, y de inmediato llamó a su asistente, la misma que había buscado a las chicas en las inmediaciones del bosque, para secretearle algo al oído, que luego que escuchó las instrucciones que se le hubo dado, salió hasta un lugar donde parecía estar una serie de artefactos propios de esa clase de damas. — ¿Tienes algún asunto pendiente con alguien en Setonia? ¿Le debes algo a un vampiro en particular, mujer? — Indagaba la señora por nueva vez. Eishla estaba pensando en un posible contrincante, pero en las personas que pensaban no daba al traste con ninguno que quisieran dañarla al grado de enviarles algún maleficio. Sin embargo, Niurka tomó la palabra. — Disculpe, señora… — Intervino la joven tímidamente. — Sí, niña, te escucho… — Yo tengo a una persona en particular que pudo valerse de una hechicera para hacer que mi amiga cayera, señora. — ¡Oh! Qué interesante… — Se expresó la mujer cruzando sus piernas y haciendo gestos con una de sus manos para que Niurka confesara. — Estoy pensando en la princesa Jelenia Oslen, señora. Sin reparo la señora perdió la compostura y comenzó a vociferar en dirección donde estaba su asistente. Aquella joven estaba usando lo que parecía ser una bola de cristal para comunicarse con alguien más. — ¡YA LO LOGRÉ, SEÑORA! — Soltó la asistente en una voz que parecía sacada de lo más profundo de las habitaciones de aquella mansión. La señora instó a las dos chicas a seguirla, para luego encontrarse con la imagen de una mujer que era parte del pasado de Eishla. — ¿Cuántas veces te he dicho, Zascha, que con los Oslen no te mezcles, niña estúpida? — Espetó la señora con desprecio. — Mi señora, estaba necesitada, y ella también. Pero revertí el efecto cuando supe a quien estaba dirigiendo el ataque por el que me vino a contratar. — Estoy hasta el cansancio de decirle a todas las hechiceras de este reino que con esa familia se eviten el más mínimo contacto. Pero sólo piensan en el asqueroso dinero. Nuestra clase se va a ir a pique si esto sigue como va. — Lamentó la señora finalmente.
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