Amistades Peligrosas

1633 Words
Todos los infantes o jóvenes que habían perdido a sus padres en batallas en contra de los humanos, eran llevados a un orfanato público que manejaba la familia Oslen, el cual era una de las pertenencias de la familia de Jensen y Jelenia. Tal fue lo que pasó con Eishla y Niurka, que siendo muy pequeñitas, fueron confinadas a dicha institución hasta que cumplieran la mayoría de edad. El vivir en un orfelinato era muy restrictivo, pues no tenían acceso más que al techo, a la comida y a la educación, pero también a castigos que quizás iban más allá de la normativa, ya que muchas veces les quitaban el alimento como medio correctivo, cosa que a la vampira delgada y rubia ya poco le importaba. Eishla soñaba con ser una militar de renombre, ya que siempre mostró cualidades para la milicia y destrezas en artes marciales diversas, algo que enamoró a Jensen desde que vio la forma de moverse de aquella hembra, puesto que soñaba que su compañera de vida tuviera tales manejos y así tener una futura reina digna de su especie, no agradándole así a Jelenia, quien se movió a celos instantáneamente. Desde ese momento, y el hecho de que realmente el talento de Eishla era excepcional, al punto de superar a la princesa de todos los vampiros, Jelenia siempre buscaba la manera de sabotear a su competencia, que no precisamente podía hacerle frente con sus dotes, que eran bastante buenos, pero no para ir en contra de aquella huérfana, lo que la hizo valerse de toda clase de trampas para irle en contra a su rival. Sin embargo, nada de lo que hacía Jelenia en contra de Eishla era suficiente para amedrentarla, lo que alteraba aún más a la Oslen. Y no fue sino hasta la última noche en la que la vampira sin hogar decidió involucrarse en asuntos meramente militares que le hizo perder los estribos a la princesa vampira. Jelenia estaba sumamente desesperada buscando una solución a su problema. No era posible que una simple pobretona estuviera comiéndole los caramelos todo el tiempo, sobre todo delante de su hermano, que no reparaba en darle de elogios a su rival y ésta dándose el gusto de rechazar a nada más y nada menos que el príncipe de los vampiros. — ¡Mitch! ¿Conseguiste por fin la información que te pedí? — Cuestionó Jelenia presurosa el mano derecha de su hermano. — ¡Sí, princesa! Ella vive próximo a un pantano a las afueras de la ciudad, al oeste de nuestro castillo, pero no permite que nadie entre allí al menos que ella salga a recibir a alguien por puro gusto. — Ella tendrá que recibirme. Soy la princesa de los vampiros, ¿O piensa revelarse en contra de su soberana? Tan igualada… — Terminó susurrando Jelenia mientras que Mitch disimulaba un carraspeo, pero nada perceptible para la otra parte. Esa misma noche Jelenia emprendió su camino. Prefirió irse por entre las ramas, adoptando su versión vampiresca para llegar antes del amanecer, logrando su cometido, de forma que cuando estuvo en los predios de la mujer que procuraba, decidió llamar su nombre, aunque había algo familiar en todo ello para la vampira. — Zascha… ¿Eres Zascha… La que estuvo en la academia militar pero que le dieron de baja por haber hecho trampa usando hechicería? La mujer que Jelenia buscaba era a una vampira hechicera, una que practicaba esas artes oscuras de generaciones, pero que quiso dejarlo por un tiempo, fracasando en el intento. — No tenías planes de recibirle, apestosa, pero siendo tú no me quedó de otra. — Espetó Zascha habiendo salido al encuentro de Jelenia, mirándola con desprecio al mismo tiempo que había cruzado los brazos. — No tienes que ponerte a la ofensiva, Zaschita… Es cierto que te quedé mal la última vez que estuvimos en contacto, y tal como esperabas de mí no te tendí la mano, pero nunca es tarde para resarcirse una, sobre todo que tanto tú como yo somos vampiras, tú sabes… — Reveló Jelenia haciéndose la graciosa con la hechicera. — Ya está amaneciendo, y no quiero que me vea el sol fuera de mis hermosas paredes, así que habla rápido. Zascha recordaba con desprecio que había perdido su oportunidad de convertirse en parte de la guardia principal del castillo vampírico, además de que perdió a su mejor amiga y entrenadora, Eishla. Había hecho trampa con un encantamiento, que justamente recayó sobre Eishla, uno que iba dirigido a Jelenia misma, pero al ser descubierta la afrenta de Zascha, e implicando a la otra vampira en todo el embrollo, la expulsaron a ambas, aunque la hechicera había hecho eso por contratación de la misma princesa, la cual la traicionó en aquel día. — Realmente era cierto todo lo que decían de ti, Zascha, a pesar que no quise darle crédito y te defendí a capa y espada ante todo el que decía patrañas de ti. Gracias por develarme tu verdadera identidad. — Se desahogó Eishla mostrando una expresión de profundo desprecio. Obviamente Eishla no iba a perder el tiempo en perseguir a Zascha, no porque no quisiera vengarse, puesto que confianza en ella como amiga, sino porque ella sabía que la hechicera no se quedaría de brazos cruzados dejándose atacar alegremente, por lo que dejó de pensar en esa idea, eso hasta que el destino le diera una oportunidad, posiblemente tendría toda la vida para eso. Zascha se prometió a sí misma no volver a negociar con Jelenia nunca más en su vida, pero en el preciso instante que ésta hizo aparición, la hechicera no estaba bien parada. Su imagen había decaído gracias a otra hechicera que le había fastidiado ante unos clientes de otro país, unos muy poderosos, por lo que estaba perdiendo vigencia, por lo tanto, tomar cualquier oferta de parte de la princesa de los vampiros era necesario; pagaba muy bien la condenada. — ¿Qué quieres, Jelenia? — Necesito vengarme de una mujer que me está quitando a mi hombre, tú sabes… Él está enamorado de ella, y lo quiero para mí. ¡No lo veas como un acto de envidia! Es… que… Ella se atravesó entre nosotros, y estropeó muestro idilio de amor. — Te veo demasiado tranquila para haber sido eso, linda… — Objetó Zascha mirando a su interlocutora con sigilo. — No me digas que has madurado tanto para mantener tus nervios a raya. En otros tiempos hubieras venido a zaquearme mis brebajes para lograr una pócima tan potente que ni la más experimentada de nosotras la aceptaría para usarla sabiamente. Zascha se estaba burlando de Jelenia, se le notaba en su sonrisa de medio lado y una ceja arqueada, aunque ella lo quería era una respuesta que no obtuvo. — Te daré la cantidad de piedras preciosas que tú misma fijes ahora mismo, así que dame una pócima que me resulte lo suficientemente poderosa para alejar a esa arpía de mi hombre. ¡Y no andes inmiscuyéndote en asuntos que no te incumben, hechicera de pacotilla! — Si soy una hechicera de pacotilla, puedes largarte por donde mismo viniste. ¡Es más! Puedo prepararte un brebaje para alejarte de mis predios por lo que te quede de existencia, y hasta podría acortarte tu lapso de vida… — Amenazó Zascha. Al escuchar aquellas palabras, Jelenia trago en seco pues sabía de lo que aquella hechicera podría ser capaz, por lo que se retractó de sus palabras. — No fue mi intención ofenderte, Zascha. Ahora dime la cantidad y te la envío esta misma noche. — Perfecto… Trescientos cincuenta quilates de rubíes, zafiros y topacios… De cada piedra preciosa el mismo peso. No te equivoques, nena. — Advirtió Zascha. La vampira de sangre noble quiso emprender la huida mientras resabiaba por lo bajo, pero su sed de venganza en contra de la rubia realenga de Eishla la ayudó su deseo desmedido de salir de allí sin brebaje. Y tal como habían pautado aquellas dos mujeres, los quilates en piedras preciosas llegaron, y la pócima solicitada fue entregada a un hombre de confianza de la princesa de los vampiros. La forma de hacerle llegar la pócima a Eishla no sería fácil, aunque ella tenía una debilidad; las frutas dulces, por lo que el mensajero de Jelenia fue gratamente recompensado con tal de esperar que ella se posara aquella misma noche a degustar cerca de un árbol de uvas muy suculentas que había por aquellos parajes. — No podemos aparecernos nuevamente ante ellos, tarada, sería riesgoso además de sospechoso. — Recomendaba Niurka. — ¡Lo sé, gordis! Pero me da miedo que no salgan bien librados de esta. De repente, Eishla comenzó a caer en un trance, como una ensoñación profunda, uno que no podía dominar, por lo tanto, adentrada en su subconsciente empezó a tener sueños varios en los que atacaba y mataba a los humanos que había defendido una vez, sobre todo a su rey, su amado Ashton. Para su sorpresa aquello fue una ilusión de su mente, pero repentinamente sintió una inmensa necesidad de encontrarse a Ashton y a su ejército para fulminarlos a todos sin dejar rastro de su existencia. Niurka, por otro lado, había sido atacada por el emisario que había enviado Jelenia, ya que esta quiso defenderse y defender a su amiga de aquel desconocido al que ella había catalogado como un ladrón, pero no tuvo éxito en su cometido, cayendo inconsciente en el suelo, por lo que detener a Eishla le fue imposible. — Ataca al rey y a su ejército que van rumbo al valle que está antes de llegar a Carinty. — Le susurró el tipo a una Eishla bajo los efectos de la pócima que había obtenido de manos de Zascha, emprendiendo su camino velozmente.
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