Acaparando Terreno Ajena II

1499 Words
Niurka quiso reírse cuando oyó a Eishla, pues pensó que aquella chica estaba bromeando, luego cambió de parecer al darse cuenta que estaba hablando muy en serio, por lo que se puso nerviosa, ya que no sabía cómo poner manos a la obra en algo tan riesgoso como lo que se suponía su amiga pretendía emprender. — Una pregunta, niña, ¿Cómo se supone que accederemos a esos dos oficiales de alto, genio? Por si no te habrás dado cuenta, todo el mundo está alrededor del rey cuidándolo constantemente, hasta el tipo por el que vine, en primer lugar. — Notificó la rubia rellenita. — Si tenemos que hacernos pasar hasta por la cocinera de este lugar, lo haremos choquita. Pero no me iré de aquí hasta que no hable con eso humano y al menos me disculpe con él. Así sabré de fuente segura a qué atenerme si tengo que salir huyendo de su presencia cada vez que lo vea si mi cabeza tiene precio. — Aseveró la rubia delgada y alta. Ambas mujeres estaban inspeccionando el lugar por donde quiera, estudiando la manera en cómo se darían entrada hasta las habitaciones de los hombres que anhelaban ver. — Lo estoy pensando cada vez más, Niurka… Se supone que viniste hasta aquí a un viaje en barco. — Susurró Eishla en un momento de profundo silencio entre ella y su amiga. — Lo olvidaste adrede, porque siempre sostuve que vine para ver al fortachón que anda con ese hombre de piel oscura por el que babeas. Que el que me gusta no sea atlético, no me importa, si parece un mastodonte bravo de monte, tampoco, pero tiene unos labios suaves y una mirada tan tierna que me pierdo en ella, y con eso me basta. — Elogiaba Niurka a Artemio. — Para haber sido una sola noche, como estudiaste al hombre más bien como una presa y no como a un amante, querida. — Señaló Eishla a su amiga y luego cruzó los brazos para mirarla con una vista cínica. — El descaro hecho mujer ha hablado. He tenido que escucharte estremecerte una y otra vez cada vez que mencionas el nombre de ese tal “Ashton”, y ni imaginar lo que pasa por esa cabeza tuya, porque me lo describiste de una forma, que podría decir que le has recorrido hasta el… — Se calló Niurka abruptamente al ser silenciada por un manotazo que recibió por parte de Eishla. El manotazo iba a ser devuelto por aquella que lo había recibido, mas pronto se dio cuenta el por qué del golpe. Habían localizado, sin proponérselo, la habitación de Artemio, quien salió al encuentro de una chica, parecía ser con el fin de entrar a esas cuatro paredes para deleitar al oficial en cuestión. Por su lado, Ashton no dejaba de darle mente al hecho de que Eishla estuviera ahí sin el más mínimo atisbo de deseos de atacarlo como fue el último día que se vieron, pero estaba pensando en que no debía bajar la guardia con ella, y no dejara de pensar en la posibilidad que ella lo enamoró con el fin de embaucarlo para luego entregar su cabeza a los de su especie, y estaba convirtiéndose en una teoría que estaba ganando relevancia en sus consideraciones. De repente Ashton escuchó una especie de forcejeo en las afueras de su habitación. Al parecer era desde la de Artemio, que insistía con una chica para que se fuera de su estancia; éste no quería intimidad con nadie. — No, damisela, no quiero estar con nadie esta noche, le ruego que se vaya de esta habitación, o la arrestaré. — Mi señor, insisto, — Replicaba la chica en voz baja, — Debe estar abatido por el viaje, permítame consolarlo. Antes de que el herrero estrella del rey pudiera refutar aquella mujer, ya ella se había adentrado a la habitación de cuya entrada estaba siendo echada. Ashton salió a ver qué pasaba, pero todo parecía ser que había sucedido, al menos afuera de la habitación de Artemio. El rey sintió como una presencia que el poco reconocía se dio entrada en su alcoba, y rápidamente cerró la puerta y tomó su espada en oro puro que tenía justo al lado del pórtico, la blandió y estaba dispuesto a clavarla en la persona que tenía en frente, ya que se sentía amenazado. — Mi señor, no me ataque, se lo ruego. Sólo vine a pedir su clemencia y que me escuche. — Solicitó aquella persona en una voz femenina. — No quiero escuchar ninguna de tus patrañas, vampira. — Espetó Ashton con amargura. — La última vez que nos vimos, tu único objetivo era clavarme tus colmillos en el cuello, parecías estar tan sedienta de mí que te hubieras sorbido hasta mi última gota de vida si se hubiera dado la oportunidad. La voz femenina pasó de ser una suplicante a una sollozante en un instante. A pesar de eso, Ashton no se conmovió, más bien se retiró a su cama y no le prestó la más mínima atención a la mujer que lloraba en lo bajo. — Nunca quise herirte, Ashton. — No era lo que parecía estar pasando aquella tarde en el valle de las sombras, Eishla. Debieron pagarte muy bien para que quisieras atacarme con tanta vehemencia, de hecho, me sorprende que aún no hayan quemado viva después de semejante error al dearme con vida. Debería suponer que esto es obra de mi no bien ponderado, Jensen Oslen. — Razonó Ashton. Las palabras de Ashton herían a Eishla como cuchillas, no podía creer que aquel hombre la estuviera acusando tan vilmente sin darle la oportunidad de explicarse. — Sería bueno que al menos me dieras el beneficio de la duda, amigo. Estás acusándome de quererte asesinar sin siquiera escucharme. — Pausó Eishla tratado de acompasar su respiración, — Si quisiera ultimarte, podría hacerlo aquí y ahora, y nadie podría ponerme eso en duda. — Culminó ella con un pequeño alarido en el proceso que fue apagado con la mano derecha de Ashton sobre su boca. — No te daría el gusto de hacerlo, vampira insolente. Ashton le tenía la garganta a Eishla medida, lista para atravesársela con su espada, que de haber ejecutado su idea, la hubiera rebanado ahí mismo. Aquella mujer estaba aterrorizada al ver que su cuello estaba en peligro. No sabía a qué tenerle más miedo, a la posible muerte por perder su cabeza, o el hecho de que un humano fuera tan temerario como para ir en contra de un vampiro y pelear cuerpo a cuerpo con éste como si no le fuera a pasar nada. — ¿Acaso no le temes a los vampiros, humano estúpido? — Preguntó Eishala con palpable temor en sus ojos. — Habla más bajo, niña, no quiero que ninguno de los de mi ejército quiera venir a defenderme porque escuchó terrores de medianoche. Y contestando a tu pregunta, si fui capaz de acostarme con una de los de tu especie, entonces no tendría el más mínimo de miedo de atacarlo hasta su último respiro en mis manos. — Le habló el rey frente a frente a la cara de su receptora. — Ahora, si me disculpas, me gustaría dormir un poco, mujer. — Bostezó Ashton después de pronunciar su deseo. Sin más, éste se fue a su cama como si no tuviera una mujer cerca de él. Era obvio que no tenía deseos de compartir su lecho con ella, aunque ella se hizo la desentendida y fue hasta acostarse en la misma cama, aunque no muy cerca, no fuera que su vida corriera peligro. A medianoche Eishla no aguantaba más estar tan cerca de Ashton, y como ya le había pasado en otras ocasiones, ella decidió atenderse sola en los brazos de un sillón que había en aquella habitación. Lo hizo asó para no despertar al rey humano, además pensaba que él no estaría dispuesto a tan ni siquiera mirarla, por lo tanto ni se inmutó en llamar la atención del hombre al que acompañaba en su lecho. Cuando más concentrada estaba Eishla en su idilio corporal, sintió que una mano extra le estaba empezando a dar ayuda en sus senos, sacando todo el sentimiento corporal guardado en esas zonas erógenas. — ¿Por qué no pediste ayuda, mujer? — No quería molestarlo con pequeñeces, mi señor. — No sería capaz de dejar a una dama indefensa en un apuro como este. Después de ese pequeño intercambio de palabras, aquel hombre y aquella mujer intercambiaron fluidos durante toda la noche. Cuando más profundamente dormido estaba Ashton, Eishla aprovechó para dejarlo allí tranquilo y salir de la habitación sin que él, o alguien más se diera cuenta, necesitaba abandonar esa zona antes que despuntara el alba, o si no sería víctima de quemaduras solares, y de paso su fin, pero le había dejado una nota a su amante para que supiera que tenían una conversación pendiente.
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