El Mismo Error Dos Veces

1630 Words
Nunca se había visto en una encrucijada como esta. Estaba en una franca disyuntiva al saberse enamorado como no lo había estado en su vida, pero estaba consciente que no podía arriesgarse a tanto por el tipo de mujer que se trataba. Nada más y nada menos que una vampira, y lo peor de esto era que no podía decírselo a su mejor amigo, no fuera que se sintiera apoyado de ese desliz para aferrarse a un amor imposible. — ¿En qué piensas, Artemio? — Preguntó Omar a su compañero al verlo tan pensativo. — En nada, Omar. ¿En qué estamos con los hombres que deben cargar con los espejos durante nuestro paso por el valle? — Todo va caminando de acuerdo al plan, amigo mío. Nada se ha desestimado. — ¡Perfecto, Omar! Sigue supervisando esa parte. Vamos a llegar en cualquier momento y no quiero que se desestime ninguna detalle de lo que hemos conversado en cuanto a ese tema. En cuanto a la estrategia de ataque, no podemos doblegarnos ante ningún tipo de engaño de los vampiros. A pesar de la seguridad que quería reflejar, a Artemio se le notaba un tanto taciturno, algo que no quiso evidenciar su segundo hombre, ya que de hacerlo sería algo que podría poner en juego la confianza de todo el ejército, por lo que decidió quedarse en silencio, una vez más. Los recuerdos de las noches pasadas no abandonaban al herrero principal del reino apostado en la ciudad de Setonia, Vidralia, ya que desde que vio a aquella vampira que lanzaba con aquella destreza poco característica aun en hombres, a él no se le quitó de la cabeza dicha mujer. — ¿Qué tú qué, Niurka? — Estalló Eishla anonadada. — ¡Cállate, muy escandalosa! — Ordenó la aludida demandando el silencio de su amiga de manera desesperada mientras hacía ademanes con las manos. — Es que no pensé que estuvieras tan dispuesta, al menos no con un humano. Siempre te habías referido a ellos como si fueran insectos raros, y por más que te decía que nuestra diferencia era que ellos no tienen colmillos y nosotros sí, seguías insistiendo. — Eishla acotó. — Además de los colmillos y nuestra sed particular, tenemos otras diferencias. ¡Pero ese no es el punto! — Exasperada declaró Niurka. — Es que ese hombre es demasiado para mí, y sé que no debo ni siquiera pensar en él, Eishla… No soy tan fuerte como tú. ¡Mírate! Ni siquiera has vuelto a ver a ese hombre piel de ébano que tanto se supone te cautiva. Aunque sé que lo de la noche en que fuiste a defender a ése y a su grupo, lo hiciste movida a compasión por ellos, sobre todo por amor a él, y creo que fuera de eso, te has contenido. Eishla hizo un ademan en el que utilizó todo el cuerpo para asegurarle a su mejor amiga que lo que ella decía era cierto de toda certidumbre, pero era lo más alejado de la realidad que tenía Niurka en su mente lo que fuera que no pasó entre su amiga y el rey de los humanos. Ashton se había alejado un poco del grupo de hombres que comandaba para poderse despejar tranquilo, tal y como hacía en otras expediciones, pero no tanto para que ninguno de ellos se alarmara. Mas esta vez se las arregló para que nadie supiera que estaba viendo a una hembra durante del servicio, lo cual estaba prohibido, no fuera ser que se descuidaran de sus deberes militares. — Estás en la misma posición que yo, Artie. Me debes lealtad, y también me debes confidencialidad, ya que sé que se te fueron las babas por la rubia rellenita que andaba esa madrugada en el bosque de cipreses con la vampira que me había acostado ya. Como si de un niño se tratara, Artemio miró a Ashton de un modo reprobatorio mientras quería adoptar la actitud de alguien que quería hacer pucheros y hacer de berrinches, pero decidió contenerse y acatar las órdenes de un hombre al que respeta por demás. — Esta me la cobro a como dé lugar, estimado Ashton. Así fue como él y su amada vampira pudieron tener un encentro clandestino en las narices de todos los que estaban bajo su mando. De saberse algo como esto, el rey sería acusado de alta traición y de conspiración en cintra de sus propios hermanos, los humanos, pero él no quería que tal cosa sucediese, aunque tampoco quería abandonar la idea de haberse enamorado de una especie que era enemiga mortal de la suya. — Sabes que nadie puede enterarse de esto que está sucediendo entre nosotros, rey humano. — Eres una plebeya entre los tuyos, pero quieres venir dándole órdenes a todo el que le rodea, mujer. — Sí me gusta dar órdenes, no lo niego. Pero esto no es una broma, Ashton; sería algo de vida o muerte que se sepa que dos personas que somos de especies totalmente contrarias como nosotros estamos tan siquiera dándonos miraditas como si fuéramos unos enamorados cualquiera. — Tienes razón, vampira. Pero te confesaré que soy capaz de perder mi corona si eso significara tenerte a mi lado. Habiendo escuchado aquella confesión, Eishla se estremeció y se prometió a sí misma que ella sería capaz de renunciar a su rey humano si eso significaba para él tan gran sacrificio; que ella no se merecía tanto y que tampoco la cabeza de él debía rodar por algo tan ínfimo como un amor prohibido como el de ellos. En cuanto a Artemio, él siempre aguardaba la esperanza de ver a Niurka, por lo que se iba a cazar animales, más usando tal cosa como pretexto, aunque él solía llegar con alguna presa en la mano, pero esto lo hizo mientras él y sus hombres llegaban a cierto punto de su travesía; no podía creer que con sólo ver a alguien como lo hizo con aquella mujer, quedaría flechado. — No debería retener a alguien como yo, mi señor. Sólo soy una mujer cuyos congéneres la ven como alguien de poca monta. Imagínese usted que tengo yo qué ver con alguien de realeza como usted, aunque sea un humano. — Ponderó Niurka. — No tenemos que ver este encuentro como algo serio, vampirita. Sólo aprovechemos el momento. ¿Acaso vas a negar que te atraigo desde el momento que sentiste cómo te llamaban mis hormonas? — Persuadió Artemio. Ella accedió a la petición de él, uno en el que hicieron todo lo que se les antojó, desde descubrir su desnudez, hasta recorrer cada recoveco corporal, una y otra vez. Pero se prometieron la una al otro que no se volverían a encontrar, al menos que fuera en un frente de batalla. No obstante, en el caso de Ashton y Eishla, era muy diferente, ya que por más que se prometieran no volverse a ver, ambos buscaban la forma de enviarse mensajes por cualquier medio. — Me pregunto qué clase de ave es ese que no tiene una hora fija para cantar. — Comentó uno de los soldados que andaban en la armada del rey humano. — Quisiera encontrar a ese animalejo para callarlo de una vez por todas. — Comentó otro. — Sea lo que sea, no me parece que sea un ave de las que conocemos, quiera el cielo que se revele o que se aleje, porque a mí me está pareciendo rara ya su aparición. Ante los comentarios que se estaban suscitando en el campamento, el mismo Ashton le pidió a Eishla que dejaran de verse por un tiempo, al menos hasta que pasaran por el valle que debían cruzar, ya que sus hombres estaban llenándose de temor, y al menos que ella no tuviera planes de almorzarse a esos humanos, podría esperar. — Yo puedo esperar, pero no creas que les será fácil a ustedes salir de ese valle ilesos, rey. — Advirtió Eishla. — Lo sé, mujer, lo sé. A partir de esos momentos, tanto Eishla y Ashton como Niurka y Artemio dejaron de frecuentarse en el medio de los caminos boscosos que conducían a Carinty, el destino de aquella expedición en busca de un oro especial por encargo del rey. No fue tan fácil para ninguno de los cuatro dejar de pensar en la persona que había dejado atrás, sobre todo para la vampira plebeya y el rey humano, que a diferencia de los otros dos, los cuales estaban de acuerdo que había sido en encuentro casual lo de ellos, estos otros añoraban con latente deseo verse nuevamente. Algunos en el regimiento que lideraba Ashton estaban notando que cosas raras estaban pasando, ya que las ideas de este no estaban siendo del todo claras como había pasado en otras ocasiones, pero al rey no le gustaba que lo cuestionaran, no al menos de frente, y salvo que Artemio no le llevara un informe o una queja formal de cualquiera de sus hombres, no atendía a nada como si se necesita algo de extremada urgencia. >> Definitivamente será nuestro fin si Ashton sigue viendo a esa vampira. Si no lo hago yo, él no va a terminar esa relación clandestina. > Espero no ganarme tu odio por mucho tiempo, amigo mío. << Deseó Artemio al mismo tiempo que dejó una carta en medio del bosque con la esperanza que Eishla la recogiera y la leyera.
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