Los hombres que lideraba el rey Ashton Conrad Kiedrik estaban más alertas que nunca, pero para su sorpresa no se había suscitado ningún ataque en contra de ellos, por lo que algunos hasta habían bajado la guardia, algo de lo que se había percatado Christopher, el segundo al mando después de Artemio; un hombre enérgico, joven pero con la experiencia suficiente para manejar grupos a gran escala, ya que desde muy pequeño su padre, quien estaba dirigiendo las tropas en la ciudad de Setonia, le había enseñado todo lo que sabía.
— Nadie se atreva a dormirse en sus laureles pensando que nada está sucediendo. En el momento menos pensado pueden aparecer esos adefesios de la naturaleza y destrozarnos como trozos viejos de tela, señores. — Decía calmadamente ese hombre sin siquiera inmutarse.
Esa era la cualidad que más le gustaba al rey acerca de ese muchacho, que parecía que nada lo amedrentaba, y era algo que le alteraba los nervios a más de uno, lo cual al soberano de Vidralia le importaba prácticamente nada, y eso era lo que complementaba su decisión de poner a su segundo al mando en dicho puesto a pesar de su juventud.
— A veces me pregunto si ese niño tiene la edad que dice tener. Yo me expreso más que él. — Se quejaba Artemio al recordar la forma tan fría y tan agreste de Christopher hablarle al ejército.
— Necesito que alguien sea así como él es, así infunde respeto, y hasta miedo, entre sus subalternos. — Comentó Ashton.
— ¡Pero tú eres perfecto para eso, mi querido amigo! Ni siquiera porque…— Pausó Artemio para bajar un poco sus decibeles de voz, — Ni por el hecho de que estás enamorado ahora has cedido con esa cara de perros que sueles tener. — Rió el hombre por lo bajo.
— No puedo demostrar debilidad, Artemio. Y si por el hecho de estar enamorado como dices tú, con más razón debo estar en guardia; ese amor podría matarme, al fin de cuentas es una enemiga al doble, y si caigo en sus manos por estar de perrito de compañía, podría morir en el acto.
La frialdad con la que Ashton se expresaba a veces era inexplicable para su mejor amigo. Se suponía que debía estar relajado, pero solía ver enemigos en todos lados, sólo que a veces escogía a la persona equivocada para enseñarse, al menos en este caso quizás tuviera razón, pensó Artemio finalmente.
Dos días caminando, y ni rastro del enemigo, y eso podría considerarse bueno, ya que ellos estaban bien protegidos con los ungüentos y aceites que habían preparado, pero el hecho de no avistar ni siquiera un vampiro moribundo y sediento de sangre humana era una sorpresa y al mismo tiempo producía en ellos una especie de sentimientos encontrados, ya que tanto daba alegría saber el camino despejado, lo mismo causaba preocupación de no saber si estaban siendo acechados en silencio hasta que estuvieran totalmente fuera de forma y cansados todos.
Estaban en la cima de una montaña cuando uno de los centinelas llegó a avistar la ciudad de Carinty y la zona costera que la bordeaba, luego los otros se les unieron al primero en ver aquella población al este del camino que ya había recorrido el rey y su tropa, cuando todos se desanimaron de manera simultánea porque sabían lo que les esperaba.
— Cuanto desearía que sólo fuera recorrer un tramo plano y sin ningún otro estorbo en el camino. — Se quejaba uno de los hombres de entre las filas.
— Se conoces un atajo por el que podamos ir para evadir este camino, soy todo oídos. De lo contrario, tendrás que quedarte con nosotros, seguir hasta nuestro destino, con una actitud más guerrera por supuesto, o volver solo a Setonia, si es que logras hacerlo sin ninguna clase de defensa. — Sugirió Ashton con su característica y estoica expresividad.
La formación inmediatamente se hizo perfecta ante el rey y todos se pusieron en atención al ver a su soberano al frente en su montura.
— aunque no queramos hacerlo, deberemos admitir que la única forma de pasar a la ciudad de Carinty es por medio de este valle, uno que es tan alto que apenas veremos el cielo sobre nosotros. Si estamos atemorizados desde aquí, créanme, señores, que seremos presa fácil de nuestros enemigos. Así que cualquiera de ustedes que se sienta incapaz de pasar por este valle, siéntase libre de abandonar ahora. — Propuso Ashton con calma y firmeza.
Increíble pero cierto, nadie fue capaz de echar atrás, más apoyaron al rey en la moción de seguir el camino que desde hacía días atrás se habían trazado. Todo parecía ser un capricho de un hombre inescrupuloso que sólo pensaba en su egocéntrica necesidad de sonar más poderoso que los otros reyes del mundo, o por querer superar a los vampiros, pero el deseo de obtener aquel oro tan particular era algo más.
La especie sobrenatural estaba haciéndose de la vista gorda ante el oro, que tenía la capacidad de brillar y destrozarlos, pero ya no les estaba importando irrumpir en ciudades y acabar con poblados humanos enteros, y como la minería estaba haciéndose cada vez más escasa por la dificultad de extracción del metal precioso, Vidralia se estaba haciendo blanco fácil para los vampiros.
Sin embargo, el diarconte, como se le conocía a la extraña aleación de oro con diamante, era uno que se reproducía fácil, pero no en Vidralia, el rey de dicho país había solicitado que le trajeran un cargamento cuantioso de otra nación que sí lo producía, a cambio de productos agrícolas de la región. La misma cumplió, pero había dejado el cargamento en costas carintias, y Deon no había tenido la amabilidad de cumplir con su trabajo como gobernador de Carinty, por lo que Ashton al final decidió hacer tal encargo personalmente.
— ¡Tengan todo listo para cuando se presenten nuestros anfitriones en el valle entre las sombras, señores! — Dio Ashton su voz de alerta.
Las palabras del rey alentaron al ejército humano y emprendieron su camino en picada rumbo al valle de las sombras que tenían en frente, que era tan profundo y tenía tan poca luminosidad, que más bien parecía un cañón, pero era la única vía de acceso a Carinty, ya que por otro lado apenas si había en trillo tan estrecho que no cabía ni siquiera un hombre a pie, mientras que por este otro tramo sí podía transitar ampliamente, salvo por la latente amenaza de saber que cualquier sobrenatural podría atacar a traición en el momento menos esperado.
Una hora había transcurrido cuando el rey Kiedrik, como se le conocía en las altas esferas al comandante Ashton Conrad, y su ejército se adentraron al valle más sombrío de todo Vidralia, y aunque ellos estaban conscientes de eso, no faltó quien manifestó su temor al menos antes de adentrarse a dicho lugar, fuera con ataque de pánico o con flojera en los intestinos, pero tuvieron que dejar el miedo que estaban manifestando cuando su soberano en persona comenzó a despojarlos a cada uno de sus medios de defensa, lo que los llenó de valentía aun fuera disfrazada.
— Teníamos que entrar al mismo punto medio del sol, Ashton. — Le susurró Artemio a su amigo.
— Aunque no lo creas, Artemio, ahora es el mejor momento para entrar a este valle. Ya me darás la razón. — Aseguró el rey.
Faltaban algunos minutos para el mediodía cuando todos los vampiros que vivían en los predios del valle se apersonaron allí. Había cuerpos sin vida por doquier, algunos con perforaciones de hacía algunos meses, por lo que aquellos sobrenaturales estaban mal pasando, sobre todo porque eran pordioseros de la especie vampírica, pero que azotaban en las ciudades en cualquier momento y según los reportes que habían llegado a manos de Ashton, la ciudad de Carinty estaba siendo asediada constantemente por esta plaga social.
Todos seguían cabalgando cada vez más profundo cuando comenzaron a aparecer vampiros por cada rincón del valle por donde la oscuridad reinaba, pero los hombres que estaban agrupados en pequeños grupos de cinco, formando seis escuadrones.
En eso Ashton hizo una seña con su mano izquierda, que consistía en desplegarla hacia el lado, soltando así la brida de su caballo, volviendo a tomarlo rápidamente.
Inmediatamente todos los hombres vieron el gesto de su líder, se sacaron los mantos que tenían encima el jinete que estaba en el centro de cada grupo, dejando al descubierto unos espejos con lo que estaba ataviado. Eso, y el hecho que todos mostraron sus armaduras de oro, los cuales brillaban ante la luz solar, todos los vampiros tuvieron que huir al ser lastimados con dos de sus enemigos mortales, obviamente recibiendo quemaduras por la exposición al sol, aunque algo llamó particularmente la atención del rey.
Por un instante Ashton permaneció incrédulo a lo que sus ojos estaban viendo, pero no podía entretenerse por ninguna clase de distracción, más bien se dedicó a cuidar como era de esperarse del rey, y aunque quiso percatarse de que sus sentidos no los estaban traicionando, su mejor amigo y hombre de mayor confianza en el ejército no le permitió perder la concentración.
Sin embargo, una vez más la visión que creyó tener el rey se hizo latente al ver que sí, que definitivamente se trataba de una realidad y no de una jugarreta de sus sentidos.
— Será mejor que te rindas, rey de la especie humana. Por más que lo intentes no pasarás más allá de este valle. — Prenuncio una Eishla que parecía estar bajo un trance o abstraída.